ENTREVISTA CON EL INVESTIGADOR JOAN MARTINEZ ALLIER SOBRE EL ECOLOGISMO

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ENTREVISTA CON EL INVESTIGADOR JOAN MARTINEZ ALLIER SOBRE EL
ECOLOGISMO
Entrevista con el investigador Joan Martinez Allier: “No sé si hay un ecologismo infantil pero sÃ- creo que hay un
desarrollismo senil―
Marc Saint-Upéry
The Anarchist
Autor de la obra clásica EcologÃ-a económica (1987), que ha influenciado a toda una corriente de investigadores y
militantes ambientalistas y ecosocialistas, el catalán Joan MartÃ-nez Allier explora desde hace cuatro décadas la
dialéctica entre las necesidades humanas, los conflictos sociales y las condiciones ecológicas en unos estudios donde
convergen la critica de la economÃ-a polÃ-tica, la antropologÃ-a social, las leyes de la termodinámica y las ciencias de la
vida.
Esta entrevista recorre las pistas de un pionero fundamental en estos tiempos en los que los modelos de desarrollo
vuelven a ser parte de la discusión central en América Latina.
¿En sus trabajos de campo en Cuba y en Perú, en los años 70, las referencias sobre la cuestión campesina apelan al
debate de un marxismo abierto, pero todavÃ-a clásico, y de la antropologÃ-a social: Chayanov (1), Eric Wolf (2), etc. Pero
usted cita también a Karl Polanyi. Concretamente, ¿cual ha sido el puente entre este tipo de debates, de economÃ-a
agraria, y el discurso ecológico?
En esa época yo vivÃ-a con una antropóloga, Verena Stolcke. Por otro lado, en Perú entre en contacto con gente que
hacia antropologÃ-a ecológica, como el gran especialista de las culturas andinas John Murra, antropólogo
estadounidense de origen rumano que participó en la Guerra Civil española en las filas republicanas. Él se preguntaba
sobre el funcionamiento de los intercambios en sociedades sin mercado o con mercados periféricos, como después de
la conquista española. Estos intercambios eran absolutamente necesarios desde el punto de vista ecológico en
cualquier sistema montañoso, porque una comunidad no puede vivir de los productos de un solo piso ecológico. En
1971-72, en Perú estuvo un antropólogo estadounidense de Amherst, Brooke Thomas, quien estudiaba las calorÃ-as
que circulaban entre estos distintos pisos ecológicos. Me interesé mucho por ese tema y además habÃ-a hecho cursos
en economÃ-a de la alimentación. AsÃ- fue como me convertÃ- en uno de los pocos economistas capaces de contar
calorÃ-as y proteÃ-nas, porque hay muchos economistas que se dedican a lo metafÃ-sico y no hablan de este tipo de
cosas. AsÃ- es como accedÃ- a la antropologÃ-a ecológica, leyendo también los textos clásicos, el libro de Roy
Rappaport, Pigs for the Ancestors (Cerdos para los antepasado. El ritual en la ecologÃ-a de un pueblo en Nueva guinea)
y justo coincidió con la crisis petrolera de 1973. Recuerdo que daba unos cursos de antropologÃ-a económica en la
universidad de Campinas, en Brasil, y todo el mundo empezaba a hablar de energÃ-a.
Es interesante, porque su trayectoria hacia la economÃ-a ecológica no pasa directamente por una critica de tipo
epistemológico de los modelos económicos ortodoxos o marxistas, sino más bien por el camino de una antropologÃ-a
ecológica muy concreta…
SÃ-, yo además tenia una cierta sensibilidad polÃ-tica por el tema de la autonomÃ-a de las comunidades campesinas, una
sensibilidad de tipo populista en el sentido ruso, de los “narodniki― (3). En esa época Eric Hobsbawm estuvo en Perú y
habÃ-a leÃ-do sus escritos sobre AndalucÃ-a, un capitulo de Rebeldes primitivos con el que yo no estaba del todo de
acuerdo. Hobsbawm pensaba que los campesinos eran un tipo de “rebeldes primitivos― y que la verdadera vanguardia era
el proletariado industrial y el partido de los proletarios. Yo no era estrictamente anarquista pero estaba muy influenciado
por la historia de Cataluña y también por la gente de Ruedo Ibérico, que estaba dirigido desde Paris por un anarquista
exiliado, Pepe MartÃ-nez. AsÃ- que estaba muy abierto a una sensibilidad, por asÃ- decirlo, antileninista. Además, en esa
época en Perú habÃ-a una fuerte influencia del gran intelectual comunista José Carlos Mariátegui, quien en el momento
más estalinista de la Internacional Comunista habÃ-a sido acusado de populista, también en el sentido ruso del término.
