25 - SAFA.edu

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15-19 marz.
25. ¿SABEMOS PERDONAR?
1º ciclo
Había una vez una mano
cuyos dedos eran muy
amigos. Pero ocurrió que el
dueño de la mano empezó a
hacer un trabajo peligroso y
a pesar del cuidado que ponía
el resto de dedos, el pulgar
siempre salía malparado con
cortes y heridas. Al principio
los otros dedos pedían
disculpas por su torpeza y el
pulgar les perdonaba, pero la
situación se repitió tanto que
un día el pulgar decidió no
perdonarles más, así que se
apartó del resto de dedos de
la
mano.
Al principio el pulgar iba muy
digno todo recto y separado,
pero aquella posición de los dedos era tan forzada y ridícula, que el dueño tuvo que llevar su
mano constantemente oculta en el bolsillo, donde los dedos sufrían con pena el mayor de los
olvidos.
Entonces el pulgar comprendió que todo había sido culpa suya, y pidió perdón al resto de
dedos, temeroso de que fueran a rechazarle. Pero al contrario, estos le perdonaron sin
problemas porque sabían que todos podemos equivocarnos.
Una vez amigos de nuevo, todos los dedos trabajaron juntos por demostrar al dueño que
estaban perfectamente, y en poco tiempo consiguieron volver a salir a la luz, sabedores
esta vez de que siempre deberían seguir perdonándose para no acabar en un triste y oscuro
bolsillo.
Nota: Debemos saber perdonar porque en algún momento todos no equivocamos.
Rezamos un Ave María y un gloria.
2º ciclo
Hace mucho tiempo, la mayoría de los monstruos eran seres simpáticos y golosos,
tontorrones y peludos que vivían felizmente en su monstruoso mundo. Hablaban y jugaban
con los niños y les contaban cuentos por las noches. Pero un día, algunos monstruos tuvieron
una gran discusión por un caramelo, y uno se enfadó tanto que sus furiosos gritos hubieran
asustado a cualquiera. Y entre todos los que quedaron terriblemente asustados, las letras
más miedosas, como la L, la T y la D, salieron corriendo de aquel lugar. Como no dejaron de
gritar, las demás letras también huyeron de allí, y cada vez se entendían menos las palabras
de los monstruos. Finalmente, sólo se quedaron unas pocas letras valientes, como la G y la R
, de forma que en el mundo de los monstruos no había forma de encontrar letras para
conseguir decir algo distinto de " GRRR!!!", "AAAARG!!!" u "BUUUUH!!!". A partir de aquello,
cada vez que iban a visitar a alguno de sus amigos los niños, terminaban asustándoles; y con
el tiempo, se extendió la idea de que los monstruos eran seres terribles que sólo pensaban
en comernos y asustarnos.
Un día, una niña que paseaba por el mundo de los monstruos buscando su pelota, encontró
escondidas bajo unas hojas a todas las letras, que vivían allí dominadas por el miedo. La
niña, muy procupada, decidió hacerse cargo de ellas y cuidarlas, y se las llevó a casa.
Aquella era una niña especial, pues aún conservaba un amigo monstruo muy listo y simpático,
que al ver que nada de lo que decía salía como quería, decidió hacerse pasar por mudo, así
que nunca asustó a nadie y hablaba con la niña utilizando gestos. Cuando aquella noche fue a
visitar a su amiga y encontró las letras, se alegró tanto que le pidió que se las dejara para
poder hablar, y por primera vez la niña oyó la dulce voz del monstruo.
