Título Percepción de los/as médicos/as de Atención Primaria sobre el manejo de las fracturas vertebrales osteoporóticas. Autores Mª Matilde Palma Ruiz, Paloma Conde Espejo, José María Amate Blanco. Institución Agencia de Evaluación de Tecnologías Sanitarias. Instituto de Salud Carlos III. Madrid. 1. Introducción A lo largo del siglo XX la sociología se ha ido posicionando respecto a la salud y la enfermedad desde distintas tradiciones teóricas. Los análisis sobre la cuestión están dotados de múltiples enfoques, se puede hablar de algunas aproximaciones teóricas bien diferenciadas, a saber, el funcionalismo de Parsons con su concepto de “rol de enfermo”, las teorías marxistas y su estudio de la producción de diagnósticos y tratamientos bajo el influjo de la economía capitalista, las teoría feministas, o el enfoque foucaultiano y de Ivan Illich con el interés en la centralidad del discurso médico dominante como ejercicio de poder y control de este estamento sobre la sociedad en general. El concepto de enfermedad y su delimitación se ha ido transformando a lo largo de los años. Uno de los debates más antiguos en medicina pero también en sociología es el planteado por Canguilhem (1971), que reproduce el proceso de construcción conceptual de la enfermedad a partir de la exposición crítica del positivismo de Comte (en la analogía que éste establece entre el estado normal y el estado natural) y la visión cuantitativa y numérica del médico fisiólogo Claude Bernard, definiendo la enfermedad o el estado patológico en los organismos vivos como variaciones cuantitativas, según el más y el menos, de los respectivos estados fisiológicos. Las argumentaciones que dejan constancia de la construcción social de la enfermedad se apoyan en teorías sociológicas de distinto alcance. Se han mencionado teorías de gran escala o macro como el funcionalismo de Parsons, Foucault y su perspectiva de poder transversal a todo lo social, así como Friedson (1978) y su análisis de la profesión médica como el único grupo con autoridad sobre la etiqueta de “enfermedad”. Desde la 1 microsociología, el interaccionismo simbólico de Goffman aporta una visión esencial al proceso de construcción social de la enfermedad con su análisis de los encuentros “cara a cara” entre dos personas, más aún si pensamos en las interacciones entre profesional médico y paciente. Sin entrar en los fundamentos del modelo médico occidental positivista (mito mecanicista de la “reparación” de cualquier disfunción biológica unido al imperativo tecnológico a lo largo de toda la práctica médica, desde el diagnóstico hasta el tratamiento), en los últimos años se vienen desarrollando ciertos argumentos críticos que llaman la atención sobre un proceso de ampliación de lo estrictamente médico a otras esferas pertenecientes al “mundo de la vida” (en términos habermasianos). A este proceso se le denomina medicalización. Según Zola (1972) se trataría de un fenómeno insidioso a menudo poco dramático consumado por la medicalización del día a día, y por la manera en que la medicina y las etiquetas “saludable” y “enfermo” emergen como una parte cada vez más importante de la existencia humana”. Aunque ha sido estudiado desde muchos enfoques, los ejemplos de la medicalización son inagotables, desde la construcción de estándares en salud hasta la definición de Salud de la OMS, como “el estado de completo bienestar físico, mental, espiritual, emocional y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” o “el Estado de adaptación diferencial de un individuo al medio en donde se encuentra." En relación a la construcción de los estándares de salud mencionados, el enfoque preventivo, ha ido adquiriendo poco a poco un papel fundamental en la práctica de distintas especialidades médicas mediante el control de ciertos parámetros entendidos como factores de riesgo de futuras enfermedades. Dentro de estos se encuentran la tensión arterial, la densidad mineral ósea, los niveles en la sangre de azúcar, de colesterol, de creatinina, de hormona tiroidea, etc. Según líneas más actuales de la medicalización, el sistema sanitario en general, junto con los avances tecnológicos y el desarrollo de la epidemiología fomentan el control y tratamiento de factores de riesgo como los apuntados anteriormente como si se trataran ya de enfermedades. Otros autores como Illich (1990) y Moynihan (2002) hablan del “disease mongering” o creación de enfermedades argumentando que el desarrollo