Con guitarra y con cajón, pero sin agua

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Con guitarra y con cajón, pero sin agua
Al momento de publicar estas líneas ya ha comenzado el paro indefinido contra las
actividades del proyecto minero Conga, operado por Yanacocha, vieja conocida de
Cajamarca. El discurso del presidente Ollanta Humala donde señala que el gobierno
quiere «el agua y el oro», no hizo sino exacerbar el ánimo de quienes creen que no se
puede tener ambas cosas a la vez y que lo más probable es que la herencia de
Conga, tiempo después de agotado el recurso, no sea más que una gran bolsa de
dinero y un serio problema de agua en la región.
En efecto, múltiples experiencias en diversas zonas del país con minería en las
cabeceras de las cuencas de ríos han resultado en la contaminación de las fuentes del
agua que discurre por las quebradas hasta los pueblos, ciudades o extensiones
agrícolas asentados en los valles. Que quienes consuman el agua en las partes
medias y bajas de las cuencas tanto como quienes forman opinión desde el manejo de
los medios de comunicación y la política, no tengan aún plena conciencia de dónde se
origina el recurso es parte sustantiva del problema. Ambas ignorancias avalan la
irresponsabilidad de ciertas empresas e invisibilizan el rol de los compatriotas de las
alturas en la producción de agua y la conservación de los ecosistemas que hacen que
esta producción sea posible.
desco viene promoviendo, desde la década de los noventa, la cosecha del agua en
las cuencas altas de los ríos como propuesta técnicamente viable y de adopción
relativamente sencilla por las comunidades para hacer frente a problemas de escasez
durante las épocas de sequía. Esta es una alternativa que debería ser incorporada en
cualquier propuesta de manejo de los recursos hídricos en las zonas altas, y que
debería ser parte integral de las estrategias de gestión territorial en las regiones que
comparten el espacio andino. Lamentablemente, estos esfuerzos significan poco en un
contexto en el que no hay una política pública articulada para la gestión del territorio ni
para el uso racional y responsable del recurso hídrico.
Esto es un tema que va más allá de las sutilezas técnicas de quienes están a favor o
en contra del proyecto de creación de reservorios que propone el proyecto Conga en
su controvertido estudio de impacto ambiental. Las razones técnicas de uno y otro lado
deben ser esclarecidas por expertos, pero ante todo, deberían estar supeditadas al
interés social, lo que implica que para abordar el tema del agua en serio, hay que
adoptar primero una mirada política y definir prioridades.
A muchos sectores que apoyaron la elección de Ollanta Humala, les cayeron muy mal
las declaraciones sobre Conga. Sienten que el presidente «capitula» ante los intereses
de la gran empresa, la que no ha parado de presionar mediante sus «canales
regulares» durante todo este periodo. Pero la respuesta presidencial a los dilemas de
Conga revela una problemática mayor: la falta de políticas claras respecto de la
gestión medioambiental, en especial del agua, y de las responsabilidades de la
empresa privada respecto de éstas.
En este momento, pareciera que el gobierno está de acuerdo con los inversionistas
mineros en que la única «gallina de los huevos de oro» es la inversión minera. ¿Es así
para los habitantes rurales que son tomados en cuenta como mano de obra de los
proyectos extractivos solo en las fases de construcción más no en la de operación por
estar sub-calificados?, ¿es culpa suya estar sub-calificados para operar maquinaria?,
¿es culpa de los gobiernos regionales que reciben –mediante el canon minero–
directamente una fracción de la renta generada por las empresas y a los que a
menudo se les acusa de gastar muy poco sobre el monto total del mismo?, ¿deben
estar felices los trabajadores agropecuarios que ganan lo mismo (o menos) pero que
ven el costo de los servicios de la ciudad incrementarse exponencialmente por la
influencia de la operación minera? A una clase dirigente responsable debería
inquietarle que los campesinos estén genuinamente preocupados por el agua. Debería
decirles algo sobre las reales condiciones de vida de estas personas, más allá de
pretender, con gran arrogancia, que no saben lo que quieren o que son
completamente manipulables. Algo hay de esta arrogancia en el tecnologismo fáustico
que cambia lagunas formadas durante millones de años por obras de ingeniería, como
si fueran lo mismo.
La movilización en Cajamarca, y antes en Andahuaylas, dice muchas cosas sobre el
cambio en la correlación de fuerzas que se espera de este gobierno, todavía
demasiado poroso para los poderes tradicionales pero muy volátil para los sectores
progresistas. Al parecer, poner a figuras clave en ciertos ministerios no ha bastado
para ordenar el panorama. Se requieren orientaciones centrales como las que ha
planteado el secretario técnico del Acuerdo Nacional sobre poner el agua como punto
de agenda para un nuevo consenso nacional sobre este recurso estratégico. No
obstante, los anuncios sobre transferir la Autoridad Nacional del Agua (junto con el
Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental-OEFA y los Estudios de Impacto
Ambiental-EIA) a la PCM, van exactamente en la dirección contraria, quitándole poder
a las instancias que deberían tener una opinión independiente en un tema tan delicado
como éste. Abordar el tema del agua en serio es mucho más que revisar un EIA,
requiere sincerar la cancha de las negociaciones y nuevos compromisos desde arriba,
incluyendo decidir dónde puede haber minería y dónde no, y eso es gobernar, en
serio.
desco Opina /
25 de noviembre de 2011
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