Orígenes de la pintura Hablar de los orígenes de la pintura supone hablar del porqué del arte, de cómo se origina. Parece ser, pues, que ha de buscarse en el momento en que nuestros antepasados empezaron a concebir sus objetos o su vida con una intención más allá de la funcionalidad. Desde el descubrimiento de las primeras muestras de este arte en Altamira hasta la actualidad, se han realizado numerosos descubrimientos que han ayudado a configurar un cierto esquema histórico y artístico para el estudio de esta pintura, cierto, pero también para enfatizar su relatividad. Fundamentalmente, en el momento de estudiar este tema, se suele reducir al ámbito europeo (prácticamente, todo el continente) y mediterráneo, a pesar de existir otras zonas tan interesantes, como el caso de las pinturas halladas en Argelia, en TassilinAzyer. No obstante, suele ser el arte reunido en la zona de la cuenca cantábrica y del sur de Francia la que más ha atraído la atención de arqueólogos e historiadores. Es difícil establecer una cronología para un abanico temporal tan amplio. Más que los habituales Paleolítico, Mesolítico y Neolítico, en el campo de la Historia -o "Prehistoria" – del Arte se suele hablar de términos como auriñaciense y magdaleniense, fijados por el abate francés H. Breuil. Con ellos se refería a dos de las grandes zonas y épocas del período paleolítico (a lo que habría que añadir el término de arte esquemático levantino, ya en época neolítica, como se puede ver en la Cueva de la Cocina, en Valencia). Así pues, las primeras pinturas aparecen en el Paleolítico superior tardío, hace unos 25.000 años, sobre todo en Francia, en España y en los Urales. Para establecer estas dataciones, se han usado diferentes medios, como la estratigraficación. Pero como la gran parte de las muestras pictóricas prehistóricas es de tipo parietal, se han de señalar otros medios más efectivos como el estudio de las superposiciones – de unos dibujos sobre otros-; por la comparación entre las diversas manifestaciones pictóricas de la época en los más variados soportes; así como a la comparación de los animales representados; o el análisis de los restos orgánicos – que puedan estar presentes en las superficies pintadas o en los pigmentos usados para su realización –. De todas maneras, el método que revolucionó todos los anteriores y que permitió una gran exactitud para lograr fechar las piezas fue el carbono 14, que apareció en la década de 1950. Como ya se ha señalado anteriormente, la pintura prehistórica se realizó fundamentalmente sobre la pared de las cuevas o rocas sobresalientes donde se cobijaba el hombre nómada del Paleolítico. Es por este motivo que recibe el nombre de arte rupestre. No obstante, otras muestras no tan espectaculares de pintura se hallan en objetos, exentos, pequeños y de « fácil manejo, sobre hueso o piedra (arte mobiliar). Aparte de los animales, otros temas que aparecen representados son signos (geométricos o no), a veces interpretados como esquematizaciones de objetos reales (armas, escudos, cabañas), en otras como símbolos sexuales masculinos y femeninos (vulvas, falos), pero en algunos casos aún resistiéndose a una clasificación en relación a un modelo naturalista. De hecho, el arte prehistórico osciló siempre como un claro preludio de lo que sería el resto de la historia del arte entre la figuración y la abstracción. El último gran tema iconográfico es el de la figura humana, tanto hombres como mujeres. No obstante, pueden señalarse la peculiaridad de la presencia de las manos, tanto en negativo como en positivo, de las que la mayoría son de niños y mujeres. Algunas aparecen como mutiladas, sin alguna de las falanges o incluso sin dedos; aún hoy en día se desconoce el porqué de esta situación. Otro grupo curioso de imágenes lo constituye el de figuras antropomorfas que parecen representar a "chamanes", de los que se hablará más adelante. Con todo, en muchos casos no constituyen escenas narrativas, sino simplemente son imágenes superpuestas. En cuanto al aspecto técnico de estas pinturas, se realizaban con materiales de tierras o minerales mezclados con alguna clase de material aglutinante (agua, resina). El resultado es que la mayoría de estas imágenes presentan una tonalidad negra y/o rojiza, colores aplicados mediante el uso de un pincel, o incluso con los dedos. Estos pigmentos a veces se empleaban con la intención de crear los perfiles del animal a representar, pero en otras ocasiones se pintaba también el interior, de forma plana o con modelado, o incluso se raspaba o se usaba el grabado. Este grabado se conseguía mediante el uso de algún instrumento punzante. El conjunto de Lascaux en Dordoña. Una de sus particularidades es la incorporación de diferentes colores, además del negro y el rojo característicos del Paleolítico. Destacan el amarillo, el ocre, el pardo y el carmesí. Cabe destacar el extraordinario movimiento con que están representados. En la imagen se observa la plasmación de animales frecuentemente representados en el arte paleolítico, como es el caso del caballo.