Entrevista a Rosa Montero

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Entrevista a Rosa Montero
Por Enrique Gutiérrez Llamas.
 “Hay un dÃ−a en el que escribes por encima de tus posibilidades”
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Rosa Montero es una mujer que ha visto crecer a España, a Madrid, a la mujer misma. Nos habla aquÃ− de
literatura y periodismo, de la vida. De cómo ha ido sobreviviendo y viviendo.
Viste de negro y rojo. Con unas botas planas, negras y altas, brillantes y con unas rosas rojas en los laterales.
Porque es asÃ− todo ella. La definen su ropa, su voz y su pelo. Por la calle es una mujer que no llamarÃ−a
nada la atención, no es ni alta ni baja, ni tiene el pelo violeta ni camina dando saltos. Lo más extravagante
resulta ser un enorme bolso del que en un momento sacó caramelos para la garganta. Vamos, como es una
mujer cuando le gusta que le traten de tú, cariño, por favor, usted no.
Gesticula mucho con las manos, las mueve nerviosamente como lagartijas que no temen al fuego. Aunque
éstas son  manos que se han quemado, no por insensatez sino porque la vida es asÃ−, bella y oscura. Y el
mundo caótico y paradójico. Manos que han viajado mucho y que han hecho a una mujer a base de llevar
hielo en verano cuando era niña, porque su hermano no podrÃ−a hacerlo ¡qué desdoro, un hombre
llevando hielo!
Es una mujer que lucha siempre, pero ante todo es una mujer que saca sonrisas de cualquier recoveco de su
vida. Una tÃ−a sincera y con un aire rápido e inquieto. Una mujer Ã−ntegra.
-¡Qué flores tan bonitas! -dice.
Porque además de gesticular con las manos gesticula con la voz, haciéndola grave o aguda según imite a
su conocido profesor de lengua del instituto o a los periodistas que la saludaban como se saluda a un primate
cuando ella empezó en la redacción. Se sienta en la silla y se remueve, como innatamente, no por nervios;
por constitución.
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-DecÃ−a Santa Teresa que la imaginación es la loca de la casa ¿eras tú la loca de su casa?
Para nada, al contrario, era muy sensata. Tremendamente sensata. La inteligente también, me entretenÃ−a
sola y además estuve enferma de pequeña, mi hermano que es mayor hacÃ−a todo tipo de tropelÃ−as y yo
no. Es verdad que he tenido siempre, internamente, esa dualidad entre la sensatez y la racionalidad. Para mÃ−
eso es muy normal, para mÃ− el mundo es asÃ−. Pero en el exterior eso no te lo admite casi nadie, está todo
muy separado entre lo racional y lo imaginario como si fueran cosas incompatibles. Hay que tener en cuenta
también que mi infancia trascurrió en una época muy machista en la que se consideraba que la
imaginación era cosa de pájaros en las cabezas de las chicas… entonces siempre, desde muy pequeña
oculté la parte fantástica, digamos que lo dejé para la parte más secreta mÃ−a y potencié la sensata.
AsÃ− que era supersensata, supersensata… hasta que a los diecisiete años empecé a sacar los pies del
tiesto, pero también sensatamente, respecto al machismo, me pegué verbalmente mucho con mi
padre, me fui de casa, estuve dos años sin hablar con él, afortunadamente vivió lo suficiente como
para que nos volviéramos a hacer amigos otra vez.  Con esto quiero decir que me convertÃ− no en una
loca sino en una furia.
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La parte mÃ−a más secreta, la más imaginativa, la recuperé de verdad cuando empecé a escribir.
Porque es un camino de liberación, te libera de ti misma.
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-Cuentas que ya más mayor, después de la enfermedad, estuviste en un instituto donde aprendiste lo
salvaje de la vida.
