CORPORACIÓN JURIDICA LIBERTAD LA IMPUNIDAD COMO SOPORTE DE LA GUERRA Y LOS MEGAPROYECTOS EN EL CHOCÓ En los municipios del Urabá antioqueño y chocoano a mediados de la década de los ochenta la Unión Patriótica inició como en gran parte del país su acción política por las vías electorales y también en ésta región sus dirigentes se vieron afectados por la continúa acción de exterminio, tal como lo conoce la historia nacional. En esa época, simultáneamente los hermanos Fidel y Carlos Castaño empezaron a adquirir tierras o mejor a despojar a los campesinos, tanto en el Urabá como en el Norte del Chocó para dedicarlas al recreo, el turismo y la ganadería extensiva. Hasta 1996 en el municipio de Riosucio, militantes de ese partido político aún eran elegidos para la Alcaldía y Concejo municipal. El 20 de diciembre de ese año se presentó la primera incursión paramilitar a esa localidad provocando hondas repercusiones en la vida de sus habitantes al configurarse un modelo de control social, político y económico altamente criminal y autoritario que contó con la participación activa de la policía, la Fuerza de Tarea Chocó y la XVII Brigada del Ejército. Esta dinámica se desplegó por las cuencas de los ríos Salaquí, Truandó, Jiguamiandó, Cacarica, Pavandó, Perancho, Murindó a través de la Operación Génesis originando el mayor éxodo de comunidades negras y mestizas del Chocó. Paulatinamente fueron penetrando por el río Atrato hasta controlar a los pobladores, los alimentos, las medicinas, el transporte de esta importante arteria fluvial. En la zona sur del departamento del Choco, desde 1995 con el Batallón Cacique Nutibara y los paramilitares del Suroeste antioqueño se creaban las condiciones para imponer el destierro de cientos de campesinos e indígenas por medio de la masacre, la desaparición forzada, la tortura, los asesinatos selectivos. Igual aconteció con los pobladores de los municipios del litoral Pacifico y la zona del Baudó. Estos antecedentes los traigo a la memoria por que explicar la crisis humanitaria y de derechos humanos en el país y en especial en el Chocó pasa por develar como antecedente la doctrina de Seguridad Nacional y la lucha contrainsurgente que ha habilitado la ampliación de facultades exorbitantes a las Fuerzas Militares y la extensión de la potestad coercitiva a particulares, configurándose desde la legalidad la estrategia paramilitar. Sobra recordar las distintas normas que mediante el estado de sitio o la conmoción interior, leyes o la reforma que se intentó a la Constitución han desarrollado la concepción del enemigo interno y la guerra de baja intensidad proponiendo la guerra sucia y el exterminio de amplios sectores de la población calificada como base social de la guerrilla con abierto compromiso institucional. En el Chocó y lo dice la voz del pueblo, el paramilitarismo ha estado ligado a la basta militarización de la zona y sus víctimas han sido señaladas y estigmatizadas de ser colaboradoras o auxiliadoras de los grupos guerrilleros. Paralelo a la agresión a la población, a las organizaciones sociales y a la Iglesia, se ha auspiciado un modelo de desarrollo excluyente, basado en la explotación irracional de los recursos naturales y la implementación de megaproyectos económicos benéficos exclusivamente para una minoría nacional y extranjera. La consolidación de ese modelo de desarrollo y el control político necesario para imponerlo, ha estado precedida de la vulneración sistemática de los derechos humanos. En el Chocó la situación de violencia se agravó en el año de 1996. En esa época se impulsó la militarización del Urabá Chocoano y como complemente de ello, se desplegó el accionar paramilitar que persiste hasta nuestros días. Lo anterior, agudizado por la presencia guerrillera de vieja data en la región. La secuencia sistemática de crímenes en el Chocó contra la población afrodescendiente e indígena, y el desplazamiento masivo y forzado al que se ha visto sometida la población no ha arrojado efectivas investigaciones penales por parte del órgano jurisdiccional que dimensionen la tragedia humana vivida en esa región y satisfagan los deberes internacionales de prevención e investigación, que abarcan todas aquellas medidas de carácter jurídico, político y administrativo que propendan por la salvaguarda de los derechos humanos y que aseguren que las violaciones a los mismos sean efectivamente tratadas y consideradas como un hecho ilícito. De allí nace para los Estados el deber de investigar que ha de ser cumplido con seriedad y no como una simple formalidad. La normatividad internacional bien ha recogido un amplio legado del ius cogen cuya obligatoriedad para el Estado Colombiano no se puede objetar. La tipificación en tratados y convenciones de los crímenes de lesa humanidad y de guerra y la amplia jurisprudencia internacional son abiertamente inaplicados en el país; aunque si bien con la expedición de la Ley 742 de 2002 que ratificó el Estatuto de la Corte Penal Internacional se dio un paso significativo