Envejecer con dignidad

Anuncio
Envejecer con dignidad
por Joaquín Rocha
Psicólogo especialista en Educación para la
Comunicación
[email protected]
[Ampliar foto]
Federico Herreros | Fotografía:
--------------------------------------------------------------------------“El tiempo pasa, no vamos volviendo viejos…” ¿Será esto tan cierto? ¿Es el
paso del tiempo el que inexorablemente marca la vejez? ¿Cuándo uno
empieza a envejecer? ¿Es el reloj biológico el disparador de ese sentimiento
que huele a muerte anticipada? O ¿es la sociedad quien plantea una imagen
negativa de la vejez?
Es todo esto, pero, seguramente, se comienza a sentir la vejez en el mismo
momento en que uno siente que está envejeciendo.
¿Qué es lo que produce ese temor que hasta llegar alcanzar la dimensión de
una fobia?
La sociedad que licua los sentimientos y trasforma todo en espectáculo
convierte en mercadería desechable a los hombres y mujeres, después de
cierta edad. Ésta es una herida que no muchos pueden soportar. Los
individuos cumplen con un rol social, este rol está dado por su propia
circunstancia, pero también por las exigencias de la sociedad. La baja
autoestima, la desvalorización y la ausencia de un sentido claro de la vida
colaboran para que este miedo crezca y permanezca. Entonces, aparece, en el
horizonte, el afán de prolongar la juventud indefinidamente. Dice la Dra.
Graciela Zarebski, profesora del área de Gerontología de la Universidad
Maimónides: El camino complicado es el que parece más sencillo: aspirar a
parecer siempre jóvenes representa querer detener el tiempo o volver a
épocas pasadas y adherir a un modelo social que enaltece la juventud eterna.
Es una batalla perdida de antemano: lo que se desmiente o se oculta, tarde o
temprano, reaparece. Cuanto más oculto, más siniestro el desenlace. Es
recurrir a soluciones mágicas y rápidas, de alcance efímero: el resultado es la
frustración permanentemente renovada.
Se intenta modificar la realidad, incapaz de aceptar un cuerpo que envejece,
aunque el valor como persona permanezca intacto.
Seguir jóvenes físicamente es una manera de pertenecer, permanecer en el
tiempo, contrariar el devenir de la vida.
La frustración también surge, ya lo señalaba Erikson, cuando no se ha logrado
alcanzar satisfactoriamente la etapa de generatividad, dando lugar a un
empobreciendo personal. Si bien este estadio de la vida está ligado a los
procesos orgánicos, depende también de los procesos psíquicos que regulan el
desarrollo de la personalidad y del poder moral del proceso social.
Las personas sienten que están viviendo una vida rutinaria sin poder cumplir
sus expectativas. La monotonía ha invadido incluso el mundo del los afectos.
Sienten que nunca han sido amados y que ni siquiera ellos lo han hecho.
Perciben que la vida se les escapa de las manos y no soportan la idea de
envejecer. Lo paradójico es que no pueden vivir en el presente una vida plena,
por la angustia que les produce el sentir que no están consumando aquello
que se habían proyectado y ven que sus sueños se desvanecen.
Cada uno envejece como vive. Se vive según el camino que cotidianamente se
va construyendo. ¡Cuantas trabas se implantan en él!
Cada etapa de la vida tiene su propia razón de ser. Ninguna es mejor o peor
que la otra. Todas forman parte de la historia personal, que estará más cerca
de la felicidad, dependiendo de cómo se ve el vaso: medio lleno, medio vacío.
Cada cosa llega en el justo momento, nunca en las vísperas.
Me fastidia envejecer, cuando me doy cuenta de que no concreté todo lo que
me había propuesto. Más sabiendo que tuve la posibilidad. Eso me da mas
bronca (Testimonio de Carlos, 32 años, empleado).
Sé que estoy envejeciendo bien. Me miro al espejo y estoy conforme conmigo.
Sé que he hecho cosas y me faltan cosas por hacer. Lo que no hice ya está. La
cuestión es vivir a pleno cada momento. Diría que estoy envejeciendo con
dignidad (Testimonio de Luís, 45 años, abogado).
La vejez se va anunciando desde ciertas manifestaciones que asoman
lentamente. Pocos se animan a reconocer sus anuncios. A menudo, el
descubrimiento trae aparejada la crisis con el concebido temor a dejar de ser
deseado o ya no obtener el éxito.
Un buen envejecer no sólo es la ausencia de arrugas, sino también asumir una
madurez donde la persona se sienta realizada y feliz. Se trata, ni más ni
menos, de vivir sintiéndose bien con uno mismo en comunicación con los
demás.
Descargar