 Claro, imagÃ−nate, pasé de ser una niña hiperprotegida que habÃ−a tenido tuberculosis, que llevaba
años sin ir al colegio, que cuando fue le daban papelitos de esos para no hace gimnasia, cosa que me da una
pena horrible porque yo soy una tÃ−a muy fÃ−sica y estaba como una seta directamente, pasé de esa nada
 a un instituto, que en aquella época sin total escolarización estaban muy demandados. En cuanto
abrÃ−an el plazo de inscripción tenÃ−as que ir en junio o julio a las cinco de la mañana para hacer cola y.
Si quedabas sin apuntarte no te escolarizabas a no ser que tus padres tuvieran dinero para un colegio privado.
En mi primer dÃ−a en el instituto me tiraron por las escaleras, que era el truco que hacÃ−an con los novatos.
Pero no me tiraron nunca más, y de esto me siento muy orgullosa, me han preguntado alguna vez si me
enfrenté y yo digo que no, que me escondÃ−, naturalmente, porque hay que saber sobrevivir, hay que
adaptarse a las circunstancias.
Y tengo muchos buenos recuerdos del instituto, aunque era Heavy Metal. MetÃ−an trapos húmedos en las
estufas para que humearan y nos desalojaran, tuvieron que cerrar el instituto dos meses para apuntalarlo, a una
compañera la pillaron follando con un obrero entre los puntales y la expulsaron… pero era un instituto muy
bueno.
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-Algo he oÃ−do de Gerardo Diego…
Entraba con una ayudante que le llevaba los cuadernos y que iba temblando porque él era un verdadero
déspota. à l nos pedÃ−a que lleváramos un cuaderno cada una e hiciéramos una redacción. Entonces
llegaba el tÃ−o y sin decir ni palabra se sentaba. Llamaba a una alumna que llegaba temblando y mirando con
miedo, entonces él cogÃ−a el cuaderno, lo tiraba, se levantaba para patearlo furioso, y la niña llorando
claro, porque él era asÃ− .
Pero tengo una buena anécdota de él, en los primeros cuatro años, en esas clases de noventa niñas,
donde la única que leÃ−a era yo y eso que dicen que se lee muchÃ−simo menos ahora, qué risa, ¡se lee
mucho más! Bueno pues yo tenÃ−a una facilidad para la escritura, como todos los que nos dedicamos a esto,
yo en la clase de Gerardo Diego escribÃ−a mucho mejor que mis compañeras que normalmente no
escribÃ−an nada. Entonces en la primera redacción me puso un diez, pero claro con esa edad yo tenÃ−a el
prurito de escribir y el orgullo de escribir y el afán de tener un estilo. Entonces ponÃ−a copulativas
después de punto y coma, un error que se supone gramatical y que sigo haciéndolo porque me gusta
mucho la puntuación y la cuido mucho, es increÃ−ble lo fiel que es uno a sÃ− mismo. Pues él me llamaba
la atención por eso, en la primera redacción bien, en la segunda me lo señalaba con más rojo y me
bajaba la nota, en la siguiente ya me tachaba todo y me ponÃ−a ceros en todos los parciales y me tachaba
todo el ejercicio; y tuvimos esa pelea todo el curso y yo seguÃ−a poniéndolo y al final me puso
matrÃ−cula de honor.
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-Más adelante, en la universidad y cursando dos carreras, entraste en el mundo del teatro. Eran unos
años especialmente significativos en ese campo.
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SÃ−, eran los años de la premuerte de Franco, un momento muy curioso porque el paÃ−s real no tenÃ−a
nada que ver con el oficial, era como si el paÃ−s real fuera por otro lado con la vida y en el paÃ−s oficial lo
único que ocurrÃ−a era que te podÃ−an meter en la cárcel, eso era lo único: la carencia de derechos.
