Introducción al teatro clásico francés. Doc

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Introducción al teatro clásico francés:
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Autores teatro clásico francés (Arte historia)
Así como en España existieron movimientos literarios o estilísticos enfrentados, la
variante más importante dentro de la literatura barroca francesa es la del preciosismo, el
cual al igual que el culteranismo muestra una tendencia antipopulista e, incluso, cierta
inclinación hacia la disciplina y la limitación del ingenio. En el origen de este
movimiento se encuentra Catherine de Vivonne, marquesa de Rambouillet. Hacia 1630
la aristocracia frecuentaba sus salones haciendo ostentación de sus refinamientos
literarios. Los círculos preciosistas se extendieron fuera de la Corte, en provincias, hasta
que Moliere los criticó con dureza y con una ironía demoledora en su "Critique de
l´École des femmes". Ello dio lugar al desarrollo de una tendencia contraria,
propiamente barroca, llamada el burlesco. En realidad, se trataba de un preciosismo al
revés.
Lo cierto es que, durante la segunda mitad del siglo XVI, se produjo un cambio
temático en el género dramático francés, que abandonó la farsa y la sátira cómica, para
orientarse hacia la tragedia de tipo histórico en el siglo XVII. El mejor exponente de la
consagración definitiva de las fórmulas dramáticas clásicas combinadas con la
seducción barroca y con la negativa a dejarse encerrar en un orden, es la obra de Pierre
Corneille (1606-1684). Sus primeras obras fueron comedias al estilo clasicista, deudoras
del Renacimiento, aunque cosecharon un enorme éxito en los escenarios de París, por la
naturalidad que las presidía: "Melita" (1625), "Clitandre o la inocencia perseguida"
(1631), "La viuda" (1632) o "La galería del Palacio" (1632) son algunas de esas obras
de juventud.
Corneille abandonará pronto este esquema de producción para dedicarse de lleno a la
tragedia, género que cultivó con singular maestría. El estreno en 1636 de "El Cid"
supondría la mayoría de edad del teatro clásico francés. Con él Corneille logró recuperar
para la tradición francesa el esquema trágico que presentaba el conflicto de un héroe
enfrentado a su propio destino. El tema de "El Cid", considerada la primera gran obra
del clasicismo dramático francés, venía determinado por una ideología racionalista, que
encontraba en el teatro el medio más idóneo para expresar las preocupaciones derivadas
de ella.
En 1640 Corneille compuso las tragedias "Horacio" y "Cinna", derivadas ambas de
fuentes clásicas. En la primera aparece un conflicto similar al del Cid, aunque está
compuesto en una clave más política, según pedían los tiempos. Se trata de una tragedia
de implicación moral, en la que los personajes soportan la estructura trágica. La tragedia
vuelve a descubrir la perfección humana en el deber, al que se halla vinculado el
hombre por encima de sus sentimientos: el bien individual debe subordinarse al bien
común que queda representado en la patria.
La segunda de esas obras, "Cinna", cosechó un éxito clamoroso. El personaje más
logrado de la obra es el emperador Augusto quien, a pesar de su naturaleza enérgica, es
capaz de frenar sus pasiones, anteponiendo su deseo de paz para Roma a su propio
deseo de venganza. La siguiente tragedia, "Polieucto", representada por primera vez en
1643, fue, en cambio, muy criticada, por utilizar como trasfondo el tema del
Cristianismo. Su última obra, "Nicomedes" (1651), marca la decadencia de su teatro,
desplazado por una nueva generación de dramaturgos clásicos.
La continuación del estilo y de la obra de Corneille la protagonizaría Jean Racine (16391699). Sus primeras producciones ("La Tebaida" y "Alejandro Magno") no constituyen
más que imitaciones del teatro de Corneille. Sin embargo, el estreno de sus
producciones maestras supuso el abandono de la concepción trágica corneilleana, para
interpretarla de manera más libre: "Andrómaca" (1667) constituyó no sólo la
consagración de Racine como autor trágico, sino también la instauración de un nuevo
modelo de abstracción diferente al conocido hasta entonces. Por su parte, "Bérénice"
(1670) es la única tragedia en la que Racine hace prevalecer la voluntad sobre la pasión.
Como en muchas otras tragedias de la época, la única razón más poderosa que la
tendencia a la perfección es la razón de Estado, a la cual el hombre debe sacrificar y
subordinar el bien particular. Su gran momento lo marcan las obras Mitrídates",
"Ifigenia" y "Fedra", con las que Racine se convierte en el representante de la tragedia
clásica francesa, al lograr reproducir con exactitud y maestría la tragedia de la
Antigüedad clásica.
En general, aunque en el teatro raciniano la tragedia radica en un conflicto insoluble de
pasiones y voluntades, las obras de Racine tienen un final feliz; no sometidas a reglas,
su regla soberana es agradar al espectador; la obra es un desarrollo de lenguaje, en
discursos análogos de tono y complementarios de sentido; de las muertes de sus
personajes, es el suicidio el gran resorte de Racine, pues Racine es un dramaturgo
anímicamente violento, brutal y despiadado en el disparo de las pasiones que,
empujadas a ser o no ser, encuentran en el suicidio el recurso predilecto para el triunfo
de la libertad sobre los poderes extraños al hombre. En el orden escénico, sus obras son
un modelo de sobriedad (no hay que poner nada que no sea necesario), cuestión que se
advierte también en la reducida plantilla de actores que utiliza. Por extensión, el espacio
es esquematizado y el lenguaje lapidario, rotundo y solemne. Los personajes son nobles
griegos o exóticos, y entre ellos se establece siempre el debate de la pasión, del amor, de
la ambición, del dominio. Sin embargo, aunque hay personajes, no existen caracteres
personales, sino situaciones entre personajes.
