1 de junio, por Roberto Ferreiro, laico

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1 de junio
El 1 de junio es un día muy especial para todas las personas que conformamos nuestra
gran Familia Oblata. Este año ya se cumplen 152 años desde que nuestros queridos
Antonia y José M. empezaran a hacer realidad el “si todas las puertas se les cierran yo
les abriré una”. No sé si ese 1 de junio de 1.864 alcanzaban a imaginar la magnitud y
universalidad de la obra que estaban iniciando al abrir esa primera puerta, a través de
la cual, a lo largo todos estos años y en los diferentes lugares donde estamos
presentes, seguimos abrazando una misma realidad, la de las mujeres que a través de
la prostitución o la trata sufren explotación sexual. Mujeres con las que seguimos
haciendo camino tratando de generar con ellas, como nuestros padres fundadores nos
descubrieron, “espacios vitales”.
Es hoy en día que este carisma mantiene la misma fuerza con la que en un principio
empujó a José María Benito Serra y a Antonia María de Oviedo y Shönthal a seguir a
Jesús Redentor a través de las mujeres en situación de prostitución. Esta fuerza y
vigencia del carisma nos sigue convocando y enviando a aquellas personas que
tenemos la suerte de descubrirlo y la decisión de aceptar esta llamada.
En mi caso se puede decir que este descubrimiento fue una revolución en mi vida, algo
que no esperaba descubrir, supongo que como le sucedió a muchas de las personas
que compartimos esta enorme vivencia.
Todas y todos nosotras y nosotros hemos experimentado el descubrir al Jesús
Redentor a través del rostro de las diferentes mujeres con las que hacemos camino.
Esa misma experiencia es la que vivieron Antonia y José María. Ambos conmovidos por
las dolorosas situaciones en las que se encontraban las mujeres explotadas
sexualmente, escucharon la llamada del espíritu invocándoles a emprender un camino
carismático de liberación junto con ellas.
Es evidente que las sociedades donde hoy estamos presentes se diferencian mucho de
la España de mediados del siglo XIX en la que nuestros fundadores iniciaron este
camino. Y así, a simple vista, puede parecer que también lo es la realidad de la
prostitución y la trata con fines de explotación sexual. Pero a poco que abramos
nuestro corazón descubrimos que las situaciones que vivían las mujeres que
conocieron Antonia y Serra, se repiten en las que hoy en día sufren esta violencia, a
través de la estigmatización, desamparo, invisibilización, explotación… Ello es clara
muestra de la vigencia de nuestra carisma y misión, de la fuerza que aún hoy en día
sigue teniendo el mensaje que lleva implícito y para quien va dirigido.
Como laico este carisma, desde que lo descubrí, lo vengo viviendo poco a poco, cada
vez experimentando algo más fuerte dentro de mí que me ayuda y me hace querer
comprometerme cada vez más con él desde mi vocación laical. Y todo ello sin buscarlo
ni planearlo, en un momento donde parece que adquirir compromisos no es lo que se
lleva ni es lo recomendable. Lo cierto es que su vivencia me ha ayudado a encontrar mi
sitio dentro de la Iglesia cuando ya dudaba de si tenía ese lugar. Crecí en una
espiritualidad que brotaba del ejemplo, de los valores de ese Jesús Redentor, pero el
contexto religioso donde me veía inmerso no tenía nada que ver, olvidándose de su
ejemplo, siendo una mera expresión de normas, pautas e imágenes con las que no me
sentía ide ntificado ni veía ningún mensaje. Así conocer y vivir nuestro carisma oblata
me recuperó esa dimensión espiritual que ya casi no reconocía.
Sin duda José María Benito Serra y Antonia María de Oviedo y Shönthal supieron vivir
ese ejemplo de Redención, haciendo camino con unas mujeres señaladas por la
sociedad y atreviéndose a ponerles rostro delante de las distintas autoridades y
estamentos sociales que amparaban esa forma violencia hacia las mujeres en aquella
época, sin importarles las consecuencias.
Como ellos, todas y todos las y los que nos sentimos parte de esta Familia, debemos
ser conscientes de la responsabilidad que supone nuestro “apellido” Redentor. Ello
sumado a la fuerza que nos confiere el vivir la importancia y fuerza de nuestra misión y
carisma, nos tiene que ayudar a seguir el ejemplo de nuestros Padres Fundadores,
perdiendo nuestros posibles miedos o reparos y siendo instrumentos de denuncia de
todas aquellas situaciones de explotación que sufren las mujeres en situación de
prostitución. Y al mismo tiempo haciendo una labor de sensibilización y concienciación,
de cara a poder llegar a construir una sociedad más inclusiva y justa.
Y esto lo hacemos en el día a día, porque el vivir nuestro carisma, nuestra
espiritualidad, desde cualquiera de las opciones de vida que decidamos, nos identifica
y sitúa en la sociedad de una manera muy particular a través de los distintos ámbitos
de nuestra vida. Siendo conscientes de que somos rostro de la Congregación a través
de nuestro ser y nuestro estar.
Como Antonia y Serra, no podemos apropiarnos de la riqueza de este don de la Iglesia
que es nuestro carisma. Siguiendo su ejemplo debemos compartirlo y dar la
oportunidad a otras personas de experimentarlo y vivirlo, reconociendo que es
responsabilidad de todas y todas, oblatas y laicos. A la vez que vamos generando
nuevos lazos de entendimiento y relación entre todas las personas que ya
conformamos esta Familia, lo que sin duda redunda en el enriquecimiento y refuerzo
mutuo.
Así, un día de celebración como hoy es de agradecer el haber tenido la oportunidad de
descubrir este carisma que un día fue concedido por el espíritu a nuestros fundadores
y así formar parte de esta gran familia. A la vez que ilusión por ver como lejos de
desvanecerse su fuerza, nuestro carisma y misión siguen vigentes, manteniendo su
capacidad de transmisión de la Buena Noticia del proyecto liberador de las mujeres
que viven en situación de prostitución o son víctimas de trata con fines de explotación
sexual.
¡FELIZ DÍA A TODAS Y TODOS LOS QUE SEGUIMOS EN ESTE CAMINAR CONJUNTO!
Roberto Ferrerio, Ferrol
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