ANEXO 5 Un viejo poema dedicado a Euclides decía que Euclides, ya anciano, se iba a la orilla del mar y con un estilete iba marcando círculos y rectas sobre la arena. Las olas borraban las figuras y Euclides volvía a trazarlas, siempre sumido en sus meditaciones. Añade el poema que un niño lo miraba divertido desde detrás de una roca, fascinado de ver cómo aquel anciano trazaba, sin parar, imágenes redondas de la luna… Hay muchos modos de vivir la Geometría: desde el ángulo profesional más elevado hasta el descubrimiento más intuitivo de un niño. Este primer capítulo invita a unas primeras reflexiones sobre la Geometría, los objetivos de su enseñanza y sus connotaciones históricas. 1.1. HACIA LA GEOMETRÍA En nuestro entorno ambiental estamos rodeados de objetos, formas, diseños y transformaciones. Las propiedades geométricas son cada vez más accesibles y presentes en la vida cotidiana, cultural y técnica de nuestros días. Desde la más temprana infancia se experimenta directamente con las formas de los objetos, ya sean juguetes o utensilios cotidianos y familiares. Paulatinamente vamos tomando posesión del espacio, orientándonos, analizando formas y buscando relaciones espaciales de situación, de función o simplemente de contemplación. Así, de esta manera, se va adquiriendo conocimiento directo de nuestro entorno espacial. Este conocimiento del espacio ambiental que se apropia directamente, primero sin razonamiento lógico, es lo que constituye la intuición geométrica. La primera invitación a la Geometría se realiza, así, por medio de la intuición. La Geometría como cuerpo de conocimientos es la ciencia que tiene por objeto analizar, organizar y sistematizar los conocimientos espaciales. En un sentido amplio se puede considerar a la Geometría como la Matemática del espacio. El interés por estudiar el espacio no es propio sólo de la educación integral de cada individuo, sino que también es esencial en diferentes disciplinas y profesiones técnicas y artísticas. Las relaciones espaciales se manifiestan en las distintas dimensiones físicas en que se puede producir conocimiento. Desde la dimensión 1 de las líneas, curvas, longitudes; a la dimensión 2 de las superficies, áreas, etc., a la dimensión 3 de los objetos tridimensionales, cuerpos sólidos, volúmenes; hasta las dimensiones superiores de los modelos científicos y combinatorios. Por tanto, cuando se habla de espacio, debe entenderse un espacio multidimensional en que cada situación del entorno o del universo se puede analizar geométricamente. La Geometría, como estudio del espacio, no tiene necesariamente que proceder por el análisis secuencial y ordenado de las dimensiones 1, 2, 3, 4…, como tradicional y escolarmente se ha venido haciendo, sino que en función de la situación a analizar y del aspecto a resaltar, se considera de entrada, la dimensión correspondiente y apropiada. Así proceden los geógrafos y topógrafos cuando quieren analizar la forma del espacio físico de una zona geográfica determinada. Primero toman medidas y relaciones directamente sobre el paisaje tridimensional de la zona a estudiar, pasan luego a la representación bidimensional del mismo, mediante el alzado de mapas topográficos y, finalmente, pasan al espacio unidimensional analizando separadamente los contornos y perfiles de cada nivel paisajístico. De hecho este modo de proceder es común en la mayoría de profesiones que necesitan estudiar las relaciones espaciales. En este libro se podrá énfasis a menudo en el espacio tridimensional, aunque sólo sea para contrarrestar la influencia que los medios de comunicación ejercen, al presentar siempre la información uni y bidimensionalmente, por la utilización casi exclusiva de los medios tipográficos y telemáticos. En el conocimiento del espacio geométrico hay que distinguir dos modos de comprensión y expresión, el que se realiza de forma directa, que corresponde a la intuición geométrica, de naturaleza visual y el que se realiza de forma reflexiva, es decir, lógica, de naturaleza verbal. Estos modos de conocimiento aunque muy distintos son complementarios. El primero es creativo y subjetivo, mientras que el segundo es analítico y objetivo. El primero está caracterizado por la intuición y el segundo por la lógica. La historia del desarrollo de las Matemáticas es la historia de la relación entre estos dos aspectos del conocimiento. Ambos modos del conocimiento geométrico pueden considerarse como fases del desarrollo del pensamiento. La visualización corresponde al saber ver el espacio en el cual la intuición es el motor que hace arrancar y avanzar la comprensión de las distintas relaciones espaciales. Ahora bien, para que se tenga un conocimiento correcto, hay que analizarlo con las leyes de la deducción lógica, para que así se pueda expresar y comunicar por medio del lenguaje. A este respecto es ilustrativa la siguiente cita de Einstein (en Hadamard, 1945): «Las palabras del lenguaje, tal como están escritas o habladas, no parecen desempeñar ningún papel en mi mecanismo de pensamiento. Las entidades físicas que parecen servir como elementos en el pensamiento son ciertos signos e imágenes más