Hubo, entonces, en mi experiencia en los Andes, además del tema de la antropologÃ-a ecológica el de la resistencia
“antimoderna― de las comunidades indÃ-genas, como los huasipungueros en Ecuador o los huacchilleros en Perú, que
vivÃ-an dentro del sistema de hacienda pero que no eran siervos de tipo feudal, sino campesinos que se resistÃ-an a la
modernización capitalista, que no querÃ-an dejar la hacienda.
Cuando llegaron ideas de modernización, por ejemplo con el presidente Galo Plaza en Ecuador, a inicios de los años
60, se trato de “emanciparlos― de las haciendas para racionalizar el explotación de la tierra y los campesinos indÃ-genas
se resistÃ-an a eso en nombre de sus derechos de propiedad ancestrales, de su derecho a la autosubsistencia y a su
propia cultura. En los años 70, la izquierda marxista peruana (y latinoamericana en general) era antiindÃ-gena y
percibÃ-a todo en términos de clases sociales, de campesinos y no de indÃ-genas. Las cosas comenzaron a cambiar con
autores como Alberto Flores Galindo (4) –todo esto está en mi libro Los huacchilleros del Perú– y creo ello está ligado al
hecho de que soy catalán, porque me emocioné cuando encontré estas personas que hablaban su propio idioma y
luchaban por conservarlo.
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A partir de esto, ¿cómo vuelve a los problemas mas teóricos de la critica ecológica de la economÃ-a polÃ-tica?,
¿Cómo descubre a autores como Georgescu-Roegen (5), por ejemplo?
Georgescu-Roegen es muy importante. Publicó, en 1971, su gran libro La ley de la entropÃ-a y la evolución
económica, y un gran amigo mÃ-o, el entonces joven economista José Manuel Naredo, me lo recomendó. Nosotros
conocÃ-amos un poco del autor porque también era un especialista en economÃ-a agraria y habÃ-a publicado un articulo
importante en 1960 sobre la economÃ-a campesina en Europa del Esta (es de origen rumano). Lo empezamos a leer,
era difÃ-cil pero es uno de los textos pioneros y fundamentales de la economÃ-a ecológica.
También con Naredo publicó en 1982 su artÃ-culo pionero sobre Serguei Podolinsky, que es un poco el precursor
ucraniano de la crÃ-tica ecosocialista de la economÃ-a polÃ-tica. ¿Cómo lo descubrió?
En realidad, el articulo se publico en catalán y en castellano en 1979. A finales de los años 70 Naredo ya habÃ-a
publicado mucho sobre flujos de energÃ-a en la agricultura española, un poco lo mismo que habÃ-a hecho Jean-Paul
Deléage en Francia, siguiendo los trabajos pioneros de David Pimentel, un autor estadounidense que habÃ-a
demostrado en 1973 que la agricultura moderna era menos eficaz desde el punto de vista energético que la agricultura
tradicional. Entonces, con Naredo, escuchamos por primera vez hablar de Podolinsky en un libro publicado entonces en
francés y que es una selección de la correspondencia entre Marx y Engels sobre ciencias naturales. Estaban ahÃ- las
cartas de Engels que hablaban de este socialismo ucraniano; entonces comencé a buscar los textos de este autor que
escribÃ-a en ucraniano, en ruso, en alemán y en francés. Él habÃ-a estudiado medicina en Zurich con esas mujeres
fascinantes, las primeras pasionarias del Partido Socialista Revolucionario ruso y de Narodnaya Volia, con la gente que
habÃ-a participado del atentado contra el Zar Alejandro II. Terminó exiliado en Montpellier y escribió sobre la agricultura
considerada como un flujo de energÃ-a. Envió sus textos a Marx, quien se los remitió a Engels para consultarle su
opinión, pero no suscitaron su interés. Quien sÃ- comprendió los aportes de Podolinsky fue el ecólogo ruso Vernadsky.
En un libro publicado en Francia en 1924-1925, llamado La geoquÃ-mica, Vernadsky elogiaba al trabajo de Podolinsky
resumiéndolo asÃ-: “Podolinsky estudio la dinámica energética de la vida y aplicó este conocimiento al estudio de la
economÃ-a―. Es decir, que a partir de un análisis de la entropÃ-a en los procesos biológicos, él estudió la economÃ-a
como un sistema abierto a los flujos de energÃ-a. Eso hizo de él un precursor importante, entre otros, de la economÃ-a
ecológica. Es precisamente el tema de mi libro de 1987, EconomÃ-a ecológica, que trata de esos precursores que
generalmente no eran economistas.
En cuanto a Georgescu-Roegen, tenÃ-a 74 años y estaba jubilado de la Universidad de Vanderbilt, en Tennessee, y
supe en 1980 que estaba en Estrasburgo. Lo invité para que diera unas conferencias en Barcelona. Él no conocÃ-a a
Podolinsky, pero se interesó mucho y continuamos escribiéndonos desde 1980 hasta que terminé mi libro. En esa
época fundamos la Asociación Internacional de EconomÃ-a Ecológica.
