Léon Walras en la historiografía del pensamiento económico: Materiales para una reinterpretación

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LEÓN WALRAS EN LA HISTORIOGRAFÍA
DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO:
MATERIALES
PARA UNA REINTERPRETACION
JULIO SEGURA
Fundación Empresa Pública
1.
INTRODUCCIÓN
La obra de Léon Walras (1834-1910) es, en su mayoría, casi desconocida,
incluso por el público especializado. La escasa lectura directa de Walras ha
dado lugar a la transmisión de una imagen incompleta y, lo que es peor, derormada de uno de los economistas más importantes de la historia del pensamiento económico.
Existen varias razones que explican el porqué la escasa lectura de Walras.
fc-n primer lugar, su obra, muy extensa y dispersa, está escrita en un estilo
farragoso y reiterativo que no sólo la convierte en poco atractiva desde el
punto de vista literario, sino que, además, la hace a veces poco inteligible. En
segundo lugar, editada en francés en una época en que los idiomas dominantes
en economía eran el inglés y el alemán, y publicada en revistas y boletines
científicos de escasa circulación, la obra de Walras fue, incluso en su tiempo,
de muy limitada difusión. Y, ya en nuestros días, hasta la soberbia edición
anotada y cotejada de los Eléments d'économie politique puré (EEPP), publicada por Jaffé en 1954, no se ha dispuesto de parte de su obra en inglés.
Pero, para entonces, el análisis de equilibrio general había adquirido un grado
de autonomía dentro del campo de la teoría económica, y se había formalizado
lo suficiente, como para hacer que la lectura de Walras fuera improductiva a
medio —y, quizá, incluso a largo— plazo, dadas las normas internas del mundo académico.
En tercer lugar, el peculiar uso que Walras hizo del instrumental matemático dificulta la lectura de sus aportaciones analíticas para una profesión
más habituada a una teoría walrasiana divulgada por G. Cassel (1918),
F. Zeuthen (1942, cap. 11) o Bowley (1924), o formalizada en los trabajos
pioneros de G. Debreu y K. A. Arrow a partir de la década de los años
cincuenta.
Por último, buena parte de su elaboración analítica es de carácter cíclico
y acumulativo, de forma que no es infrecuente encontrar juntos, en versiones
Revista de Historia Económica
Alto VI. N." I - 1988
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JULIO SEGURA
finales de sus trabajos —v. gr., 4.* ed. definitiva de los EEPP—, argumentos
pertenecientes a etapas distintas de su proceso de construcción teórica que, en
algunos casos, resultan incompatibles. Dato significativo de la complejidad de
la obra teórica pura de Walras es el hecho de que autores como J. R. Hicks,
A. W. Marget, M. Morishima, D. Patinkin, G. J. Stigler o K. Wicksell —que
consta Sí han leído a Walras— no difieran sólo en su interpretación, sino
incluso en lo que creen que dijo.
Las razones apuntadas explican, al menos parcialmente, la reducida lectura
de la obra de Walras, pero en modo alguno justifican ni su escasa importancia
en vida, ni la visión deformada con que aquélla ha quedado plasmada en las
obras más importantes de historia del pensamiento económico. Lo primero,
porque ningún economista del s. xix fue autor de grandes éxitos editoriales,
y para que sus doctrinas ejercieran influencia resultaba suficiente que accedieran a un reducido núcleo de profesionales, al que es comprobable alcanzó la
obra analítica de Walras. Lo segundo, porque las dificultades de acceso, lectura
e interpretación de una obra no disculpan un juicio incorrecto por parte de
historiadores del pensamiento.
Por todo ello creo que puede resultar útil analizar por separado dos aspectos distintos del fenómeno señalado. El primero, la escasa importancia
que Walras tuvo en vida como economista. El segundo, el hecho de que, incluso una vez reconocida universalmente su importancia, la historiografía del
pensamiento económico ha proporcionado una visión reduccionista y sesgada
de la obra de Walras.
Este artículo trata de explicar el porqué de este doble fenómeno y de
presentar una visión más integral de la obra de Walras y de las relaciones
existentes entre las distintas partes de la misma. En el epígrafe 2 se explican en forma sintética los motivos por los que las doctrinas walrasianas tuvieron escaso éxito en su época. El epígrafe 3 da cuenta documentada de la
visión reduccionista de la obra de Walras, dominante en la historiografía
del pensamiento económico. Por último, en el epígrafe 4 se ofrece una interpretación de la obra de Walras que permite entender la forma en que se gestó,
y de la que emerge un autor discutible, pero mucho más sugerente que el
mayoritariamente conocido'.
' Este artículo se basa en mi trabajo introductorio a la versión anotada española de
los EEPP. titulado «La obra de Walras al cabo de un siglo» (Segura, 1987, pp. 20-55).
Se han eliminado del mismo las referencias a la vida de Walras, que pueden consultarse
en Jaffé (1965, CKP, vol. I, pp. 1-36), en la traducción al español de esta última referencia (Segura, 1974) o en Segura (1987, Apéndice I, «Sinopsis de la vida de Léon
Walras», pp. 56-69). El objetivo de dicho trabajo era, por una parte, explicar el porqué
de la visión más difundida de la obra de Walras y, por otra, presentar una síntesis descriptiva y valorativa de la misma. Aquí el interés se centra más en la descripción de
cuál es la visión de la obra de Walras, tal y como ha llegado a nuestros días, y en la
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LEÓN WALRAS EN LA HISTORIOGRAFÍA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO
2. WALRAS: UN AUTOR POCO INFLUYENTE EN SU ÉPOCA
Existen tres razones fundamentales que, en mi opinión, explican el escaso
eco de la obra de Walras comentada en § 1. En primer lugar, la imposibilidad
que, por distintos motivos, tuvo para penetrar en los núcleos dominantes de
la economía en su tiempo —la Inglaterra de A. Marshall, el historicismo alemán y el mundo austríaco de E. Bohm-Bawerk—, lo que limitó de forma crucial la difusión real de su obra analítica. En segundo lugar, la carencia de
apoyo gubernamental o institucional alguno hizo que sus numerosas aportaciones al campo de la economía aplicada nunca fueron objeto de debate público,
no influyendo, por tanto, lo más mínimo ni en las decisiones ni en reformas
económicas de su tiempo, por lo que sus propuestas nunca superaron las fronteras del mundo estrictamente académico. Por último, sus proclividades socialistas, su dura crítica a las instituciones sociales y económicas de la época
y sus propuestas como reformador radical en el ámbito de la economía social
le cerraron el acceso a los círculos de influencia; al mismo tiempo que sus
criticas a muchas concepciones socialistas clásicas hicieron que dichas propuestas carecieran de eco en la propia izquierda. Examinemos estas tres razones.
Lector atento e inteligente de los clásicos ingleses, Walras obtiene empero
su inspiración de la tradición francesa: J. B. Say en la teoría del valor basada
en la escasez —completada por su padre Auguste, más que notable economista—, A. Cournot en el uso del método matemático, y los fisiócratas en su
justificación de que el Estado debe financiarse por la renta de la tierra. Y no
se trata tan sólo de que las raíces de Walras y sus contemporáneos ingleses
fuesen distintas, sino de que su posición respecto a los clásicos británicos es
muy crítica (L. Walras, 1926, lecciones 38-40).
Resulta significativo que, de entre los codescubridores de la teoría de la
utilidad, sólo Walras se mostrara crítico respecto a la escuela clásica. Así, por
ejemplo, Jevons fue ricardiano en todo excepto en la teoría del intercambio
puro de mercancías, y Marshall no se planteó problemas por defender en forma simultánea la teoría del valor basado en la utilidad y la determinación del
precio de los productos por los costes de producción —algo poco sorprendente
habida cuenta de la paradigmática capacidad del inglés para hacer compatibles
planteamientos antagónicos.
La posición crítica global proviene del hecho de que, para Walras —al
contrario que para Jevons, Menger, Gossen o Marshall—, la teoría de la utilidad constituye el punto de partida del análisis del equilibrio general, y no
interpretación de la misma. Ambos trabajos se complementan, pero tienen una parte coincidente que, en lo fundamental, se refiere al epígrafe 2 de éste. Agradezco la atenta
lectura de una primera versión del trabajo realizada por Francisco Comín, que me perniitió introducir mejoras de comprensión en el texto.
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JULIO SEGURA
sólo una solución al problema del intercambio o de la demanda. Es, por tanto,
una consecuencia lógica de haberse planteado como objetivo el estudio del
sistema competitivo en su integridad.
Partiendo de estas posiciones, no puede extrañar que el acceso de Walras
al mundo académico inglés fuera limitado y muy trabajoso, pese a que siempre
tuviera conciencia de la importancia de penetrar en el mismo. Las únicas relaciones satisfactorias fueron las mantenidas con Jevons, pero se truncaron con
la prematura muerte de éste. Su trato con Marshall, que pocas veces pasó de
meros acuses de recibo o breves notas de desacuerdo y desinterés por parte
del inglés, empeora tras un comentario despectivo de éste respecto a la originalidad del concepto de estabilidad en el caso de equilibrio múltiple. La opinión de Marshall sobre Walras nunca pasó, en el mejor de los casos, de una
distante displicencia respecto a un autor preocupado por temas abstractos y
que, cuando se ocupaba de problemas reales, lo hacía en forma ingeniosa, pero
impracticable.