Entonces hubo una explosión de teatro independiente y yo que habÃ−a empezado periodismo, que habÃ−a
empezado psicologÃ−a y letras, que trabajaba como periodista desde el primer año, me metÃ− a hacer
teatro pura y simplemente porque eran los más modernos ¡porque eran los más divertidos, los más
modernos, los underground e independientes! Efectivamente llevaban una vida genial y vivÃ−an en comuna y
fumaban porros. Me metÃ− a hacer teatro y estuve cinco años haciendo teatro con ellos porque me
encantaba, además era una vida muy graciosa
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-¿Cómo era aquella Rosa underground?
A España llegó todo pero menos: el hipismo, la psicodelia, lo que pasa es que nos afectaba a muy pocos.
Ahora cuando veo a los grupos esos enormes de punkis con agujeros por todas partes, sentados con las
greñas puestas como para dar susto me acuerdo de que yo era igual, sin los clavos, pero exactamente igual,
porque también nos agrupábamos. Me acuerdo de un verano que me dio por caminar descalza en Madrid
¡en Madrid, que te abrasas los pies! Iba también con la cara pintada de flores y con las trenzas
larguÃ−simas, luego me calzaba y me iba a hacer entrevistas.
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-¿Crees que alguna vez has tenido alguna dificultad añadida por ser mujer? Sobre todo en
aquellos
años.                                         Â
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Es difÃ−cil responder a esa pregunta porque no tienes con qué compararlo. Cuando has nacido en una
sociedad muy machista, cuando has vivido esa sociedad tremendamente machista y has estado rompiéndote
los cuernos desde el principio es muy difÃ−cil hacer un cálculo de qué es lo que ha sido más difÃ−cil
por ser mujer, es muy difÃ−cil de contestar cuando se mira desde dentro. Empezando porque yo era esa
niña superprotegida, que estaba en la cama y estaba malita, y tengo solo un hermano que tiene cinco años
más que yo, una niña que cuando empieza a salir de la cama tiene diez años, una niña pequeñita con
las manos delgaditas. Pero habÃ−a que ir a buscar hielo en verano, con un cubo con un asa de hierro y con un
trozo de hielo picado dentro ¡y tenÃ−a que ir yo! ¡TenÃ−a que ir yo que volvÃ−a con la mano hinchada!
Porque mi hermano no podÃ−a ir con hielo por la calle, ¡qué desdoro! Eso era una de las cosas que me
hacÃ−an tener una conciencia feminista con diez años porque aquello era ilógico, era insensato y yo era
muy sensata. Yo pensaba pero ¿cómo es posible? ¡es que no lo entiendo!. Bueno pues como eso, todo
¡todo era asÃ−!
Luego, cuando me hicieron redactora jefa del suplemento dominical pasaban los compañeros por las peceras
tÃ−picas de las redacciones y me saludaban ¡como si fuera un mono! Y estoy hablando de 1980. Les
aguantabas. Ha cambiado mucho, muchÃ−simo la sociedad.
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-Dices al comienzo de La loca de la casa que tu primer volumen estaba lleno de erratas. ¿Hasta qué
punto persiguen las erratas a un escritor?
Mi primer libro, afortunadamente, no existe ya, se llamaba España para ti, para siempre que salió en el
75, era un libro de entrevistas. Lo que pasa es que estaba lleno de erratas porque era una editorial de mierda y
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me dieron unas pruebas que yo no sabÃ−a corregir. El problema fue que las corregÃ− como corregÃ−a mis
artÃ−culos, nadie me dijo que habÃ−a que hacer una señal  en el margen. Entonces las mandaron a
imprenta y no corrigieron ni una errata. Era un libro alucinantemente desastroso. La verdad, cada vez hay
menos erratas con las nuevas tecnologÃ−as, que han mejorado un montón porque antes te picaban los textos
sin que se enteraran de lo que estaban leyendo. Las que hay ahora son erratas graciosas, una vez por ejemplo
salió una columna que de tÃ−tulo tenÃ−a tÃ−tulo,  porque era el lugar que el menú informático dejaba
para el titulo, y a nadie le extrañó porque a nadie le extraña nada.
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-En cambio ¿qué fue lo que ocurrió con Crónica del desamor y su retirada?
