Domingo XXIII del Tiempo Ordinario Hizo oír a los sordos y hablar a los mudos Mc 7,31-37 ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 118,137.124) Señor, tú eres justo, tus mandamientos son rectos. Trata con misericordia a tu siervo. ORACIÓN COLECTA Padre y Señor nuestro, que nos has redimido y adoptado como hijos, mira con bondad a los que tanto amas; y haz que cuantos creemos en tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. PRIMERA LECTURA (Is 35,4-7ª) Los oídos del sordo se abrirán, la lengua del mudo cantará Lectura del Libro de Isaías Decid a los cobardes de corazón: «Sed Fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará. Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa. El páramo será un estanque, lo reseco un manantial» SALMO RESPONSORIAL (Sal 145) R/. Alaba, alma mía, al Señor Alaba, alma mía, al Señor. Que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos. R/. El Señor liberta a los cautivos. El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. R/. El Señor sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios Sión, de edad en edad. R/. SEGUNDA LECTURA (Sgo 2,1-5) ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo, para hacerlos herederos del Reino? Lectura de la carta del Apóstol Santiago Hermanos: No juntéis la fe en Nuestro Señor Jesucristo glorioso con la acepción de las personas. Por ejemplo; llegan dos hombres a la reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta con anillos en los dedos; el otro es un pobre y andrajoso. Veis al bien vestido y le decís «Por favor, siéntate aquí, en el puesto reservado.» Al otro, en cambio «Estate ahí de pie o siéntate en el suelo». Si hacéis así ¿no sois inconsecuentes y juzgáis con criterios malos? Queridos Hermanos, escuchad:¿acaso no ha escogido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a los que aman? ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Mt 4,23) R/. Aleluya, aleluya Jesús proclamaba la Buena Noticia del Reino y curaba toda enfermedad en el pueblo R/. Aleluya, aleluya EVANGELIO (Mc 7,31-37) Hizo oír a los sordos y hablar a los mudos Lectura del Santo Evangelio según san Marcos En aquel tiempo, Jesús dejó el territorio de Tiro pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentan un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente, a un lado, le metió sus dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró, y le dijo: «Effatá», (esto es: «¡Ábrete!») y, al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no selo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.» ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS Oh Dios, fuente de la paz y del amor sincero, concédenos glorificarte por estas ofrendas y unirnos fielmente a ti por la participación en esta Eucaristía. ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Sal 41,2-3) Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo. O bien (Jn 8,12) Yo soy la luz del mundo – dice el Señor. El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz dela vida Lectio Los profetas de Israel usaban con frecuencia la «sordera» como una metáfora provocativa para hablar de la cerrazón y la resistencia del pueblo a su Dios. Israel «tiene oídos pero no oye» lo que Dios le está diciendo. Por eso, un profeta llama a todos a la conversión con estas palabras: «Sordos, escuchad y oíd». En este marco, las curaciones de sordos, narradas por los evangelistas, pueden ser leídas como "relatos de conversión" que nos invitan a dejarnos curar por Jesús de sorderas y resistencias que nos impiden escuchar su llamada al seguimiento. En concreto, Marcos ofrece en su relato matices muy sugerentes para trabajar esta conversión en las comunidades cristianas. Es urgente que los cristianos escuchemos también hoy esta llamada de Jesús. No son momentos fáciles para su Iglesia. Se nos pide actuar con lucidez y responsabilidad. Sería funesto vivir hoy sordos a su llamada, desoír sus palabras de vida, no escuchar su Buena Noticia, no captar los signos de los tiempos, vivir encerrados en nuestra sordera. La fuerza sanadora de Jesús nos puede curar. Contexto bíblico La misión de Jesús continúa en medio de un ambiente hostil, de rechazo y de prácticas superficiales de la religión. “En medio de un pueblo que honra con los labios pero que su corazón está lejos de él. De un pueblo que deja de lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a la tradición de los hombres”, según lo meditábamos el domingo