o menos claras que pueden ser “voluntariamente” reproducidas y combinadas… Hay, naturalmente, una cierta conexión entre estos elementos y los conceptos lógicos relevantes. También es claro que el deseo de llegar finalmente a conceptos lógicamente conectados es la base emocional de este juego algo vago con los elementos anteriormente mencionados. Pero desde el punto de vista psicológico, este juego combinatorio parece ser, un hecho esencial en el pensamiento productivo, antes de que hayan conexiones con una construcción lógica mediante palabras u otras clases de signos que pueden ser comunicados a los demás…» Esta distinción entre estos dos modos de conocimiento es muy útil para sentar las bases de la enseñanza de la Geometría. Así la enseñanza de la Geometría puede ser caracterizada como el estudio de las experiencias espaciales. A partir de estas experiencias se puede construir el programa completo, el cual a su vez puede ser desarrollado teniendo en cuenta los dos modos de conocimiento aquí citados. El hecho de adquirir conocimientos del espacio real a través de la intuición geométrica es lo que se llama percepción espacial. La percepción es el resultado de una serie de fases de procesamiento que ocurren entre la recepción de un estímulo visual y el logro de un percepto. La base de la percepción está en las operaciones cognitivas que se efectúan sobre la información contenida en el estímulo. La percepción espacial desempeña un papel fundamental en el estudio de la Geometría, reconociendo formas, propiedades geométricas, transformaciones y relaciones espaciales. La percepción espacial puede compararse a la comprensión de un texto escrito. De la misma manera que en el proceso de lectura se agrupan las letras en palabras y éstas en frases, obteniéndose por comprensión global una información, la percepción espacial se ocupa de obtener un mensaje por medio de la «lectura comprensiva» de las formas y relaciones espaciales de nuestro entorno. Si una persona no posee una mínima percepción espacial le ocurrirá lo mismo que si se le diese un texto escrito en una lengua extranjera. Aun conociendo los símbolos de las letras, sus agrupaciones en palabras y las reglas de pronunciación, podría leerla en voz alta, pero no comprendería el mensaje escrito. Así, por analogía, delante de nuestro espacio ambiental no se podría tener imágenes espaciales para manipular, ni memoria espacial para recordar o reconocer, ni se podrían prever las consecuencias al efectuar cambios en las relaciones espaciales entre los objetos. Como sucede con la utilización de los textos escritos, hay varios niveles de comprensión en la percepción espacial. Algunos son necesarios y básicos para la vida diaria, otros son requeridos por diferentes niveles de especialización profesional. Así, un mínimo grado de percepción espacial es requerido para familiarizarse con nuestro espacio vital. Un alto grado de percepción espacial es requerido en cristalografía, en bioquímica, cirugía, aviación, mecánica, escultura, coreografía y arquitectura. Por tanto, una buena formación en percepción espacial puede mejorar nuestra adaptación a nuestro mundo tridimensional, capacitándonos para comprender las distintas formas y expresiones espaciales de nuestra cultura. El espacio puede ser caracterizado desde diferentes puntos de vista: físico, psicológico, social, geométrico, arquitectónico, etc. En la percepción del espacio geométrico interesa concentrarnos en la estructura puramente geométrica. Así, cuando observamos un cubo, desde el punto de vista de la Geometría, nuestra atención se debe concentrar en los elementos principales que esquematizan su forma, haciendo abstracción de su color, textura, densidad, etc. Uno se imagina la forma y disposición de sus caras, artistas y vértices. Esta exploración es simplemente visual, pero si se acompaña de una manipulación, o incluso construcción del objeto, la comprensión de la estructura –es decir, su percepción espacial- es más completa. En el estudio del desarrollo de la percepción espacial, de R. Pallascio y otros proponen cinco etapas: la visualización, la estructuración, la traducción, la determinación y la clasificación. Cada una de estas etapas incluyen acciones que van desde el reconocimiento de los objetos a la realización y aplicación de los mismos. El nivel de dificultades de las acciones a realizar aumentan al pasar de una etapa a otra, consiguiéndose de esta forma un desarrollo progresivo de la percepción espacial. La tipología de estas etapas se define como sigue: 1. La visualización: Después de haber observado un objeto, su visualización consiste en poder memorizar (suficientemente) imágenes parciales a fin de poder reconocer objetos iguales o semejantes por cambio de posición o de escala, entre una diversidad de objetos teniendo el mismo croquis. 2. La estructuración: Después de haber visualizado un objeto, su «estructuración» consiste en poder reconocer y reconstruir el objeto a partir de sus elementos básicos constituyentes. 3. La traducción: Consiste en poder reconocer un objeto a partir de una descripción literaria y viceversa. 