LONJAS Y LOCALES JUVENILES. ECONOMÍAS SUMERGIDAS DE OCIO JUVENIL

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LONJAS Y LOCALES JUVENILES. ECONOMÍAS SUMERGIDAS DE OCIO JUVENIL
EN EL PAÍS VASCO.
Diego Carbajo Padilla y María Martínez González.
Departamento de Sociología 2.
Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea.
Email: [email protected]; [email protected]
Resumen:
Desde mediados de los 90 grupos de jóvenes del País Vasco y Navarra vienen alquilando antiguos
locales comerciales para utilizarlos como espacios auto-gestionados. Estos locales —comúnmente
denominados como lonjas—, se sitúan generalmente en los bajos de edificios de viviendas y
constituyen, de forma genérica, formas novedosas de ocio, consumo y socialidad juvenil. Al mismo
tiempo, su carácter a-legal hace que se generen en torno a él ciertas economías sumergidas de ocio en
las que la prolongación de la juventud y los procesos de precarización de las clases medias y
trabajadoras tienen mucho que decir. En tanto que espacios auto-normados y auto-gestionados que han
escapado tanto a la mirada institucional como a la adulta han sido definidos, principalmente desde los
medios de comunicación, como un problema social. No obstante, el auge del fenómeno ha ido
suscitado en los últimos años diferentes iniciativas y programas por parte de las administraciones
locales y municipales con el objetivo de gestionarlo y normalizarlo. La comunicación se basa en los
resultados de una investigación realizada por el Centro de Estudios de la Identidad Colectiva del Dpto.
De Sociología 2. de la UPV-EHU para el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz. Dicho trabajo ha
permitido ir más allá de la visión de las lonjas como problema social y analizar tanto los elementos
estructurales que explican su emergencia como las prácticas —y economías— de ocio y socialidad
que esos espacios posibilitan. Para ello desarrolla primero una panorámica general que explica la
emergencia e institucionalización del fenómeno. En segundo lugar describen las características
estructurales que explican su emergencia y consolidación. En tercer lugar se abordan las controversias
que ha generado a escala municipal. Por último, plantea una serie de reflexiones socio-antropológicas
que conectan con los retos a los que se enfrentan los estudios de juventud en lo que a culturas
juveniles y transiciones se refiere.
Palabras clave: Lonjas, locales juveniles, procesos urbanos, socialidad, ocio
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0. Introducción
Desde los últimos años del siglo XX grupos de jóvenes del País Vasco vienen alquilando
antiguos locales comerciales como espacios de ocio y socialidad. Estos locales —
comúnmente denominados por los jóvenes como la lonja o el local—, que habían sido
utilizados principalmente para le comercio a pequeña escala y se encuentran situados
generalmente en los bajos de edificios de viviendas, han ido abandonando su función de
comercio a causa de procesos socio-económicos amplios. Más allá de ser un fenómeno
anecdótico y/o puntual de finales del siglo XX, el fenómeno de las lonjas juveniles es efecto
de procesos sociales de largo recorrido y presenta claros signos de institucionalización. En
este sentido, en la última década se ha generado un interés creciente por parte de algunos
Ayuntamientos en analizar, conocer e intervenir sobre este fenómeno. Así, son múltiples los
estudios cuantitativos, cualitativos y procesos participativos que a escala municipal y
autonómica se ha realizado hasta la fecha, lo que ofrece una base empírica para fundamentar
la idea de la institucionalización del fenómeno.
La comunicación está divida en cuatro partes básicas. La primera, apoyada en un estudio
realizado por el Observatorio Vasco de la Juventud en 2012, y que constituye la investigación
cuantitativa más importante realizada hasta la fecha, desarrolla una panorámica general que
ayuda a dimensionar el fenómeno. La segunda, apoyada principalmente en la investigación
que realizamos para el ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz en 2011, explica la emergencia e
institucionalización del fenómeno desde una perspectiva socio-estructural, histórica y cultural.
Situar al fenómeno en coordenadas socio-estructurales en las que la crisis también ha influido
en la extensión y consolidación del fenómeno, nos permite fundamentar la idea de que el local
juvenil puede ser definido como una economía sumergida de ocio. En la tercera parte se
describen las problemáticas, tensiones y controversias que ha generado el fenómeno a escala
municipal y que giran en torno a la producción de normativas que lo regulen. En la cuarta y
última parte, se plantean una serie de reflexiones socio-antropológicas más generales que
conectan con los retos a los que se enfrentan los estudios de juventud en lo que a culturas
juveniles y transiciones se refiere.