tecnológico a gran escala de aparatos de diagnóstico, como de intervenciones y de tratamientos se escapa de lo 2 sanitario a la lógica del mercado y de la industria. Bajo este concepto se pueden incluir trastornos alimentarios comunes como problemas médicos, ver síntomas leves como serios, tratar problemas personales como médicos, ver riesgos como enfermedades, entre otros. El caso de la osteoporosis Freidson fue de los primeros autores en explicar cómo el conocimiento médico se construye socialmente. Lo que se califica como enfermedad biológica y evidencia biomédica es a menudo consensuado e interpretado socialmente. El trabajo de Santora y Skolbekken (2011) rastrea la transformación histórica del conocimiento médico sobre la osteoporosis en la segunda mitad del siglo XX, e intenta mostrar cómo lo que se percibía como un destino biológico (una manifestación natural de la vejez) se transformó en una condición médica predecible y, por tanto, potencialmente controlable. Los principales factores implicados en esta recomposición del conocimiento médico-científico sobre la osteoporosis, se han ido trazando a través de la literatura médica publicada desde 1940 hasta el presente, con dos elementos fundamentales: la tecnología y la cuantificación. El papel de la tecnología Una parte central de este recorrido histórico está relacionada con la aplicación clínica de la densitometría, la técnica que obtiene una medida de la densidad mineral ósea (DMO), y que ha sido descrita como el mejor predictor de riesgo de fractura. La densitometría se puede realizar por medio de diferentes técnicas de imagen (DXA, QCT, QUS y MRI). En la literatura médica actual, su importancia se atribuye a la introducción de escáneres-DXA (Dual de Rayos X) en la práctica rutinaria en 1987, que fue etiquetada como un producto revolucionario. En la actualidad la DXA se considera en los espacios médicos como “gold standard” para el diagnóstico de baja densidad mineral ósea. La definición diagnóstica de osteoporosis de la OMS se fundamenta en un valor, que ilustra cómo la aplicación de la tecnología de imágenes combinada con la epidemiología estadística transforma la osteoporosis de un problema individual a un problema de salud pública. Así, la densitometría hace visible lo invisible, detectando a individuos antes de que los síntomas aparezcan. 3 Algunos debates científicos expresan la ambivalencia sobre la densitometría como una herramienta de diagnóstico. La medición de la densidad ósea por sí sola no ha tenido éxito en discriminar a los pacientes con osteoporosis. El papel de la cuantificación Con la llegada de las investigaciones epidemiológicas sobre poblaciones, la osteoporosis se convirtió en más visible y se transformó en un problema de salud de gran magnitud, manejándose así en muchas conferencias de consenso. Tres tipos de dimensiones (con sus correspondientes fuentes y métodos de medición) son de gran interés para impulsar la relevancia de la osteoporosis: la epidemiología (prevalencia e incidencia), las consecuencias clínicas (morbilidad y mortalidad) y las consecuencias socio-económicas (costes para la sociedad). Objetivo El trabajo que se presenta en esta comunicación tiene como objetivo conocer la percepción de los médicos/as de Atención Primaria (AP) sobre el manejo de las fracturas vertebrales osteoporóticas. Esta exposición forma parte de una investigación más amplia sobre el discurso médico alrededor de la osteoporosis, el campo diagnóstico y su relación con las tecnologías sanitarias, así como el desarrollo de tratamientos diversos. 2. Métodos y participantes Para llevar a cabo este estudio se realizó por un lado, una revisión de la literatura biomédica en relación al campo de las fracturas vertebrales y la osteoporosis, a través de PubMed, motor de búsqueda de libre acceso a la base de datos MEDLINE (base de datos de bibliografía biomédica y de salud); y por otro, se llevó a cabo un estudio exploratorio con metodología cualitativa orientada a conocer los discursos de los/las profesionales de Atención Primaria, mediante la técnica de entrevista semiestructurada. Se entrevistaron perfiles diversos en cuanto a sexo, edad y experiencia profesional. Se excluyeron a personal médico residente o con menos de un año de experiencia en el puesto. A través de un muestreo de voluntarios, se llevaron a cabo 15 entrevistas a médicos/as de Atención Primaria que realizaban su actividad asistencial en los centros de salud 4 localizados en las ciudades de Madrid, Toledo y Zaragoza. Dos personas del equipo de investigación realizaron el análisis de forma independiente y posteriormente cotejaron sus resultados, identificando categorías y agrupando contenidos. 