4. La determinación: Consiste en poder reconocer su existencia a partir de una descripción de sus relaciones métricas. 5. La clasificación: Consiste en poder reconocer clases de objetos equivalentes según diferentes criterios de clasificación. Estas etapas permiten a su vez desarrollar las habilidades de observar (visualización), abstraer (estructuración) comunicar (traducción) y organizar (determinación y clasificación). (Véase la actividad tipo de percepción espacial.) 1.2. FINALIDADES Y OBJETIVOS EN LA ENSEÑANZA DE LA GEOMETRÍA. Si se tratara de encontrar un contenido geométrico para ejercer unas actuaciones muy específicas, el problema del diseño curricular sería relativamente simple. Una Geometría para modistas, diseñadores gráficos, topógrafos o ceramistas resulta bastante evidente. Pero una Geometría para todos, en su nivel obligatorio, resulta más difícil de terminar ¿Cuáles son aquellos contenidos geométricos que un ciudadano normal, al margen de su labor profesional, debe poseer? En la enseñanza obligatoria de la Geometría hay que fijar unos objetivos mínimos en función de los cuales deben programarse las actividades. En un aprendizaje dinámico de la Geometría, por sus relaciones con las otras materias y con las propias disciplinas matemáticas, es muy difícil marcar unos objetivos precisos para un período corto: los conceptos deben aparecer y reaparecer, traducirse en diversos lenguajes, tener representaciones plurales y sólo por esta vía cabe esperar una consolidación conceptual. Así pues, parece más adecuado plantearse objetivos correspondientes a los ciclos 6-12 años y 12–16 años. Por supuesto, existen unos objetivos generales que todo ciudadano debería alcanzar tras su formación básica: tener una cultura geométrica con visión histórica e interdisciplinar, aplicar conocimientos geométricos para modelizar, crear o resolver problemas reales, usar los diferentes lenguajes y representaciones…, etc. Un tema muy actual en los medios educativos es distinguir entre lo que es útil de aprender y lo que es deseable enseñar. El concepto de utilidad en la enseñanza matemática está ligado necesariamente al concepto de futuro. Se forman ciudadanos del mañana y profesionales del futuro a lo largo de un proceso cada vez más amplio en el tiempo. Y los cambios de todo tipo son vividos hoy por la sociedad con una velocidad vertiginosa. Por todo ello el enseñante debe encontrar el punto justo de enlazar con los intereses y las motivaciones del momento presente, pero sin subordinarse a una moda, un aparato o un material que bien seguro desaparecerán del mapa en un término de tiempo relativamente corto. Aprender el concepto de escala, por ejemplo, es tremendamente útil. Puede motivarse con mapas actuales, con dibujos, con patrones de vestidos…, y está claro su uso futuro. En cambio, jugar a programar en un lenguaje del momento un determinado juego gráfico de cambio de escala puede resultar inútil si es previsible que dicho lenguaje, y el ordenador donde se implementa, van a quedar obsoletos en cinco años. Quizá sería más fácil retratar lo inútil. La inutilidad tiene diversas causas: antigüedad (regla de cálculo, tabla de logaritmos, elipsógrafo…), uso muy restringido (antiguas cartas de navegación, diseño de zapatos…), resultados no aplicables a situaciones diversas (recta de Euler, circunferencia de los nueve puntos…), elementos subordinados a una tecnología (movimientos en una máquina de coser, cálculos de una nevera…), etc., y lo que es más importante: lo extraordinariamente inútil es aquello no adecuado ni al nivel ni a la capacidad del que aprende. Por ejemplo, las construcciones con regla y compás son útiles y formativas pero son inútiles a una edad en que no puedan manejarse manualmente y con soltura dichos instrumentos o no esté asumida la definición de recta y circunferencia. En definitiva, será deseable en la enseñanza de la Geometría aquello que sea útil con rango futurible y pueda motivarse desde la actualidad: razonar correctamente (deductivamente e inductivamente), representar, abstraer, relacionar, clasificar y resolver son verbos claves en el abanico de lo deseable. Aquí haremos especial énfasis en los objetivos terminales propios de cada ciclo, debiéndose distinguir en cada caso tres tipos de objetivos: los conceptuales, lo de procedimientos y los de actitudes. Tan importante puede ser calcular el área de un triángulo, como saber el proceso para hacer una perspectiva o tener un criterio de autoevaluación de los conocimientos. Hay algunas peculiaridades que diferenciarán los objetivos en los dos ciclos aludidos. Por ejemplo, en el ciclo 6-12 años los objetivos terminales son mucho más borrosos, forman necesariamente un conjunto en evolución: no existe un discurso deductivo, ni tienen sentido ciertas abstracciones, ni se resuelven problemas en un sentido formal, etc. En cambio, en la etapa 12-16 la estructuración de objetivos puede ser más diáfana. Así pues procederemos ahora a listar por ciclos los objetivos terminales de conceptos y de procedimientos, que, a nuestro entender, deberían ser los mínimos deseables. (En todos los listados el orden no presupone ningún orden conceptual.