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1. Una perspectiva general y cuantitativa del fenómeno
Como se ha mencionado ya, el estudio encargado por el Observatorio Vasco de la Juventud
Gazteen lonjak eta lokalak EAEn / Lonjas y locales juveniles en la CAPV, publicado en 2013,
es la referencia cuantitativa más importante sobre el fenómeno realizada hasta la fecha. El
estudio se fundamenta en una encuesta telefónica realizada entre el 23 de noviembre y el 4 de
diciembre de 2012 a una muestra representativa de 1500 jóvenes de la CAPV de entre 15 y 29
años. De él se extraía que el 20 % de la juventud vasca tenía, en 2012, una lonja o local
juvenil. En Bizkaia el porcentaje era del 21 %, en Gipuzkoa tenía un local el 18 % de la
juventud y en Alava el 16 %. La investigación detectaba que fenómeno estaba más extendido
en las capitales y los pueblos de más de 10.000 habitantes, donde el 22 % de la juventud tenía
una lonja y algo menos en los municipios pequeños (de menos de 10.000 habitantes), donde
alcanzaba un 15 %. Junto al 20 % de la juventud vasca que tenía lonja, había otro 25 % de
jóvenes que, aunque en el momento de la entrevista no la tenían ya, habían tenido lonja en el
pasado. Lo que elevaba al 45 % el porcentaje de jóvenes que en algún momento habían tenido
local. El 55 % restante no había tenido nunca lonja pero la investigación subraya que algo
más de un tercio había acudido alguna vez a locales de amigos o amigas. De este análisis se
concluye que es un fenómeno más masculino que femenino, que la mayoría tenía menos de
25 años y la edad que media de los componentes de las lonjas y locales juveniles era 21 años.
Uno de los datos a retener de esta investigación para lo que abordaremos más adelante es que
la mayoría vivían con su familia de origen y que eran, principalmente, estudiantes.
En este sentido, aunque la razón más señalada para tener lonja o local fue la de “no estar en la
calle porque hace frío o llueve” (con un respaldo del 75 %) “la necesidad de tener un lugar
propio en el que las normas las pone uno mismo” (razón respaldada por el 47 %) y el “poder
estar con los amigos sin que nadie te controle” (46 %) eran las razones a las que que más peso
se le atribuía para explicar la participación en un lonja.
Otro par de datos que no pueden dejarse escapar son aquellos que tenían que ver con el deseo
de tener una lonja. Un tercio de las personas jóvenes que no tenían lonja o local en el
momento de realizar la entrevista querría tenerla. Y quienes ya la habían tenido previamente
mostraban más interés acusado por tenerla de nuevo que quienes no la habían participado
nunca en una. Entre las problemáticas para no participar o tener una lonja los encuestados
subrayaron el precio y la escasez de locales.
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En conjunto y como idea más importante a destacar es que esta investigación atestigua que el
fenómeno de las lonjas y locales juveniles tenía —y probablemente siga teniendo— una
relevancia importante en cuanto a su extensión entre la juventud vasca: el 47 % de la juventud
encuestada se agrupaba entre los que ya tenían lonja (62.000 jóvenes) y quienes deseaban
tener una (83.800).
2. Las lonjas y locales juveniles desde una perspectiva socio-estructural histórica y
cultural
Si bien los datos cuantitativos nos permiten hacernos una idea de la dimensión del fenómeno,
la emergencia y consolidación de las lonjas y locales juveniles no se puede entenderse de
ninguna manera sin prestar atención su contexto socio-histórico. En este punto, esbozamos las
claves que a nivel estructural ayudan explicar la aparición del fenómeno de las lonjas
juveniles tal y como se entienden hoy en día.
La emergencia del fenómeno de las lonjas juveniles se puede situar en el País Vasco y
Navarra en los años 90 y coincide con la implantación de los grandes centros comerciales que
implicaron la desaparición de gran parte del pequeño comercio de barrio. Este cambio dejó
una gran cantidad de locales vacíos en los cascos urbanos y los jóvenes han ido convirtiendo
muchos de estos espacios en desuso en lugares donde reunirse y llenar su tiempo de ocio. Es
decir, en tanto que proceso urbano, la lonja juvenil señala y es efecto de un proceso de
reconfiguración urbana que está indisociablemente unido a un cambio en el modelo
productivo y de consumo acaecido en la CAPV en estos últimos veinte años (Alonso, 2007;
Gurrutxaga et al., 1990).