Las relaciones con F. Y. Edgeworth son todavía peores, entre otras razones, porque se plantean en ellas problemas teóricos dentro del mismo campo
—algo que no sucede en el caso de Marshall—, y transmiten una clara sensación de superioridad recíproca. Tras la publicación por parte del inglés de una
crítica a la 2." edición de los EEPP (Edgeworth, 1889), que, junto a aciertos,
presenta importantes fallos de comprensión de piezas centrales del análisis de
equilibrio general, Walras manifiesta opiniones sobre Edgeworth que van desde calificarle de «atolondrado» hasta considerarle «un camelista capaz de desacreditar el nuevo método [matemático]» (CRP, carta 1000). Por su parte,
Edgeworth, en su papel de editor del Economic Journal, llegó a rechazar la
publicación de un trabajo de Barone, decisión injustificable dada la calidad del
original y sólo achacable a que en el mismo se mantenían posiciones favorables
a Walras y contrarias a P. H. Wicksteed sobre el tema de la teoría de la
productividad marginal aplicada a la distribución ^.
Por último, su relación con Wicksteed comienza siendo excelente, como
muestran tanto las precisas y valiosas sugerencias del británico al texto de la
2.* edición de los EEPP (CRP, carta 875) como la opinión de Walras, que
pensaba en 1889 que Wicksteed «es más independiente [que Edgeworth y
Marshall] y puede que sea mi hombre en Inglaterra» (CRP, carta 925). Posteriormente comienzan a manifestarse divergencias entre ambos, cuyo contenido objetivo —la teoría de la productividad marginal aplicada a la distribución— en modo alguno justifica el apéndice III de la 3." edición de los EEPP,
' Una detallada cuenta del texto de Barone —que se conserva gracias a la traducción
realizada por Walras para uso personal—, y su significado en la polémica sobre el principio de la productividad marginal, se encuentra en Jafíé (1964).
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LEÓN WALRAS EN LA HISTORIOGRAFÍA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO
que es una acusación de plagio y que, con buen criterio, Walras eliminó en
la 4.* edición de 1900. Pero para entonces la relación ya se había cortado.
El resultado de este difícil contacto con los economistas ingleses más relevantes en la época es que Walras nunca tuvo «su hombre en Inglaterra», y
esto limitó de forma sustancial tanto la difusión como la valoración de su
obra en vida \
Las relaciones de Walras con el historicismo y el socialismo de cátedra
alemanes requieren pocas palabras. Nuestro autor nunca intentó penetrar en
ese poderoso mundo académico, no tanto porque en él se hiciera economía
institucional o histórica, sino porque, en su opinión, se confundían los distintos planos del análisis económico y no se justificaban en forma científica las
conclusiones, ni siquiera en los casos en que eran correctas. En concreto,
Walras vertió fuertes críticas contra «la confusión entre ciencia y práctica»,
característica, según él, del pensamiento alemán de la época, al que Uegó,
incluso, a acusar de esterilizar con ello el magnífico diseño de su sistema educativo superior (L. Walras, 1879 a). Sus relaciones con otros economistas ejercientes en Alemania —por ejemplo, L. Bortkiewicz— fueron excelentes, pero
poco útiles, dada la posición académica de los mismos.
La vinculación de Walras con la escuela austríaca se diferencia de las anteriores, tanto en la forma como en el fondo, pero es igualmente inútil en lo
tocante a la difusión de su obra. La similitud, a efectos analíticos, entre los
conceptos de Grenznutzen austríaco y rareté walrasiana * y la común defensa
de la teoría del valor basada en la utilidad son coincidencias importantes.
Walras consideraba a los austríacos superiores, incluso, a Jevons por haber
ampliado su análisis al campo de la producción a través de los conceptos de
producto y productividad (L. Walras, 1926, Prólogo). Estas coincidencias
dieron lugar a una cordial relación con Menger, a quien siempre reconoció la
prioridad en la formulación del concepto de utilidad (L. Walras, 1926, § 164),
y a buenas relaciones con Bohm-Bawerk, de quien recibió comentarios útiles
sobre sus EEPP en, por ejemplo, el tema del equilibrio con curvas de utilidad
discontinua (v. gr., CRP, carta 782). Sin embargo, las diferencias entre la concepción walrasiana y austríaca de las teorías de la formación de capital y de
la determinación del tipo de interés eran abismales y decisivas para que BohmBawerk considerara incorrecta la obra del francés en el tema objeto de su
atención preferente. Por último, las divergencias respecto a la necesidad de
' El lector interesado en una descripción más detaUada y documentada de las relaciones dTw^Sas c ^ e v o n s , MarshaU, Edgeworth y Wicksteed puede consultar Segura
^^'^\mbos^tonceptos no son, sin embargo, idénticos como ocurre con el finul degree
of « £ de Jevons y la rareté. Un análisis de las dif««""«^/"f/^^A.''^ ^"'="«=""''
en Jaffé (1954, n. 9, pp. 506-507; en la versión española, n. 7, pp. 261-263).
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JULIO SEGURA
Utilizar el método matemático también les separaban y dificultaban su mutua
comprensión (L. Walras, 1926, § 164).
En resumen, y con independencia de la mayor o menor cordialidad de sus
relaciones personales, Walras vio cerrado el acceso, por causas distintas, pero
igualmente determinantes, a los dos focos principales de elaboración e influencia teóricas de su tiempo.
Por último, sus relaciones con el resto del mundo académico —si se exceptúa el francés— fueron en general buenas, pero no muy útiles, ya que poco
podían ayudar a la difusión de su obra dentro de Inglaterra o Austria; y su
muy positiva vinculación con los estadounidenses I. Fisher y H. L. Moore le
supuso un importante reconocimiento moral, pero nada más.
El único núcleo teórico de cierto peso donde sus opiniones encontraron
eco fue el italiano. Su relación con E. Barone fue intensa, satisfactoria y significativa, desde el punto de vista técnico, pero éste no fue reconocido como
un economista de primera magnitud hasta mucho después de su muerte. Las
relaciones con la estrella del grupo, V. Pareto, requieren un comentario más
detallado.
Pareto trabó conocimiento con Walras por medio de M. Pantaleoni, en
1891, con el claro objetivo de sucederle en la cátedra, cuando ya era pública
la enfermedad de Walras. En efecto, un año después, Pantaleoni sugirió a
Walras la idea de que Pareto fuera su sucesor, iniciativa que aquél asumió
como suya de forma desinteresada. Pareto trató con enorme deferencia formal
a Walras, haciéndole observaciones teóricas atentas, bien que marginales, en
algunos puntos. Pero la simpatía que tenía por su predecesor era mínima,
considerando absurdas todas sus conclusiones en materia de economía aplicada
y social (véase próximo epígrafe). Algo que cabía esperar dada la ideología,
inicialmente ultraliberal y más tarde autoritaria, del italiano. Incluso, desde
el punto de vista teórico, las divergencias entre ambos autores son mayores
que las imaginables cuando se habla de Pareto como continuador del análisis
de equilibrio general walrasiano (véase Pareto, 1902, y CRP, carta 1502,
n. 11). En consecuencia, pese a haber fundado la llamada Escuela de Lausanne,
ésta se articuló mucho más en beneficio de Pareto que de nuestro autor.
El segundo motivo señalado como causante del escaso éxito en vida de la
obra de Walras es las condiciones de aislamiento personal y la carencia de
apoyo institucional en que desarrolló su trabajo. Impedida la enseñanza en
Francia por su enfrentamiento con la Academia y las constantes y acerbas
críticas a los profesores de la época y al sistema universitario de la Restauración conservadora, optó en 1870 por ir a Lausanne, en condiciones incluso
precarias por su provisionalidad, para ejercer su magisterio con alumnos de
derecho, de entre los cuales, como era de esperar, no surgió un solo economis78
LEÓN WALRAS EN LA HISTORIOGRAFÍA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO
ta de peso. Las veces que intentó ser representante francés o suizo en conferencias internacionales —sobre temas monetarios y educativos— vio rechazada
su oferta, y las escasas veces que ejerció como asesor o consultor en materias
de política económica —en temas monetarios, fiscales y de regulación de la
propiedad intelectual— fue para el gobierno de un país poco importante en
el concierto internacional como el suizo, y adoptando posiciones hipercríticas
expresadas en forma tan poco diplomática como habitual en é l ' .
El tercer motivo aquí aducido para explicar el fracaso de Walras en vida
es su posición política. Ahora el punto central es su creencia de que las tierras
son propiedad del Estado —que será discutida en el epígrafe 4—, por lo que
fue acusado con frecuencia de sociaHsta y estuvo a punto de costarle su puesto
en la Academia de Lausanne*. J. A. Schumpeter le calificó de «semisocialista»
(1954 p 888) y Jaffé se ha preguntado con ironía si cabe siquiera llamarle
«hemi-semi-demi» socialista (1975, p. 821). El tema de si Walras fue o no
realmente socialista tiene poca importancia en este contexto, porque para que
sea un factor explicativo de su aislamiento es suficiente que fuera considerado
como tal por sus contemporáneos influyentes, y así lo fue': él mismo se calificó de socialista (v. gr., CRP, carta 1262), aunque lo matizara de forma peculiar, distanciándose tanto del socialismo ortodoxo como del de cátedra.
