CRONICA PEDRO MART N BAR N (Promoci n 1982)

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CSI ATAPUERCA
A finales de 1999 cuando se acercaba el nuevo milenio, tuve la oportunidad de ver por
televisión, en el canal History Channel, una serie de documentales en los cuales se desvelaba
poco a poco el resultado de una encuesta realizada a científicos, hombres de letras, artistas y
profesionales reconocidos de todo el mundo sobre cuales habían sido los 100 personajes de la
historia mas influyentes del segundo milenio de nuestra era. Los diferentes capítulos iban
desvelando los resultados desde el final (el número 100) hacia el primero de ellos y en cada
capitulo hacían la reseña de la vida de los tres personajes que tocara en la ocasión, y
explicaban cual había sido su influencia en la historia de la humanidad. Conforme pasaban las
semanas nos íbamos acercando a los primeros puestos y aposté con mi mujer a que el número
uno sería para Isaac Newton. Me equivoqué. Newton se tuvo que conformar con el número 3,
siendo superado por Charles Darwin (2º) y por Johannes Gutenberg que quedó en primer
lugar. Comprendí lo de Gutemberg, no por el personaje en sí, sino por el impacto que causó el
invento de la imprenta en la cultura y la divulgación del saber humano (similar a lo que hoy
vivimos con Internet, el mail y las redes sociales), pero no entendía que Darwin hubiera
quedado por encima de mi admirado Isaac Newton. Vale si, la teoría de la evolución, pero ¿era
tan importante aquello como para vencer a la ley de la gravedad, la óptica, la mecánica clásica,
la mecánica de fluidos y tantas otras cosas que Newton se encargó de formular? Entonces
empecé a leer todo lo que caía en mis manos sobre Darwin y su teoría: en primer lugar “El
origen de las especies “del propio Darwin y después a los modernos científicos que se han
dedicado a ello: Stephen Jay Gould, Richard Dawkins , Lynn Margulis , Christian de Duve y a
nuestros Juan Luis Arsuaga, y José María Bermúdez de Castro. Y entonces comprendí que
aquella clasificación que tanto me había sorprendido y que consideraba injusta, era realmente
correcta, pues las teorías de Darwin y su evolución por selección natural habían cambiado no
solo las teorías biológicas sobre el origen y la evolución de las especies (que era lo que yo
creía), sino que cambiaban toda la concepción del mundo que hasta entonces se tenía no solo
en occidente, sino en la mayoría del planeta y trataban de contestar a las preguntas filosóficas
de siempre de una manera revolucionaria, radical y vertiginosa, desechando las ideas hasta
entonces aceptadas del hombre como centro del universo, culmen de la creación y resultado
de un plan divino .
Los evolucionistas tomaron como uno de sus lemas el de la “naturaleza roja en diente y garra”
(verso extraído del poema “In Memoriam” del poeta inglés Alfred Tennyson), que venía a
reflejar la terrible conclusión que se extraía de las teorías de la selección natural de Darwin:
que vivimos en medio de una Naturaleza cruel y despiadada a la que no le importa nada, que
lo mismo que deja crecer y crear, extingue, aplasta y elimina sin piedad al que no se adapta y
que además, no está dirigida por nada ni por nadie. Una naturaleza que destroza al débil y al
que no sabe o no puede adaptarse a las condiciones caprichosas y cambiantes que ella misma
impone. En otras palabras, que la evolución no tiene dirección, ni responde a un plan
determinado, que es todo fruto de la casualidad de ciertos cambios que resultan ser favorables
para la supervivencia de los individuos y por tanto, a nivel cósmico, la especie humana tiene la
misma importancia que la de un gorrión, un ratón de campo, una mosca o una lombriz de
tierra. Darwin viene a concluir que estamos solos, que no somos el centro de nada, ni la
culminación de ningún proceso evolutivo, ni el resultado de ningún plan divino, sino fruto de la
casualidad y no tenemos ninguna misión en el mundo. Esa es la consecuencia terrible de la
teoría de Darwin, y en ella radica su importancia y por eso merece el segundo puesto. A partir
de ahí, los seguidores de Darwin han perfeccionado, modificado, detallado y en algunos casos
incluso han tratado de conciliar su teoría con una visión más creyente del mundo.
Desde aquel día en que vi aquel programa, la evolución es uno de mis temas favoritos y por
eso cuando mi mujer me informó de la conferencia que daba Ana Gracia Téllez, no dudé un
instante en decir que íbamos.
Mis expectativas eran muy altas, esperaba mucho de esa conferencia. Y el resultado es que se
me hizo muy corta. Yo hubiera estado escuchando a Ana dos o tres horas más. Se nota que
Ana es, además de bióloga e investigadora, profesora. Y de las buenas, de esas que enganchan
a sus alumnos para la causa y les provocan, en el mejor sentido de la palabra, hambre por el
saber. Porque el ritmo que imprimió a su charla, la forma sencilla en que fue presentando los
hallazgos que se han ido produciendo en los yacimientos de la Sierra de Atapuerca, su forma
de explicar, llana y comprensible, pero a la vez llena de emoción y pasión por lo que hace,
convirtieron una charla que nunca perdió su aspecto y su fondo científico en una amena
historia sobre la evolución de las diferentes especies de homínidos hasta llegar al Homo
Sapiens.
