esta es mi historia.pdf

Anuncio
ESTA HISTORIA ES MI HISTORIA
Ningún texto del Evangelio tiene sobre mí
tanto poder de atracción como el relato de Emáus.
Vuelo a él una y otra vez sin cansarme
porque en cada una de sus palabras,
me está esperando siempre la novedad.
A veces porque siento tanto desanimo como ellos
y no soy capaz de decir más que:
“yo esperaba..., pero ha pasado el tiempo...”.
Otras veces, porque lo que sé de Jesús
se me convierte en algo aprendido de memoria
que repito como un estribillo cansino:
“Jesús Nazareno,
poderoso en obras y palabras,
ante Dios y ante todo el pueblo...”,
y nada vibra en mí cuando lo digo.
En otros momentos, las afirmaciones de fe
me suenan tan insensatas
como debió sonar el grito de las mujeres:
“¡Está vivo!”, al volver de la tumba vacía.
Y mi fe, tan vacilante, se debate con mi razón
y murmura: “Pero yo nunca lo he visto...”.
Pero esa es sólo “mi parte” en el relato
y queda la más importante:
la de Jesús que siempre consigue sorprenderme
con la novedad de su presencia,
con esa manera suya de hacerse sentir,
sin que yo sepa cómo
allí donde creía que sólo había ausencia.
Su palabra, a veces como un grito
y otras como un susurro,
llega hasta mi a través del silencio
de una realidad que yo creía muda.
Su rostro se da a conocer
en los rostros más desfigurados;
su fuerza me llega
en la esperanza de los pobres
en el gesto fraterno de quien yo consideraba perdido.
Sus pasos me dan el alcance
en medio del tráfico de la ciudad
o en lo más hondo de mí misma.
Sé que no merezco su presencia:
es el don de la Pascua
que el Padre nos regala gratuitamente.
Lo nuestro es seguir caminando,
acoger al extraño y escucharle,
partir con él el pan, sentarle a nuestra mesa.
Lo que ocurre después, ya no nos pertenece
pero el que se ha encontrado con él,
aunque sea una vez sola,
sabe lo que es tener el corazón encendido
y un anuncio exultante en los labios:
“¡Verdaderamente, el Señor ha resucitado
y lo hemos reconocido al partir el pan!”.
SUGERENCIAS DE PROFUNDIZACIÓN
Partir de esta pregunta: “¿Estamos o no en desventaja con respecto a los discípulos que
convivieron junto a Jesús, a la hora de encontrarle en medio de la vida?”. Discutir las razones
en pro y en contra y leer después la narración “Le reconocimos al partir el pan”, comentando al
final si ha habido cambios de opinión...
Releer el texto de Emaús (Lc, 23-35) y observar el proceso de fe que se da a lo largo del
relato:
- al comienzo, los discípulos hablan de Jesús como de un muerto. No se dan cuenta de que,
puesto que están reunidos en su nombre y hablando de él, está en medio de ellos;
- están encerrados en un diálogo sin salida, en el que se repiten lo mismo el uno al otro.
Necesitan la irrupción de otra Palabra que les haga salir de su diálogo estéril;
- no reconocen a Jesús porque sólo se reconoce lo que ya se conocía de antes: eso quiere decir
que tampoco lo habían conocido cuando caminaba con ellos (quizá por eso Lucas no los llama
“discípulos”);
- su interpretación de la muerte de Jesús es la misma de los sacerdotes y jefes: es la muerte
vergonzosa de liberación. A lo largo del relato, aparece otra interpretación diferente: las mujeres,
los ángeles, las Escrituras y Jesús mismo;
- al final, los dos reconocen al que les da de comer. Alimento y Palabra fueron dados al pueblo
en su infancia del desierto para que supiera que dios estaba con ellos, como una columna de
fuego en la noche. Ya no la necesitan: se ha hecho de día;
- la fe tra consigo “conversión”: Jesús les hace darse la vuelta y regresar al lugar de donde
vienen, pero, primero, se acerca y camina con ellos en su misma dirección, en su mismo sentido.
Se junta con ellos allí donde están. Y ellos, que no habían comprendido las palabras, recuperan la
memoria ante el memorial y el gesto.
Dialogar en grupo sobre la experiencia que tiene cada uno de vivir algo parecido en su proceso
de fe.
Descargar