3. Resultados El conjunto de resultados obtenidos durante el análisis de la literatura y de las entrevistas se ha organizado para esta exposición en los siguientes apartados: las aportaciones de la literatura biomédica (en cuanto a la cuantificación de este problema de salud, referida en el apartado de introducción), y el análisis de los datos cualitativos, que se han sistematizado en los siguientes subapartados: a) el impacto de las fracturas en los/as pacientes, b) el seguimiento desde la Atención Primaria, y finalmente, y c) los tratamientos utilizados. 3.1 La aportación de la literatura biomédica Según la literatura biomédica, en cuanto a la epidemiología, las fracturas vertebrales por compresión constituyen un problema de salud en los países occidentales no sólo por su elevada incidencia sino también por sus consecuencias directas e indirectas sobre la calidad de vida de los pacientes y sobre los costes del sistema sanitario. Alrededor del 90% se deben a osteoporosis y las restantes a lesiones osteolíticas tumorales y especialmente al mieloma múltiple (Wu et al., 2003; Old y Calvert, 2004)1,2. Estas fracturas, localizadas habitualmente en la región torácica o en la lumbar, constituyen la complicación más frecuente de la osteoporosis y se ha demostrado una relación exponencial con la edad (Lin y Lane, 2004; Bajaj y Saag, 2003; EPOS Group, 2002)3-5. En ambas situaciones, la menor densidad ósea del cuerpo vertebral hace que sea demasiado débil para soportar las cargas de las actividades de la vida diaria y se colapse de manera espontánea y sin traumatismo previo importante. Según un estudio en la Unión Europea se diagnostican unas 450.000 y en EEUU más de 700.000 fracturas vertebrales sintomáticas cada año (Wu et al., 2003)1. Otro estudio expone que su incidencia real parece estar infraestimada, diagnosticándose sólo el 30% (Old y Calvert, 2004). Estudios poblacionales estiman, en EEUU, una prevalencia del 26% y una incidencia de 17.8/1000 personas-año (IC 95%:16.0-19.7) en mujeres mayores de 50 años. En Europa, los resultados del estudio EPOS (2002) muestran que la incidencia ajustada por la edad es de 12.1/1000 personas-año en mujeres y de 5 6.8/1000 personas-año en hombres. Se calcula que debido a la mayor longevidad de la población, su número aumentará de manera sustancial en los próximos años tanto en hombres como en mujeres. En cuanto a las manifestaciones clínicas y evolución, los resultados de estos estudios afirman que las fracturas vertebrales no sólo producen síntomas, en ocasiones incapacitantes, durante la fase aguda sino que, tienen graves consecuencias a largo plazo y son una importante causa de morbilidad y exceso de mortalidad (Wu et al., 2003; Cummings y Melton; 2002). Según la revisión de las publicaciones, sobre un 75-85% de las fracturas causan dolor crónico que, en ocasiones puede ser incapacitante. Pueden provocar además una deformidad cifótica progresiva de la columna vertebral (Cortet et al., 2002; LeidigBruckner et al., 1997; Reeve et al., 2003)10-12 que ejerce un impacto sobre las actividades de la vida diaria pues se asocia a una reducción en la movilidad y actividad física, aumento de las caídas, pérdida de la independencia, dolor crónico, reducción de la capacidad pulmonar, pérdida de apetito y malnutrición, depresión clínica, aumento del riesgo de nuevas fracturas vertebrales y no vertebrales, y mayor riesgo de mortalidad (O’Neill et al., 2004; Adachi et al., 2001; Kado et al., 1999; Lindsay et al., 2001; Vergnaud et al., 2002; Delmas et al., 2003). En último lugar, sobre las consecuencias socioeconómicas, existen estudios que abordan la utilización de recursos sanitarios por este motivo de salud. Diversos estudios han coincidido en destacar el gran impacto económico de las fracturas vertebrales por compresión. En 1996 (Ray et al., 1997) se estimó que, en EEUU, las fracturas vertebrales causaron unos costes directos totales de 1.500 millones de dólares aproximadamente, mientras que en 1998 la Comisión Europea estimó unos costes hospitalarios superiores a los 340 millones de euros en las fracturas de origen osteoporótico. Lippuner et al. (2004) 9 han publicado que el coste directo del ingreso hospitalario de pacientes con fracturas vertebrales osteoporóticas en el año 2000 supuso el 1.6% del gasto sanitario suizo en dicho año. Se prevén, además, que tales cifras aumentarán hasta en un 33% en los próximos años debido al impacto de la osteoporosis y la longevidad de la población (Schwenkglenks, et al., 2004)22. 