Sin alcanzar la seriedad y el rigor dramático de Racine, Jean Baptiste Poquelin, apodado
Molière (1622-1673), comienza su carrera dramática con el estreno de comedias sin
complicaciones, a imitación de las que entonces triunfaban en Italia y España, al mismo
tiempo que actuaba de actor en una compañía, el "Illustre-Théátre", representando
tragedias neoclásicas y farsas, con el único fin de hacer reír y divertir a la gente. De ese
modo, en adelante siempre estaría atento a la complacencia del público y a su
lucimiento personal como actor y siempre marginaría toda inclinación a introducir en
sus obras el trasfondo social.
No obstante, la etapa de madurez dramática de Molière comienza con el estreno en 1662
de "La escuela de las mujeres", obra en la que se aceptó definitivamente la fórmula
cómica propuesta en sus primeros años. Sin embargo, la representación de "Tartufo"
suscitó críticas muy duras y convirtió a Molière en chivo expiatorio de todos los
problemas políticos y sociales de aquel momento y, sobre todo, de los que afectaban al
teatro. "Tartufo" arremetía críticamente contra la hipocresía de la sociedad francesa
frente a la virtud, logrando, a su vez, una perfecta contraposición de caracteres: Orgón y
su familia, por un lado, rectos y piadosos, y Tartufo, por otro, hipócrita y engañoso,
como contrapunto necesario a la virtud. En efecto, la intención de su gran trilogía seria,
"Tartufo", ya citada, "Don Juan o el festín de piedra" (1665) y "El misántropo" (1666),
es desarrollar desde otra perspectiva el tema de la hipocresía. Molière nos presenta al
don Juan noble, pero empobrecido y moralmente corrompido por las malas costumbres.
En Francia,
se empleaban escenarios simultáneos, se erigían varias mansiones
una al lado de la otra, y se levantaba una plataforma frente al
público allí reunido.
DESARROLLO DEL TEATRO FRANCÉS
A finales del siglo XVI,
era popular en Francia un tipo de comedia similar a la farsa, y esto
dificultó el establecimiento total del drama renacentista.
En aquel tiempo no existían en París edificios expresamente
dedicados al teatro; se utilizaron con ese propósito canchas de tenis
cubiertas y fueron convertidas en teatros.
La fuerte influencia italiana en Francia llevó a popularizar
representaciones parecidas al intermezzo, que fueron denominados
ballets.
Hasta la década de 1630-1640,
con las obras de Pierre Corneille y, más tarde, de Jean Baptiste
Racine, no se estableció plenamente el drama neoclásico.
Bajo la influencia ejercida por el cardenal de Richelieu, las normas
neoclásicas fueron rígidamente aplicadas, y la obra de Corneille El
Cid (1636), aunque extremadamente popular, fue condenada por la
Académie Française por violar los principios del decoro y la
verosimilitud.
Las obras de Racine
combinan con éxito la belleza formal de la estructura y el verso
clásicos con temas mitológicos para crear obras austeras de elevado
estilo.
Molière
está considerado como el gran dramaturgo francés.
Sus farsas y comedias de costumbres reciben en su mayoría una
influencia directa de la comedia, pero generalmente van más allá de
su objetivo específico y podrían considerarse como observaciones
sobre las limitaciones y errores del género humano.
Muchas de sus obras están imbuidas de una cierta amargura.
Molière fue también un actor cómico de excepción en su tiempo, y
trabajó con el objetivo de alterar el estilo histriónico y ampuloso que
entonces dominaba la escena francesa.
Hizo que los miembros de su compañía, para quienes escribía
papeles a la medida en sus obras, adoptaran un estilo más coloquial
y se movieran de un modo más natural.
Aunque tuvo gran éxito con sus producciones, el estilo grandioso
sobrevivió en Francia hasta principios del siglo XIX.
Unos años después de su muerte acaecida en 1673, su compañía
fue fusionada, por orden de Luis XIV con otras de París.
De esta fusión surge, en 1680, la Comédie-Française, aún existente
y hoy la compañía de teatro estable más antigua del mundo.
Durante el siglo siguiente el teatro francés estuvo dominado por los
actores y no hubo producciones notables hasta finales del siglo
XVIII.
Los teatros de bulevar y feria, casi legales, tomaron gran auge
durante esta época.
RACINE:
http://books.google.es/books?id=N1EquW29mxEC&pg=PA43&lpg=PA43&dq=estud
ios+de+racine&source=bl&ots=iSo9l4BcjO&sig=1xsvN4eNQ1qmpuvjRWueU6rSL1
k&hl=es&ei=8JWDSOIC9G6jAf5__mJAg&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=4&ved=0CBAQ6A
EwAw#v=onepage&q=estudios%20de%20racine&f=false
Libros:
- El sentimiento tragico en el tetaro clásico francés
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