La “huella ecológica―
Pero, ¿usted tenia un publico mas allá de los especialistas? No creo que los grupos marxistas prestaban mucha
atención a esos temas. Al mismo tiempo, era la época del surgimiento masivo de los movimientos sociales ecológicos
pero con un nivel de cultura polÃ-tica y teórica bastante heterogéneo y una visión un poco mÃ-stica y romántica.
Primero, entre los economistas universitarios habÃ-a un sector muy hostil a la ecologÃ-a, y eso todavÃ-a sucede. Cuando
volvÃ- a Barcelona, en 1975, entré en un departamento de economÃ-a donde hice buenas relaciones con los
historiadores económicos, por ejemplo. Pero para los economistas más neoclásicos, incluso algunos muy
competentes, la ecologÃ-a es algo que simplemente no existe. Entre los marxistas, y en medio del gran desierto que fue
la universidad española durante el franquismo, estaba Manuel Sacristán (6), un hombre extraordinario.
Era uno de esos pocos marxistas europeos con una verdadera cultura cientÃ-fica…
SÃ-, pero era totalmente autodidacta. ConocÃ-a la filosofÃ-a analÃ-tica y cuando tenÃ-amos 17 ó 18 años, en la
Universidad de Barcelona, nos explicó sobre el CÃ-rculo de Viena, y su discurso antimetafÃ-sico era un aire fresco
dentro del ambiente intelectual de la España franquista. Me sorprendÃ-a como podÃ-a juntar su rigurosidad en la
explicación de tipo lógica matemática y su adhesión al marxismo. Cometió algunos errores polÃ-ticos, metió a
muchÃ-sima gente dentro del PSUC (el Partido Comunista catalán) y hubiese sido sin duda mucho mas interesante que
hubiera un partido menos ortodoxo, del tipo del Partido de los Trabajadores (PT) brasileño en la resistencia contra
Franco. Cuando salió del PSUC, en 1976-77, fundó el grupo Mientras Tanto, que al principio se llamo Materiales, que
reunÃ-a a un grupo de gente de izquierda muy interesada en la problemática ecológica. Gente que al mismo tiempo se
sentÃ-a un poco excluida por esa transición a la democracia negociada con el franquismo: mis mejores amigos de la
época universitaria entraron en el su mayorÃ-a al PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y participaron con
entusiasmo de esa transición, pero todos los del grupo Ruedo Ibérico por ejemplo, quedaron fuera. En esa época, me
fui a enseñar a BerlÃ-n; fue una especie de consuelo. Era la época de la emergencia del movimiento alternativo, el
comienzo de los Verdes, y en ese contexto escribÃ- mi libro EconomÃ-a ecológica con el apoyo del fÃ-sico alemán Klaus
Schlüpmann, quien me ayudo a refrescar cosas que habÃ-a aprendido en el bachillerato sin prestarles mucha atención
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en cuanto economista, como por ejemplo la segunda ley de la termodinámica.
¿Por qué es importante la segunda ley de la termodinámica desde el punto de vista de la economÃ-a ecológica?
Porque no existe modo de reciclar la energÃ-a. La teorÃ-a neoclásica describe la economÃ-a como un sistema cerrado
donde las mercancÃ-as se intercambian a través de un sistema de precios regulados por el mecanismo de la oferta y la
demanda. Las empresas compran la fuerza de trabajo, pagan los salarios (o la renta de la tierra), todo ello dentro de un
sistema cerrado. Esta visión tiene cierta utilidad en la medida en que permite elaborar cierto número de ideas
relativamente interesantes. Pero es una visión ontológicamente falsa, aunque pudiera ser metodológicamente
productiva. La economÃ-a es un sistema abierto que no puede funcionar sin un cierto volumen de insumos energéticos y
materiales, desde la energÃ-a solar, en la fotosÃ-ntesis, hasta el petróleo o el carbón.
Ese sistema produce desechos, residuos. En volumen, el residuo mas importante es el dióxido de carbono, pero
también están el cadmio o los residuos radioactivos, que son prácticamente imposibles de reciclar. Existen gráficos
para ilustrar este tipo de sistema abierto de la economÃ-a como los que ha publicado René Passet en su libro L’économ
et le vivant (La economÃ-a y los seres vivos) en 1979, y que todos nosotros copiamos y tratamos de mejorar –o solamente
hicimos una mala imitación– en nuestros cursos de economÃ-a ecológica. Creo que Passet fue el primero que describió
gráficamente la economÃ-a como subsistema de un sistema más amplio. Entonces, dentro de ese sistema no todo es
reciclable. A eso la economÃ-a neoclásica llama “externalidades―, y pretende “internalizarlas― a través del sistem
precios, como si fuera un simple detalle.