pasado. En este vigésimo tercer domingo, Jesús por medio de una acción concreta nos asegura que el amor de Dios nuestro Padre, se hace realidad especialmente con los más necesitados. Escuchemos con atención. Frente a la actitud descreída de letrados y fariseos (Domingo XXII), Jesús se nos presenta hoy curando a un sordomudo en tierra de paganos. (La Decápolis - diez ciudades - quedaba al este del lago de Tiberíades). Abre los oídos y la lengua de aquel pagano, que le presentan. No va por su propia cuenta. (Señor no tengas en cuenta nuestro pecado sino la fe de tu Iglesia…) su gesto suscita inmediatamente la escucha de la Palabra y la alabanza. Los paganos son los que reconocen la presencia del Mesías. El cumplimiento de la promesa: “se despegarán los ojos del ciego los oídos del sordo se abrirán, saltará como un siervo el cojo, la lengua del mudo cantará”(Is 35,5-6). Prometer es una de las palabras clave del lenguaje del amor. Prometer es empeñar uno a la vez su poder y su fidelidad, proclamarse seguro del porvenir y seguro de sí mismo, y es al mismo tiempo suscitar en la otra parte la adhesión del corazón a la generosidad de la fe. Dios, en su manera de prometer, en la certeza que posee de no decepcionar jamás, revela su grandeza única: “Dios no es hombre para mentir ni hijo de Adán para retractarse” (Nm 23,19). Para Él prometer, es ya dar, pero es en primer lugar dar la fe capaz de esperar que venga el DON; y es hacer mediante esta gracia, al que recibe capaz de la acción de gracias y de reconocer en el DON, el corazón del dador. (X.LeónDufour. Vocabulario de Teología Bíblica) Es cuanto acontece para todo aquel que cree que –para Dios, nada es imposible-. Veamos en detalle algunos aspectos del texto: en Israel, la sordera y la mudez eran consideradas como un castigo y por tanto era un pecador, Jesús no conoce fronteras ni geográficas, ni personales, ni materiales ni espirituales, él ha venido no por los sanos sino por los pecadores. el sordo mudo, no conoce el mundo de los otros ni los otros conocen su mundo; no conoce la ley. Pero el sordomudo se dejó conducir por otros… que sí conocían a Jesús, que sí creían en Jesús, que sí le creían a Jesús. Otros que saben que hay muchos que aún no conocen a Jesús, o que si lo conocieron se han olvidado u otros que sencillamente no quieren conocerlo, y entiende que su misión es acercarlos a Jesús. Marcos, muy detalladamente narra los gestos y palabras de Jesús que hacen posible que este sordomundo experimente una nueva vida: la vida del diálogo, de la escucha, de la alabanza, de la comunicación. El milagro se realiza cuando el Señor interviene y hay una respuesta, aunque sea limitada por nuestra parte. Ciertos de que toda dificultad queda comprendida, superada o asumida por la eficacia poderosa de la Palabra en todo aquel que cree. Es solo la fe la que nos permite y nos hace capaces del estupor, de la admiración, de la alabanza. Esa fe personal que se enriquece dándola (Puebla), una fe que se robustece creyendo (Benedicto XVI). Estructura del texto Hay tres tiempos al interno de este relato breve que leemos: 1. la descripción del sordomudo (7,31-32), 2. los signos y gestos de apertura de los oídos y del lenguaje de este hombre (7,33-34), y 3. las consecuencias del milagro (7,35-37). La descripción del sordomudo (7,31-32) 31Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. 32Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. El evangelista Marcos ve la necesidad de dar detalles precisos sobre el sufrimiento del sordomudo. En el versículo 32 hace dos afirmaciones concretas sobre la situación del sordomudo. Primero lo describe como un sordo que además hablaba con dificultad. Se trata de una persona que no oye y que se expresa con unos sonidos confusos, guturales de los cuales no se consigue captar el sentido. Pero en segundo lugar él especifica que le ruegan a Jesús que imponga la mano sobre él. Se nota también que este hombre no sabe siquiera qué es lo que quiere puesto que es necesario que otros lo lleven hasta donde Jesús. El caso en sí es bien desesperado. Después de este Jesús, apartándose de la gente a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le toco la lengua. 2. Los signos y gestos de apertura de los oídos y del lenguaje (7,33-35) 33El, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. 34Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: «¡Ábrete!» 35Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús no realiza de manera inmediata el milagro, quiere ante todo hacerle entender a este hombre que lo quiere mucho, que su caso le interesa, que puede y quiere ocuparse de él para devolverle el bienestar. Por esto lo separa de la multitud. Jesús, apartándose de la gente a solas con este enfermo de incomunicación lo lleva de un espacio de bullicio a otro espacio de silencio que supera el silencio absurdo al que ha sido sometido este hombre por su enfermedad. Jesús lo lleva a un nuevo silencio, un silencio que brota de la comunión íntima entre los dos. Además lo separa de una multitud que busca a Jesús con expectativas milagreristas. Que conocen a Dios de manera funcional e interesada pero que no han dejado hablar a Dios del infinito amor que siente por cada uno y del proyecto de amor que le propone a cada hombre en el mundo. Esta toma de distancia de la multitud lleva al sordomudo a abrir también los oídos a un nuevo conocimiento de Dios que se revela a través del interés, de la delicadeza que Jesús muestra amablemente por él. Después de llevarlo a parte, vemos que Jesús hace tres gestos simbólicos que indican lo que quiere hacer con él. – Le introduce los dedos en las orejas para volver a abrirle los canales de la comunicación. – Le unge la lengua con saliva para transmitirle su misma fluidez comunicativa en la que expresa toda la riqueza que lleva dentro. Jesús le da su propia comunicación, su capacidad de hablar desde el fondo del misterio Impacta la increíble manera que Jesús tiene de entrar en la vida de una persona encerrada en su propio mundo, en su inercia para sacarla de allí, no de una manera superficial sino para hacer que se exprese de una manera clara como lo hacía el mismo Jesús que se relacionaba con Dios, con los pecadores, con los enemigos, con los niños, con los grandes sin ninguna dificultad Por otra parte cómo expresarle amor a quien se ha bloqueado, a quien se ha encerrado en sí mismo sino con gestos físicos concretos: Jesús comienza con la sanación de la escucha y luego como consecuencia la sanación de la lengua. Primero saber oír para después poder hablar. Y a estos dos gestos, Jesús agrega todavía un tercero. Levanta la mirada hacia el cielo y se le escucha un gemido que indica su sufrimiento y su participación en una situación tan dolorosa como la de este hombre, por eso Jesús al mismo tiempo que coloca los dedos en los oídos gime. La comunicación no es solamente física sino una comunicación profunda de corazón en la que Jesús capta lo hondo del corazón de este enfermo y le da voz en su propia oración. Este suspiro de Jesús indica la plenitud interior del Espíritu Santo en Jesús. Después de los tres gestos simbólicos, en los que Jesús ha entrado en el mundo interior del sordomudo por medio del tacto, de la saliva, de su mirada hacia el cielo, sigue la orden fuerte de Jesús, su palabra con autoridad que reconstruye la vida del hombre. Su palabra sanadora resuena con mucha fuerza: Effatá que quiere decir ábrete. Qué bello este imperativo de Jesús. Effatá . Esta misma orden fue desde muy antiguo pronunciado en la liturgia del bautismo en el rito de iniciación cristiana de adultos. E inmediatamente después del imperativo, el evangelista nos describe el relato sin perder la finura. El milagro se describe en tres pasos: en primer lugar como una apertura: se le abrieron sus oídos. Se describe como una soltura de la lengua, como un nudo complicado que después se desata, y en tercer lugar como la capacidad de expresarse correctamente. Este hombre logra correctamente. un excelente nivel de expresividad. Dice el texto y hablaba 3. Las consecuencias del milagro (7,35-37) 36Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. 37Y se maravillaban sobremanera y decían «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.» El milagro se generaliza. La capacidad de expresión del sordomudo de repente se vuelve contagiosa. Todo el mundo se vuelve comunicativo. Se caen las barreras de la comunicación, la palabra se expande como el agua que ha roto las barreras de un dique. La gente queda tremendamente maravillada. El evangelista lo describe con un verbo griego que literalmente significa “salir de sí mismo”. La admiración y la alegría se difunde por los valles y las ciudades de Galilea: “Y se maravillaban sobremanera y decían: ‘Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos’” (v.37) Meditemos No es casual que los evangelios narren tantas curaciones de ciegos y sordos. Estos