Walras mantuvo una posición que calificó con optimismo de síntesis entre
el socialismo y el liberalismo: la articulación política de la sociedad definitoria
del liberalismo que emergió de la Revolución de 1789 era la mejor, pero la
experiencia restauradora francesa le llevó al convencimiento de que dicho sistema se había mostrado incapaz de dar satisfacción a las demandas de cambios
económicos y sociales que estallaron en la Revolución de 1848. Desde una
perspectiva científica, Walras consideraba al socialismo como una forma organizativa superior al liberalismo (L. Walras, 1866 a y b). Incluso opinaba que
el comunismo estaba en lo cierto cuando exigía la igualdad de condiciones para
todas las personas, siendo el liberalismo correcto al admitir la desigualdad en
las posiciones finales de cada individuo en la sociedad, siempre que éstas fueran el resultado de diferencias en las decisiones libremente tomadas por cada
persona partiendo de una situación de igualdad originaria (L. Walras, 1896 a).
Es claro que no creía que la sociedad de su época garantizara la igualdad de
oportunidades, y por ello la consideraba científicamente imperfecta, aunque
» Para un análisis de los fracasos de Walras como asesor y de las posiciones mantenidas "ando a«uó como tal. véase Jaffé (1975). A los cinco casos tratados en «t^ « « b "ól^brírque añadir uno dé 1880 sobre el proyecto de ley suizo de la propiedad inte-
' " ^ " l s ^ r ; „ S Í a :n
^^.^'¿¡^íTLr.^én
de
^-^^f'¿^.^^-,X\^lt
al Acta de nombramiento por un año de profesor de Economía Polít« de la Academia
de Lausamie (Oulfa, 1950, pp. 119-122; versión «panola ««Segur». 1987, pp 104-105).
' Incluso en forma impresa. Como muestra, véase, por ejemplo, Péguy (1897).
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}ULIO SEGURA
en ningún momento mantuvo posiciones igualitaristas. Por si pudiera caber
alguna duda respecto al tipo de socialismo profesado por Walras, la idea de
revolución social que defendía basta para alejar toda sospecha subversiva'.
En suma, Walras fue librepensador, republicano, pacifista, publicista político activo, fundador de cooperativas, defensor de la propiedad estatal de la
tierra... algo que en sus días, tanto en la Francia de la restauración como en
la neutral Suiza, le situaba en la izquierda del espectro político, pero en la
tradición del reformismo radical, enfrentado al socialismo revolucionario. Sus
creencias —defendidas con ardor, insistencia y agresividad en forma pública—
no debieron resultar del agrado del poder político y económico, lo que pudo
hurtarle apoyos institucionales, pero en modo alguno justificar su limitado
éxito en vida como economista'. Sin embargo, como veremos enseguida, estas
posiciones políticas sí constituyeron una razón de peso para que la historiografía de las doctrinas económicas nos haya legado una visión reduccionista
de su obra.
3.
WALRAS EN LA HISTORIOGRAFÍA DEL PENSAMIENTO
ECONÓMICO
La obra de Walras ha llegado a nuestros días como caracterizada por dos
rasgos fundamentales. Ser el codescubridor de la teoría de la utilidad y haber
formulado por vez primera un modelo de equilibrio general competitivo, no
mencionándose casi nunca la existencia de una dilatada obra dedicada a temas
de economía aplicada y social. Walras aparece, en suma, en el mejor de los
casos, como un economista teórico de primera magnitud —muchas veces ni
siquiera esto— y como veleidoso proponente de medidas de política económica
carentes de fundamentación científica, producto de prejuicios ideológicos.
En un trabajo reciente, Jaffé (1980) señala como responsables de esta
visión reduccionista y sesgada a Pareto, Hieles y Schumpeter. La influencia
de estos autores sobre la visión heredada de Walras es importante, y por ello
la analizaremos con detalle en este epígrafe. Sin embargo, una idea precisa
de la historiografía de Walras requiere la consulta de otras fuentes. En par' La «revolución» preconizada por Walras consistía en la adquisición —no confiscación— de las tierras por el Estado, financiada con los ingresos obtenidos mediante el
gravamen de la renta de la tierra durante largo período de tiempo (L. Walras, 1881 b). En
todo caso, el texto en que mejor se reflejan las concepciones de Walras en materia política y social es el de 1898 a.
' Él único éxito en vida fue su Jubileo, celebrado el 10 de junio de 1909 —medio
año antes de su muerte—, en el que se descubrió una placa en su honor a la entrada
de la Universidad de Lausanne y al que llegaron numerosas felicitaciones de académicos
y economistas suizos, ingleses, italianos, estadounidenses, austríacos...
80
LEÓN WALRAS EN LA HISTORIOGRAFÍA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO
ticular, resulta significativa la diferenciación entre dos períodos: el anterior
y el posterior a la edición de los EEPP realizada por Jaffé. Dentro del primero —además de Pareto, Hicks y Schumpeter— se analizarán aquí dos libros
de historia del pensamiento económico que presentan visiones de la obra de
Walras, interesantes por razones distintas: el de Gide y Rist (1909) y el de
Hutchinson (1953). En el período post-Jaffé los nombres serán Friedman,
Harrod, Blaug, Barber, Rugina y Morishima.
Pareto, como ya hemos mencionado, tenía una excelente opinión de Walras
como teórico, pero disentía radicalmente de él, tanto en algunos aspectos técnicos como, sobre todo, en lo referente a la economía aplicada y social. Las
divergencias en el campo analítico se refieren fundamentalmente a la concepción restringida que Walras tenía de la utilidad y a su negativa a aceptar que
la economía tuviera componente alguno de ciencia experimental. Estas diferencias, sin embargo, no sólo son limitadas, sino que afectan al campo del
análisis puro y, por tanto, no a la visión global de la obra de Walras, cuyos
orígenes rastreamos.
Más importantes en este aspecto son las divergencias frontales en materia
de economía aplicada y social. Aquí la opinión de Pareto es claramente crítica,
y se expresa en forma contundente. Sobre la teoría walrasiana de la propiedad,
opina en 1896 que «Walras publica cosas increíbles. Tú [Pantaleoni] eres más
joven que yo. Cuando escriba cosas de este género te ruego me adviertas de
inmediato» (De Rosa, 1960, vol. I, p. 456); sobre el discurso de Walras en
su Jubileo de 1909, «Espero que el Giornale degli Economistt no publique
el increíble discurso de Walras» (ihid., vol. 3, p. 139); comentando la crítica
recibida al primer volumen de su Cours de 1896, «Walras vive ahora en las
nubes con su metafísica, andando como un astrónomo que hubiera caído en
un pozo» (ibid., vol. 1, p. 430).
Si bien las divergencias son manifiestas, la influencia de Pareto sobre la
historiografía walrasiana cabe suponer que es prácticamente nula No sólo
Pareto es un autor casi tan poco leído como Walras en lo que se refiere a sus
aportaciones analíticas puras, sino que sus críticas a éste en el a^rea de la economía social aparecen tan sólo en dos notas a pie de página de su Tratatto
sociológico (Pareto, 1916) —no existe mención alguna en el Compendtum—
y en su correspondencia con Pantaleoni, que se empieza a publicar en 1960,
y no es precisamente un libro de cabecera.
La responsabilidad de Hicks es mayor porque su artículo de 1934, publicado con motivo del centenario del nacimiento de Walras y mucho antes de
la edición de Jaffé de los EEPP, sí fue profusamente leído a tenor de las citas
realizadas del mismo. El trabajo de Hicks consiste en una evaluación de las
Secciones II-VI de los EEPP positiva en lo relativo a la teoría del intercam81
JUUO SEGURA
bio; muy elogiosa para la teoría de la producción y de la formación de capital,
de la que llega a afirmar que con pequeñas modificaciones es superior a la
de Bohm-Bawerk y tan satisfactoria como la de K. Wicksell; y muy negativa
sobre la Sección VI y el resto de su obra: «Del trabajo de Walras en teoría
monetaria y sus escritos comparativamente faltos de interés sobre economía
aplicada no nos ocuparemos aquí» (Hicks, 1934, p. 347).
No se puede, sin embargo, responsabilizar a Hicks de la visión reduccionista de la obra de Walras, es decir, de la omisión de los elementos de economía aplicada y social, porque su trabajo está dirigido a comentar los EEPP
y es más que .plausible suponer que no hubiera leído los Eludes d'economie
politique appliquée (EEPA), ni los Eludes d'economie sociale (EES), en los
que se reúne la obra de Walras en estos campos. Sin embargo, sí es responsable de una lectura sesgada, pero muy difundida, de los EEPP, según la cual
lo relevante de los mismos es tan sólo el modelo de equilibrio general con
numerario, pero sin dinero (Secciones II-V)'", visión ésta que hurta al lector
todos los planteamientos metodológicos de Walras y que le hace aparecer
como un autor vulgar en el campo de la teoría monetaria.
