Pasamos ahora a explicar el argumento del texto ampliándolo en lo posible al contexto de la KrV. En primer lugar recordaremos que el interés de una crítica de la metafísica era la posibilidad de un conocimiento científico acerca de sus objetos que son suprasensibles. Para tal posibilidad, la crítica pretendía construir un método siguiendo al de las ciencias. Para la construcción de este método, se deduce (en el sentido de justificación) en la Analítica trascendental unos conceptos puros a priori que determinan toda experiencia posible. Dichos conceptos sólo son posibles en tanto condición de la experiencia, de otra forma, Kant asegura, no serían pensables. A pesar de ello, pueden ser referidos a objetos fuera de la experiencia sensible. Dicha posibilidad sin embargo, no da lugar a ningún conocimiento. El problema que aquí se plantea refiere a los motivos que debe tener la razón para aceptar esta limitación a lo sensible y si la razón podrá traspasarlos o no, sea con el fin de conocerlos o con otro distinto. Debido a la dificultad de la metafísica en avanzar en el conocimiento de sus objetos, se plantea la tarea de la crítica sobre la metafísica. Pues bien, una vez que Kant justifica los conceptos a priori, las pretensiones de la metafísica respecto de conocer sus objetos se mantienen. La metafísica aspiraba a un conocimiento de objetos suprasensibles, pero según los conceptos a priori a los que ha llegado la crítica sólo puede dirigirse al ámbito sensible de las intuiciones. Surge entonces la pregunta de ¿cómo un método basado en un conocimiento sintético a priori referido a los datos de la intuición va a permitir a la razón alcanzar los objetos suprasensibles?. Esto es, la razón a pesar de sus pretensiones de conocer objetos suprasensibles, debe ceñirse a un método que sólo permite un conocimiento sensible. Su aspiración inicial parece no haber quedado satisfecha. A pesar de los conceptos a priori, la razón mantendrá la pretensión de alcanzar la cadena completa de condicionantes (CITA). Tal pretensión es natural1 en la razón, y en virtud del uso especulativo responderá al deseo de conocer, pero, ¿qué hay del uso práctico de la razón?. La razón, deberá entonces discriminar a qué uso debe corresponder tal pretensión: «¿se basa esta aspiración en el mero interés especulativo de la razón o se funda más bien única y exclusivamente en su interés práctico?» 2. Las «pretensiones de conocimiento exageradas» del uso especulativo de la razón la conducen a aplicar los conceptos a priori fuera del ámbito sensible. Entonces, buscando las causas de la experiencia, toma lo incondicionado, la cosa en sí, como fenómeno. Toma la cosa en sí como causa de la experiencia. Esto es contradictorio con los propios conceptos a priori que ha definido. Pues ellos, hemos dicho aquí, son las condiciones de posibilidad de toda experiencia posible (los conceptos a priori y no la cosa en sí). Por lo tanto, cuando el uso especulativo se dirige a la cosa en sí como causa de la experiencia, obvia que la experiencia está determinada por las intuición y por la posibilidad de un objeto puesta por los conceptos puros y no por la cosa en sí. Cuando la razón sigue sus pretensiones exageradas de conocimiento, somete a la cosa en sí a las categorías (al tomarla como fenómeno) y hace así imposible el uso práctico de la razón . Es fundamental para entender la incompatibilidad de las pretensiones exageradas del uso especulativo de la razón con el uso práctico de la razón recordar la distinción que traza Kant entre pensar y conocer. La cosa en sí, aún no pudiendo ser objeto de 1 Meter cita. Krv 625 «La razón es arrastrada por una tendencia de su naturaleza a rebasar su uso empírico y aventurarse en un uso puro»1. 