en materia legislativa, el aparato judicial lo desconoce para efectos de iniciar investigaciones penales que dimensionen la sistematicidad de los crímenes. Este deber es incumplido frente a los delitos en particular, más cuando se trata de hechos masivos y a gran escala que afectan a la población civil o a un sector de ella. En efecto, la investigación penal por una de las primeras incursiones paramilitares, ocurrida el 20 de diciembre de 1996 en el municipio de Riosucio sólo permitió el juzgamiento de un único partícipe, sin que se haya avanzado respecto de otros coparticipes y determinadores. Porqué no se ha judicializado a Carlos Castaño o a José Alfredo Berrio alías el “Alemán”, si como lo confesó el paramilitar Carlos Alberto Bonilla Gutiérrez1[1] lideran la estructura paramilitar que acometió la incursión y la desaparición forzada de que fueron víctimas varios pobladores de esa localidad?. Sin embargo, sólo frente a su propia responsabilidad penal se pronunció la Fiscalía, hasta que fue asesinado en la Cárcel Modelo de la ciudad de Bogotá el 28 de octubre de 2001. Tampoco en esta actuación penal se indagó por la responsabilidad penal del Coronel Paulino Coronado Games, denunciado por aquel como uno de los promotores de esa arremetida. La incursión paramilitar a Vigía del Fuerte y Bojayá el 22 de mayo de 1997 que consolidó el control paramilitar en el Medio Atrato bajo el auspicio de la Policía y la Armada Nacional tampoco se investigó y aún pasados tantos años el hecho se encuentra en averiguación de responsables, no obstante las constantes denuncias, pronunciamientos, comisiones de observación internacional y de verificación de entidades estatales, que advertían ese control como un hecho notorio. La defensoría del Pueblo, a raíz de la Comisión al Medio Atrato llevada a cabo en septiembre de 1998 puso en conocimiento del Fiscal General de la Nación la ocurrencia 1[1] Expediente radicado en la Unidad Nacional de derechos humanos de una serie de hechos criminales que detalló en un informe adjunto, advirtiendo la realización de conductas punibles susceptibles de ser investigadas penalmente. La misma solicitud fue reiterada en octubre de 2001 sin que al respecto, la Fiscalía adelante las averiguaciones penales pertinentes. La detención de José Rafael Moreno Hinestroza conocido con el alías de Andrés, puso en evidencia la operatividad de los paramilitares en la ciudad capital de Choco en el año 2000, así como identidad de algunos autores en el asesinato de Iñigo Eguiluz y Jorge Luís Mazo2[2]. La judicialización de esas actividades y personas no se conoce y si en cambio actúan en la zona sin mayores restricciones o controles no obstante la fuerte presencia de Fuerza Pública. Es de resaltar que éste declarante denuncio abiertamente al paramilitar alias “el Brujo”, contra quien no se adoptó ninguna medida judicial y posteriormente intervino en los hechos de Bojayá ocurridos el dos de mayo de 2002, al igual que el exalcalde Wilson Chaverra3[3], sin que frente a ellos exista alguna investigación por sus acciones criminales. Para la Fiscalía ha sido claro que la Diócesis de Quibdo y las organizaciones sociales del Chocó han insistido en la necesidad de que se actúe eficazmente en contra de la Impunidad, en este caso particular y en relación con todos los delitos ocurridos en el Medio y Bajo Atrato por parte de la estructura paramilitar liderada por Carlos Castaño y José Alfredo Berrio hoy mas conocida como el Bloque Élmer Cárdenas4[4], que sin lugar a dudas ha contado con la complacencia de servidores públicos de diversa índole en su libre accionar dentro del territorio chocoano, y quien a la postre, han sido los determinadores de estos hechos. No nos asiste duda, de la responsabilidad de miembros de la Fuerza Pública, en la ejecución de muchos de estos crímenes y sin embargo, las formas de realización de las conductas punibles, por acción u omisión en relación con éstos no han sido lo suficientemente investigadas, omitiéndose la práctica de pruebas que al respecto permiten inferir ese tipo de compromiso penal. Las acciones de la insurgencia también han sido motivo de diversos pronunciamientos y denuncias públicas en todos estos años. Los hechos ocurridos en mayo de 2002 en Vigía del Fuerte y Bojayá, también lo fueron, y debieron dar lugar al adelantamiento de serias investigaciones para dar con los responsables. Pero vemos con onda preocupación que se hayan escindido los hechos y parte de las averiguaciones estén siendo conocidas por autoridades militares. Por su parte la Fiscalía sólo investiga el compromiso penal de los guerrilleros, desconociendo la responsabilidad en los mismos que como lo determinó la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en mayo 20 de 2002 le cabe a los paramilitares y a los miembros de la Fuerza Pública. A este respecto cabe señalar que por las denuncias formuladas por la Diócesis de Quibdó en esta época fue investigado el 2[2] Ambas muertes se produjeron por un ataque de los paramilitares a una Comisión Humanitaria de la Diócesis de Quibdó y la Organización Internacional Paz y Tercer Mundo ocurrido el 18 de noviembre de 1999 y las víctimas eran un cooperante español y un sacerdote. 