El papel de Schumpeler en la creación de una visión reduccionista de
Walras resulta decisivo por un doble motivo. Primero, porque sus trabajos
(1951, 1954) constituyen la fuente principal de conocimiento de la obra de
Walras para los economistas —y cabe sospechar que también para muchos historiadores del pensamiento económico. Segundo, porque de la presentación que
hace de Walras emerge una imagen de su obra formada por dos conjuntos
independientes: los EEPP, obra cumbre del análisis económico, y el resto, literatura de tercera fila.
La opinión sobre el Walras teórico es la más positiva de todas las existentes: desde el calificativo de aere perennius, aplicado a las Secciones II-VI
de los EEPP (Schumpeter, 1951, p. 113), hasta el de más grande de todos
los economistas, creador de «la estática económica, la teoría moderna del
equilibrio económico, y (...) la teoría monetaria moderna» (Schumpeter, 1954,
p. 1082), afirmación esta última en clara contradicción con la opinión de
Hicks y, sin duda, influida por los excelentes trabajos de A. W. Marget (1931,
1935). No es aquí lugar para entrar en una descripción de la opinión de
Schumpeter sobre los EEPP, pero sería injusto no señalar que las páginas 9991026 de la History constituyen una visión brillante y genial de las Leccio" Es decir, eliminando del comentario la discusión sobre metodología; la diferenciación entre economía pura, aplicada y social; la teoría del valor basada en la rareté (escasez-)-utilidad) de la Sección I; los elementos semidinámicos y la crítica a fisiócratas y
clásicos ingleses de la Sección Vil, y las teorías de la competencia imperfecta e imposición de la Sección VIII.
82
LEÓN WALRAS EN LA HISTORIOGRAFÍA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO
nes 5-35 de los EEPP ". Quizá esta misma brillantez haya convencido a muchos
de la posibilidad de sustituir, sin mermas de comprensión, 461 páginas por 27;
pero esto es algo de lo que Schumpeter es inocente.
El desequilibrio aparece en cuanto el austríaco habla de la obra no teórica
de Walras. Con sólo tres excepciones ", su pesarosa opinión es que «Desgraciadamente, el propio Walras concedió excesiva importancia a su discutible
filosofía sobre la justicia social, su esquema de nacionalización de la tierra,
sus proyectos de organización monetaria y otras cosas que nada tienen que ver
con su soberbio logro en el campo de la teoría pura» (Schumpeter, 1954,
p. 828). Es claro que esta opinión es sostenible, aunque hubiera sido más adecuado que se encontrara razonada y no sólo formulada taxativamente, pero lo
grave de la misma no es tanto su contenido cuanto el hecho de que aparece
magnificada en el contexto de sus obras, porque este tipo de afirmaciones se
omite o mitiga cuando se trata de otros autores relevantes. El análisis de los
casos de Gossen y Pareto bastarán para convencernos de ello.
El caso de Gossen es ilustrativo de la asimetría comentada. Este autor es
profusamente citado, pero en ningún lugar de la History se hace referencia
a que defienda la propiedad estatal de las tierras. La cuidadosa lectura que
Schumpeter tuvo que hacer de la obra de Gossen —por otra parte no muy
extensa— e incluso la familiaridad con la misma, habida cuenta de los orígenes de ambos, impide suponer que aquél desconociera la posición del alemán.
Pero es que, incluso, Walras (1881 b) menciona en forma expícita a Gossen
como antecedente de la propuesta de que el Estado adquiera la tierra amortizando su coste de adquisición mediante el gravamen de la renta que genera.
Es una omisión a señalar habida cuenta de la precisión y detalle de la obra
de Schumpeter, aunque quizá se explique por el hecho de que Gossen no fue
un autor tan importante como para ocuparse de los aspectos no puramente
analíticos de su obra.
Sin embargo, esta excusa no cabe con Pareto, y aquí la asimetría en el
tratamiento de Walras es incuestionable. Sin más que consultar el índice onomástico de la History, nos encontramos con que, mientras Walras aparece
como «semisocialista», Pareto es calificado de «liberal peculiar» y «positivista
y laico»: ¿por qué no como «semifascista»? Pero la simpatía ideológica de
" Interpreución más meritoria aún, tal y «>mo ha Ue^do a nu«tMS man«. M K
tiene en cuenta que, como se señala en el Apéndice del editor a la History (p. 1200),
el epígrafe «Sistema walrasiano de equilibrio general» se encontraba sm acabar cuando
murió el autor.
, .
,.
ÍI- -^
" La< «fcenciones son la «ingeniosa» propuesta de sistema bimetábco con acuñación
de p l a u ' c o ^ l K r g d S S o r l s (L.'walras 1884; Schumpeter 1954 p 1079) U eontribución a la construcción de números índice^ (L. Walras, 1874, 1885; « ¿ ^ , p . 1093)
y el carácter cídico de la producción de bienes de capital (L. Walras, 1898 í»; tbui.,
p. 1126 n.).
83
JUUO SEGURA
Schumpeter por el noble italiano se pone de manifiesto sin ambages cuando
se comprueba que la History no contiene una sola línea en que se intente explicar el porqué de las posiciones político-económicas defendidas por Walras, y
existe, sin embargo, un largo y apasionado párrafo en que, sin mencionar el
hecho de que Pareto llegara a ser senador por designación de Mussolini, se
intentan justificar las raíces de su «peculiar liberalismo» (Schumpeter, 1954,
p. 860):
Pero su liberalismo, económico y político, fue de tipo peculiar y
de peculiares raíces. Fue un hombre de fuertes pasiones; pasiones
del tipo que impiden a un hombre ver más de un aspecto de un
tema político, o de una civilización. Esta disposición se vio reforzada, más que mitigada, por su sólida formación clásica, que lehizo tan familiar la antigüedad como con la Italia y Francia de su
tiempo (...). Y observando con ira apasionada los actos de los
políticos de las democracias liberales italiana y francesa, se convirtió, por indignación y desesperación, a una actitud anú-étatiste
que, como los hechos demostrarían, no era realmente propia. Añádase a esto el hecho de que fue (como Marx) al mismo tiempo
un producto de la civilización que odiaba y, por tanto (también
como Marx), positivista y laico, y podrá entenderse la superficie
liberal de sus primeros escritos.
Es difícil, en una obra tan soberbia, encontrar un intento más trabajoso,
innecesario y, en mi opinión, erróneo " de justificación de las posiciones políticas de Pareto. Y, como resulta evidente, a esto no son en absoluto ajenas
las afinidades sociales y simpatías ideológicas que Schumpeter sentía por Pareto, ni la incomodidad que tenían que producirle los aspectos humano y político de una personalidad como la de Walras.
La asimetría señalada se hace todavía más patente en los ensayos individuales de Schumpeter (1951). Frente a las 8 páginas dedicadas a Walras, Pareto ocupa 39, y las descripciones de las posiciones políticas de ambos son por
demás significativas —no casualmente, ambas en el ensayo sobre Pareto—,
«Walras presentó su inmortal teoría bajo la forma de una filosofía política,
que era de naturaleza extracientífica y que, además, no podía ser del gusto
de todos. Me temo que no haya mejor forma de expresar lo que esta filosofía
" Erróneo salvo que todos los liberales sean peculiares en el sentido schumpeteriano
de la expresión, sea éste el que sea. En materias de economía política, Pareto fue siempre un liberal puro, lo que con ironía calificó Walras como «escuela de los "anarquistas
de cátedra"» (CRP, carta 1136). Baste recordar las recomendaciones a Mussolini, realizadas al final de su vida (véase Bousquet, 1928, pp. 182 y ss.).
84
LEÓN WALRAS EN LA HISTORIOGRAFÍA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO
era que definiéndola como la del radicalismo burgués» (Schumpeter, 1951,
p. 170). Como si existiera una filosofía política de naturaleza científica en
sentido schumpeteriano. Sin embargo, en Pareto todo encuentra justificación:
ante el caos de la situación italiana debió pensar como solución, y debido a
su formación clásica, en la institución del Senado de la República romana, que
permitía a los cónsules nombrar un dictador temporal (ibid., p. 168).
Para terminar con el análisis de textos sobre Walras anteriores a la edición
de Jaffé de los EEPP, merece la pena mencionar dos libros de historia de las
doctrinas que, como tendremos ocasión de ver, resultan, por distintos motivos,
muy superiores a los actuales desde la perspectiva que aquí nos interesa.
El primero de los libros que creo útil comentar, el de Gide y Rist (1909),
presenta un enfoque curioso de la obra de Walras. Pese a tratarse, por razones
evidentes, de un libro obsoleto, resulta una lectura recomendable, sobre todo,
para ver cuál era la idea que unos historiadores del análisis económico tenían
de la aportación de Walras a la economía en su propio tiempo. Lo más significativo es la modesta valoración de la obra teórica frente a la gran importancia concedida a los aspectos sociales y políticos. La primera mención analítica a Walras aparece, después de haber discutido la crítica a los clásicos ingleses y la teoría de la utilidad, en el epígrafe sobre «La escuela matemática»
(Libro V, cap. I, S 3) en una nota a pie de página que reivindica a Walras
como francés y no como suizo. El juicio sobre la importancia de Walras en
este terreno se confina a una nota (p. 587) y a través de una cita de Pareto ".
