Contexto teórico de la filosofía de Santo Tomás de Aquino. Santo Tomás de Aquino (1225-1274) es uno de los filósofos más importantes del Medievo y uno de los pilares básicos de la filosofía cristiana. Fue fraile dominico y profesor universitario, canonizado por el papa Juan XXI en el año 1323. Pío V lo declaró Doctor de la Iglesia en 1567. En 1998, en su encíclica dedicada a la filosofía, Fides et ratio, el papa Juan Pablo II declaró que el sistema filosófico de Santo Tomás “alcanzó cotas que la inteligencia humana jamás podría haber pensado” y que es “la síntesis más alta que el pensamiento haya alcanzado jamás”. Para situar adecuadamente su pensamiento hemos de hacer referencia a un hecho cultural de singular influencia en el pensamiento filosófico y científico europeo: el descubrimiento de la filosofía de Aristóteles en los siglos XII y XIII. Recordemos que la aparición y expansión del Islam a partir del siglo VII constituye un factor material de primero orden en la Edad Media. Los árabes, allá por el año 640, conquistan Siria donde existía una vida intelectual basada en la cultura griega y el cristianismo. La dinastía Abbasí, que comienza en el año 750, empieza la traducción al árabe de la sabiduría griega y se traducen directamente del griego o del sirio las obras de Aristóteles. Ello da lugar a una filosofía árabe que consiste, básicamente, en una serie de interpretaciones de los textos traducidos y de discusiones acerca de su relación con el Corán. En un principio, los filósofos árabes elaboran un pensamiento de inspiración aristotélica, pero muy influido por elementos platónicos. Cabe citar en primer lugar a Alkindi (vivió en Basora y Bagdad y murió en el 873) quien afirmó que el “entendimiento agente” aristotélico es uno para todos los hombres: una sustancia espiritual distinta del alma individual y superior a ella. Citamos también a Alfarabi (muerto en Bagdad hacia el 950), quien formuló una distinción fundamental para el pensamiento cristiano: la distinción en las cosas entre la “esencia” y la “existencia”. Alfarabi estableció la contingencia del mundo, las cosas del mundo son contingentes en el sentido de que su esencia no incluye su existencia, y, en cuanto que existentes, tienen que haber recibido la existencia de otro ser, de modo que, en última instancia, ha de admitirse un ser cuya esencia y existencia coincidan, un ser que exista necesariamente y que sea la causa de todas las cosas contingentes. Avicena (980-1037), en línea con estos planteamientos distingue dos tipos de “ser”: “ser necesario”, aquel que no tiene causa y que no puede no existir, y “ser posible”, que sólo puede existir por una causa externa. Dios es el “ser necesario” porque no tiene otra esencia que la existencia misma; por ello Dios es indecible e indefinible, porque no tiene un qué: simplemente es en el sentido de que existe. Todo lo posible es posible porque tiene una esencia, un qué, que por principio es independiente de la existencia (esta distinción conceptual elaborada por Alfarabi y Avicena tendrá una especial relevancia en la filosofía de Santo Tomás de Aquino quien la utilizará para dar a la creación del mundo por Dios un sentido de libertad divina). Otra figura de singular importancia para contextualizar la filosofía de Aquino es la del filósofo árabe Averroes (1126-1198), nacido en Córdoba, que tuvo graves problemas con la ortodoxia musulmana (por ello sus obras no se han conservado en árabe, aunque sí en latín). Para la Edad Media, Averroes es el “comentador” por excelencia de Aristóteles y respecto de las relaciones entre la filosofía y la fe, tema central de las dos unidades que tratan de la filosofía medieval, sostiene una curiosa postura que pasamos a relatar: la verdad es y está en el Corán ya que es la revelación de Dios que se dirige a todos los hombres. Pero hay tres tipos de entendimientos, grados de saber o inteligencias. El primer grado es la filosofía, que consiste en ir de lo necesario a lo necesario, en la demostración rigurosa y plenamente racional; el segundo es la teología, que usa solamente argumentos dialécticos, probables, e inferior a la filosofía en calidad racional, digamoslo así; el tercero es la fe, que apela, sobre todo, a la imaginación y los sentimientos. Estos tres tipos de inteligencia definen a tres tipos de hombres: los filósofos, los teólogos y los hombres de fe (la inmensa mayoría). Así cada tipo de hombre tiene el deber de comprender el Corán de acuerdo con el grado en el que se encuentra situado, y el de no intentar traspasar ese grado, a no ser que lo traspase en la totalidad de su posición espiritual, caso en el que ya no está en ese grado sino en el superior. Asimismo, el que se encuentre en un grado superior tiene el deber de no divulgar interpretaciones propias de ese grado a las personas que se encuentren en un grado inferior. Pero, en cualquier caso, la idea que subyace a este planteamiento de Averroes es la supeditación de la teología a la filosofía, cosa que, como es natural, le ocasionó problemas graves e irresolubles con los teólogos islámicos, con la ortodoxia ante la que no vale el diálogo. La filosofía de Averroes dio lugar a un movimiento filosófico en la Universidad de París (donde enseñó Santo Tomás de Aquino) conocido por el nombre de averroísmo latino, que se distinguió por tres tesis, dos de ellas de origen aristotélico y contrarias al dogma cristiano: la primera es la eternidad del mundo, de la materia, a la que se concebía como co-eterna con Dios, tesis contraria a la afirmación cristiana de la creación divina del mundo (recordemos que para Aristóteles, Dios es el motor inmóvil que mueve eternamente al mundo que ni ha hecho ni conoce: Dios es pensamiento que se piensa a sí mismo); la segunda tesis es la negación de la inmortalidad personal, la afirmación de que el alma de cada hombre no es inmortal, sino perecedera e incorruptible (recordemos que Aristóteles parece reconocer un entendimiento agente divino que no es forma ni acto del cuerpo y Averroes, de acuerdo con Avicena y Alfarabi, considera que este entendimiento agente es una inteligencia separada y única para todos los hombres, de modo que el alma humana, verdadera forma del cuerpo concreto y perecedera con la materia, es mortal y se distingue de este entendimiento global inmortal o divino); la tercera es la tesis de la doble verdad, es decir, que hay dos verdades, una de fe o teológica, y otra filosófica o de razón, de modo que las afirmaciones de que el alma es inmortal y el mundo creado serían verdaderas según la fe, pero falsas según la razón (curiosa paradoja, ¿verdad? O tal vez un modo desesperado de cuadrar el círculo; al fin y al cabo se trataba no sólo de un problema teórico sino real: cómo hacer un hueco a la razón e independizarla de la fe frente a la posición cristiana, que tan tenazmente defendió San Agustín, de la subordinación de la razón a la fe). Averroes nunca sostuvo realmente la teoría de la doble verdad en esta versión contradictoria sino que afirmó que una verdad, que es siempre la misma, es claramente entendida en filosofía y expresada solo alegóricamente en teología En el desarrollo de la unidad veremos cómo afronta la filosofía cristiana de Santo Tomás estos problemas, cómo se puede hacer de la filosofía aristotélica un cuerpo de ideas compatible y al servicio de la fe y el mensaje del cristianismo.