Naredo me contaba que en un congreso internacional de economÃ-a no se habló de externalidades sino de cuentas
satélites, un término de jerga de la contabilidad nacional francesa: se calcula primero el PIB y después se le anexan
contabilidades satélites fÃ-sicas: la contabilidad del agua, de la fertilidad del suelo, etc. Una idea muy bienintencionada,
pero como les dijo Naredo: “Yo creo que en ese caso los satélites son mas grandes que el planeta madre, las
externalidades más importantes que el PIB, como si la Luna fuera mas grande que la Tierra―.
¿Qué piensa usted de la noción de “huella ecológica―?
Es precisamente una idea que se presentó en un congreso de economÃ-a ecológica en 1992. Su iniciador fue William
Rees, un ecólogo que habÃ-a trabajado en una región llamada La Raya, entre Cuzco y Puno, en el altiplano peruano.
Luego fue profesor de ecologÃ-a urbana en Vancouver e inventó un indicador que sintetiza cuatro criterios: la cantidad
de tierra necesaria para producir una cantidad dada de alimentos, la cantidad de tierra necesaria para producir madera
para construcción o papel, la cantidad de tierra pavimentada o cubierta de construcciones y el cuarto sumando
consistÃ-a en cuánta tierra virtual harÃ-a falta para absorber el dióxido de carbono que produce la actividad humana. A
partir de esos cuatro criterios, Rees calculó que un habitante de Vancouver utiliza de promedio cuatro hectáreas de
tierra para su reproducción económica, mientras un habitante de la India utiliza media hectárea. Esto quiere decir que
desde el punto de vista ecológico, la superficie de Vancouver es mucho más grande de lo que parece a primera vista.
Yo creo que Rees concibió la huella ecológica como un concepto interesante para tener una idea del impacto de la
actividad humana pero nunca pensó que su idea tendrÃ-a tanto éxito. TenÃ-a un estudiante suizo de doctorado llamado
Mathis Wackernagel, quien difundió la idea y la convirtió en una verdadera industria académica.
El lado bueno de esa enorme difusión es el carácter pedagógico de esa representación espacial, que impacta mucho
a la gente. Pero el lado mas discutible es que la noción de huella ecológica mezcla dos cosas: el consumo real de
espacio destinado a la producción de alimentos o de madera para la construcción (un carnÃ-voro consume más
espacio que un vegetariano, por ejemplo) y el consumo virtual de un espacio que hipotéticamente podrÃ-a absorber el
dióxido de carbono. El problema es que el dióxido de carbono se acumula en la atmósfera y no es absorbido por una
superficie vegetal virtual.
El verdadero problema es el cambio climático. No es que necesitemos otro planeta porque no hay otro planeta. La idea
de utilizar dos planetas es una metáfora que tiene lÃ-mites. Nuestro consumo excesivo de carbón, petróleo y gas es un
problema de tiempo, de un uso demasiado intensivo en un periodo de tiempo muy corto, más que de espacio. La
metáfora espacial puede ser muy atractiva para la gente, pero técnicamente a mi no me convence.
Tampoco me convence la idea de que se pueda expresar todo el impacto ecológico en una sola cifra, creo que
necesitarÃ-amos de al menos tres o cuatro cifras distintas. Por ejemplo, el cálculo de los flujos de materiales. En
Ecuador son cuatro toneladas por persona al año, lo calculó Maria Cristina Vallejo en una tesis publicada por la Flacso.
En la Unión Europea estamos a 16 toneladas por persona al año.
En términos de intercambio, Ecuador exporta 1,8 toneladas de materiales por persona al año e importa 0,3 toneladas.
En la Unión Europea es exactamente al revés, importamos casi cuatro veces más de lo que exportamos. Es un buen
indicador del intercambio desigual entre Norte y Sur.
Otro indicador interesante es el de la apropiación humana de la biomasa, que en ingles se llama HANPP (Human
Appropriation of Net Primary Production). Se trata de la proporción entre la biomasa usada por los seres humanos y la
cantidad potencial de biomasa que seria generada si no hubiera humanos.
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Es un indicador de pérdida de biodiversidad, pero también se puede usar para analizar conflictos relacionados con
recursos. Por ejemplo, en Ecuador, el conflicto entre los habitantes del ecosistema de manglares y las empresas
camaroneras que producen larvas para la exportación. Cuando el manglar se conserva hay mucha biomasa y los
humanos aprovechan una pequeña cantidad de ésta, un poco de conchas, de cangrejos y de madera. Pero cuando la
camaronera destruye el manglar, consume mucha biomasa sin reponerla. Lo mismo ocurre con el bosque amazónico
cuando lo sustituyen por cultivos de palma africana para producir aceite.
¿O sea que la noción de huella ecológica no es bastante multidimensional?
Es importante porque es un indicador fÃ-sico que le quita el monopolio a los indicadores económicos y sociales
tradicionales, incluso los más sofisticados como el Õndice de Desarrollo Humano (IDH), en ese sentido es un progreso.
