El Carnaval de Arlequín, 1925-25

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El Carnaval de Arlequín, 1924-25
Óleo sobre lienzo
66 x 93 cm.
Albright-Knox Art Gallery Buffalo, Nuevo York
A. Observación, lectura, comprensión
Lectura atenta del texto:
“Lo pinté en mi taller de la rue Blomet. Mis amigos de aquel entonces eran los
surrealistas. Intenté plasmar las alucinaciones que producía el hambre que pasaba. No es
que pintara lo que veía en sueños, como propugnaban entonces Breton y los suyos, sino
que el hambre me provocaba una especie de trance parecido al que experimentan los
orientales. Entonces realizaba dibujos preparatorios del plan general de la obra, para
saber en que sitio debía colocar cada cosa. Después de haber meditado mucho lo que me
proponía hacer comencé a pintar y sobre la marcha introducía todos los cambios que
creía convenientes. Reconozco que El Bosco me interesaba mucho, pero yo no pensaba
en él cuando trabajaba en el “Carnaval”. En la tela aparecen ya elementos que se
repetirán después en otras obras: la escalera que es la de la huída y la evasión, pero
también la de la elevación, los animales y sobre todo los insectos, que siempre me han
interesado mucho. La esfera oscura que aparece a la derecha es una representación del
globo terráqueo, pues entonces me obsesionaba ya una idea: “¡Tengo que conquistar el
mundo!”, el gato que lo tenía siempre junto a mí cuando pintaba. El triángulo negro que
aparece en la ventana representa la torre Eiffel. Trataba de profundizar el lado mágico
de las cosas. Por ejemplo, la coliflor tiene una vida secreta y eso era lo que a mi me
interesaba y no su aspecto exterior. Durante ese año frecuenté mucho la compañía de los
poetas porque pensaba que era necesario ir más allá del “hecho plástico” para alcanzar
la poesía” Miro, 1938
“El ovillo de hilo deshecho por los gatos vestidos de arlequín humo que se retuerce y
apuñala mis entrañas en la época de escasez que dio paso a las alucinaciones grabadas
en este cuadro bellas florescencias de peces…” Miro, Verve, 1939
“Para Miro el animal que sale de una caja, que es a la vez un dado, es un lagarto al que
él ha puesto alas, pero el hecho de que él vea una cosa y el espectador otra no tiene
importancia, la indefinición de la forma lo permite. El pintor siempre parte de cosas
reales de la naturaleza, y las plasma no como son sino como él las ve, las somete a un
proceso de metamorfosis, que le llevará a crear un lenguaje sígnico propio por el que
es universalmente conocido”
Responde las siguientes preguntas:
1.- ¿Cual es el punto de partida de su inspiración?
2.- Sus amigos los surrealistas pintan “automáticamente” los sueños. ¿Hace lo mismo
Miró?
3.- Qué cosas de este cuadro, dice, que volverán a aparecer en obras posteriores.
4.- Es un interior, pero a través de la ventana vemos el cielo, ¿qué objetos celestes hay
en el exterior y en el interior?,¿qué otras cosas vemos del paisaje?
5.- En el cuadro hay múltiples objetos, todo lo que podría alegrar una fiesta: enumera
algunas de esas cosas.
6.- Observa la figura de arlequín: la cara, los ojos, el bigote, la barba, el pelo y el
sombrero, el traje...Como definirías esta figura:
Realista
abstracta
infantil
esquemática
fantástica
B. Las metamorfosis de Miró y el color
En este cuadro aparecen multitud de objetos, pero ya se empieza a sistematizar
el lenguaje característico de Miró. Las formas son el resultado de un proceso de
transformación que las lleva a parecer abstractas, pero que Miró siempre rechazó, ya
que él siempre parte de figuras concretas de la naturaleza. Esos signos (la escalera, los
pájaros, el sol, las estrellas…) se irán definiendo y simplificando a lo largo de su vida
hasta convertirse en verdaderos ideogramas.
En esta época los animales también son utilizados por los surrealistas, pero
resaltando su violencia, monstruosidad, sin embargo Miró nos resalta lo humorístico, lo
grotesco, y en el caso de los pájaros su posibilidad de volar los convierte en símbolos de
unión de lo terrenal y lo cósmico. La incorporación del ojo y de la oreja aislada serían
también elementos típicos del surrealismo y que aluden a la vivacidad de los sentidos,
sobre todo en un momento de hambre, como el mismo confiesa.
El color se aplica de forma plana, sin modulaciones. Hay cantidad de colores,
pero los que marcan el ritmo armónico son los colores primarios: azul, rojo, amarillo y
añade también el blanco. Son los colores los que nos llevan de un personaje a otro, pero
sin que haya un recorrido marcado, permite absoluta libertad en la contemplación.
La composición, en este caso, intuitiva, son las manchas de color y las líneas
ondulantes las que configuran ese espacio barroquizante y multicolor. El conjunto se
presenta como una realidad onírica llena, aparentemente, de ingenuidad.
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