6 A pesar de la importancia epidemiológica y clínica otorgada, del impacto personal y social argumentado y del coste sanitario imputado, el tratamiento de las fracturas vertebrales está lejos de considerarse efectivo. La mayoría de los/las pacientes reciben tratamiento médico sintomático que incluye, de manera convencional, analgésicos, reposo en cama, dispositivos de fijación externa y terapia rehabilitadora. Sin embargo, se ha documentado que sus resultados son sólo parcialmente eficaces. Un tercio de los pacientes presenta dolor persistente y limitación funcional progresiva (Schwenkglenks, et al., 2004; Phillips, 2003)23-24. Además, los antinflamatorios y ciertos tipos de analgésicos son mal tolerados por las personas ancianas, siendo frecuentes los efectos secundarios24. La inmovilización puede complicar y agravar aún más el problema, ya que aumenta la tasa de desmineralización, lo que junto a la progresiva deformidad cifótica producida por las fracturas, puede contribuir a aumentar el riesgo de nuevas fracturas (Cortet et al., 2002)10. 3.2 Las percepciones de los/as médicos de AP a) El impacto de las fracturas vertebrales en los/las pacientes Los/as médicos/as de AP expresaron que la osteoporosis se convierte habitualmente en problema clínico con la presencia de dolor lumbar crónico y tras la aparición de una fractura. Las fracturas vertebrales son un motivo de consulta de escasa frecuencia. Las fracturas pueden suponer una complicación considerable especialmente para las personas mayores, pudiendo afectar a su calidad de vida, pérdida de movilidad, dolor y deformidad de la columna vertebral. “El aplastamiento vertebral les supone bajar un escalón funcional de forma irreversible”. “Están limitados por el dolor, si son pacientes ya mayores van a salir a caminar, les duele y ya no caminan, dejan de hacer ejercicio”. En el espacio de la consulta, el síntoma más frecuente referido por los/las pacientes es el dolor de espalda. Esta sospecha dirige a los/as profesionales médicos a preguntar a la persona afectada sobre las circunstancias en que aparece el dolor. Se plantea una complejidad en la actividad diagnóstica en varios sentidos. Uno, cuando las fracturas vertebrales son asintomáticas y no se han expresado con dolor en el momento en que ocurrieron, pero se han detectado posteriormente; no hay una correspondencia clara entre el sentir del paciente y el resultado de la prueba. Dos, diferenciar entre el dolor 7 causado por una fractura vertebral y el dolor provocado por otros trastornos. Tres, estudiar la causa de una fractura, si ésta ha sido traumática (por ejemplo, una caída, un golpe, etc.), o debida a la osteoporosis (sin impacto fuerte). Los/as profesionales dicen que la calidad de vida de la persona afectada está en función del grado de la fractura y de la percepción subjetiva del dolor, siendo ésta muy variable de unas personas a otras: “Depende mucho, hay gente que tiene dos vértebras o tres fracturadas desde hace un montón de tiempo y prácticamente han pasado asintomáticas, no les imposibilita, y otras que sí les imposibilita mucho”. “En mi centro sólo tenemos dos, cifosis, y las pobres están hechas polvo, porque además tienen una artrosis, tienen muchísimo dolores, y viven solas”. La mayoría de estos/as pacientes son personas de mayor edad, con múltiples comorbilidades, a los que no sólo les afecta la fractura vertebral sino otros problemas de salud. Debido a estas características, la osteoporosis se percibe como un problema adicional a otros diagnósticos y tratamientos previos: “Pero es que no le está doliendo la osteoporosis solamente, sino que tiene dolores, le duele los riñones, le duele no sé qué, le duelen las rodillas, tienen dolores de patología degenerativa”. Las fracturas afectan principalmente a la movilidad y a la actividad física, aunque a las personas afectadas les pueden llegar a preocupar más otros aspectos relacionados con su vida cotidiana y su propio proceso de envejecimiento. Por ejemplo, son personas que viven solas y carecen en muchas ocasiones de apoyo familiar y red social. “Disminuye la calidad de vida porque yo creo que también aparecen en gente ya pues de edad avanzada, ancianos”. “Es un deterioro en los años sucesivos a diagnosticar la fractura vertebral, se les viene la vejez encima”. También se informa de otros factores influyentes en las fracturas, pertenecientes al entorno social, como pueden ser las condiciones de vida, las características de la vivienda y de la zona de residencia (por ejemplo, las calles), que pueden potenciar además las caídas. 