Pero efectivamente, no es multidimensional. Ahora bien, desde el punto de vista pedagógico y polÃ-tico no serÃ-a bueno
que existan cincuenta indicadores porque el cerebro humano no podrÃ-a procesarlo, pero sÃ- se pueden considerar unos
siete u ocho números a la vez. Cuando juzgamos a una persona no nos fijamos solamente en su talla o su peso, o si
baila salsa o no, más bien podemos definir ocho o diez cualidades que nos gustan y dos que no, asÃ- funcionamos los
humanos.
La ecologÃ-a de los pobres
Otro de sus grandes temas es la ecologÃ-a de los pobres, sobre todo en los paÃ-ses del Sur. Por ejemplo el caso de las
mujeres que luchan por defender el manglar.
SÃ-, las mujeres han sido muy importantes en las luchas ecologistas populares. Y volviendo a su pregunta sobre el
público de nuestros trabajos, en los 80 nuestra primera audiencia era la corriente verde europea, los ecomarxistas como
Sacristán, y un sector de economistas universitarios disidentes de Estados Unidos, como Herman Daly, Robert
Costanza, personas que fundaron conmigo la Asociación Internacional de EconomÃ-a Ecológica en 1986-1987.
En 1987 hubo una reunión en Barcelona donde se fundó la revista Ecological Economics. Mi idea era que la
economÃ-a ecológica sirve sobre todo a los movimientos sociales del Sur que luchan contra la degradación ecológica
de sus hábitats. Por ejemplo, los militantes de VÃ-a Campesina retoman temas de la economÃ-a ecológica como la
eficiencia energética, la pérdida de biodiversidad, la polución quÃ-mica, etc., no importa si no se conocen todos los
presupuestos teóricos de esta disciplina. Esta emergencia de un importante grupo de militantes ecologistas populares
es lo que me ha mantenido activo polÃ-ticamente, con una serie de viajes a América Latina, India, etc.
¿Usted dice que la ecologÃ-a de los pobres existe desde hace dos siglos?
Es un tema de historia social bastante complejo. Por supuesto, no hay que caer en el anacronismo y buscar el
ecologismo en el Imperio romano pero hay ejemplos interesantes desde al menos el final del siglo XIX. Hay un caso
español bastante conocido sobre la compañÃ-a RÃ-o Tinto que explotaba una mina en AndalucÃ-a, cerca de Huelva,
donde se habÃ-a sacado cobre desde hacÃ-a dos mil años. La firma británica llegó a la región en 1880 y ese mismo
año hubo ya una manifestación de mineros, de sus familias y los campesinos locales contra los “humos―. Existen
reportes de la época que describen esos humos como emanaciones de dióxido de azufre o de anhÃ-drido sulfuroso, lo
que ahora se da en las lluvias ácidas. Con un estilo tÃ-picamente español, el gobierno envió al ejercito a detener las
protestas y mataron a 100 ó 200 personas. No lo sé exactamente. Hubo un debate en el Parlamento pero sin ninguna
consecuencia polÃ-tica o judicial. Uno de los principales lÃ-deres del movimiento era un sindicalista anarquista,
Maximiliano Tornet. Tenemos ahÃ- un movimiento protoambientalista aunque la palabra no existÃ-a en ese entonces.
Otro ejemplo se produjo en la misma época en Japón, un caso muy conocido de un lÃ-der campesino llamado Tanaka
Shozo que dirigió todo un movimiento de resistencia contra la contaminación del rÃ-o Watarase, cerca de Tokio, en
manos de una empresa que todavÃ-a existe y se llama Furukawa. Esta empresa producÃ-a cobre para exportación,
porque en esa época Japón exportaba cobre, mientras que ahora es un gran importador.
Conocemos el conflicto que hay ahora en Ecuador en la mina de cobre de Intag que Mitsubishi quiere explotar, por
ejemplo. En los años 70 del siglo XX, Tanaka Shozo, que en su tiempo llego a ser diputado de la Dieta, fue
redescubierto por los primeros ecologistas japoneses y considerado como un precursor. PodrÃ-amos mencionar muchos
otros ejemplos históricos.
Pero no podrÃ-amos decir que este ecologismo o protoecologismo popular expresa dos fenómenos que no siempre
están articulados: por un lado la lucha de comunidades locales contra lo que los economistas llaman “externalidades
negativas―, como por ejemplo daños a la salud, y por otro lado una defensa mas global de formas de vida autónomas,
una cierta resistencia a la modernización. En el fondo, lo que usted llama “populismo ecológico―, seria más una lucha d
la economÃ-a sustantiva contra la economÃ-a formal, según los términos de Polanyi. ¿Cómo se articulan estos dos
niveles?