Bueno, es una novela a la que le debo mucho y que salió por casualidad. Yo siempre he escrito, es muy
común que los novelistas escriban desde pequeños, muy común, lo más normal. Yo escribo desde los
cinco años, he encontrado algunos de esos hace poco, habÃ−a escrito muchos cuentos y principios de
novelas. En ese momento yo habrÃ−a seguido escribiendo y hubiera acabado publicando, pero no en ese
momento,  quizá siete u ocho años más tarde por lo menos. Por eso, cuando salió, El PaÃ−s nos
lanzó al estrellato a unos cuantos periodistas, y una editorial superpequeña, que se llamaba Debate y que
ahora es muy grande, contactó conmigo y me pidió un libro de entrevistas feministas, yo dije que sÃ−
porque cuando eres colaborador dices que sÃ− a todo normalmente. Firmé un contrato y me dieron
veinticinco mil pesetas, que era poquÃ−simo, y me las gasté. Pasaba el tiempo y yo hacÃ−a muchas
entrevistas para El PaÃ−s. Me di cuenta que me aburrÃ−a que me mataba hacer un libro de entrevistas y
además feminista, lo que restringe el campo. Entonces les llamé y les dije que podÃ−a hacer una novela,
que yo tenÃ−a siempre una novela empezada.
Y el libro salió, pero era consciente de que estaba muy lejos de lo que yo querÃ−a hacer en literatura. Por
eso lo llame crónica, porque no me atrevÃ−a a llamarlo ni novela, me parecÃ−a muy precario. Pero tuvo un
éxito impresionante. Antes no se hacÃ−an giras ni ibas a la televisión ni nada por el estilo, el editor iba a
sacar tres mil ejemplares y en un acto de locura decidió sacar cinco mil. Yo le dije que bueno, que se los iba
a comer con patatas. Resultó que se vendieron más de treinta ediciones, hasta que yo decidÃ− que no iba a
querer reeditarlo más porque es un libro muy precario, tremendamente juvenil.
Pero me ayudó mucho, porque me dio esa seguridad, esa especie de seguridad que necesitas para seguir
escribiendo porque escribir narrativa es una cualidad muy incierta y muy rara, muy poco objetivable en cuanto
a su valor. Consiste en sentarte en una esquina de tu casa cerca de tres años con cada novela y dedicarle
horas y horas, meses y años, dedicándote a inventar mentiras, pensando ¿tiene algún sentido hacer
esto? ¿le interesará a alguien? Es una pregunta que siempre te la planteas. El hecho de que esa novela se
vendiera tanto me dio mucho ánimo para seguir escribiendo, asÃ− que le debo mucho.
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-Sin embargo ahora se ha reeditado…
Lo que ha pasado es que durante esos años en los que no la reeditaba iba a la feria del libro y siempre
venÃ−a algún lector preguntándome por la crónica del desamor o alguien, que me sacaba de quicio, y que
me decÃ−a que era ese el libro que más le habÃ−a gustado. Ante eso pensaba que yo habÃ−a aprendido a
escribir mucho mejor. Por eso oyendo a la gente y a veces a hijos de la gente pensé que el libro se habÃ−a
ganado el indulto de alguna manera. Que no serÃ−a un libro bueno literariamente, pero sÃ− era un libro
contextual y que reflejaba una época, por eso decidÃ− hacer una edición pequeña y no hacer
promoción cuando se cumpliera el aniversario, como regalo de cumpleaños.
