EL JUEGO EXPRESIVO Cuando los adultos pensamos en jugar, nos referimos generalmente a algún juego de azar o de habilidad, donde lo que está en juego es la cabeza, es decir, lo mental. Pero si nuestro camino es el expresivo, el concepto de juego ya no es el mismo. Porque de lo que se trata es de recuperar, de rescatar el impulso primario, natural del niño. “Los niños viven en un mundo de fantasía, de imaginación; tienen el sentido del juego, de lo imprevisto, del momento presente y no conocen todavía el precio del tiempo ni de las exigencias sociales, que, insensiblemente, pueden matar la vida creadora. Todavía cerca de su inconsciente, ellos SON, no HACEN. Captan y la música encuentra en ellos un espacio ideal para encarnarse en su simplicidad”1 El niño no se cuestiona si el juego es divertido o no; juega porque tiene necesidad de jugar. Jugando se aprende sin aprender, se reconoce sin reconocer. Cuando un niño juega, no ejerce crítica sobre su juego, no busca ningún resultado u objetivo preestablecido, ni tampoco es conciente del imaginario que va incorporando para su futura formación como adulto. En el contexto de la expresión artística, el juego sería un pretexto para conectarnos con ese impulso primario que mencionamos anteriormente. A veces, los maestros de canto nos confundimos y asociamos el juego a lo divertido, a lo entretenido… lo que deberíamos rescatar es el juego de la exploración libre sin ejercer crítica, sin buscar un 1 Deschaussées, Monique, La musique et la vie, Buchet/Chastel, Meta Editions, Paris 1988, 2001 resultado y sin importarnos hacia dónde vamos. Cuando estamos en el espacio expresivo no pensamos: sentimos. Nos tiramos sin red, nos lanzamos a un material sin preocuparnos por las consecuencias. El maestro está ahí para guiar y para frenar si el alumno se sale del terreno puramente expresivo y entra en una zona que al maestro no le concierne: la psicológica, la terapéutica. El juego expresivo también nos sirve para la constitución del grupo. Somos un grupo de personas que juegan frente a otros, ya sea en el momento de la búsqueda del material como en el de la exploración (el juego expresivo no tiene validez si no se está frente a otro). Al constituir el grupo desde ese lugar, podemos separar la instancia social (la personalidad) y entrar de lleno en lo expresivo, porque cuando jugamos desde este lugar, nadie se ofende. Los prejuicios se dejan de lado. No hay un “está bien” o “está mal”. Jugamos a ser otro, a ser cantantes, a ser actores. A que nos pasen cosas con otro. Nos enmascaramos detrás del juego para desenmascarar nuestras zonas escondidas o no permitidas. Cuando uno juega ES, no está “haciendo como”, no” ilustra”. En nuestro ámbito, el juguete sería la canción o el texto dramático que nos permiten jugar nuestro mundo expresivo y nuestro imaginario. Pero uno no puede ordenarle al cuerpo que juegue. Es necesario prepararlo para jugar porque éste ofrece resistencias: hay un miedo a lo desconocido; uno puede dejar entrever a través del juego sus debilidades porque no “controla”. Por eso, necesitamos técnicas que nos permitan trabajar estas resistencias partiendo de la observación del maestro y la autopercepción del alumno. Si no disolvemos esas primeras resistencias, no podemos seguir evolucionando. Porque las mismas no nos sirven para el trabajo expresivo, representan lo que está demás. El maestro esculpe entonces de afuera hacia dentro, sacando los trozos de mármol que no sirven. “El juego es la raíz de donde surge el arte; es la materia prima que el artista canaliza y organiza con todo su saber y su técnica. La técnica misma surge del juego, porque sólo podemos adquirir la técnica por la práctica de la práctica, experimentando y jugando persistentemente con nuestras herramientas y probando sus límites y sus resistencias” 2 Cómo hacemos entonces para ayudar a destrabar y disolver estas resistencias? En nuestros talleres, utilizamos la metodología de integración de técnicas de canto, juegos teatrales y centros de energía, aunados por el hilo conductor de los cuatro elementos en el mundo expresivo. Con el elemento tierra nos preparamos para jugar/cantar desde el enraizamiento, desde lo concreto, con el elemento fuego, avivamos la energía, el impulso que necesitamos para jugar, con el elemento agua dejamos salir la emoción desde lo expresivo (no desde lo personal) y finalmente con el elemento aire despertamos nuestro imaginario. Nos armonizamos, afinamos nuestro instrumento y logramos la energía justa, el tono justo para expresar lo que cantamos, lo que decimos… Para nosotros, jugar está relacionado con el impulso creativo, con la libertad de generar, desarrollar y transformar ese impulso creativo desde el cuerpo y la voz sin que lo racional, nuestra cabeza, nuestros saberes interfieran en ese proceso. Patricia Bélières y Alejandro Cancela * 2 Nachmanovitch, Stephen, Free Play La improvisación en la vida y en el arte, Paidós Diagonales, 2004 * Ambos docentes, junto al percusionista Rodolfo Sánchez, ganaron la Beca del Fondo Nacional de las Artes por el proyecto “Tierra, Fuego, Agua y Aire en el Canto” Deschaussées, Monique, La musique et la vie, Buchet/Chastel, Meta Editions, Paris 1988, 2001 2 Nachmanovitch, Stephen, Free Play, La improvisación en la vida y en el arte , Paidós Diagonales, 2004