Justamente, desde ese punto de vista el libro de Ramachandra Guha sobre el movimiento Chipko es muy importante. Él
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lo ve como un movimiento campesino muy similar a los movimientos de la región del Himalaya o de la India contra la
estatización de los bosques iniciada por los colonizadores británicos bajo pretexto de implantar una administración
racional. La gente local protestaba entonces contra la perdida de acceso a los bosques donde habitaban. También
luchaban contra las plantaciones porque preferÃ-an tener árboles nativos tradicionales, como el roble, que especies
introducidas de crecimiento rápido como el pino. Aunque la lucha correspondÃ-a al interés por su subsistencia, era ya
una forma de lucha ecológica por la biodiversidad. El movimiento Chipko de 1973 es un gran ejemplo de eso. Chipko
quiere decir “abrazarse a los árboles―, y los militantes del movimiento se abrazaban a los árboles para impedir que las
empresas madereras los corten. Cuando lo estudias ves que los militantes locales tenÃ-an una inspiración gandhiana.
Hay otro caso similar en Brasil con Chico Mendes, un ecologista-sindicalista que habÃ-a aprendido a leer con un
sobreviviente de la Columna Prestes, la guerrilla comunista de los años 20 refugiada en la Amazonia de la frontera con
Bolivia. Chico Mendes, afiliado al PT, también fue influenciado por la TeologÃ-a de la Liberación y expresaba una
especie de gandhismo espontáneo con sus formas de lucha, como el “empate―, donde los activistas se sientan en grupo
frente a la policÃ-a o a las maquinas de cortar árboles, siempre de manera pacifica.
¿Pero cuál es el potencial hegemónico del ecologismo popular? Existen estudios que demuestran que ciertas
civilizaciones precolombinas han destruido su propia base re reproducción medioambiental (por ejemplo los Mayas).
Por otro lado, vemos que los sectores populares de paÃ-ses del Sur que han pasado por procesos importantes de
urbanización han adquirido el modelo de consumo del Norte, con variaciones más o menos degradadas. Si escucha a
Evo Morales, que por fuera de Bolivia es percibido como un dirigente indÃ-gena involucrado con una realidad comunitaria
milenaria, pero que tiene en realidad un imaginario modernizador muy fuerte, él declara que quiere que su paÃ-s sea
como China o Suiza, y que la explotación del gas boliviano debe servir para la industrialización del paÃ-s, etc. Y el
argumento habitual de los liberales es: ¿con qué derecho ustedes quieren impedir a cientos de millones de chinos e
indios en pleno boom económico de salir de la pobreza y tener sus automóviles y sus refrigeradoras?
La teorÃ-a del ecologismo popular no afirma que todos los pobres son ecologistas porque eso serÃ-a falso. Lo que afirma
es que en muchos conflictos ecológicos los pobres se ponen del lado de la preservación de los recursos naturales, no
debido a una ideologÃ-a ambientalista sino en virtud de sus necesidades de subsistencia, las que muchas veces se
expresan en lenguajes culturales propios como, por ejemplo, la idea del carácter sagrado de las fuerzas naturales en
algunos grupos indÃ-genas.
Y por cada conflicto que se vuelve conocido a nivel mundial gracias a la cobertura de los medios de comunicación, hay
probablemente decenas de casos que no aparecen en los medios.
Actualmente, en América Latina, hay decenas de conflictos por explotación minera y aumentarán cada vez más porque
el metabolismo de la sociedad, la cantidad de energÃ-a y de materiales que entran en el circuito aumenta cada vez más.
No hay crecimiento económico desmaterializando, la idea de un crecimiento económico angelical, como dice
irónicamente Herman Daly, es una utopÃ-a. Es posible que en los paÃ-ses ricos baje un poco la intensidad material del
crecimiento, pero esta sigue creciendo en términos absolutos. En Europa por ejemplo, no producimos aluminio ni acero
sino que lo importamos, como lo hacemos con el petróleo y el gas. Las economÃ-as aparentemente mas “limpias―
funcionan en base a la importación de productos “sucios―.
Justamente, vemos que mucho de la voluntad de redistribución de los nuevos gobiernos de izquierda latinoamericanos
depende de lo que los economistas llaman una “reprimarización extractivista― –petróleo, cobre, soya (a menudo
transgénica), etc.– favorecida no solo por la demanda de los paÃ-ses del Norte, sino cada vez mas por un gigante
industrial como China.
De hecho, nunca ha habido un boom de las materias primas tan importante como el actual en América Latina. Eso crea
un clima muy diferente al que puede emerger en Europa con la idea de “decrecimiento sostenible―, de acuerdo a la cual
nosotros podrÃ-amos vivir bien sin crecimiento, como sostiene Georgescu-Roegen y lo explicó Jacques Grinevald en
1979 en Demain la décroissance (Mañana el decrecimiento)
Si le dice eso al presidente ecuatoriano Rafael Correa contestarÃ-a que usted esta loco
No. DirÃ-a que soy un “ecologista infantil―, que es como ha calificado a algunos ecologistas ecuatorianos, incluso
miembros de su propio gobierno que quieren limitar la explotación petrolera en la Amazonia. Él, como buena parte de la
izquierda latinoamericana, o como el Partido Comunista indio, comparte la idea de que es necesario desarrollar a
cualquier coste las fuerzas productivas y crecer, crecer y crecer.