Walras aparece en el texto principal de forma extensa sólo cuando se le define
como «socialista agrario» (pp. 596 y ss.) y, más adelante, en el epígrafe sobre
los «Sistemas de nacionalización del suelo» (Libro V, cap. II, S 3), donde
existe una exposición detallada de su posición sobre el tema (pp. 628-632).
La obra de Hutchinson (1953) es quizá la única recomendable para tener
una visión aceptablemente general de Walras. El capítulo XIII constituye una
exposición competente y completa de las aportaciones teóricas y políticas del
francés; y si bien pueden encontrarse explicaciones más articuladas de los
EEPP, de la que proporciona una exposición por orden de las Secciones II
a VI, no se puede encontrar un comentario más equilibrado y representativo
del Walras no teórico que el contenido en las 5 páginas dedicadas a «Las
Teorías de Walras sobre Economía Aplicada y Social», que se cierran con una
infrecuente afirmación: «Aun cuando nunca fueron sistemáticamente completados, los dos volúmenes de Walras sobre política económica [EEPA y EES]
son un gran intento, como el libro III de Sidgwick, de revisión sistemática
de la política económica» (p. 222).
" Lo que resulta irónico habida cuenta de que, en carta de Walras a Gide, aquél
expresaba en 1903: «Sobre todo no me confundáis con Pareto, buen matemático, pero
nulo como filósofo» (CW, carta 1539).
Í.5
JULIO SEGURA
Todos los autores comentados hasta aquí pertenecen al período pre-Jaffé
de la historiografía walrasiana. Cabría pensar que la aparición de la versión
inglesa de los EEPP, y la interpretación más equilibrada y completa de la
obra de Walras que en la misma subyace, debería haber conducido las aguas
a su cauce normal. Lejos de ser así, dicha edición tuvo como efecto cierto
reforzamiento en medios académicos cultos de la idea de que Walras era sólo
los EEPP e, incluso, supuso la aparición de dos trabajos en revistas especializadas de gran circulación profesional y de autores muy prestigiosos —Friedman (1955) y Harrod (1956)— con opiniones sobre la aportación analítica
de Walras que, leídas hoy día, bordean casi el ridículo. Cabe suponer que,
pese a ello, tuvieron un considerable peso en la interpretación más generalizada de Walras y que se les ha atribuido una importancia muy inferior a la
que realmente tuvieron en la creación de una visión reduccionista. Por ello
me detendré brevemente en su comentario.
El trabajo de Friedman es una lectura de los EEPP ¿ la Hicks, pero más
extremada —ni siquiera las Secciones II-VI, ya que excluye totalmente la
teoría monetaria de la Sección VI, algo curioso precisamente en este autor—
y menos competente. Para Friedman, «al mayor nivel de generalidad hay dos
temas principales en los Elements (sic): el análisis de la rareté, o utilidad
marginal, y la teoría del equilibrio general» (p. 900). En el tema de la rareté
todo lo que aparece es una crítica al tratamiento innecesariamente metafísico
que de la misma hace Walras, cabe suponer que entendiendo como tal el
hecho de que para construir la teoría no es necesaria la rareté walrasiana
como magnitud absoluta, bastando con los cocientes entre raretés, tema éste
que constituye el objetivo, mucho más matizado, de una nota de Jaffé (1954,
n. 1, Lección 5, p. 498; versión española, pp. 252-253).
A partir de aquí, Friedman señala como «la gran contribución de Walras»
el «proveer de un lenguaje, un esquema clasificatorio para organizar materiales» (p. 906), para terminar con la siguiente evaluación global de la aportación
walrasiana (p. 908):
La economía no sólo requiere un marco para organizar nuestras
ideas, precisa también de ideas a organizar. Necesitamos el tipo
de lenguaje adecuado, pero también algo que decir. Hipótesis
sustantivas sobre los fenómenos económicos del tipo de las que
fueron objetivo de Cournot son un ingrediente esencial de una
teoría económica fructífera y con sentido. Walras tiene poco que
contribuir en esta dirección; para ello hay que volver a otros economistas, especialmente, por supuesto, a Matshall.
86
LEÓN WALRAS EN LA HISTORIOGRAFÍA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO
Puestos a buscar justificaciones, tras la opinión de Friedman se encuentra
su conocida postura sobre la metodología de la economía, su clara decantación
por el análisis parcial y la omisión del equilibrio general, característica de su
obra anterior y posterior. Pero la exclusión de toda referencia a la teoría monetaria contenida en los EEPP y su opinión global sobre éstos es más que
significativa de una valoración no sólo unilateral, sino también notoriamente
sesgada.
La calidad del artículo de Harrod es aún inferior. Su único objetivo parece más bien entonar una loa a los clásicos ingleses y demostrar la profunda
influencia de los mismos sobre Walras, así como la superioridad de Marshall
sobre éste y el papel más importante de Keynes en la historia económica. Preguntándose por el lugar que debería ocupar Walras en la secuencia de «modelos de tipo genérico», representada para el autor por Smith - • Ricardo -*
-* Marshall y J. M. Keynes, manifiesta una opinión cuya simple transcripción
hace innecesario todo comentario (p. 309):
Si se contempla el trabajo esencial de Walras como el dar una
prueba completa, final y pulida del teorema central de Adam
Smith [la mano invisible], debe seguirse de ello que no debería
ocupar en la historia de la economía la posición que tiene un gran
pionero como J. M. Keynes, sino más bien uno semejante al ocupado por su padre, J. N. Keynes, en la historia de la lógica.
J. N. Keynes proporcionó una demostración tan completa y pulida
de la lógica silogística que nadie, antes ni después, ha podido
mejorar. (En justicia a J. N. Keynes, debe añadirse que su lucidez
y presentación fueron muy superiores a las de Walras.)
A partir de los artículos originados por la aparición de la versión de
Jaffé de los EEPP ", la literatura sobre Walras se bifurca por diversas vías.
Por una parte, su figura va apareciendo tratada en los nuevos libros de historia de las doctrinas económicas; por otra, algunos autores hacen aportaciones parciales a aspectos concretos de los EEPP, entre las que cabe destacar
la secuencia de trabajos de Jaffé en su proceso de preparación de la correspondencia de Walras (CRP, 1965). Aparecen también unas pocas mterpretaciones más globales de Walras, pero quizá el efecto más notorio sea el rapto
y formalización del francés por parte de la naciente teoría matemática del
equilibrio general competitivo. De todo este conjunto de literatura elegiré
unas pocas muestras. Los trabajos de tipo puntual —v. gr., sobre la teoría
" Cabe citar también, entre los artículos ^nerados por la edición de Jaffé, el de
R E Kuenne (1936) - d e menor influencia profesional que los de Friedman y Harrod--,
que contiene un comentario sumamente elogioso de la estructura mterna global de
los EEPP.
87
JULIO SEGURA
monetaria, el papel de los tátonnements, el óptimo social, etc. '*—, siendo
fundamentales para realizar una valoración más correcta de la obra de Walras,
son aquí de interés secundario porque no conforman directamente la imagen
global de dicha obra. El rapto matemático tampoco requiere estudio alguno
por encontrarse, como es natural, dentro de la visión hicksiana de Walras. Sólo
dos aspectos merecen cierta atención: el tratamiento dado en los libros de
historia del pensamiento y la existencia de algunas interpretaciones más globales.
Por lo que respecta a los libros de historia, con frecuencia importantes
no desde el punto de vista de las aportaciones u originalidad en el análisis de
los autores, sino por ser, de hecho, los transmisores reales de la imagen de
la mayoría de aquéllos, los de Blaug (1966) y Barber (1967) son merecedores
de algún comentario, no por su calidad, sino por ser de amplia utilización y
contener casi todos los defectos de la visión walrasiana más sesgada y errónea ".
El libro de Blaug es anglocéntrico, sesgo limitativo, pero tolerable, si no
fuera por lo extremado del mismo: las «Guías del lector» que incluye, con
el objeto de «alentar a los estudiantes a familiarizarse directamente con las
principales obras del tema a que se dediquen» (p. 8), tratan sólo de Smith,
los Principies de Ricardo, J. S. Mili y Marshall, el Common Sense de Wicksteed, Marx y las Lectures de Wicksell. Esto ya preludia el tratamiento de la
obra de Walras, que, sin embargo, supera todas las expectativas en cuanto a
errores, imprecisiones y ambigüedades. La simple enumeración de algunas de
ellas será suficiente: señala que para Walras la competencia maximiza la satisfacción de todos los miembros de la sociedad, sin especificar bajo qué precisas condiciones (véase Jaffé, 1954, n. 1 a la Lección 10, pp. 510-511; versión española, pp. 265-267); afirma que Walras trazó funciones lineales de
utilidad marginal en su libro, algo que sólo hizo en la primera edición de 1874
y que eliminó en las siguientes precisamente para evitar errores de interpretación (CRP, carta 412 a Jevons de 1878); le califica de «reformador agrario»,
confundiendo la posición de Walras sobre la propiedad de la tierra y la financiación del Estado con el reformismo agrario; sentencia que antes de la década
de 1890 no se resuelve el tema de la relación entre la utilidad y la demanda
para afirmar, pocas páginas después, que Walras y luego Marshall dedujeron
clara y explícitamente las curvas de demanda de las de utilidad; destaca que
Walras rindió tributo a las cualidades de los trabajos de Dupuit, confundiendo su acuerdo con el uso del método matemático con la opinión de que
" Entre los que tienen especial interés, Kuenne (1961), sobre la teoría monetaria
walrasiana; Walker (1970), sobre diversos aspectos de la obra walrasiana; Jaffé (1977),
sobre el óptimo social, y Jaffé (1981), sobre el tátonnement.