3[3] En el informe de Observación de la Oficina en Colombia del Alto Comisionado para los derechos humanos de Naciones Unidas presentado el 20 de mayo de 2002, señaló que estas personas habían hecho parte del grupo paramilitar que había ingresado a Vigía del Fuerte y Bojayá desde el 21 de abril de 2002 y que mereció las alertas tempranas de la Diócesis de Quibdó y la Defensoría del Pueblo. 4[4] Cuando ingresaron a la zona en 1996 se hacían llamar autodefensas de Córdoba y Urabá o autodefensas unidas de Colombia. Sacerdote Albeiro Parra Solís por queja instaurado por el General Mario Montoya Uribe, Comandante de la Cuarta Brigada del Ejército. Por otro lado, el órgano judicial promueve eso sí las investigaciones penales contra los pobladores de la zona en procedimientos violatorios de las garantías sustanciales y procesales, acusándolos del delito de rebelión, sometiéndolos a privaciones de la libertad prolongadas por fuera de su entorno social y familiar, todo ello con fundamento en la aplicación de la política de reinserciones y beneficios económicos y jurídicos. El recrudecimiento de la violencia en las zonas rurales del Bajo y Medio Atrato en razón de los combates entre guerrilla y paramilitares, éste último contando con el soporte de la Fuerza Pública para el abastecimiento de combustible, alimentos, el traslado de heridos5[5] y el abusivo control desde las cabeceras municipales a la población por parte de la policía y la Armada nacional, obstaculizando el ingreso de alimentos, medicinas, de las personas residentes en las áreas rurales por regla general no son investigados penal ni disciplinariamente. Menos aún se inician acciones penales en la justicia ordinaria por las ejecuciones extrajudiciales de campesinos a quienes muestran como guerrilleros dados de baja en combates, que se tramitan por la justicia penal militar. Recientemente se conoció que José Alfredo Berrío Alias el Alemán se encuentra en conversaciones con el Alto Comisionado para la Paz con el objeto de desmovilizar a sus 2000 hombres en un proceso alterno al de Santafe de Ralito, exigiendo que “el gobierno contenga a los grupos guerrilleros, el narcotráfico y combata la pobreza de los pobladores de esta región”6[6], proponiendo un proyecto de alternatividad social (Paso). Muy seguramente se aceptará la instalación de la mesa de dialogo, pero igual a lo que está aconteciendo con los otros grupos paramilitares se cerrarán las puertas para la verdad, la justicia y la reparación, entre otras cosas, por cuanto resulta imposible pensar que los pobladores sometidos durante tantos años al terror y la barbarie que ocasionan los innumerables crímenes cometidos y las practicas abominables que impusieron, se expongan a contar la verdad. Esta carencia absoluta de interés del Estado en el esclarecimiento de los hechos y la sanción a los responsables, se pone en evidencia nuevamente con la propuesta gubernamental de perdón y olvido para la crímenes cometidos por las estructuras paramilitares y la expedición del nuevo código de procedimiento penal, que en su artículo 531 extingue la acción penal por los delitos que se encuentren en investigación previa, en los cuales hayan transcurridos cuatro años desde la comisión de la conducta. Lo cual es aplicable para todas aquellas investigaciones que se debieron iniciar por el desplazamiento forzado, la desaparición forzada, entre otros, y que ya por virtud de la ley están prescritos. La demanda de Verdad, Justicia y Reparación está hoy en cuestión por la apuesta a favor de la impunidad del Estado Colombiano. Estamos convencidos de que en la mayoría de los casos violatorios de los derechos humanos no existen investigaciones, en muy pocas están en estado preliminar por lo que el juzgamiento y la sanción a los responsables será una falacia. 5[5] Carta Abierta al presidente de la República sobre crisis de legitimidad en la región del Atrato entregada personalmente el 21 de abril de 2004 en la ciudad de Quibdó. 6[6] Periódico El Mundo, Noviembre 29 de 2004 pág. 10a Sin embargo, la tenacidad de las organizaciones sociales y de la iglesia en el Chocó abrogará por una investigación integral, seria y eficaz que de cuenta de la magnitud de las acciones criminales cometidas en el territorio chocoano. Y en especial, aquellas que han contado con la participación de servidores públicos. Lo manifestado no es desconocido para la Fiscalía, en innumerables acciones urgentes, denuncias públicas, alertas tempranas, comunicados públicos, artículos de prensa, revistas se ha constatado la secuencia de muchos de esos hechos, lo que ha debido provocar la iniciación oficiosa de acciones penales como deber jurídico y ético ineludible con la sociedad colombiana y la comunidad internacional. Bogotá, 29 de noviembre de 2004 CORPORACIÓN JURÍDICA LIBERTAD