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-Dentro del periodismo ¿Cuáles son los momentos qué más adrenalina te han
dado?                                              Â
No son solo momentos históricos, depende de que estés allÃ− y de que lo estés viviendo o no. A veces
estás haciendo trabajo de periodista y estás pensando qué privilegio tengo, joder, qué privilegio. Me
ha pasado a lo largo de todos los años, más de una vez, decir: no me puedo creer que tenga el privilegio
de estar haciendo algo asÃ−, como por ejemplo cuando está cayendo el muro de BerlÃ−n y estar allÃ−
antes y después y estar hablando con la gente, porque no eres un turista que pasa por allÃ− y que se te cae
el muro. No. Es que estás allÃ− y estás hablando con todos los actores de ese momento en primera lÃ−nea,
es impresionante, es como meter la mano en la herida de la historia. La caÃ−da de la URSS o , aunque no sea
un momento histórico, ir al Polo Norte cuando se creó el Estado de Nunavut, que es el estado de los
esquimales, que no se llaman esquimales, se llaman inuits. Pues hice un reportaje sobre ellos, estuve allÃ− un
mes, hablando con ellos, qué maravilla. No siempre hay que viajar, una de las veces que me sentÃ− más
agradecida en este trabajo fue cuando fui a hacer una entrevista a un antiguo asesino del GRAPO. Fue un
tÃ−o que se metió en el GRAPO con dieciocho años y en cuatro meses asesinó a doce personas. Lo
detuvieron y lo condenaron a un marrón de muchÃ−simos años. El GRAPO es un grupo con una estructura
muy ideologizada dentro de las cárceles, un grupo muy fanático. à l estaba dentro de esta estructura, le
tenÃ−an comido el coco, pero empezó a pasar el tiempo, pasó quince años dentro de la cárcel y el tÃ−o
empezó a evolucionar. Lo que suponÃ−a salirse de todo apoyo dentro de la cárcel, salirse de la estructura,
que los demás miembros de la banda dejen de estar a tu lado y que el resto de presos no te perdonen el haber
matado a cuatro personas, hizo un viaje jodido. Y escribió un libro, que se llamaba El tazón de hierro,
hablando de ese camino, de cómo se puede llegar a un fanatismo que mata, de cómo pudo matar a sus dos
primeras vÃ−ctimas e ir a celebrarlo con pasteles y champán. à l sacó el libro cuando estaba en el penal
de Burgos y yo me fui a hacerle una entrevista. Me permitieron entrar y estuve toda la tarde allÃ− con él.
Me sentÃ− muy privilegiada de poder estar toda la tarde hablando con ese hombre sobre el mal, sobre ese
corazón oscuro que tenemos todos dentro. Sobre ese infierno de oscuridad que llevamos todos dentro y
¡qué privilegio poder hablar de eso con alguien que ha estado allÃ− y que ha salido y me lo puede
explicar! Me pareció increÃ−ble… esas cosas las da el periodismo. Es muy bonito y a veces muy coñazo y
muy desesperante .
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-¿Qué supone hoy en dÃ−a tener una columna en la última de El
PaÃ−s?                                         Â
Un privilegio de la pera. El espacio mediático es lo más caro que hay en el mundo, todo el mundo mata por
tener uno. Se hace de todo por tener uno y yo tengo un espacio privilegiado. Me siento en deuda por ello. Los
medios de comunicación son un espejo en las sociedades democráticas de la vida real, de la sociedad, pero
asÃ− como los espejos no recogen todo, los medios de comunicación tampoco. Entonces hay situaciones y
gente que no llega a ser visible nunca. Yo creo que hay que tener una especial predisposición, un especial
oÃ−do y una especial atención para llegar a esos susurros sociales, a esa gente a la que le cuesta llegar a los
medios de comunicación. Es algo que intento mantener. Siento cierta responsabilidad hacia ellos.