Juntos se propusieron recuperan las voces de los demás monstruos, y uno tras otro los
fueron visitando a todos, dejándoles las letras para que pudieran volver a decir cosas
agradables. Los monstruos, agradecidos, les entregaban las mejores golosinas que
guardaban en sus casas, y así, finalmente, fueron a ver a aquel primer monstruo gruñón que
organizó la discusión. Estaba ya muy viejecito, pero al ver las letras, dio un salto tan grande
de alegría que casi se le saltan los huesos. Y mirando con ternura las asustadas letras,
escogió las justas para decir "perdón". Debía llevar esperando años aquel momento, porque
enseguida animó a todos a entrar en su casa, donde todo estaba preparado para grandísima
fiesta, llena de monstruos, golosinas y caramelos. Como que las que se hacen en Halloween
hoy día; qué coincidencia, ¿verdad?.
Nota: Entre todos podemos cambiar las cosas que no nos gustan y hacerlas más divertidas
y mejor.
Rezamos un Ave María y un gloria.
3º ciclo
La rana Renata era la mejor cocinera de los pantanos y a su selecto restaurante acudían
todas las ranas y sapos de los
alrededores. Sus "moscas en salsa de
bicho picante" o sus "alitas de libélula
caramelizadas con miel de abeja" eran
delicias que ninguna rana debía dejar de
probar, y aquello hacía sentirse a
Renata verdaderamente orgullosa.
Un día, apareció en su restaurante
Sopón dispuesto a cenar. Sopón era un
sapo grandón y un poco bruto, y en cuanto le presentaron los exquisitos platos de Renata,
comenzó a protestar diciendo que aquello no era comida, y que lo que él quería era una
buena hamburguesa de moscardón. Renata acudió a ver cuál era la queja de Sopón con sus
platos, y cuando este dijo que todas aquellas cosas eran "pichijiminadas", se sintió tan
furiosa y ofendida, que sin mediar palabra le arreó un buen sartenazo.
Menuda trifulca se armó. A pesar de que Renata enseguida se dio cuenta de que tenía que
haber controlado sus nervios, y no dejaba de pedir disculpas a Sopón, éste estaba tan
enfadado, que decía que sólo sería capaz de perdonarla si él mismo le devolvía el sartenazo.
Todos trataban de calmarle, a sabiendas de que con la fuerza del sapo y la pequeñez de la
rana, el sartenazo le partiría la cabeza. Y como Sopón no aceptaba las disculpas, y Renata
se sentía fatal por haberle dado el sartenazo, Renata comenzó a hacer de todo para que le
perdonara: le dio una pomada especial para golpes, le sirvió un exquisito licor de agua de
charca e incluso le preparó.. ¡una estupenda hamburguesa de moscardón!
Pero Sopón quería devolver el porrazo como fuera para quedar en paz. Y ya estaban a punto
de no poder controlarle, cuando apareció un anciano sapo caminando con ayuda de unas
muletas.
- Espera Sopón-dijo el anciano- podrás darle el sartenazo cuando yo te rompa la pata.
Recuerda que yo llevo muletas por tu culpa.
Sopón se quedó paralizado. Recordaba al viejo que acababa de entrar. Era Sapiencio, su
viejo profesor que un día le había salvado de unos niños gamberros cuando era pequeño, y
que al hacerlo se dejó una de sus patas. Recordaba que todo aquello ocurrió porque Sopón
había ido muy desobediente, pero Sapiencio nunca se lo había recordado hasta ahora...
Entonces Sopón se dio cuenta de que estaba siendo
muy injusto con Renata. Todos, incluso él mismo,
cometemos errores alguna vez, y devolver golpe por
golpe y daño por daño, no hacía sino más daño . Así
que, aunque aún le dolía la cabeza y pensaba que a
Renata se le había ido la mano con el sartenazo, al
verla tan arrepentida y haciendo de todo para que le
perdonase, decidió perdonarle. Y entonces pudieron
dedicar el resto del tiempo a reirse de la historia y
saborear la rica hamburguesa de moscardón, y
todos estuvieron de acuerdo en que aquello fue
mucho mejor que liarse a sartenazos.
Nota:
Debemos reconocer que todos no
equivocamos alguna vez y tenemos que perdonar. Rezamos un Ave María y un gloria.
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