8 Además de las personas de mayor edad (expresadas en el discurso con múltiples términos: “abuelilla”,”viejita”), otro grupo mencionado son las personas ama de casa, que suelen tener mucha actividad en el hogar, tanto en tareas domésticas como de cuidados de personas (mayores y/o nietos/as): “La mujer que está al cuidado de los padres y al mover a la madre y hacer un sobreesfuerzo empieza con el dolor, sí que mosquea que pueda ser una fractura”. En general, las personas entrevistadas informan que los/as usuarios no valoran la osteoporosis como problema de salud. Empiezan a tener una mayor percepción de ello cuando sufren el dolor por la fractura. Sin embargo, si éste mejora, los/as pacientes dejan de pensar en la osteoporosis. Algunos/as plantean las consecuencias de informar de un diagnóstico de osteoporosis: “Se informa a la paciente de que tiene osteoporosis, se siente enferma: esto era algo con lo que ella no contaba y entonces crea la sensación de enfermedad que ella antes no tenía, que tengo osteoporosis”. Se produce una irrupción en la vida de la persona, que podría crear confusión y cierto desconcierto. Según las características de los/as pacientes, la noticia sería entendida como algo más o menos grave, aunque existen otros/as pacientes que pensarían que es algo normal, forma parte del deterioro del envejecimiento, como algo que hay que aceptar, aguantar “Igual que los médicos piensan que estas cosas son normales de gente mayor, el paciente viene y lo que tú le digas”. Algunos médicos expresan que se trata de un tema de actualidad, y muy presente en los debates sobre la salud, especialmente en los medios de comunicación: “Que sale una osteoporosis... Mire Ud. que tiene una osteoporosis y como la gente ya sabe lo que es la osteoporosis, mucha gente ya lo acepta, porque también hay mucha campaña publicitaria, diga Ud. osteoporosis que se puede romper, que puede tener fracturas”. b) Las actuaciones de los/las médicos/as de AP b.1) La información a los/las pacientes 9 Cuando el/la paciente acude a la consulta de Atención Primaria, y se descubre una fractura, los/las profesionales expresan la necesidad de adaptar la información dependiendo de la gravedad de la misma: “Yo creo que hay que darle la sensación de gravedad justa, no de que tiene algo horrible si no lo es. Si es una fractura que puede llevar ahí no sé cuánto tiempo y que tampoco podamos hacer nada sobre ella, no hay por qué asustar al paciente” “El que es un caso urgente, te vamos a tratar, y se le dice, y el que no, vamos a hacer nada más que estudiar su osteoporosis, pues se le dice: mire, le vamos a mandar a tal sitio para que le hagan una densitometría”. También se menciona que se ofrece una información excesivamente simplificada a los/as pacientes. “Mire, los huesos viejos, los tiene con menos cantidad y es suficiente esta información”. “También es verdad que la gente que normalmente tiene osteoporosis pues claro, suelen ser gente mayor y es difícil explicarles”. En general, los/as médicos/as conceden gran importancia a las recomendaciones en la consulta en cuanto a la dieta, al ejercicio, el estilo de vida saludable y la prevención de riesgos de caída. Comunican que todas estas orientaciones se intentan informar e impulsar desde el nivel de atención primaria. La información se dirige principalmente a la prevención de futuras fracturas en el contexto de la vida cotidiana, poniendo énfasis en el conjunto de cuidados que pueden evitar las caídas. Las tareas relacionadas con ofrecer recomendaciones saludables a las personas son difíciles. b.2) El seguimiento de los/as pacientes El seguimiento de estos/as pacientes en relación a la fractura vertebral suele ser indirecto, porque son pacientes que aunque estén controlados por el/la médico especialista de reumatología, traumatología, o ginecología, acuden a la consulta de AP por otros motivos (“juanete, catarro, tensión arterial, otros dolores”). El seguimiento se realiza principalmente a través de la continuidad del tratamiento instaurado por el nivel de atención