" Ambos, además, han sido profusamente utilizados en la docencia universitaria española.
88
LEÓN WALRAS EN LA HISTORIOGRAFÍA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO
nada aporta al trabajo de Cournot y de que en lo principal —el excedente—
estaba equivocado (L. Walras, 1926, §§ 385-387). Incluso menciona 1886
como fecha en que Walras, por vez primera, une su nombre a los de Jevons
y Menger como codescubridores de la teoría de la utilidad.
Con un conocimiento tan indirecto e impreciso de Walras, el libro dedica dos decenas de páginas a explicar sus aportaciones analíticas. Como ejemplos de dónde se coloca el énfasis bastarán tres. Blaug dedica un 10 por 100
del comentario a explicar que aunque el número de ecuaciones e incógnitas de
un sistema coincida puede no tener solución o no ser úmica, problema que
califica de «sutil», aportando para su comprensión ejemplos del tipo;f2 + / = 0,
x^—y^=l^ para concluir que la demostración de la existencia del equilibrio
en Walras es insatisfactoria porque no se percibió de que se deben incluir
también los bienes no económicos —es obvio que, aunque los hubiera tenido
en cuenta, tampoco habría demostrado la existencia (véase Segura, 1987,
pp. 38 y 54, n. 48) . El segundo ejemplo es la página escasa dedicada a la
teoría monetaria en la que no se menciona por qué el dinero tiene utilidad
aunque no sea un bien de consumo con utilidad directa, lo que constituye la
clave para introducirlo en un modelo en que las funciones de demanda se
derivan de las de utilidad, y es la verdadera innovación analítica que permite
pasar de un enfoque de circulation a desservir a otro basado en el encaisse
desirée. El último ejemplo es la teoría del capital walrasiana: en la página que
le dedica aparece el bien E como «un tipo especial de bien de consumo»,
cuando es una renta anual perpetua cuyo único objetivo es poder expresar en
términos homogéneos el capital total de la economía.
Tras este recorrido, poco puede extrañar que la valoración final de Walras
sea tan confusa y ambigua como todo lo anterior. Para Blaug, «la economía
walrasiana, en este punto como en todos los demás, posee escasa sustanaa,
dando prioridad a la forma a expensas del contenido» (Friedman, dtxtt). Pero
no nos preocupemos, nuestro autor perdona a Walras pocas líneas después:
«Podemos mostrarnos un poco caritativos al pasar por alto las debilidades de
sus obras, puesto que la única cosa importante que sabía, la interdependencia
de todos los precios y cantidades, fue, quizá, la primera idea verdaderamente
nueva que surgió en la ciencia económica desde la época de la Riqueza de las
Naciones.» Por fortuna, resulta imposible encontrar otra combinación similar
de arrogancia ignorante.
El libro de Barber es, desde el punto de vista del anglocentrismo, más
extremado, incluso, que el de Blaug, bastando para comprobarlo la composición del capítulo dedicado a la economía neoclásica: 30 páginas para Marshall
y 16 para el conjunto de Walras, Clark, Bohm-Bawerk y Wicksell. Pero lo
más significativo es el propio tratamiento de Walras: sus EE?? se reducen
89
JULIO SEGURA
a la teoría del intercambio puro —sólo Secciones II y I I I — y los comentarios
valorativos se refieren a la imposibilidad de tratar problemas de subempleo
de recursos o de rendimientos crecientes de escala en el marco de su modelo,
para terminar con un párrafo que demuestra un desconocimiento del conjunto
de la obra comentada: «Walras estaba personalmente a favor de un régimen
de pequeños terratenientes, arreglo institucional capaz de aproximarse a la
competencia perfecta más que ningún otro sistema imaginable» (p. 215).
Para terminar este recorrido historiográfico sobre Walras, dos menciones
adicionales: Una primera, el desigual trabajo de Rugina (1982) que, pese a
ello, tiene la ventaja de tratar de hacer una evaluación integral de la obra de
Walras, si bien la presenta en forma un tanto esquizofrénica como producto
de la superposición de la existencia de «dos walrases»: el «científico puro»
y el «reformador social». Sin embargo, su lectura es sugerente por tres motivos. Primero, ofrece una versión de Walras conectada —en algunos casos de
forma muy alambicada— con los problemas económicos actuales. Segundo, da
cuenta sesgada, pero amplia, de la obra no analítica de Walras. Tercero, utiliza
las referencias con precisión y explica las posiciones de Walras en forma documentada. Aspectos todos ellos ausentes en la casi totalidad de la literatura
comentada.
El libro de Morishima (1911) constituye una obra peculiar por diversos
motivos. En primer lugar, se trata de una interpretación de los EEPP que
—como el subtítulo indica— centra su atención en las teorías de la formación
de capital y monetaria walrasianas, es decir, en uno de los aspectos considerados menos relevantes según la tradición hicksiana. En segundo lugar, pese a
tratar sólo de los EEP?, su reinterpretación de éstos se apoya en la estructura
de clases subyacente en Walras, en la idea que el autor tenía de la justicia
y del problema social, y en la importancia cíoncedida a la Sección VII —«Condiciones y consecuencias del progreso económico»—, normalmente considerada
una simple coda a los EEPP ". Por último, aunque no considera de forma
explícita los aspectos de economía aplicada y social de la obra walrasiana,
Morishima insiste por dos veces en el Prefacio de su libro en la importancia
de los mismos y en cómo las aportaciones en el campo aplicado están conectadas con el análisis teórico (pp. iv y vii). No obstante, y pese a su calidad, la
obra de Morishima se sitúa más que en el campo de la interpretación de
Walras en el de la «ampliación del análisis del equilibrio general en la exploración de áreas que L. W. no tuvo en consideración» ", constituyendo una
versión libérrima de los EEPP.
" El lector interesado en la obra de Morishima encontrará muy sugerente y esclarecedora la polémica mantenida entre Jaffé (1980) y Morishima (1980).
" Walker (1980), p. 135. Este trabajo constituye una excelente crítica de Morishima (1980).
90
LEÓN VALRAS EN LA HISTORIOGRAFÍA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO
Pese al interés del texto de Morishima, es dudoso que haya ejercido influencia alguna contra la visión reduccionista de la obra de Walras que hemos
discutido en este epígrafe. Por una parte, se trata de un texto de difícil lectura, accesible sólo a una exigua minoría de economistas con buena formación
matemática. Por otra parte, el tipo de lector a quien va dirigido es, precisamente, el más interesado tan sólo en los aspectos formales de la obra de
Walras.
4. UN INTENTO DE INTERPRETACIÓN CONJUNTA
DE LA OBRA DE WALRAS
¿Fue la obra de Walras un todo integrado?, ¿fue, por el contrario, la
superposición de tres planos —analítico, aplicado y social— inconexos o, cuando menos, separables? La versión generalmente aceptada, documentada en el
epígrafe precedente, ha consagrado en el mejor de los casos una visión fraccionada, según la cual su obra puede separarse en dos conjuntos: uno fundamental, los EEPP y las memorias analíticas, ubicado en el campo de la economía 'teórica pura, y otro ignorable, cuando no muy deficiente o carente
de interés, formado por los EEPA, los EES y todos los trabajos de economía
aplicada y social.
Esta no era, en absoluto, la idea del autor sobre su propia obra. En fecha
tan temprana como 1859, a los 25 años, Walras ya había pergeñado con detalle un plan de trabajo encaminado a «dar una solución científica al problema de la Distribución de la Riqueza» (CRP, carta 16), que contenía un esquema casi definitivo de las investigaciones a realizar a lo largo de su vida, y
que posteriormente confirmó en 1862 en un «Programa sucinto de un Tratado
completo de economía política y social» (CRP, carta 81) y en la propuesta
de un programa docente de Lausanne para 1871 (CRP, carta 171), y en todos
ellos su programa de investigación contempla los aspectos puros, aplicados y
sociales como un todo integrado.
Sería absurdo, a más de irrelevante, negar que las aportaciones más importantes de Walras se sitúan en el campo de la teoría pura, pero resulta
erróneo considerar su obra separable en dos conjuntos disjuntos. Es claro que
quien lo desee puede interesarse sólo en la obra puramente analítica de Walras,
de la que obtendrá enseñanzas, pero en ese caso carecerá de una visión completa de sus trabajos, no conocerá la génesis real de su obra y no debería,
por tanto, emitir opiniones sobre el papel de Walras en la historia del pensamiento económico. Lo que trato, en suma, de probar en el resto de este
trabajo es una proposición que cabría formalizar en los siguientes términos:
91
PJLIO SEGURA
Si se aceptan:
i)
la diferenciación que Walras hace entre economía pura, aplicada y
ii)
social, y
,, .
;
^
la conclusión principal de su modelo de equilibrio general competitivo.
