La opción de la castración química, José Ugaz

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La opción de la castración química
José Ugaz, jurista
En el contexto del debate sobre la pena de
muerte propuesta para los violadores de menores de edad, ha resurgido la polémica sobre la
llamada castración química como solución alternativa a este tipo de delincuencia aberrante.
No es la primera vez que se propone aplicar la castración química a los violadores de
menores. A raíz de la captura de una persona en la ciudad de Parcona, Ica, a mediados de
1996, a quien se responsabilizó de la violación y posterior muerte de cuando menos ocho
infantes, se desarrolló --como es usual-- una intensa campaña con lamentables ribetes
sensacionalistas, que desembocó en la presentación de varios proyectos de ley. Entre estos,
destacaba uno de la congresista Susana Díaz Díaz, denominado proyecto de ley contra la
violencia sexual y de la castración (1734/96-CR), que según su exposición de motivos
pretendía responder "... a la legítima demanda de la población para que haya mayor
severidad contra el violador, aplicándose, cuando resulte reincidente, medidas que limiten su
apetito sexual o extingan su capacidad procreadora". El antecedente de esta propuesta se
remonta a la Ley AB3339, vigente en el estado de California, EE.UU., desde el 23 de febrero
de 1996, norma que introdujo por primera vez en ese país la denominada 'chemical
castration' como requisito obligatorio para aquellos condenados por violación de menores de
13 años que desean obtener la libertad condicional (en el caso de los condenados por
primera vez, el sometimiento al tratamiento es voluntario).
Se denomina castración química a la aplicación de un progestágeno llamado acetato de
medroxyprogesterona, sustancia que favorece el desarrollo de la progesterona, la hormona
que aporta las características femeninas de una persona. La administración de
progestágenos a varones trae como consecuencia la disminución de la testosterona,
hormona que aporta los elementos de masculinidad, cuya reducción disminuye el impulso
sexual, más conocido como libido.
A raíz de que estados como Florida, Montana y Texas han seguido el ejemplo de California,
se ha abierto un debate entre quienes critican esta medida por considerar que es ineficaz y
atenta contra principios básicos de humanidad, y quienes defienden su vigencia sosteniendo
que sí reduce la reincidencia en violaciones de menores.
En su contra se sostiene que la aplicación de la droga, cuyo nombre comercial es Depo
Provera, un conocido anticonceptivo inyectable, genera una serie de graves efectos
secundarios como la diabetes, depresión, disnea (dificultad para respirar), trombosis, flebitis,
hipertensión, etc. De otro lado, su eficacia está en entredicho. Reconocidos médicos
especialistas como el doctor Fred Berlin, del John Hopkins Hospital, señalan que esta
sustancia solo funciona en algunos casos y que además requiere ir acompañada por
psicoterapia y monitoreo del paciente. Para mayor abundamiento, no se ha probado que
tratándose de violadores afectados por psicopatías --que son numerosos entre los que
agreden sexualmente y causan la muerte de menores de edad-- esta sustancia tenga algún
efecto neutralizador, pues el impulso de hacer daño y matar no necesariamente surge de la
libido.
Quienes defienden su aplicación argumentan que no caben consideraciones humanitarias
con los violadores de menores, y que siendo un delito de muy alta reincidencia (arriba del
70%), en los casos en que se han aplicado progestágenos, esta habría bajado a alrededor
del 6%.
En el Perú la aplicación de esta pena de naturaleza aflictiva no solo es inconstitucional por
atentar contra los principios consagrados en los artículos 1, 2 inciso 1 y 139 inciso 22 de la
Constitución, sino que a ello se agrega el costo que implementar tal medida importaría
(US$46 por una inyección de 150 mg que debe aplicarse periódica y sostenidamente), lo que
la hace inviable en una realidad penitenciaria como la nuestra, donde ni siquiera existen
partidas adecuadas para asegurar una alimentación básica a los detenidos en prisión.
Finalmente, además de los inconvenientes humanitarios, legales y económicos que
desaconsejan la vigencia de esta medida, es obvio que la misma resulta innecesaria, pues en
el Perú la violación de menores es castigada con cadena perpetua, y en caso de ser
aplicable algún mecanismo de liberación, el artículo 178 de la Ley 27693, impone tratamiento
terapéutico e informes médicos y sociológicos favorables como condición obligatoria previa a
la excarcelación.
Para eliminar el peligro que implican estos delincuentes y castigarlos severamente, como
ocurre con frecuencia en el Perú, basta con hacer cumplir la ley.
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