II TO 2014

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II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO,
19-1-2014.
Isaías 49, 3.5-6; Salmo 39; 1Corintios 1, 1-3; Jn 1, 29-34.
En este tercer domingo del año, el primero en que celebramos con el color verde,
propio de la esperanza y del tiempo ordinario, es decir, el normal, el cotidiano, la Iglesia
celebra la Jornada de las Migraciones, invitándonos a mirar a todos los que vienen de
otros países, culturas, situaciones, y también, a mirar a los nuestros, que han ido a
buscar y/o construir un futuro mejor en otros países, culturas,... Es una invitación a
mirar al mundo, a todo el mundo, a toda la Humanidad, a todas las gentes, y a sentirnos,
con ellos, parte de esa Humanidad, una invitación a salir del yo, para construir un
nosotros.
Esta invitación ya la hacia Dios a su pueblo, por medio de los profetas, en el
Antiguo Testamento, así lo tenemos bien claro en la profecía de Isaías, en la que Dios le
dice que no le baste con que trabaje con su pueblo y lo reúna, sino que tiene que ser luz
de las naciones, con la misión de que la salvación llegue hasta el confín de la tierra.
Esta es la voluntad de Dios, lo que Dios nos pide, que miremos más allá de
nuestras fronteras, de lo nuestro para verlo todo y formar parte de ese todo. Esta
voluntad es la que tenemos que vivir en estos tiempos en que por un lado surge la
tentación de mirar nuestras necesidades y separarnos de otros para centrarnos en un
nosotros reducido y pequeño, como pasa con los movimientos independentistas. Otra
tentación es ver al que viene de fuera como un extraño que viene a quitarnos lo nuestro:
nuestro trabajo, nuestro bienestar, nuestra seguridad. El bienestar, la seguridad, el
“trabajo” (no cualquiera, sino el que da mucho dinero con poco sudor) se han
convertido en ídolos que suplantan a Dios y que nos impiden cumplir la voluntad de
Dios: ver al otro como hermano y compartir con el otro nuestro presente y nuestro
futuro.
Pablo, al igual que Isaías, se sabe llamado y enviado por Dios (esto es lo que
significa la palabra apóstol), enviado junto a otros, en este caso Sóstenes, y enviado con
otros para llegar a todos, a los santos y a todos los demás, es decir, a los miembros de la
Iglesia y a los que todavía no lo son, pues para Dios no hay divisiones entre hombres,
sino que todos, estamos llamados a mirar al mismo y único Cristo, tal y como nos invita
a hacerlo en el Evangelio Juan. Un Evangelio que nos invita a mirar unidos al único
Cristo que no está dividido y del que debemos dar testimonio junto con los demás.
Precisamente, ayer, el 18 de enero, comenzó la jornada de oración por la unidad de los
cristianos; una unidad que haría más efectiva la misión y más creíble nuestro
testimonio.
Pidamos por la unidad, pidamos por nuestros hermanos inmigrantes y
emigrantes, y sobre todo, comprometámonos a responder a la llamada de Dios, haciendo
todo lo posible por construir el futuro junto a los otros, especialmente junto a los más
diferentes de nosotros.
Un abrazo, José Luis.
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