Otro de los procesos centrales que a los que se apuntan en el citado estudio y que ayudan a
entender el fenómeno es el de la prolongación y transformación de la juventud como etapa
vital de los individuos en las sociedades occidentales (Furlong & Cartmel.F, 2007).
Prolongación que, entendida como demora en alcanzar las marcas de la identidad adulta –
trayectorias formativas más largas, temporalidad del empleo, dificultades para acceder a una
vivienda, etc. (Gil-Calvo, 2005), convierte este tipo de lugares en espacios de autonomía fuera
del hogar familiar y habilitan formas de emancipación parcial (Carbajo, 2010). Parafraseando
a Feixa:
“Se amortigua el conflicto generacional, pero aparecen nuevas brechas (cada vez
más sutiles) que separan a padres e hijos. Unos y otros comparten cada vez
durante más tiempo el mismo espacio (si tenemos en cuenta el retraso en la
emancipación familiar, están condenados a vivir más tiempo con sus padres que
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con sus futuras familias). Ya no están obsesionados en marchar del espacio
compartido (entre otras cosas, porque no se lo pueden permitir) y buscan
espacios propios que puedan compensarles: la cultura de la noche, los viajes y la
habitación propia.” (Carles Feixa, 2005: 15)
....y la lonja, añadimos nosotros.
Tal y como se puede interpretar a través de la cita, resulta necesario entender la lonja dentro
del proceso de transición hacia la identidad adulta en el que los jóvenes se van constituyendo
y produciendo como individuos (semi-) autónomos. Dada la creciente dependencia económica
y de recursos que los jóvenes contemporáneos tienen respecto a sus familias de origen (PérezAgote & Santamaría, 2008), el tipo de rentabilidad económica y de medios que les posibilita
la lonja resulta crucial para entender el éxito del fenómeno. En este marco, la lonja puede
entenderse como espacio social donde los individuos ensayan formas de semi-independencia
y autonomía en torno a su ocio pero también, en relación con el propio proceso de
constitución como adultos en una coyuntura socio-económica sujeta a un fuerte proceso de
precarización de las condiciones de vida (Carbajo, 2010; Tejerina et al, 2012). Es decir, en lo
que respecta a la prolongación de la juventud, la lonja constituye un espacio en el que los
jóvenes devienen adultos colectivamente operando ésta como una suerte de aldea de edad
(Wilson, 1949) al experimentar formas de emancipación parcial.
Una de las características culturales y de nivel estructural sin que el fenómeno no puede ser
entendido es la forma en la que se tejen y mantienen las relaciones de amistad en el País
Vasco: el grupo de amigos o la cuadrilla (Gatti et al., 2005). Aunque esta institución vaya
cambiando de contenido y variando sus sentidos a lo largo de las generaciones, para lo que
aquí nos ocupa, se puede decir que ésta ha posibilitado a los jóvenes pensarse como grupo y
elaborar estrategias colectivas de ocio como las lonjas. Así, desde una perspectiva socioantropológica encontramos que esta figura, con su doble dimensión pública y privada (PérezAgote et al., 2005), articula el fenómeno en tanto que la lonja determina y constituye la mayor
parte de las veces una asociación de varias cuadrillas o grupos de amigos. Las similitudes de
las lonjas juveniles con las sociedades gastronómicas o txokos nos remite constantemente a
esta figura y nos llevan a plantearlas, por su carácter a-legal y vicario como sociedades
recreativas precarias.
Sin embargo, junto con a estos procesos y características estructurales que vamos esbozando,
conviene subrayar la influencia que han tenido en la consolidación del fenómeno las recientes
normativas, programas y legislaciones sobre los usos del espacio público aplicadas por los
municipios, administraciones y el Estado respectivamente. Sin entrar a un análisis
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pormenorizado, diremos que este conjunto de políticas de gobierno se han traducido en lo que
respecta a las prácticas de jóvenes en los espacios públicos en: A) la prohibición de consumir
bebidas alcohólicas en los espacios públicos (ordenanzas anti-botellón); B) normativas más
restrictivas en torno a la venta de alcohol a menores y el derecho de admisión de éstos a los
establecimientos hosteleros (programas de colaboración entre Gobierno Vasco y asociaciones
de hosteleros); y, C) prohibición del consumo de tabaco en algunos espacios semipúblicos
(principalmente bares) y públicos (conocida como la ley anti-tabaco). En definitiva, las
diferentes intervenciones de las administraciones para neutralizar y corregir algunas prácticas
juveniles han contribuido a una suerte de desplazamiento y repliegue del colectivo hacia este
tipo de espacios. O dicho de otro modo, las políticas de gobierno sobre los espacios públicos
en general y los espacios de ocio juvenil en particular, han colaborado en el desarrollo, como
consecuencia no deseada de la acción, de este nuevo tipo de espacio de ocio y socialidad.