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-¿Qué tienen los lagartos? Son hasta portada de tus
libros…Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â
Me gustan, bueno, me gustan todos los animales, pero los lagartos me parecen maravillosos porque son como
dragones infantiles, pero de verdad, como dragones de hadas, pero de verdad. O como dinosaurios
pequeños, son maravillosos. Será por ese gusto que tengo por los animales por lo que salió el animal de
“Instrucciones para salvar el mundo” que es una lagartija, el que tengo tatuado en el brazo (lo enseña) es
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una salamandra. Además las salamandras son animales mÃ−ticos, que se supone que si los echas al fuego no
se queman. Es mentira. Pero es otro mito como el ave fénix; un mito de regeneración. Hay montones de
mitos de regeneración en todo el mundo porque el ser humano tiene una capacidad de adaptación y de
regeneración increÃ−ble, como nadie. Por eso hay tantos mitos de regeneración. A mÃ− me encanta como
idea, esa idea asombrosa, y que es verdad, porque lo he visto a lo largo de mi vida, de que la gente cuando
está hecha un moco es capaz de levantarse del suelo. Esa idea me gusta mucho. Es además el papel de la
lagartija de mi novela.
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-Siempre has mantenido que los premios son para escritores noveles, sin embargo ahora lo ves desde el
otro lado, como
jurado…Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â
SÃ−, depende de qué premios. Para los noveles son buenos los comerciales aunque yo me presenté a
uno, entre otras cosas porque me lo dijo Carmen Balcells y porque necesitaba un salto de visibilidad. Los
premios comerciales son aquellos que dan las editoriales a manuscritos no editados y que potencian el libro y
la editorial. Hay algunos limpios, otros no tan limpios,  o no tan limpios algún año porque mundo es
complejo, caótico, confuso, paradójico y grotesco en muchas ocasiones. Estos premios deberÃ−an servir
para sacar a gente nueva, pero la verdad es que casi nunca es asÃ− porque forman parte de ese tinglado
comercial. Casi nunca. Este año acabo de ser jurado, por segunda vez, del premio biblioteca breve de Seix
Barral, se lo hemos otorgado a un libro “apelotante” de un escritor argentino que yo no conocÃ−a, y eso que
conozco bastante ese mundo. AquÃ− no lo conoce nadie. Se llama Guillermo Saccomanno, y la novela El
oficinista
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-Comentas que escribir es como bailar, pero que en ocasiones es como picar
piedra.              Â
Es como bailar cuando se te da bien, y se te da bien pocas veces. Como decÃ−a Picasso: que la inspiración
te pille trabajando. Los que escribimos narrativa, ficción, somos los obreros de la literatura y me siento muy
orgullosa de esa actividad febril y machacona. Escribir es mayoritariamente picar piedra, la mayor parte del
tiempo te tienes que arrastrar a la mesa, porque te atrancas y otro dÃ−a, y otro dÃ−a, y no te sale y pasan
dÃ−as y semanas, hasta que de repente un dÃ−a te sale y empiezas a escribir mejor de lo que sabes escribir.
Escribes por encima de tu conocimiento. Escribes cosas que no sabÃ−as que sabÃ−as, y ahÃ− es cuando
empiezas, cuando vuelas, cuando bailas.
Yo soy de una generación en la que no se bailaba agarrado, el caso es que las pocas cosas que he bailado
agarrada y me piso y se me da mal. Pero hay veces que bailo agarrada y que no me piso y que funciona y
entonces piensas Uy, que bien me está saliendo, en la próxima seguro que pierdo el ritmo y ¡uy! Otra
vuelta más sin que me pisen. Pues eso es lo que pienso cuando escribo y voy bien no puede ser, no puede ser
que vaya tan bien. Y sigues y sigues volando en esa cosa que es el vuelo de la escritura. Y luego ya, pues se
acaba y te pisan o te pisas.
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-Si te nombro enanos, cicatrices y dedos
mutilados…Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â
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Son los fantasmas del escritor, forman parte de su inconsciente. Forma parte de cómo se hace una novela,
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del lugar de donde salen los sueños que forma parte también del inconsciente, obviamente. Los fantasmas
del escritor son situaciones repetitivas que aparecen muchas veces en las novelas y de las que el escritor
muchas veces no es consciente. Muchas veces le puedes decir oye ¿tú has visto que en tus novelas sacas
siempre un barquito echando humo? y puede que el escritor te responda ah pues no y luego resulta que su
última novela se titula El Titanic, es algo que no controlas. Entonces vas descubriendo tus fantasmas, o te los
van descubriendo otros o muchas veces es obvio. Yo me di cuenta de que tenÃ−a una obsesión con los
enanos al acabar de escribir Bella y Oscura donde la protagonista es una enana, entonces ya era muy evidente.