especializada, mediante la prescripción de las recetas correspondientes, 10 además de valorar y controlar la sensación de dolor, frecuente motivo de vuelta a la consulta de primaria. b.3) Los tratamientos Inicialmente, los/las profesionales mencionan las fracturas recientes o las que aparecen por primera vez. Este tipo de fracturas, como se ha comentado previamente, pueden presentarse con dolor. El tratamiento a seguir será, por un lado, reposo e inmovilización y por otro el analgésico. En palabras de un profesional: “Sobre todo hay que quitar el dolor, porque eso sí que les limita una barbaridad” Tras la fase más aguda de dolor y con la idea de mejorar la fractura y/o de prevenir futuras fracturas (“estar en riesgo de fractura”) existen otros tratamientos. Las opiniones son variadas, dependen de sus propios criterios profesionales y de las características de la persona afectada. Se plantean si es necesario tratar también la osteoporosis. La familia de fármacos más utilizada son la de los antirresortivos y dentro de éstos los bifosfonatos. La mayoría combinan estos medicamentos con dosis de calcio y vitamina D. 4. Algunas conclusiones En las últimas décadas, la construcción social de la enfermedad se ha convertido en un área de investigación importante en el campo de la sociología y antropología de la salud. Se han hecho importantes contribuciones a la comprensión de las dimensiones sociales de la enfermedad. En este estudio se ha intentado describir algunos de los elementos de estas dimensiones, mediante la producción del discurso médico sobre la osteoporosis y fracturas vertebrales, y su manejo en la consulta de atención primaria. Estableciendo un diálogo entre los datos aportados por la literatura médica y las percepciones de los/las profesionales de la Atención Primaria, llama la atención cierta falta de sincronía en determinados aspectos: a) La cuantificación del problema: los/las profesionales de AP mencionan el escaso número de fracturas vertebrales en sus consultas (diagnosticadas o derivadas a la atención especializada para su valoración), y no se detienen en el discurso en una descripción de la sobredimensión de este problema. b) El impacto clínico: Las opiniones expresan que muchas fracturas vertebrales son asintomáticas, y se diagnostican casualmente, por otro motivo de salud. El dolor 11 está sujeto a la interpretación de los/las pacientes, siendo muy variable de unas personas a otras, según comentan los/las profesionales. Esto no puede obviar aquellos escenarios donde las personas afectadas por la fractura (que sienten dolor, incapacidad) no estén siendo diagnosticadas y tratadas adecuadamente para una mejora de su calidad de vida. c) La complejidad del discurso: la osteoporosis como condición silenciosa que es casi asintomática (a menos que el individuo esté afectado por una fractura), cuyo diagnóstico se realiza a través de prueba-DXA, rara vez se manifiesta. Las fracturas vertebrales (cuando existen) asintomáticas, como hallazgos, pueden ser descubiertas con el tiempo por otros motivos de salud. En cuanto al riesgo de osteoporosis y de fractura, desde una perspectiva sociológica se podría decir que está surgiendo o se está ampliando un área de diagnóstico. Este proceso de identificación de la pre-enfermedad también puede crear una nueva categoría de paciente a partir de un status de riesgo (con una nueva identidad más potencial que real), más que de enfermedad. Un factor de riesgo puede llegar a convertirse en una enfermedad con la consecuente expansión de pruebas y medicamentos, contribuyendo, tal y como se discute en debates recientes, a una medicalización. 12 5. Bibliografía Adachi JD, Loannidis G, Berger C (2001). Canadian Multicentre Osteoporosis Study (CaMos) Research Group. The influence of osteoporotic fractures on health-related quality of life in community-dwelling men and women across Canada. Osteoporos Int, 12:903-8. Bajaj S, Saag KG. Osteoporosis: evaluation and treatment (2003). Curr Womens Health Rep, 3:418-24. Canguilhem, G (1971). Lo normal y lo patológico. Siglo XXI. Argentina Editores. Cummings SR, Melton JM (2002). Epidemiology and outcomes of osteoporotic fractures. Lancet, 359:1761-67. Cortet B, Roches E, Logier R, Houvenagel E, Gaydier-Souquieres G, Puisieux F, Delcambre B (2002). Evaluation of spinal curvatures after a recent osteoporotic vertebral fracture. Joint Bone Spine, 69:201-08. 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