Por último, y para situar brevemente el fenómeno en un plano histórico, dentro de las
diferentes formas de ocio nocturno (Pallarés & Feixa, 2000) que se han desarrollado a lo largo
del último siglo se puede decir que, la lonja, conviviendo con los espacios de ocio
hegemónicos de la zonas de bares y discotecas establece continuidades con: 1) las peñas de
quintos de los pueblos (de la misma manera que en Pamplona la bajera está relacionada con
las peñas de San Fermín, en Vitoria-Gasteiz la lonja se puede relacionar con las cuadrillas de
blusas); 2) los guateques (por la privacidad que supusieron durante el franquismo); 3) los
gaztetxes (en tanto que espacios de ocio auto-organizados con recursos limitados que surgen
en los 80); 4) las raves (fiestas clandestinas de origen anglosajón surgidas en los 90), por su
carácter invisible y a-legal; y, 5) las sociedades gastronómicas (por su carácter comunitario y
local). En este sentido y como se a mencionado ya, más que similitudes con la práctica del
llamado botellón –que en el contexto vasco era una práctica que asentada desde finales de los
80 y era conocida como hacer o ir de litros (VV.AA., 2005), es un efecto colateral del mismo
en tanto que ciertas políticas públicas derivadas de su visibilización mediática (Baigorri &
Fernández Díaz, 2004) y lo definieron como problema juvenil y de gobierno (es decir, jóvenes
que consumen en grupo y autoabastecidamente bebidas alcohólicas en los espacios públicos) .
En síntesis, la emergencia y consolidación del fenómeno de las lonjas no se puede entender
sin atender a los factores de carácter estructural que se han esbozado a lo largo de este punto.
A saber: un proceso de reconfiguración urbana, la prolongación y precarización de la
juventud, la continuidad y resignificación de la institución social de la cuadrilla, cambios en
los espacios y formas de ocio juvenil y ciertas políticas de gobierno aplicadas en los últimos
años.
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3. Qué pasa dentro de la lonja y el dilema de la reglamentación
La primera idea que habría que subrayar es la desbordante socialidad que se da en las lonjas.
En los siguientes dos puntos se trata de sintetizar todo el conjunto de ideas, reflexiones y
desarrollos que ha suscitado el análisis de los grupos de discusión con los jóvenes.
Una de las cuestiones que más llamativas al analizar los grupos de discusión de jóvenes es
que muchas de las actividades de ocio que realizan los jóvenes en sus lonjas no difieren en
exceso de las que oferta una sala de recreativos, los bares o un centro comercial convencional:
comer, beber, ver películas, escuchar música, ver partidos de fútbol, de baloncesto, de pelota,
carreras, a los que se le puede añadir jugar a videojuegos (Wii, Ps3, Xbox) o juegos
tradicionales (mus, poker, futbolín, dardos, juegos de mesa). Sin embargo, las principales
diferencias radican en que la lonja posibilita hacerlo en la intimidad del grupo de pares, pero
sobre todo a un costo económico más reducido que lo que ofrecen los bares y los centros
comerciales. Como se ha mencionado ya, si a atendemos a que desde la entrada en la moneda
única los precios de las entradas, consumiciones y demás servicios de hostelería que ofertan
centros comerciales y bares prácticamente se han doblado, la razón económica sobre la que se
sustenta la lonja adquiere un peso crucial. Y es muy probable que esta razón haya adquiriendo
más peso en estos últimos años si se tiene el cuenta que el poder adquisitivo de las familias de
las que los jóvenes dependen cada vez es menor. Es decir, de alguna manera, en un contexto
de precarización de las clases medias, las personas jóvenes han incorporado tanto la manera y
las prácticas en las que está socialmente prescrito el uso del tiempo libre (principalmente
consumiendo) pero desarrollando cierta inteligencia o racionalidad económica. La lonja es
una aplicación posible de esas prácticas de consumo y de esa racionalidad económica.
