`Prensa, pasado y presente`, Luis Ángel Fernández Hermana

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Editorial de en.red.ando 427
Fecha: 08/06/04
Título: Prensa: pasado y presente
LUIS ÁNGEL FERNÁNDEZ HERMANA
“Los periódicos son cosa del pasado”. Esta frase perfectamente podría haber retumbado por
el archivo de en.red.ando hasta sus orígenes allá por 1996. Quizá no expresada con tal
contundencia, pero sí como zumo de muchas de las reflexiones que hemos realizado
durante estos años sobre el cambio en el modelo de comunicación promovido por la
aparición de Internet. Durante todo ese tiempo, una parte importante de quienes sostenían el
debate al respecto desde el punto de vista de los medios de comunicación se apuntaban
precisamente a que los periódicos nunca serían cosa del pasado. En realidad, nadie defendía
tan lapidaria sentencia como un todo, sino como la representación de una tendencia cada
vez más acusada: las redes multiplicaban las audiencias, éstas requerían más información,
más segmentada e incluso de nuevo tipo, y estaban apareciendo más y más nuevos medios,
nuevas formas, de generar, gestionar y distribuir esa información. Ante el ímpetu de esta
nueva ola, a los medios tradicionales sólo les quedaba renovarse o morir. Ese era el sentido
de afirmar que los periódicos eran cosa pasado.
Ahora, sin embargo, ya tenemos a los zares más representativos de los grandes periódicos
del mundo proclamando que sus buques insignia están metidos de lleno en estas tormentas.
Y las olas digitales baten contra ellos sin piedad, a pesar de estar amparados por grandes
conglomerados mediáticos y de contar con cuantiosos recursos humanos, financieros,
políticos y de influencia social. Les ha llegado el momento de mirar cara a cara a lo que
muchos apenas consideraban como un conocido fantasma (“primero fue la radio, después la
televisión, y hemos sobrevivido a todo eso y más”) y decidir si quieren seguir en este
mundo o entrar definitivamente en el de las sombras.
El escenario donde se ha producido la última catarsis ha sido el 57º Congreso Mundial de
Periódicos y la 11ª Conferencia del Foro Mundial de Directores, eventos simultáneos
organizados por la Asociación Mundial de Periódicos (WAN-WEF) y que se celebraron en
la primera semana de junio de 2004 en Estambul. Allí le tocó encabezar el toque a rebato a
Juan Luis Cebrián, consejero delegado del periódico español El País, editado por el Grupo
Prisa. Por primera vez (que yo recuerde), Cebrián admitió públicamente que hay un
descenso continuado en la venta de periódicos durante los últimos 10 años en la Unión
Europea y desaparición de cabeceras en EEUU, mientras que, al mismo tiempo, se
registraba una ampliación considerable de la competencia, ya fuera informativos de radio y
televisión, o el suministro de información continuada o a la carta por redes como Internet y
la telefonía móvil.
Sin dejar de lado a ese competidor cada vez más ubicuo como son los diarios gratuitos con
vocación de sólidos medios metropolitanos. En su opinión, si las cosas siguen así, “los
periódicos son cosas del pasado”.
Este paisaje no maduró ayer, ni el día anterior, sino que se ha venido incubando desde
principios de los años 90 del siglo pasado, eclosionó a mitad de esa década con la irrupción
pública de la web y tuvo su “Big Bang” cuando se cruzaron las tendencias financieras del
“ancient règime” con los jóvenes mimbres de la nueva economía. Desde entonces, las
cartas estaban echadas: la Red emergió como un sistema de generación, acopio y
distribución de información y conocimiento con vocación universal, comenzó a permear a
todos los otros medios y, lo que es más importante y que ahora se reconoce como algo
“singular”, se multiplicaron las audiencias como productoras y consumidoras de
información no generalista. Estas audiencias han propinado un feroz espadazo al nudo
gordiano de la oferta y la demanda de información y conocimiento que las ha convertido en
el motor de una multiplicación extraordinaria de la diversidad de ambos factores. Hoy, y
sobre todo durante un largo mañana, no podrá entenderse la economía basada en la
información y el conocimiento sin analizarla desde este ángulo: la emergencia de
audiencias cada vez más diversas o, lo que es lo mismo, la aparición de fuerzas sociales,
políticas, culturales, económicas, científicas, artísticas, etc., que se expresan a través de la
Red.
A fin de cuentas, sólo desde dicho ángulo puede entenderse de qué hablamos cuando nos
referimos a la Sociedad del Conocimiento. Y éste ha sido (y sigue siendo) un ángulo ciego
para la vasta mayoría de los medios de comunicación tradicionales, como ahora viene a
descubrir Juan Luis Cebrián y muchos de los otros altos representantes de la prensa que le
acompañaban en el encuentro de Estambul. Curiosamente, ante este panorama, muchos de
ellos trataron de reivindicar el papel que “deberían ejercer los periodistas”, como si, a fin de
cuentas, la solución a esta problemática tan compleja se redujera a un esfuerzo voluntario
por parte de los profesionales o del gremio periodístico.
Pero, en realidad, son las decisiones de las empresas y, sobre todo, de los conglomerados
mediáticos, las que han venido construyendo una barrera que ha impedido la búsqueda de
soluciones viables para la industria periodística. La política del cobro de contenidos (por lo
general redundantes) y la correspondiente clausura de muchos diarios bajo siete contraseñas
se ha demostrado como una medida que no sólo no apuntaba en la dirección adecuada, sino
que se convertía en un descarado guiño al pasado: reproducir la lógica del kiosco en el
medio de una red por donde sólo circula información. La famosa audiencia, la
constantemente alabada “voz del lector”, quedaba de nuevo reducida a un gesto de carácter
económico: compro o no compro. Pero poco más, aparte de participar en algún foro de
relativo interés para comentar noticias que a lo mejor le importaban un comino.
Tampoco ayuda a encontrar soluciones el “ombliguismo” que se extiende como una
metástasis de consecuencias imprevisibles. En el congreso de Estambul, como en tantos
otros estudios al uso sobre el estado de los medios de comunicación, los focos se centran en
las ediciones online de dichos medios y en el comportamiento de los lectores cuando visitan
sus páginas web. El análisis se circunscribe a esta relación entre medio digital y visitantes,
como si estos fueran lo único que hacen cuando acceden a la Red. Casi nunca se toma en
cuenta que no se está hablando de un paseo, una calle o una estación donde uno va a
comprar un medio (periódico o revista) y lo único que puede hacer a partir de entonces es
dedicarse a leerlo. En la red, ese paseo es un recorrido infinito por una diversidad
extraordinaria de modalidades de procurarse información e, incluso, de ser partícipe de su
gestación, elaboración y distribución. Hasta que los medios no asuman como parte de sus
políticas informativas esta faceta crucial de ese individuo al que sólo consideran su
potencial cliente cuando visita durante unos minutos la edición digital, los periódicos no
sólo tendrán los pies en el pasado, sino que a lo mejor los tienen ya dentro de un cajón.
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