Entonces:
A)
B)
no es posible rebatir, desde el punto de vista lógico, sus opiniones
en materia de economía aplicada - q u e se refieren a temas centrales
de política económica—, y
,
•i
i
ix
las posiciones walrasianas en materia de economía social resultan, lógicamente, coherentes con su esquema teórico, aunque puedan ser no
compartidas desde el punto de vista ideológico.
Y si esto es cierto, se derivan como corolarios que:
a)
la lectura á la Hicks de los EEPP impide una interpretación correcta
de la obra al omitir sus aspectos metodológicos -Sección I - , semidinámicos -Sección V I I - y de competencia imperfecta - S e c -
b)
la obra de Walras en el campo de la economía aplicada y social es
de alta calidad y relevante para su época.
ción V I I I — , y
i)
,
1- j
• I
Los diferentes planos del análisis económico en Walras
La posición metodológica de Walras data de fecha muy temprana (1859 .)
en que ya señalaba que la ciencia «observa, describe, explica, y el arte «aconseja prLcribe, dirige», que la ciencia ilumina al arte y éste aplica los resultados de aquélla. El objeto de la economía es la riqueza social, que no es mas
que el conjunto de cosas escasas en sentido aentífico, es decir útiles y limitadas en cantidad. Todos los componentes de la riqueza social tienen, pues,
valor y por ello son apropiables, intercambiables y reproducibles por medio
de la actividad industrial. De ahí que un estudio completo de la riqueza social
deba plantearse tres problemas distintos, que dan lugar a tres tipos de anáhsis
económico:
— A qué se debe y cómo se genera la riqueza social. El objetivo de este
análisis es la teoría del valor de cambio, que constituye el núcleo de
la economía política pura.
92
LEÓN WALRAS EN LA HISTORIOGRAFÍA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO
— Cómo se produce la riqueza social. El objetivo de este análisis es la
teoría de la industria, que constituye el núcleo de la economía política
aplicada.
— Cómo se apropia y distribuye la riqueza social. El objetivo de este
análisis es la teoría de la propiedad, que constituye el núcleo de la
economía social.
¿En qué se diferencian, para Walras, estos tres planos de análisis, además
de en su objetivo explicativo?: en el criterio rector de cada uno de ellos. En
el campo de la economía política pura el criterio es la veracidad potqnt se
trata de una ciencia físico-matemática de carácter puramente deductivo sin
componente experimental alguno. En la economía aplicada el criterio será la
realidad ya que se trata de ver en qué forma cabe aplicar a la misma las
conclusiones obtenidas por la ciencia pura; constituye, pues, un conocimiento
de tipo práctico. Por último, la economía social debe regirse por el criterio
de justicia, situándose en el ámbito de las ciencias morales (EEPP, SS 30,
38, 39).
Walras defendió ardientemente el derecho del científico puro en cuanto
tal a plantearse problemas abstractos, con independencia de su realismo, aplicabilidad o interés práctico; pero siempre sostuvo de orma explícita que el
resultado global del estudio de la economía era «no el máximo absoluto de
interés, sino el máximo absoluto de interés compatible con la justtaa» (CRP,
carta 652).
ii)
La conclusión principal del análisis del equilibrio general
Walras partió de una clara preconcepción analítica: su convencimiento de
que la competencia perfecta era el mejor de los sistemas, desde el punto de
vista de lo que hoy día llamamos eficiencia. La demostración de esta idea es
el objetivo central de todo su análisis en el campo de la economía política
pura, y, en efecto, demostró, en sus propias palabras, que la competencia
era el sistema que. bajo ciertas condiciones, mejor sattsfaaa el objetivo de
maximizar el interés material, con independencia de que fuera o no compatible con la justicia. Esta es una afirmación umversalmente admitida por el análisis económico actual, pero es precisamente el hecho de que dicha afirmación
sea cierta sólo bajo ciertas condiciones lo que constituye la clave para enjuiciar
la coherencia de las propuestas walrasianas en el campo de la economía política aplicada.
¿Cuáles son estas condiciones? La principal, la uniformidad de os precios.
es decir, que los precios sean los mismos para todos los agentes (L. Walras,
JULIO SEGURA
1926, Lección 10). Walras era consciente de que «si las mercancías se vendieran
caras a los ricos y baratas a los pobres (...) se produciría un gran aumento
de la utilidad efectiva [global]» (CRP, carta 652). Pero defender o no la
discriminación sería, en todo caso, un tema de economía social del que por
ahora nos mantendremos al margen. A esta condición añadió: que el consumidor sea capaz de estimar la utilidad de los bienes y servicios y que el beneficio sea nulo (L. Walras, 1926, S 223).
A) La no rebatibilidad lógica de las opiniones de Walras en materia
de economía pura.
Resulta ahora fácil repasar la lista de las posiciones mantenidas por Walras
en economía aplicada para demostrar su escrupulosa coherencia con la teoría:
— Defendió el librecambio internacional, combatiendo aranceles y prácticas restrictivas de todo tipo antes y después de los EEPP (v. gr., 1861 a,
1897 b). La fundamentación de esto se encontraba en que las ventajas del
intercambio libre entre países permitiría mejorar las utilidades efectivas de
todos, un resultado teórico poco discutible.
— Consideró que los impuestos sobre el consumo, sobre las rentas del
capital y sobre los salarios distorsionaban la competencia, y que sólo un impuesto sobre las rentas de las tierras era neutral, y atacó los primeros y
defendió el segundo antes y después de los EEPP (v. gr., 1860 a, 1861 a,
1896 c). En la medida en que la tierra era el único bien de capital cuya cantidad consideraba fija —como los clásicos—, su análisis de incidencia y traslación fue impecable (véase EEPP, Lección 42), porque los efectos sobre la
distribución de la riqueza pertenecen a otro ámbito del análisis.
— En el campo de la política monetaria fue liberal estricto, oponiéndose
a controles de no convertibilidad, siendo partidario de que el tipo de interés
de mercado regulara los movimientos monetarios y financieros internacionales
(1861 b) y contrario al monopolio de emisión de billetes de banco (1879 b).
— Sus aportaciones a la teoría monetaria aplicada fueron más que notables, y de ellas se benefició su elaboración teórica, en continua mejora desde
la primera edición de los EEPP, en que la demanda de dinero se determinaba
en forma empírica, hasta la tercera, en que aparece el enfoque de saldos líquidos deseados y se consigue dotar de utilidad al dinero no mercancía vía los
servicios de disponibilidad que presta ".
'° La evolución detallada de la teoría monetaria walrasiana entre ediciones de los
EEPP se encuentra en Marget (1935). Una versión más accesible y simplificada, en
Jaffé (1954, notas del traductor a la Lección 29).
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LEÓN WALRAS EN LA HISTORIOGRAFÍA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO
Una de sus preocupaciones centrales en este área fue el logro de la estabilidad del valor del dinero. Partiendo de que la unidad monetaria no constituye una unidad de valor (1867 a), analizó los problemas de la Unión Monetaria Latina, las relaciones monetarias anglohindúes y los efectos del descubrimiento de nuevos yacimientos de metales preciosos, realizando aportaciones
a la contrastación empírica de la teoría cuantitativa (1885 b) y al empleo de
números índices en este tema (1885 a). Su propuesta básica, un sistema bimetálico con acuñación de plata con fines de mantener la relación de intercambio entre oro y plata en el mercado en su valor legal (1884), constituye
una de las propuestas más originales e inteligentes sobre un problema crucial
en su época.
El tema de los monopolios fue tratado en coherencia con el punto de
vista teórico, como una situación en la cual el beneficio no era nulo —e
incluso podía no cumplirse la uniformidad del precio (EEPP. Lección 41>—
y en la que, por tanto, no podían prescribirse las ventajas de la competencia.
Diferenció entre monopolio natural y de interés social, analizándolos, respectivamente, en términos de los ferrocarriles —en los que había trabajado en
su juventud— y de la propiedad intelectual. Sobre el primer tema se manifestó partidario no de que el Estado gestionara los ferrocarriles, sino de que
fijara sus tarifas según el coste de producción, haciendo aportaciones a los
métodos de cálculo de tarifas proporcionales y diferenciales (1897 ¿). En el
segundo tema, del que se ocupó muy joven (1859 b), anticipó el argumento
de Arrow sobre las ventajas para la sociedad de una protección temporal
—patente— para un tipo de bien que, como los resultados de la investigación,
no está protegido contra la apropiación por un sistema de competencia libre,
por lo que su producción resulta desincentivada (1880).
— En el tema del mercado de trabajo sostuvo que el salario competitivo
era el más acorde con el interés material, pero que el Estado debería intervenir
en la regulación de las condiciones de trabajo y jornada, que eran causantes
de dos tercios de las huelgas, con la consiguiente pérdida de riqueza social
(1867 c).
^ ^ .
— Por último, sus frecuentes defensas de las cooperativas (1865) no implican colisión con el sistema competitivo, sino sólo una forma que Walras
consideraba conveniente de organizar parte de la producción dentro de la
competencia libre.