Teniendo en cuenta este tipo de estrategias y actividades, se puede plantear la idea de que la
lonja posibilita ciertas economías sumergidas del ocio. Como hemos visto, éstas se explican
en gran medida por la existencia de la figura de la cuadrilla (que ha permitido a las personas
jóvenes pensarse y actuar como colectivo), pero sobre todo por una posición subalterna y de
dependencia respecto a los recursos económicos de los que disponen como ciudadanosconsumidores. Las lonjas generan así una suerte de asociaciones o comunidades para el
consumo en forma de sociedades recreativas (más que gastronómicas). Desde esta perspectiva
económica y de consumo, y atendiendo a los cambios sociales que se están dando esto
últimos años entre los que destaca la creciente dependencia que los jóvenes respecto de sus
familias, nos lleva a pensar que este tipo de economías sumergidas de ocio van a seguir
extendiéndose.
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Otra de las ideas que se extraen del análisis de los grupos de discusión con jóvenes es que el
éxito de la lonja tiene mucho que ver con, además de lo económico que resulta, con las
relaciones de amistad que genera y con la privacidad compartida que posibilita. En definitiva,
tiene que ver con la percepción subjetiva de autonomía que produce el haber construido tanto
el espacio (haberlo localizado, equipado, pintado, etc.) como haber desarrollado las propias
normas por las que regirse (experiencias). Esto supone que el sentimiento de pertenencia que
se genera tanto hacia el grupo como hacia el espacio social sea muy fuerte. Con otras
palabras, dentro de la lonja el elemento central es la socialidad y esta posibilita a sus
participantes situarse fuera del control adulto e institucional constituyéndose así como un
espacio autonormado (la ley emana del propio grupo) frente a la heteronormatividad (la ley
viene dada desde el exterior o una autoridad superior) del mundo adulto (Berrio-Otxoa, 2003).
En este sentido, la lonja habilita un lugar común y un poder estar juntos alrededor del cual se
tejen siempre unas normas básicas (normalmente pago de la cuota y turnos de limpieza)
aunque el análisis nos ha revelado algunas más. Entre ellas, hay que destacar normas que
obedecen a una espacialización y temporalización de las prácticas y de las actividades que
determinan cuándo y qué se puede hacer o no dentro de la lonja. Se evidencia de esta manera,
además de un proceso de estructuración de un marco normativo propio y autoregulado, un
control informal entre pares que nos remite de nuevo a la institución social de la cuadrilla. Y
muy unido con lo mencionado, la mayor parte de la multitud de prácticas y actividades que se
realizan tienen como objetivo la pura relación social. Es, por decirlo de alguna menera un
hacer para estar y un estar haciendo constante donde no importa tanto la actividad que se
realiza, sino cómo esa actividad permite estar en compañía de los amigos.
Por último, resulta imprescindible destacar que la definición sobre la que se asientan gran
parte de las lógicas internas de la lonja es la de bien común o comunitario, y el carácter
mínimo de las normas va encaminado a evitar cualquier tipo de conflicto (interno o externo).
Cabe señalar aquí que la sanción máxima que se aplica en los casos puntuales que transgrede
esta definición (como lo son, impagos reiterados, robo del fondo común o desperfectos graves
en el local) es la expulsión. Esto es, la mayor parte de las normas van encaminadas a mejorar
la convivencia interna –actividades, consumos, relaciones, etc.–, pero sobre todo a dar
continuidad y a preservar espacio – es decir, la convivencia externa.
Incluyendo en este apartado el análisis del resto de los grupos de discusión (con padres), y
entrevistas (con vecinos), la emergencia del fenómeno de las lonjas se significa y resignifica
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de maneras diversas según los diferentes agentes que intervienen en la cuestión. Desde el
punto de vista de los padres, la lonja es algo aceptado en diferentes grados y hasta cierto
punto normalizado en/con el tiempo. La visión de los vecinos, más complicada de generalizar
por su heterogeneidad, resulta similar pero tiende principalmente hacia la desconfianza. La de
los propietarios, siendo la más difícil de recabar, evidencia cierto temor o distanciamiento
debido probablemente a la conciencia de estar rentabilizando económicamente un local de
manera a-legal o semi-clandestina. En este sentido, resulta difícil encontrar puntos de
consenso entre las partes implicadas (incluido personal municipal) sobre la necesidad de
llevar a cabo actuaciones concretas en la dirección de una clara reglamentación. Varias
cuestiones han de ser tenidas en cuenta en este debate. De un lado, las personas jóvenes temen
un excesivo intervencionismo público, sobre todo del Ayuntamiento y de la policía local.
