1 INSTITUTO DE ESTUDIOS ESTRATÉGICOS DE BUENOS AIRES Vigencia de Clausewitz Dedicado a la memoria del Doctor Roberto Yañez Cortés, maestro de Filosofía y singular amigo, asesinado por las hordas de nuevos bárbaros que asolan la Ciudad. Dice Henry Kissinger en “La diplomacia”, que José Stalin tuvo tres actitudes ante la bomba atómica construida por los Estados Unidos: 1- Sugerirle que le den “un buen uso” contra los japoneses. 2- Ordenar a sus escritores estratégico-militares que minimicen su importancia y reafirmen el concepto clausewitziano de “la guerra como continuación de la política por otros medios”, considerando a la bomba atómica como un arma poderosa, pero arma al fin. 3- Apurar la construcción de la bomba atómica por parte de sus propios científicos. En la interpretación de Kissinger hay una comprensión impecable respecto del juego político de Stalin -maestro del realismo- frente a la inocencia idealista del viejo Roosevelt, cuya grandeza -en otro sentido- está fuera de discusión. Sin embargo, Kissinger -gran realista- percibe en Stalin sólo una certera maniobra política, destinada a engañar al gobierno norteamericano hasta que la Unión Soviética compense el desequilibrio en materia armamentista. Claramente, la urgencia de las decisiones políticas llevó a Stalin a poner en práctica esa maniobra, por demás comprensible. Sin embargo, la posesión de arsenal atómico por parte de la Unión Soviética preservó el punto número dos, es decir, la vigencia de las tesis de Clausewitz en relación a la guerra como emergente de la “totalidad política”, “prolongación de la política” e “instrumento de la política”. Es decir, la teoría marxista-leninista soviética siguió sosteniendo que la bomba atómica era un arma importante, sí, pero no decisiva: 2 la decisión seguía estando en manos de la Política, interpretada en clave marxistaleninista. Esto es, concebida como lucha de clases expresiva -en el nivel de la superestructura jurídico política- de la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Nos detenemos especialmente en la interpretación de Kissinger porque -no obstante su maestría intelectual y política- repite las tesis principales del pensamiento estratégico norteamericano y occidental en general: no reconoce la vigencia de las tesis fundamentales de Clausewitz, concibe a las armas atómicas como excepcionales y posicionadas por encima de la Política. No lo dice directamente. Su solidez política se lo impide, pero lo sugiere: para Kissinger, los soviéticos -desde Stalin- mienten deliberadamente, esconden, ocultan la excepcionalidad de las armas atómicas, su carácter revolucionario de la relación entre la guerra y la Política. La denominada década de oro de los “estudios estratégicos”, la década de los años sesenta, encontró en norteamericanos y europeos la modelización -hasta el hartazgo- de las situaciones estratégicas “posibles”. Se concibe el juego estratégico como uno de fuerzas, desprendido de la ligazón con lo Político. Los modelos estratégicos carecen de realidad política. Bajo la categoría de posibilidad se ocultó la efectividad, alfa y omega de la realidad política en la concepción maquiaveliana. Tiene Raymond Aron el mérito de señalar ésta deficiencia. Si se quiere, este entusiasmo bizantino por los juegos de amenazas y los equilibrios inestables, cuando no las diversas estrategias de acción con armas nucleares: los diversos escalones de la “respuesta flexible”, hasta el “paroxismo nuclear” (sin hablar de Pierre Celerier y sus ejes defensivos desde el Báltico hasta los Dardanelos -el primero- hasta el eje pirenaico desde el Mar Cantábrico hasta el Mar Mediterráneo. Es lícito preguntarse: ¿Qué hubiera quedado de esos ejes 3 imaginarios de la estrategia francesa si los soviéticos se hubieran lanzado contra Europa Occidental?). Dice Aron que Clausewitz es un mal filósofo. La suya es una afirmación extraña, incluso contradictoria con la vigencia del pensamiento clausewitziano, que Aron reconstruye y expone magistralmente. Relativiza Aron la relación de Clausewitz con la filosofía alemana. Afirma –al respectoque Clausewitz accedió a ella de “segunda mano”, por así decirlo. Sin embargo, señalamos que su conceptualización de la guerra se inscribe en el proyecto teórico kantiano, que abre magistralmente el universo del ‘idealismo alemán’. ¿No es acaso la deducción de las categorías y el esquematismo trascendental kantiano el encuadre de la relación entre los conceptos de Clausewitz sobre la guerra absoluta (es decir, el concepto puro a priori) y las guerras reales? ¿No es el de Clausewitz un método trascendental inscripto en el “idealismo filosófico” alemán, es decir, un modo mediante el cual es posible construir conocimiento? Por otra parte, no es difícil concluir el contacto de Clausewitz con la filosofía de Hegel. En efecto, mientras Clausewitz dirigía la Escuela de Guerra en Berlín, Hegel era el Rector de la Universidad, ejerciendo una influencia intelectual arrolladora. ¿Podía acaso un teórico-filósofo de la guerra desconocer lo que se enseñaba en las aulas de la Universidad de la ciudad en la que vivía? A pesar de la exhaustiva crítica aroniana, señalamos que la conceptualización de la guerra de Clausewitz se inscribe en el proyecto teórico kantiano -no en el proyecto político, desarrollado en “La Paz Perpetua”, opuesta por el vértice a la teoría de Clausewitz- que abre magistralmente el universo del ‘idealismo alemán’. Este hijo de los campamentos supo aplicar las armas de la filosofía -reciamente sí, pero también acertadamente- a los problemas fundamentales de la guerra, elevándola al plano del concepto. 4 El recio marxismo- leninismo no olvidó jamás algunos de sus descubrimientos. Pertrechado de la dialéctica, no se espantó ante los pliegues de la relación de la política y la guerra. Formados en una visión de conjunto, la determinación de la totalidad política reinterpretada en función de la lucha de clases y de los conceptos centrales del marxismole proporcionó el cierre categorial -en sentido kantiano- en que las armas -todas las armasse subsumieron bajo el proceso político, que ontológicamente las sobrepasa. ¿O no es acaso un problema político llevar a una Nación al holocausto nuclear, el que difícilmente no implique el propio suicidio? ¿O no es acaso un problema político conducir una Nación a la guerra? ¿Con cuánta más razón lo es si la guerra en cuestión desata el choque de fuerzas pertrechadas con armas atómicas? El problema guerra y política se manifiesta en todos los casos, sí, pero cobra rasgos especiales en el caso de una República democrática, con la mediación de la opinión pública, el parlamento, las universidades, los sindicatos, las Naciones Unidas, las demás potencias, etc. . Finalmente: ¿De qué sirven las armas atómicas en el mundo actual? ¿Cuál es el aspecto dominante?, ¿La Política o los arsenales?.