PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

Anuncio
PRESENTACIÓN DEL SEÑOR, 2/2/2014
Malaquías 3, 1-4; Salmo 23; Hebreos 2, 14-18; Lucas 2, 22-40.
Al coincidir este domingo con el día 2 de febrero lo que significa que hace 40
días celebrábamos la fiesta de la Navidad, celebramos el final de la Navidad con la
fiesta de la Presentación, rompiendo así con el tiempo ordinario.
En esta celebración recordamos lo que leemos en el Evangelio de Lucas, que
Jesús fue llevado por sus padres al Templo para ser presentado a Dios, como lo indicaba
la Ley de Moisés, y también para ser presentado al pueblo, representado en los dos
ancianos: Simeón y Ana. Al recordar esto somos invitados también a ponernos
especialmente en la presencia y las manos del Señor, recordando así nuestro Bautismo,
el sacramento por el que pasamos a pertenecer a la Iglesia y se nos declara que somos
hijos de Dios, de aquí la tradición de iniciar esta misa con una procesión de velas o
candelas (de aquí viene el nombre de la fiesta de la Candelaria), que nos recuerda que
Jesús es nuestra Luz y que nosotros debemos ser luz para los demás; también en este día
se acostumbra a presentar a los niños ante la Virgen, y la Iglesia nos invita a orar y
mirar a los consagrados en la vida religiosa, ya que ellos se han entregado totalmente a
Dios. Pero no solamente debemos quedarnos en que nos presentamos a Dios, sino que
como bien subraya el Evangelio, la presentación se hace también al pueblo.
Cuando bautizo, tras mojar al bebe, me gusta, aunque todos lo conocen ya
previamente, presentarlo a la asamblea como hijo de Dios y miembro de la Iglesia. Es
también lo que hace Simeón cuando lo coge y lo proclama “luz para alumbrar a las
naciones”. Una luz que empieza dando el sentido a la vida del anciano Simeón, y se lo
da de tal manera que ya considera realizada la plenitud de su vida, pues Simeón declara
que todo lo que ha vivido, la justicia que ha practicado, todo ha llegado y tiene su
sentido ya que en el futuro, en ese niño todo lo que esperaba lograr para el mundo se
cumplirá y se realizará. Nos viene a decir que nuestras utopías, nuestros esfuerzos por
crear un mundo nuevo, por combatir el hambre en el mundo, por practicar la justicia,
por..., no son vanos, sino que tiene su sentido en Jesús, en ese niño que nos ha nacido,
que es carne como nosotros, pero que es un Dios que comparte nuestra carne, nuestras
luchas, nuestros deseos de justicia, tal y como se nos decía en la carta a los hebreos.
Reconocer la presencia de Dios en el bebe, en el niño Jesús y presentarnos o
ponernos ante Dios nos debe llevar a un compromiso: el de ser luz, el de presentar lo
que creemos y lo que hemos visto a los demás, como hace Simeón y también Ana. Esto
no es algo reservado para los sacerdotes y los misioneros, sino también es algo que
pueden hacer los ancianos, sin diferencia de género, sin límite de edad. Y es algo que
debemos hacer de pie, por ello, ya el profeta Malaquías se preguntaba: “¿quién quedará
en pie cuando aparezca?” Y es que a Dios, que quiso ser como nosotros, le gusta vernos
en condición de igualdad: de pie, que también es la postura de la acción, del que hace,
del que se mueve. Ante Dios no podemos quedarnos quietos, parados, implorando y
esperando que lo haga Él todo, sino que debemos ponernos en marcha, sabiendo que Él
camina, actúa y está con nosotros.
Ánimo y celebremos está fiesta comprometiéndonos a permanecer en pie para
caminar e iluminar con Él.
Descargar