A través de su presentación y de imágenes muy bien escogidas (algunas de ellas
verdaderamente maravillosas) Ana nos llevó a la Sierra de Atapuerca , nos hizo entrar en la
Sima de los huesos, nos hizo sentir la emoción del momento en que se producen los hallazgos
de fósiles, nos contó, a través del paralelismo con las series americanas CSI, como se investiga
en Paleontología y en Antropología, como se relacionan los fósiles encontrados con el
comportamiento de aquellos hombres primitivos, y como incluso esas investigaciones van
sacando conclusiones sobre el comportamiento moral, espiritual e intelectual de aquellos
ancestros nuestros.
Ana nos contó cómo se descubrieron los dientes de una especie de homínido todavía sin
nombrar, de 1,2 millones de años de antigüedad, algo sorprendente para la comunidad
científica y nos explica por qué todavía no tiene nombre (magnifico y muy didáctico el ejemplo
de la búsqueda de “faldas escocesas”).
Y siguiendo con su relato, como si se tratara de un cuento, conocimos al Homo Antecessor, de
780.000 años de antigüedad, el cual tira por tierra (junto a la especie todavía sin nombre) la
teoría generalmente aceptada de que fue Homo Ergaster el primer hombre que salió de África
hace 500.000 años. Conocimos que el chico de la Gran Dolina (Homo Antecesor) tiene rasgos
de su cara extraordinariamente modernos, muy parecidos al Homo Sapiens lo cual produce
cierto vértigo y nos enteramos no solamente que practicaba el canibalismo sino que, mediante
la explicación que nos da Ana de ciertas marcas encontradas en los huesos, nos hace que
lleguemos por nosotros mismos a esa conclusión. ¡Nos da las claves de la investigación
científica y nos convierte por tanto en investigadores!
También Ana nos cuenta la historia del Homo Heidelbergensis (500.000 años de antigüedad) y
a uno de sus representantes, una niña llamada Benjamina. Esta niña, que murió
aproximadamente a los 10 años de edad, padecía una patología craneal severa llamada
craneosinóstosis producida por el cierre prematuro, deficiente y desordenado de las suturas
craneales. Dicha patología produce deficiencias psicomotoras graves y por tanto se concluye
que la niña no pudo sobrevivir hasta los 10 años valiéndose por ella misma y por tanto debió
ser cuidada, protegida y asistida de forma constante por su grupo o por algún otro individuo
de su especie. Fue emocionante oír contar a Ana como este hallazgo demostraba que una
característica que se pensaba exclusiva del Homo Sapiens (la capacidad de amar, de dedicarse
a los demás desinteresadamente), ya estaba presente en otras especies de homínidos hace
500.000 años. ¿No es maravilloso tener conocimiento de lo que probablemente fueron los
inicios de lo que hoy llamamos amor?
Ana nos cuenta muchas mas cosas, nos presenta a Miguelón y a su flemón de 500.000 años,
nos dice que aquellos hombres ya enterraban a sus muertos, nos presenta dibujos de artistas
paleontológicos maravillosos, a Excalibur y se despide de nosotros dejándonos con ganas de
saber más.
Yo soy un mero aficionado, la única biología que conozco es la que me enseñó esa gran
profesora que es Mari Cruz en la clase 17 del colegio Estudio y la que he leído posteriormente
por mi cuenta, pero sé que, como nos dijo la misma Ana en el turno de preguntas posterior a
su conferencia, en los grandes temas científicos hay muchas más preguntas que respuestas.
Sabemos algo del big-bang y el origen del universo, pero no sabemos nada en absoluto de
qué es lo que había antes (si es que había algo) o porqué se produjo la gran explosión.
Tampoco podemos explicar por qué hace miles de millones de años una serie de aminoácidos
que formaban una cadena proteica comenzó a replicarse a si misma en una charca,
comenzando la vida en este planeta. Y por último, no tenemos muy claro todavía porqué, y
como, hace millones de años, un simio se bajó del árbol africano donde vivía y empezó a
caminar erguido, a emplear herramientas, a tomar conciencia de si mismo, después comenzó
a utilizar un lenguaje que se hizo cada vez más abstracto y finalmente derivó en lo que somos
hoy. Cuando la ciencia pueda responder estas preguntas con certeza habremos sido capaces
entonces de conocer los pensamientos de Dios o de certificar su inexistencia.
Mientras tanto yo, que estaba pensando en planificar una excursión familiar para conocer
Atapuerca, voy a acelerar mis planes para ir cuanto antes.
No tuve el placer de conocer a Ana en el colegio (ella estaba en un curso mas alto que yo) pero
desde aquí la felicito por la gran conferencia a la que tuve la suerte de asistir, y la informo que
me tranquilizó sobremanera oír de su voz emocionada que Benjamina , aquella niña deforme ,
aun inmersa en la “naturaleza roja en diente y garra” en la que vivió, y en la que
probablemente sufrió grandes penalidades, en contra de lo que hubiera sido lo lógico
evolutivamente hablando, esto es, que los individuos de su grupo la abandonaran a su suerte
dejándola morir nada más nacer, por ser una criatura con caracteres no adaptativos, débil e
incapaz de sobrevivir por si misma, fue sin embargo cuidada y asistida por alguien de su
especie (quizá su madre) con devoción , y en medio de un entorno cruel y despiadado, se llevó
consigo, en la poca o mucha conciencia que pudiera tener, el calor y el cariño de alguien que la
amó. Algo que quizá ni siquiera Darwin podría explicar.
Pedro Martín Barón (Promoción 1982)
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