De este breve repaso se obtienen tres conclusiones. La primera es que
todas las propuestas wdrasianas en el campo de la economía aplicada se encuentran justificadas por los resultados teóricos de su análisis de equilibrio
general competitivo, ya que cuando propone políticas no competitivas es porque se encuentra ausente, al menos, una de las condiciones bajo las que cabe
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JULIO SEGURA
concluir que la competencia es un sistema que maximiza la eficiencia, que es
la proposición A). La segunda es que nuestro autor llevó a cabo numerosas
aportaciones sólidamente fundamentadas a muchos de los problemas más relevantes de su época. La tercera, que la economía pura y la aplicada se encuentran íntimamente imbricadas en la obra de Walras, es decir, el corolario b).
B)
La coherencia lógica de la economía social con la pura.
Dadas las posiciones políticas de Walras, ya comentadas en el epígrafe
anterior, y la firmeza con que las defendió a lo largo de toda su vida, que
tanto le alejan del estereotipo actual del teórico puro, cabría pensar que
las preconcepciones ideológicas de Walras sesgaran su trabajo analítico''.
Nada más lejos de la realidad.
Walras tenía dos tipos de preconcepciones. Una primera de carácter analítico; su creencia apriorística en las ventajas de la competencia libre desde
la perspectiva del interés material. Una segunda de tipo ideológico: su creencia en que el sistema debería ser justo, en el preciso sentido de que hubiera
igualdad real de oportunidades para todos y de que todos los ciudadanos fueran iguales no sólo ante la ley civil y política, sino también ante las leyes
sociales y económicas (1896 a, 1898(2). Y fue precisamente su clara postura
metodológica lo que le permitió separar los aspectos relativos a la eficiencia
(economía política pura) de los referentes a la justicia (economía social). Por
ello, la compatibilidad entre sus posiciones en ambos campos ha de buscarse,
en caso de que exista, en la coherencia entre sus prescripciones sociales y el
logro de la eficiencia.
Los dos grandes temas sobre los que Walras manifestó posiciones claras
en el ámbito de la economía social fueron la intervención del Estado y, sobre
todo, la teoría de la propiedad y la justicia.
Por lo que respecta a la intervención del Estado, su posición fue muy
moderada. A la lista clásica añadió la regulación legal de los monopolios
—tanto los naturales como los necesarios—, la reglamentación de las condiciones de trabajo y algunas propuestas puntuales, como, por ejemplo, la construcción de casas baratas municipales en París para mejorar las condiciones
" No es aquí lugar para dar una explicación detallada, pero el análisis de los trabajos que Walras no incluyó cuando decidió el contenido de los EES y los EEPA, así
como las alteraciones de los que reeditó, es significativo de cómo la relación de causalidad va claramente desde la economía pura hacia la aplicada y social, y no en el sentido
contrario '(con la única excepción parcial de la teoría monetaria, que fue objeto de cambios sustanciales a lo largo de su vida, algunas de cuyas mejores páginas se encuentran
en los EEPA y no en los EEPP).
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LEÓN WALRAS EN LA HISTORIOGRAFÍA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO
de vida de los obreros, que consideraba muy deficientes en las grandes concentraciones urbanas. Pero incluso esta última propuesta cabe pensar fue posteriormente abandonada, ya que desde su temprana formulación (1860 ¿) no
volvió a repetirse. Es de destacar que todas sus peticiones de mtervención
pública, en lo relativo a cambios del marco legal - e n temas de cooperativas,
organización monetaria, enseñanza superior, relaciones entre el Estado y la
iglesia católica, derecho de familia, administración de la justicia y otros tem a s - , perseguían siempre una mayor flexibilidad institucional, el fortalecimiento de la competencia y la igualdad real de derechos. Un programa, en
suma, claramente liberalizador en materia económica.
Lo que realmente se encuentra tras la generalizada opinión de que las
posiciones de Walras en materia de economía social eran «mala metafísica.
(Schumpeter), «posiciones increíbles» (P^^eto) o cuando menos, «carentes de
interésMHicics) es su opinión de que .Las TIERRAS son, por derecho r,a.
tural, propiedad del ESTADO» (1896 b, p. 218).
¿Es ésta una afirmación que echa por tierra las posiciones de Walras en
materia de justicia, propiedad y fiscalidad? Me parece -idente que no, y eUo
por varias razones. En primer lugar - y aunque sea un ^¡^^-^^^
* 3 nem no por ello deja de ser significativo-, fue una posición mantenida entre
otros muchos, por Gossen o Lloyd George, au«)res sobre los que nadie ha
emitido un juido descalificador global por eUo. En segundo lugar^^ra
Walras, la estricta posesión estatal de las tierras era poco f^va^te desde
el punto de vista práctico, radicando su importanaa en la implicación de que
la L e a fuente de ingresos fiscales del Estado debía ser o las ren as de 1 s
tierras - s i eran de propiedad pública- o la imposición sobre éstas - s i se
mantenían en manos privadas- En tercer lugar, se puede estar en desacuerdo
con la propiedad estatal de todas las tierras, tanto en sí misma como por la
manera en que la formuló Walras -basta para ello con no creer en la existencia de un derecho natural-, pero esto no tiene por qué afemr a k valoración de sus implicaciones para la economía social, porque ¿^a dependerá
de si su posición afecta o no al interés matenal, es decir, a la eficiencia.
En suma, la clave radica en determinar si es " f ° ' l " ^ / j ^ J ! ¿ T f í *
de una discutible posición iusnaturalista, /. propuesta ftscal de Walras per- J ^ ^
d c n , o s t « b l ^ elJ^^Ho ^ ^ u e W ^ . ^o ten.
^'tT^.^o.T.l'^^o''^^^'f^"^r^r
^ ^ ^ ^ ^ ^ ^
a los terratenientes sus «erras con el
producto obtenido de \»s "?«^f ( J ^ l ; , ya que la posición fiscal de Léon proviene
» Sería más exacto decir d| ¿°^ ^ f as ya ^í^^ j,^^,„o ,1 ^^ pu„to en que
de su padre. Auguste (1849, IS'O'- f^« f°^^ ^EPP, «Prólogo a la 4." edición definit L t / n n ' VyTX'r^6f.rtú'^6n
de jiffé de 1954. pp. 122 y 432, respectivamente, de la versión española).
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JUUO SEGURA
mite un sector público financieramente sano que obtiene sus ingresos sin afectar a la eficiencia del sistema competitivo, aunque sí a la distribución de la
riqueza. Si esto es cierto quedará demostrada la proposición B).
Desde el punto de vista analítico, es claro que todos los impuestos, con
la sola excepción de los que gravan la tierra, alteran la eficiencia del sistema
competitivo (v. gr., EEPP, Lección 42). Esto es así porque la tierra es un
bien de capital cuya cantidad está dada y no es susceptible de modificación
más qtie en cuantía despreciable (EEPP, Lección 17). Además, en una sociedad con inversión neta positiva, la renta de la tierra es creciente (EEPP,
Lección 36). Todos éstos son resultados «ricardianos» ampliamente aceptados.
Un impuesto permanente sobre la renta de la tierra del x por 100 equivale a un gravamen del x por 100 sobre el valor de la tierra. Una vez fijado
un impuesto sobre la renta de la tierra, su eliminación, o simple reducción
del tipo, constituye un regalo de la sociedad a los terratenientes que hayan
adquirido o heredado las tierras en la situación anterior; regalo de cuantía
igual al X por 100 del valor de las tierras y carente de justificación, sea cual
sea el criterio de justicia socialmente aceptado.
Reuniendo todos estos argumentos, resulta que la posición de Walras, consistente en que el Estado perciba en su integridad la renta de la tierra, bien
mediante un gravamen del 100 por 100 de la misma, bien mediante la propiedad pública de la tierra:
— no afecta al funcionamiento de la competencia libre;
— es flexible y suficiente por el crecimiento de la renta de la tierra en
una sociedad progresiva;
— en su variante de propiedad estatal, es no discrecional porque evita la
variación de los tipos sobre la renta de la tierra ";
en suma, una propuesta que hace el sistema fiscal desde el punto de vista de
la economía política pura neutral respecto a la eficiencia, suficiente, flexible
y no discrecional. Otra cuestión es que dicha propuesta afectara al derecho
de herencia y proporcionara al Estado una autonomía que podía ser considerada peligrosa por las clases dominantes, pero esto es algo que entra en el
campo de la valoración política de una propuesta que, desde el punto de vista
puramente analítico, es irreprochable. Y ésta es la prueba de la proposición B).
" Cabe señalar incluso que, en coherencia con su posición sobre el tema de los ferrocarriles, en caso de propiedad pública estricu, Walras pensaba que el Estado no debía cultivar directamente las tierras, sino arrendárselas por un largo período a agricultores privados.
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LEÓN WALRAS EN LA HISTORIOGRAFÍA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO
De esta forma creo que la obra de Walras emerge, al cabo de un siglo,
como un todo fuertemente trabado que incluye la elaboración formal más espectacular de la historia de la teoría económica, pero también un abanico de
aportaciones más que notables en el campo de la economía aplicada y de la
distribución de la riqueza que, se coincida o no con las posiaones ideológicas
del autor, presentan una impecable coherencia lógica interna. Y queda la enseñanza de cómo el autor de la aportación más abstracta al análisis económico
pudo usar las conclusiones formales de la misma para mantener posiciones
reformadoras radicales en una sociedad barrida por confUctos sociales, producto de su incapacidad para dotar de contenido económico y social a los logros políticos de la Revolución Francesa.
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