Luego ya fui consciente de algunos otros, como que mis personajes tienen una tendencia preocupante a perder
dedos o manos, que no quiero saber lo que pueda significar. Luego hay otro fantasma menos claro que son las
ballenas, curiosamente. Hay alguno más, y muchos que no conozco, de esos, montones.
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-En una entrevista a Margaret Tatcher aludes a un momento en el que ella ganó un premio a los nueve
años y dijo no es suerte, es que me lo merezco. En alguna ocasión has dicho de ti misma que has
tenido suerte. Entonces te hago la pregunta contraria ¿ha sido suerte o ha sido
trabajo?                                             Â
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No creo en la suerte. Más bien, creo en la mala suerte. La buena suerte no se gana, lo que pasa es que hay
gente que se lo trabaja y luego sale a la calle y le atropella un camión. Eso es más claro que la buena suerte.
Que la mala suerte existe está más claro que el agua. Pero en la suerte en sÃ− no creo. La vida es mucho
esfuerzo y se lo tiene que currar uno.
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-Historia del rey trasparente está ambientada en el siglo XII, dices que fue una época en la que se
empezaban a vislumbrar algunas luces, pero finalmente fueron derrotadas por las
sombras.                                            Â
No fueron vencidas del todo, mi teorÃ−a fue que el verdadero renacimiento empezó en el siglo XII, el
renacimiento cultural y social, el comienzo de la individualidad moderna, el de los derechos de los hombres,
el comienzo de la noción de la libertad tal y como la concebimos hoy, la creación de las ciudades, la
creación del tiempo. Ese fue el renacimiento, lo que pasa es que fue aplastado por la reacción. Entonces
todo cambio de ese calibre, aunque es aplastado, altera, cambia o influye al verdugo también. Los restos
de ese naufragio fueron el renacimiento, lo que hoy llamamos renacimiento. Una consecuencia del siglo XII,
que realmente fue siglo y medio.
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-Y sigue ocurriendo
hoy…Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â
ÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂ
Hay una lucha entre la luz y la oscuridad muy acusada, un salto hacia adelante enorme en muchos sentidos,
por ejemplo una tendencia a las supranacionalidades que me parece absolutamente maravillosa, porque por las
naciones y por esos pedazos de trapos llamados banderas se han hecho infinitas degollinas en el mundo. Esta
tendencia a las supranacionalidades me parece verdaderamente liberadora y progresista, en el sentido de
progreso. Las nuevas tecnologÃ−as suponen también una herramienta que puede producir y que está
produciendo un cambio democratizador del conocimiento mucho más grande que el de la imprenta, que tuvo
ya unos efectos impresionantes. El laicismo y el sistema democrático, que sin duda es el menos malo, está
extendiéndose en el mundo, sobre todo en los últimos cincuenta años en los que ochenta paÃ−ses han
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entrado en procesos de democracias o de protodemocracias, en sistemas de diferenciación entre lo religioso y
la potenciación de lo civil, sistemas que pueden preservar una vida más o menos justa y libre. Eso sin
contar también con el respeto a las minorÃ−as, el sexismo, el racismo ha sido puesto en cuestión... Todo
eso está, pero los cambios han sido tan grandes, tan bruscos que han sido en algunos casos como un
péndulo que se ha movido de ese cambio hacia una reacción de las tinieblas más tenebrosas. Frente al
supranacionalismo hay una vuelta al nacionalismo más patriochiquero y más miserable, como ocurrió
en la antigua Yugoslavia y en otras partes. Frente al laicismo y la democracia está el anhelo del fanatismo
religioso y la tiranÃ−a religiosa y de la ley y de las diversas leyes divinas, y asÃ− todo. Hay ahÃ− una lucha
muy parecida a la de los siglos XII y XIII.