Yo no sé si hay un ecologismo infantil, pero sÃ- creo que hay un desarrollismo senil. Correa ha leÃ-do mis trabajos y me
trata con mucha simpatÃ-a, pero no los ha asimilado completamente. Una vez estuve invitado a una reunión de su
gabinete donde se hablo del dilema de evitar la explotación petrolera en el Parque YasunÃ- ITT y me dijo: “profesor,
usted sabe que yo he vivido en las montañas con los indÃ-genas, gente muy pobre, y cuando ellos ven un cóndor no
piensan en salvarlo, ellos piensan: ‘esta noche podremos comer cóndor’―. Sin embargo, le contesté, en Ecuador son
recolectores de conchas en esmeraldas quienes defienden los manglares, los campesinos de Intag que luchan contra la
explotación minera a cielo abierto, los indÃ-genas de Sarayacu, en la Amazonia, los que luchan contra las empresas
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petroleras.
Pero Correa tiene una angustia sincera por la miseria de las grandes masas urbanas y la idea de que aumentando las
ganancias petroleras y el PIB se puede redistribuir más. Entonces podemos comprender las resistencias locales a un
modelo de desarrollo antiecológico, ¿pero en el nivel nacional, o continental, cómo satisfacer a toda esa gente con
hambre, cómo cubrir sus necesidades?
Correa es una persona sinceramente angustiada por el problema de la pobreza. Pero en Ecuador mismo, hubo
importantes intentos de teorizar la perspectiva de un modelo pospetrolero por parte de algunos de sus propios amigos y
aliados polÃ-ticos. También está la propuesta de que el paÃ-s renuncie a explotar alrededor del 25% de sus reservas de
petróleo del campo Yasuni ITT a cambio de una compensación de 350 millones de dólares anuales durante diez o
quince años financiada por la comunidad internacional (equivalente a la mitad de las potenciales ganancias de la
extracción). Se sabe que el presidente ecuatoriano apoya ese proyecto bajo ciertas condiciones y sin duda no con el
mismo entusiasmo que algunos de sus colaboradores. Pero por otro lado, él mismo hizo una propuesta audaz a la
OPEP en noviembre pasado. Inspirado en un artÃ-culo de Herman Daly, propuso un impuesto sobre las exportaciones
de petróleo destinado a financiar la lucha contra la pobreza y la promoción de energÃ-as alternativas con miras a
combatir el cambio climático.
¿A quién se cobrarÃ-a este impuesto?
A los grandes importadores, Europa y Estados Unidos que importan 10 millones de barriles diarios. En Europa nosotros
ya pagamos una tasa sobre el gas que importamos, también sobre el petróleo, 1 euro por litro, seis o siete dólares por
galón. La mitad son impuestos pero que no benefician a los paÃ-ses exportadores. SerÃ-a mas lógico que los paÃ-ses
exportadores definan y reciban estos impuestos –siempre y cuando éstos no se destinen a la compra de armas, por
supuesto-. Con tres dólares por barril, Ecuador tendrÃ-a los 350 millones por año que pide en compensación por la no
explotación del petróleo en YasunÃ-.
Yo no sé si Correa entiende que si el proyecto del ITT fracasa, si empieza a surgir una serie de conflictos
medioambientales en el sector minero, petrolero, eso perjudicará la imagen del paÃ-s, mientras que una buena imagen
podrÃ-a favorecer el turismo o el ecoturismo– que ciertamente no es del todo inocente ecológicamente, porque los
turistas no llegan en barcos de vela, pero seria bastante interesante.
"Neomalthusianismo" popular
A propósito de las compensaciones, usted habla también del problema de la “deuda ecológica―.
Hay una gran injusticia en el mundo, el Norte tiene una deuda ecológica con el Sur. Hay una deuda de carbono,
además de todas las deudas coloniales y poscoloniales que contrajeron los europeos con el Tercer Mundo. HabrÃ-a que
evaluar los montos de esas deudas y podrÃ-a ser la vÃ-a para eliminar gran parte o toda la deuda externa de los paÃ-ses
del Sur, por ejemplo. Se podrÃ-an elaborar mecanismos institucionales para garantizar la reinversión de esos dineros en
programas de lucha contra la pobreza y promoción de energÃ-as alternativas en el Sur. Y volviendo al tema de las
grandes masas de miserables, yo quisiera hacer una alusión al tema demográfico.
Hay un error de apreciación en los representantes de la izquierda tercermundista, en India, en América Latina, que
piensan que la idea de controlar el crecimiento demográfico es una conspiración neomalthusiana del Norte contra el
Sur. Se menciona a menudo algunos programas de esterilización de las mujeres de los paÃ-ses pobres, por ejemplo.