Como hemos visto, la lógica sobre la que se sostiene las lonja es la de un espacio autonormado en el que el grupo de pares, y sólo él, ejerce como estructura de control. Por otro
lado, la ausencia de reglamentación genera situaciones de desprotección y abuso
especialmente para las personas más jóvenes pero también para los propietarios.
Teniendo presente esta idea, parece plausible afirmar que cualquier reglamentación e
intervención sólo funcionará en cuanto sea un proceso voluntario y de interés para las partes
implicadas, y nunca como intervención fiscalizadora, pues chocaría con la lógica de las lonjas
en tanto espacio autonormado. En todo caso, cualquier reglamentación y/o intervención
tendría que tener como objetivo reducir la desconfianza entre las partes implicadas (jóvenesvecinos, jóvenes-madres/padres, jóvenes-propietarios, jóvenes-instituciones), así como evitar
abusos (en precios, en desperfectos, en ruidos) y dotar de mayores garantías y seguridades a
todos los agentes implicados. Y eso pasa necesariamente por reconocer los derechos y
obligaciones de ciudadanía que les corresponden también a los jóvenes.
Sin embargo, no está de más recordar algo de lo que el fenómeno de las lonjas también es
efecto: toda reglamentación u ordenación tiene efectos no deseados pudiendo agravar la
cuestión de la invisibilidad del fenómeno, y desplazando, probablemente, a estos jóvenes a
otros espacios que aún no existen o que todavía no son detectables. No podemos dejar de citar
aquí a Z. Bauman para fundar nuestro argumento:
“El propósito de la ordenación es la eliminación de la ambigüedad
situacional y la ambivalencia conductual. La clave, sin embargo, residen en
que prácticamente nunca se puede conseguir el ensamblaje perfecto de la
matriz conceptual que sirve como diseño para la realidad a ordenar en el
futuro (matriz que responde al hecho de que ordenar siempre implica dividir y
clasificar) con la realidad realmente existente, que tiene que rehacerse a
9
imagen y semejanza de esa plantilla. Por esa razón, casi todos los
mecanismos ordenadores producen nuevas ambigüedades y ambivalencias
que reclaman a su vez nuevos mecanismos, en una persecución inacabable.”
(Bauman, 1997: 111)
Con todo, resulta necesario cuestionar la visión general de la lonjas como problema social
fomentando otra visión más compleja de las mismas. Para ello, profundizar en cuestiones
como la revitalización de la ciudad, analizar su impacto social y económico sobre barrios con
comercio en declive, abordarlo en clave de aprendizaje de autonomía o incluso de escuela de
ciudadanía en tanto que espacio autonormado, o estudiar su papel como contrapeso parcial
pero constatable al individualismo contemporáneo pueden ser productivas maneras de
plantearlo.
4. Reflexiones finales
Como hemos intentado explicar a través de este texto, el análisis estructural y socioantropológico del fenómeno de la lonjas juveniles ha revelado que este va mucho más allá de
su definición como problema social y ejemplifica la complejidad y multi-causalidad de los
procesos sociales contemporáneos.
Por un lado, la lonja es efecto del cruce de cambios culturales y estructurales de orden social,
económico y político. En este sentido, la lonja representa una asociación de cuadrillas en
forma de comunidad de consumo definibles como sociedades recreativas (más que
gastronómicas). Desde una perspectiva económica y de consumo, atendiendo a los cambios
sociales que se están dando esto últimos años, destaca la creciente dependencia que los
jóvenes respecto de sus familias y la perdida de la capacidad económica de éstas. Esto nos
lleva a afirmar que este tipo de economías sumergidas de ocio van a seguir extendiéndose. Por
otro lado, este tipo de economía de ocio, si bien reproduce en algunas de sus prácticas el
modelo mayoritario de consumo que se dan en lugares como los centros comerciales, lo
trasciende en tanto que estrategia colectiva con consecuencias económicas y sobre el
significado y el uso de los espacios urbanos.
En definitiva, comprendida dentro de los procesos de prolongación de la juventud,
encontramos que la lonja constituye un lugar de autonomía personal y colectiva construida
grupalmente; que es un espacio donde se articulan respuestas la pérdida en la capacidad de
consumo de los jóvenes — yde sus familias de origen—; y que permite a los jóvenes que
participan en ella emanciparse parcial o intermitentemente en un contexto social marcado por
la crisis.
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