2 Meter cita. Krv 625 conocimiento por parte del uso especulativo de la razón, puede ser pensada «de lo contrario, se seguiría la absurda proposición de que habría fenómeno sin que nada se manifestara»3. «El conocimiento de un objeto implica el poder demostrar su posibilidad sea porque la experiencia testimonie su realidad, sea a priori, mediante la razón. Puedo, en cambio, pensar lo que quiera, siempre que no me contradiga, es decir, siempre que mi concepto sea un pensamiento posible, aunque no pueda responder si, en el conjunto de todas las posibilidades, le corresponde o no un objeto4 [concepto]». El pensar tiene que ver con la posibilidad lógica, conocer en cambio es una posibilidad real. La validez lógica, adolece de algo para poder ser validez objetiva. Pues bien, esta falta, «este algo más no tenemos por qué buscarlo precisamente en las fuentes del conocimiento teórico. Puede hallarse igualmente en las fuentes del conocimiento práctico»5. La razón práctica es por tanto capaz de dotar de realidad a la cosa en sí a la que no puede convertir en conocimiento el uso especulativo. Por eso dice Kant que el uso práctico de la razón puede convertir en realidad6 los conceptos que posee a priori. Según esto, aquello que es pensado como cosa en sí, puede adquirir validez objetiva a través del uso práctico de la razón. Pero para ello debe poder cumplir con la condición ser pensado: debe ser un pensamiento posible, es decir, lógicamente válido: no debe ser contradictorio. Pero esto no es posible cuanto la razón especulativa se extiende sobre la cosa en sí. Al tratar de conocerla, introduce toma la cosa en sí como un fenómeno, y la somete por tanto a la necesidad según las categorías. La razón práctica, por su lado, al atender a la cosa en sí, por ejemplo a la voluntad, la piensa, y no la somete por tanto a las categorías: la considera libre. Ahora bien, si atendiéramos a ambos usos de la razón, esto es, por un lado la razón especulativa que aborda la voluntad no siendo esta un fenómeno, y por otro la razón práctica, tendríamos que por un lado la voluntad está sujeta a necesidad, y por otro, que es libre. Esto entraña una contradicción, pues tendríamos una voluntad libre y no libre al mismo tiempo. Si como hemos dicho, la razón práctica, necesita para pensar la cosa en sí, que esta no sea contradictoria, la consideración que aporta el uso especulativo de la razón la hace contradictoria, esto es, no pensable, y por lo tanto no accesible a la razón práctica. Para la razón pueda pensar la cosa en sí según el uso práctico, el uso especulativo deberá limitar su pretensión de conocimiento, y tratar de conocer sólo allí donde puede, en el ámbito de la intuición sensible. Por tanto, a la pregunta de si las pretensiones de traspasar el ámbito sensible debían ser atendidas por el uso especulativo o el uso práctico de la razón, parece que es la razón especulativa la que no debe seguirlas. Pero, ¿por qué debe acaso seguirlas la razón práctica? Pues bien, sin la posibilidad de una cosa en sí no determinada por la necesidad, no es posible la libertad de la voluntad. A su vez la moralidad presupone necesariamente la libertad como propiedad de la moralidad. La posibilidad de una voluntad libre, introduce a priori, como datos de la razón, «principios prácticos originarios que residen en ella y que serían absolutamente imposibles de no presuponer la libertad»7. «Si la razón teórica se extendiese a las cosas en sí, introducirían en ellas la 3 b xxvi-xxvii el pensar parece entendido como imaginación o casi fantasía. 5 B xxvii nota K. 6 Bx 7 b xxix 4 necesidad, y por tanto haría inconcebible la libertad»8. Sólo es posible la moralidad ante la limitación del uso especulativo de la razón a la intuición sensible. Queda: en qué sentido la moralidad es necesaria para el saber. Sin moralidad no hay conocimiento. Vemos así como por un lado «la utilidad de toda filosofía de la razón pura es tan sólo negativa, ya que no sirve como órgano destinado a ampliar, sino como disciplina limitadora. En lugar de descubrir la verdad, posee el callado mérito de evitar errores»9. En este sentido la limitación del uso especulativo es contraria al dogmatismo, esto es, a un procedimiento dogmático sin una crítica previa. Tal forma de actuar es lo que Kant dice en el texto «fuente de toda incredulidad» o «fuente de errores»10. La metafísica procedería entonces cortando la posibilidad de tal dogmatismo mediante la limitación del uso especulativo de la razón. Pero a la vez, este sentido negativo se torna positivo al hacer posible una moralidad, es decir, una fe racional. 8 vernaux 257 Meter cita. Krv 624 10 b xxxii 9