En Flaqueza y Temor

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En Flaqueza y Temor
por Ricardo Murphy, Maranatha Life
En Flaqueza y Temor
Así que, hermanos, cuando fui á vosotros, no fui con altivez de palabra, ó de sabiduría,
á anunciaros el testimonio de Cristo. 2 Porque no me propuse saber algo entre
vosotros, sino á Jesucristo, y á éste crucificado. 3 Y estuve yo con vosotros con
flaqueza, y mucho temor y temblor; 4 Y ni mi palabra ni mi predicación fue con
palabras persuasivas de humana sabiduría, mas con demostración del Espíritu y de
poder; 5 Para que vuestra fe no esté fundada en sabiduría de hombres, mas en poder de
Dios.
1 Corintios 2:1-5
¡Qué declaración increíble encontramos aquí de la pluma de Pablo. El era probablemente el
mejor preparado, mejor educado y astuto predicador de su día, ambos en la Iglesia y en medio de
los judíos. Sin embargo, aun con todo esto, él no dependía en su elocuencia, sabiduría ni
habilidad a fin de ganar la gente para el Señor. Nosotros todos podemos aprender una lección de
su ejemplo.
La historia de la Iglesia nos cuenta que Pablo estudiaba bajo Gamaliel, el más grande rabino
(maestro) de su día. Sin embargo, no para aquí. Por el testimonio de Gamaliel, sabemos que
Pablo sobre pasaba su rabino en sabiduría y ciencia. Era un fariseo en medio de los fariseos,
alguien a quien todos respectaban. Su sabiduría y ciencia le ganaron un puesto en el Sanedrín, el
concilio judío y religioso, que consistía de 70 de los mejores rabinos en Judá.
Antes de su conversión, Pablo era tan celoso de la ley que recibió permiso escrito del Sanedrín
para que persecutiera los cristianos primitivos, y les echara en la cárcel. Era también el testigo
oficial por apedrear a Esteben, uno de los primeros diáconos de la Iglesia.
Este mismo Pablo, una vez convertido, hizo una decisión consciente dejar atrás todo lo que
conocía, y todo lo que era, a fin de servir el Señor. No quiero decir que él decidió hacerse un
tonto, lo que significo es que decidió no dependerse en su educación, sino en la sabiduría del
Espíritu Santo obrando a través de él. Dijo precisamente esto en el segundo verso al decir,
“Porque no me propuse saber algo entre vosotros, sino á Jesucristo.” Fíjate que la palabra
“propuse;” significa que había hecho una decisión firme.
Echemos una mirada al verso tres. Me parece que esto es una frase clave en este pasaje. No creo
por un momento que Pablo era un hombre débil, ni temeroso. Sin embargo, dijo que ministraba,
“con flaqueza, y mucho temor y temblor.” ¿Por qué? ¿Qué podía causar que alguien tan bien
educado, inteligente y con tanta experiencia como era Pablo, sentir tanto miedo que temblaba?
Algunos acaso dirían que tenia miedo de sus adversarios, o que había hecho unos errores que no
querían repetir, pero no pienso yo que esto tienen algo que hacer con su temor. Pablo era un
predicador valiente y atrevido del primero día de su conversión, al día de su muerte.
No, pienso que la verdadera respuesta es mas profunda que esto. Pienso que Pablo tenía una
conciencia de sus responsabilidades en predicar el Evangelio que muchos de nosotros hoy día
faltamos. El sabía que cada palabra de hablaba tenia un impacto eternal, y se determinó
mantenerse en temor de hacer un error, a fin de que sería forzado de dependerse en la guianza
del Espíritu Santo.
Es demasiado fácil, como ministro, considerar que el mensaje que estamos al punto de compartir
es nada más un mensaje, y que verdaderamente no importa mucho. O, qué incorrecta es esa
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actitud. Cada mensaje que predicamos acaso puede ser el último mensaje que alguien que nos
escucha tienen la oportunidad escuchar. Igualmente puede ser exactamente el mensaje que Dios
planea a fin de que un joven no se suicida, o que una mujer no aborte su bebé, o una pareja no se
divorcie, o aun ayudar a que alguien haga una decisión para servir el Señor.
La responsabilidad que cargamos como ministros es la más pesada responsabilidad en el mundo.
Los médicos solamente cargan a las vidas de la gente en sus manos. Los abogados solamente
pueden evitar que alguien no pase su vida en la cárcel. Pero, nosotros que predicamos el
Evangelio, tenemos la responsabilidad de ayudar a la gente hacer una decisión firme de donde
van a pasar la eternidad.