-Cuando editó esa novela dijiste que tenÃ−as más potencia en las manos y más libertad en la cabeza
¿qué es lo que da estas
cualidades?                                           Â
Pues ser vieja (rÃ−e). La novela es un género de madurez, si veo los escritores que me gustan más y sus
novelas que más me gustan son obras cada vez más de su madurez, antes me gustaban más las obras
escritas que escribÃ−an entre los cincuenta y los sesenta y ahora pongo ese listón más arriba, según voy
creciendo. Vas aprendiendo, es un camino que te hace más libre internamente, de tus propios prejuicios,
de tus miedos, de la mirada de los otros, algo que cuesta mucho. A medida que vas escribiendo adquieres esa
libertad interior, aprendes a dejarte atravesar por tus novelas, no a dirigirlas tú. Es algo revelador, es
aprender carpinterÃ−a, aprender a hacer mesas. Un carpintero la primera pata torneada que hace pues le sale
una birria, pero cuando lleva treinta años haciéndolas seguro que las hace mejor.
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-¿Qué tal las promociones?
Las detesto, las odio verdaderamente, son como lo que decÃ−an en los pueblos primitivos de que las
imágenes y las fotos te roban el alma, pues bueno, lo que te roba el alma de verdad son las promociones.
Repetir todo el rato lo mismo hace que las cosas que son importantes para ti las conviertas en basura al final,
te suenan a mentira, y la verdad es que es horrible. Es una cosa un poco enloquecedora, porque te salta la tapa
de los sesos. Es un poco como los rayos x, se van acumulando, cada promoción es peor. Entonces decidÃ−
con el antepenúltimo libro bajar mucho el listón, y con el último decidÃ− no hacer la gira
latinoamericana, que solÃ−a hacer,  como si fueras un rockero. Y he dicho: se acabó. No más. Por eso
bajo muchÃ−simo el listón. Si en el anterior promocioné cien he pasado a diez. Y asÃ− va a ser.
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-En un artÃ−culo hace poco hablabas de la discriminación en los Juegos OlÃ−mpicos. En España
está dejando de pasar algo parecido en la RAE, ya que entró Puertolas el otro
dÃ−a…Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â
El sexismo existe en gran parte del mundo, piensa en la ablación, en los talibanes. También existe  en
menor medida incluso en los paÃ−ses industrializados, pero es impresionante lo que ha cambiado en tan poco
tiempo. Somos generaciones que estamos cambiando el mundo, tenemos que recordar que las mujeres no
votaron hasta casi mediados del siglo pasado en Francia después de la II Guerra Mundial. No
podÃ−amos ir tampoco a las universidades, en España eso no ocurrió hasta 1911. Hemos cambiado el
mundo. Pero cuanto más te acercas a los núcleos de poder, más impermeables son. Por ejemplo en los
consejos de administración de los bancos, en su cúpula está Ana BotÃ−n y ya está. Hay una reticencia a
dejar ese sesgo sexista. También diversos organismos mantienen cierto poder formal  son más
resistentes, como la Academia. Cada vez habrá más mujeres. Lo normal será que acabe habiendo
normalidad. Me gustarÃ−a que hubiera más mujeres en la Academia y más mujeres en los bancos. Eso
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me gustarÃ−a más, más mujeres en los bancos.
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-Si alguna vez tuvieras la oportunidad de cambiar las
cosas…Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â Â
Hombre, creo que ya la tengo, la tengo todos los dÃ−as, toda mi vida.
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Y la entrevista se acaba y ella se va. Se despide con un abrazo, tal y como saluda. Erguida, con su propia
historia a cuestas, con un cubo de hierro cargado de entrevistas, crónicas, artÃ−culos, reportajes, novelas… y
folios en blanco.
Con su nombre en las botas y una salamandra en el brazo.
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