relatos son una invitación a dejarse trabajar por Jesús para abrir bien los ojos y los oídos a su persona y su palabra. Unos discípulos «sordos» a su mensaje, serán como «tartamudos» al anunciar el evangelio. Vivir dentro de la Iglesia con mentalidad «abierta» o «cerrada» puede ser una cuestión de actitud mental o de posición práctica, fruto casi siempre de la propia estructura sicológica o de la formación recibida. Pero cuando se trata de «abrirse» o «cerrarse> al evangelio, el asunto es de vida o muerte. Si vivimos sordos al mensaje de Jesús, si no entendemos su proyecto, ni captamos su amor a los que sufren, nos encerraremos en nuestros problemas y no escucharemos los de la gente. Pero, entonces, no sabremos anunciar ninguna noticia buena. Deformaremos el mensaje de Jesús. A muchos se les hará difícil entender nuestro «evangelio». Es urgente que todos escuchemos a Jesús: «Ábrete». La fe es siempre llamada a la comunicación y la apertura. El retraimiento y la incomunicación impiden su crecimiento. Es significativa la insistencia de los evangelios en destacar la actividad sanadora de Jesús que hacía «oír a los sordos y hablar a los mudos», abriendo a las personas a la comunicación y la confianza en Dios y el amor fraterno. El primer paso que necesitan dar algunas personas para reavivar su vida y despertar su fe es abrirse con más confianza a Dios y a los demás. Escuchar interiormente las palabras de Jesús al sordomudo: «Effeta», es decir, «Ábrete» Apéndice De Effatà, Ábrete, Carta para el Programa Pastoral Comunicar Cardenal Carlo Martini, Milán, 11 de agosto de 1990 San Ambrosio llama a este episodio - y su repetición en el rito bautismal- "el misterio de la apertura": "Cristo ha celebrado este misterio en el Evangelio, como leemos, cuando curó al sordomudo" ( I misteri, 1,3). Dividimos la narración en tres tiempos: la descripción del sordomudo, los signos y los gestos de apertura, el milagro y sus consecuencias. 1. La narración evangélica precisa ante todo el desaliento de este hombre en comunicarse. Es uno que no siente y se expresa con sonidos guturales. No sabe ni lo que quiere, porque es necesario que los otros lo lleven a Jesús. El caso es en sí desesperante (7, 31-32). 2. Jesús no realiza el milagro en seguida. Quiere ante todo entender lo que este hombre quiere, se interesa por su caso, desea curarle. Para ello lo separa de la multitud, del lugar del griterío y de las cosas milagrosas. Lo lleva aparte, y con signos y símbolos le indica lo que va a hacer: le introduce los dedos en los oídos para abrir los canales de la comunicación, le unge la lengua con saliva para comunicarle su soltura. Son signos corpóreos que parecen chocantes. Pero, ¿cómo comunicar con quien está encerrado en su propio mundo y en su propia inercia?, ¿cómo expresar el amor a quien está bloqueado en sí mismo, si no es con algún signo físico? Observamos que Jesús comienza sanando el oído. La curación de la lengua viene después. A estos signos añade Jesús la mirada hacia lo alto y un suspiro que indica su sufrimiento y su participación ante esta dolorosa condición humana. Sigue la orden "EFFATA (7,34). Es lo que la liturgia dice antes del Bautismo de los adultos: el celebrante, tocando la oreja derecha e izquierda de los elegidos y con la boca cerrada, dice: EFFATA, para que pueda profesar la fe, la alabanza y la gloria de Dios ( Rito dell¨Iniziazione Cristiana degli adulti, n. 202). 3. Lo que viene a continuación de la orden de Jesús se describe como apertura ( se le abrieron los oídos), se le desata la lengua y hablaba correctamente. Esta capacidad de expresarse llega a ser contagiosa y comunicativa: "Y le ordenó que no se lo dijera a nadie. Pero cuanto más se le ordenaba, más hablaba". La barrera de la comunicación ha caído, la palabra se extiende como el agua que ha roto las barreras del dique. El estupor y la alegría se difunden por los valles y las ciudades de Galilea:" Y llenos de estupor, decían: Todo lo hace bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos" ( 7,35-37). En este hombre, que no sabe comunicar, Jesús lo lanza hasta el vértice alegre de una comunicación auténtica. Por eso podemos leer la parábola a la luz de nuestra cansada comunicación interpersonal, eclesial, social. Podemos individuar las tres partes de esta Carta: 1. darnos cuenta de las propias dificultades comunicativas; 2. dejarnos tocar y curarnos por Jesús; 3. reabrir los canales de la comunicación a todos los niveles.