Gloria a Dios que no tenemos que cargar esta responsabilidad solos. Dios nunca esperaba que
nosotros seamos los cargadores de tan grande responsabilidad, sino que seamos los cargadores
del Evangelio. Su Espíritu Santo está listo y dispuesto cargar esa responsabilidad.
Yo pienso que esto es lo que hablaba Pablo que escribió las palabras “en flaqueza.” Sabía que no
era suficientemente poderoso para cargar el peso de la salvación de la gente. Sin embargo,
también sabia que “porque cuando somos débiles, entonces somos fuertes” (2 Cor 12:10). ¿Cómo?
Debido a que “habite en mí la potencia de Cristo (El ungido de Dios)” (2 Cor 12:9 paréntesis mío).
Muchas personas me consideran ser una persona inteligente y sabio. Regularmente, me piden
mis opiniones, un consejo, o respuestas a unas preguntas bíblicas muy profundas; no solamente
por los creyentes sino por los pastores. Sin embargo, yo aprendí algo hace muchos anos atrás
por mi esposa.
Cuando mi esposa y yo nos conocimos, yo había sido salvo unos diez años, y ella era un nuevo
creyente. Mi esposa es una mujer altamente educada, mucho más preparado que yo, le encanta
estudiar. Graciosamente le llamo un “estudiante profesional” debido a todos los anos que pasó en
las universidades.
Sin embargo, como nuevo creyente, saliendo de la Iglesia Católica, mi esposa no sabía nada
acerca del Señor, ni de Su Palabra. Siendo un estudiante profesional, ella atacó el problema en la
única manera que entendía; ella compró y leyó montones de libros cristianos. No era nada raro
que yo regresé del trabajo y me enteré que ella había leído dos o tres libros aquel día. No
solamente les había leído, de hecho tenía una lista de preguntas listas para mí para que yo les
contestara.
De esta manera, ella me enseñó; con sus preguntas. Aunque yo había tenido unos diez años con
el Señor, yo verdaderamente no sabía tanto, de hecho, no cuando comparaba mi conocimiento a
sus preguntas.
Ella solía empezar por preguntarme sus preguntas, y yo solía hacer una oración desesperada al
Señor, “¡Señor, ayúdame! Ella esta preguntándome de asuntos de las cuales nunca he imaginado.
Necesito darle algunas respuestas ¡y las necesito ahora mismo!”
Así, yo aprendí que el Señor me contestaría. No tanto aprender las respuestas a sus preguntas,
aunque es verdad que aprendí también de ellas. Pero, aprendí como pedir al Señor por la
respuesta que necesitaba al momento particular. De esa manera, cuando alguien me pregunta
algo, no tengo que depender de mi propio conocimiento, sino puedo depender en el Espíritu
Santo y tener confianza que me da una respuesta.
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Si nosotros, por ser ministros, no dependemos en el Espíritu Santo, somos limitados por nuestras
propias debilidades y conocimiento. Sin embargo cuando dependemos en El, entramos a un área
sin límites. Yo pienso que Pablo conocía ese secreto también. Debido a que el decidió no
depender de su propia sabiduría, tenía que recibir las respuestas que necesitaba de otro lugar.
¿De quién otro del Espíritu Santo?
Requiere más de un hombre admitir sus debilidades que el pretender que no tiene ningún
debilidad. Muchas personas; en efecto, muchos ministros nunca quieren admitir que son débiles.
Pero Pablo dijo en verso tres que el ministraba “con flaqueza.”
Yo puedo relacionarme a la descripción de Pablo ministrando “en flaqueza, y mucho temor y
temblor.” En el ministerio, Estoy en muchos diferentes tipos de iglesias, en numerosos lugares
diferentes. Algunas iglesias consideran que soy nada más otro predicador que ha venido a su
iglesia, pero hay otras iglesias que esperan que yo les traiga una palabra fresca del Señor que
cambiara sus vidas para siempre jamás. Estas iglesias me dan temor por lo que esperan de mí.
¿Cómo puedo yo, una persona que viene de fuera, saber que necesita una iglesia recibir de Dios
en un cierto servicio? No hay ninguna posibilidad. Yo no conozco la gente; Yo no conozco sus
problemas; Yo no conozco que tan maduro espiritualmente son. Tampoco conozco lo que
predicó el pastor la semana anterior. Entro en esa iglesia para ministrar con más ignorancia que
nadie otro en el edificio. Esto me provoca temer a Dios.
Oyes, por cualquier razón que Dios me llevo a esa iglesia en particular, El espera que yo sea Su
vasija en aquel lugar. No espera que yo vaya y predique mis propias ideas, por darles de mi
propia sabiduría, ni moverles por mi gran habilidad como predicador. El espera moverse a través
de mí.