Por supuesto, algo asÃ- existió en los años 70, 80, y 90, y en China el neomalthusianismo es todavÃ-a una polÃ-tica de
Estado. Pero si revisamos la historia de la baja de la natalidad europea constatamos otro fenómeno. Hay también un
neomalthusianismo popular y progresista que se manifiesta desde inicios del siglo XX en Francia con el movimiento de
“la grève des ventres― (la huelga de vientres), un movimiento de inspiración anarquista y radical que suscitó la
oposición escandalizada no sólo de la Iglesia católica, sino también de los capitalistas –que querÃ-an más trabajadoresâ
y del Estado, que querÃ-a más soldados para luchar contra los alemanes y en sus guerras coloniales. Uno de los
lÃ-deres de este movimiento era Paul Robin, un pedagogo libertario, antiguo miembro de la Primera Internacional, que
fundó en 1896 la Liga por la Regeneración Humana. DecÃ-a más o menos que se definÃ-a como neomalthusiano
porque Malthus pensaba que no habÃ-a remedio para la catástrofe demográfica, mientras que él pensaba que el
remedio lo tenia el proletariado, en particular si las mujeres fueran libres de decidir cuantos hijos quieren tener. Sólo
asÃ- la natalidad bajarÃ-a, lo que serÃ-a bueno para las mujeres, bueno para los salarios y bueno para el medio ambiente.
Estos activistas hacÃ-an cálculos y estaban preocupados por el nivel de población que podrÃ-a soportar el planeta.
Bueno, no todos, porque Kropotkine era muy optimista, por ejemplo, pero el dirigente anarquista Sébastien Faure era
neomalthusiano.
Cuando yo hice mis investigaciones en AndalucÃ-a, Verena Stolcke y yo tenÃ-amos 25 años, y las mujeres nos
preguntaban por qué nosotros no tenÃ-amos hijos, y los viejos campesinos anarquistas les explicaban: “ellos han leÃ-do a
‘Sebastián Fauré’―, y ante mi asombro ellos me preguntaban: “¿cómo, usted estudió en la universidad y no s
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Generado: 7 September, 2016, 21:49
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es “Sebastián Fauré―?― Todos esos textos neomalthusianos escritos por autores anarquistas habÃ-an sido traducido
comienzo del siglo y difundidos en los medios populares libertarios y radicales, no sólo en España, sino en Italia,
Argentina, Uruguay, Cuba, etc. En Francia, en 1920, el Estado prohibió la propaganda neomalthusiana, sin hablar del
"natalismo" ulterior de Pétain, de Franco o de Mussolini.
Entonces creo que existe una tradición neomalthusiana popular de sensibilidad feminista, libertaria y protoecologista.
También hay otro ejemplo en el sur de India, con Peritar, un activista anticasta, ateo y anticlerical, que profesaba la
liberación de las mujeres. De hecho, en esta región la transición demográfica ya esta muy avanzada, mientras que las
tasas de fecundidad no bajaron mucho en el norte de India. He aquÃ- una tradición radical que tiene un siglo de
existencia y que no ha sido tomada en cuenta por la izquierda marxista, con el pretexto de que Marx habÃ-a criticado a
Malthus. El desinterés total de la mayorÃ-a de la izquierda por la demografÃ-a es un grave error, dejando el campo libre a
las polÃ-ticas de control de la natalidad desde el Estado o el Banco Mundial, etc. A menudo, las mismas feministas no
conocen la existencia de estas ideas en su propia tradición. Entre el feminismo y el ecologismo, hay una alianza
necesaria también desde este punto de vista, y eso a veces no se percibe.
Notas:
1 (Moscú, 1888-1937). Fue un notable economista agrario socialista ruso, colaboro crÃ-ticamente con los bolcheviques,
termino fusilado bajo el régimen de Stalin.
2 Antropólogo marxista austriaco, criado en Nueva York (1923-1999).
3 Sobre el tema ver: Franco Ventura, Populismo ruso (Alianza, 1981)
4 (Callao, 1949-1990) fue un historiador, cientÃ-fico social y ensayista peruano, fundador del Centro de investigación
Casa SUR.
5 (1906-1994) fue un matemático rumano, estadÃ-stico y economista. Sus trabajos contribuyeron significativamente a la
bioeconomÃ-a o economÃ-a ecológica y son la base de la teorÃ-a del decrecimiento.
6 Filósofo comunista español (1925-1985), fue uno de los pioneros del ecosocialismo.
Publicado por Heraldo Õcrata
Fuente: http://anarchistherald.blogspot.com/2010/02/entrevista-con-joan-martinez-allier.html
Publicado por Juan José MarÃ-n Hernández en 2:29 PM
Etiquetas: historiografÃ-a española, opinión
http://historiacomprometida.blogspot.com/2010/02/entrevista-con-el-investigador-joan.html
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