Así es de donde viene un temor verdadero. Si aquellas personas van a recibir de ministración, no
es a causa de que yo sepa tanto ni que yo sea tan ungido; es porque yo permití que el Espíritu
Santo me guiara y dirigiera. Únicamente de esta manera puedo asegurarme de dar la
congregación lo que necesita.
No entiendo como algunos ministros pueden tomar ligeramente esa responsabilidad.
Obviamente, ellos no han meditado de la verdadera razón por estar en el pulpito. Igualmente es
obvio que no se enfocan tanto en lo que necesita la gente, sino en sus propias necesidades; es
decir, la ofrenda en ese servicio. Cuando ministramos de esa manera, podemos ser asegurados
de fallar las altas expectativas del Señor.
Otra cosa que Pablo menciona es que no predicaba con “altivez de palabra” o “palabras
persuasivas.” O, debemos de aprender hoy día de sus palabras. Pablo se preocupaba de que la
gente sea ganada al Señor, no por sus palabras elocuentes, ni su estilo de predicar, ni tampoco la
emocional del momento. El quería que ellos sean ganados por el poder de Dios.
Tantas de nuestras predicaciones hoy en día están enfocadas en tocar las emociones de la gente
que oye, en vez de permitir que el Espíritu Santo, por Su poder, toque sus corazones. Hay
predicadores que en serio toman lecciones y practican como ser emocionante, emocional, y como
mover los corazones de la gente. Acaso esto es por que tanta gente que supuestamente hacen una
decisión a favor de Jesucristo no se quedan en la Iglesia. Ellos habían hecho nada más una
decisión emocional momentaria. Debido a que no era ninguna convicción atrás de sus decisiones,
ellos no tenían la fortaleza quedarse firmes en aquellas decisiones.
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La Asociación Evangelística de Billy Graham dice que de todas las personas que pasan al frente
en una de sus campañas evengelísticas, nada más dos porciento de ellos son activos en una
iglesia local después de un año. ¡Nada más dos porciento! ¿Qué paso dos los demás?
Las emociones son temporarias. Si intentamos ministrar a las emociones de la gente, tendremos
grandes resultados temporarios, pero no tendremos ningún fruto permanente. Numerosas
personas están dispuestas arrepentirse al momento, confesar salvación al momento, o dar una
ofrenda bajo la emoción del momento. Sin embargo, esto no significa que ellos no lamentarán
de sus acciones el próximo día.
Obviamente, Pablo no intentaba solamente tocar los corazones de la gente, sino que quería un
cambio permanente en sus vidas. Esto es precisamente por que dependía en el poder del Espíritu
Santo en su ministerio. Estoy hablando de más de simplemente el poder de sanar y liberar, sino
de un aun más grande poder, eso de cambiar las vidas.
Los más grandes milagros que Dios hace no son las sanidades, liberar la gente de la opresión
demoníaca, o aun levantar a los muertos. Los más grandes milagros que hace Dios son los que
cambian los corazones de la gente. Sin el poder de Dios obrando a través de nosotros, ningunos
de nosotros tenemos la habilidad de cambiar un corazón.
Sí, como ya dije, podemos cambiar un corazón por nada más que un momento, al sacudir la
gente en emocionalismo, pero en realidad no cambiamos sus corazones permanentemente.
Si todo lo que quieres es ser popular, tener servicios emocionantes con grandes ofrendas,
entonces depende en tu habilidad predicar con elocuencia, gritar, correr, brincar, escupir, o lo
que sea a fin de sacudir a la gente ser entusiasmada. Sin embargo, si anhelas cambiar los
corazones y las vidas, es tiempo dejar atrás todos aquellos montajes espectaculares. Es tiempo
entrar en una esfera mas profunda de ministerio en la cual permitimos el poder divino del
Espíritu Santo fluir a través de nosotros, y usar las palabras que El nos da a fin de cambiar las
vidas y los corazones.
Como dije al inicio de este estudio, podemos todos aprender del ejemplo de Pablo. El se fue a
predicar “con flaqueza, y mucho temor y temblor.” Debemos de predicar en la misma manera.
Una vez que perdemos el temor, y dependemos en nuestra propia fuerza y paramos de temblar,
perdemos la eficacia. Paramos de ser los instrumentos del Señor, y empecemos de ser nuestros
propios instrumentos. Aquellos instrumentos nunca son tan eficaces como los de Señor.
¿Sientes tu debilidad? Tienes miedo al momento que te paras atrás del pulpito para ministrar?
¿Hay un poquito de temblor en las rodillas cuando miras a la congregación reunida para escuchar
la Palabra del Señor? Si no eres así, ¿por qué no?
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