Anatomopolítca y cuerpos sexuados... Isabel Fernández González ANATOMOPOLÍTICA Y CUERPOS SEXUADOS: APROXIMACIÓN A LA HERMENÉUTICA FEMINISTA DE LA SEGUNDA MITAD DEL S.XX Isabel Fernández González [email protected] Revisando las conceptualizaciones en torno al biopoder de Foucault y la nuda vida de Agamben desde un enfoque feminista, y siguiendo el desarrollo teórico de los feminismos constructivistas de la segunda mitad del siglo XX, se investigan de forma teórica los cuerpos sexuados binariamente hombre y mujer como efectos de poder de dispositivos de anatomopolítica . Nuda vida, biopoder, feminismo, constructivismo, sexualización de los cuerpos. 1 Anatomopolítca y cuerpos sexuados... Isabel Fernández González El concepto de biopolítica fue teorizado por Michael Foucault en la segunda mitad del siglo XX, Giorgio Agamben localizó el campo de concentración como el nomos de la biopolítica, y la modernidad como su tiempo por excelencia. Fueron los grandes genocidios ocurridos en la Europa del siglo pasado lo que motivó a los teóricos del poder a escribir sobre el control de las poblaciones, de los cuerpos, y las tecnologías de biopoder, y a situar la subjetivación y el dominio de los individuos más allá del plano ideológico: en el propio cuerpo, a nivel somático. Pero desde teorías del pensamiento decolonial se ha criticado que esos dispositivos de biopoder siempre han existido, pero nunca antes se habían ejercido sobre hombres-blancos-europeos. Partiendo de esta idea, que permite ampliar el concepto de bipoder, el objeto de estudio de este artículo es revisar los enfoque teóricos que permiten analizar las tecnologías de biopoder con un enfoque de género, relacionándolo con teorías queer y (pos)feministas, para entender cómo se manifiesta el biopoder a través del sistema sexo-género. Reinterpretando la anatomopolítica foucaultiana se tratará de demostrar teóricamente, desde una postura feminista, cómo diferentes dispositivos de biopoder, que operan somáticamente sobre el cuerpo, construyen y reifican los sexos binarios. Para realizar ese recorrido teórico que nos permita afirmar que los dispositivos anatomopolíticos han producido y producen los cuerpos sexuados binarios, tras acercarnos críticamente a las teorías del biopoder de Agamben y Foucault, revisaremos la hermenéutica feminista post-revolución sexual que aplica el constructivismo a la sexualidad y al propio sexo. TEORÍAS FUNDADORAS DEL BIOPODER Y APROXIMACIONES CRÍTICAS. Giorgio Agamben: la nuda vida en pensamientos decoloniales y feministas. Cuando Giorgio Agamben retoma el antiquísimo concepto de nuda vida y expone su filosofía radical sobre el poder en las sociedades modernas situando el campo de concentración como nomos de lo moderno, asume que el biopoder como concepto se desarrolla tras las vivencias fascistas de la Europa del siglo XX. El propio Agamben (2003) sostiene que las políticas totalitarias solo han sido posibles gracias al desarrollo de la biopolítica en la sociedad moderna. Y, en consecuencia, una de las críticas que se 2 Anatomopolítca y cuerpos sexuados... Isabel Fernández González han sostenido, desde posturas decoloniales, contrahegemónicas y también feministas, es precisamente que todo el cuerpo teórico en torno a los conceptos de biopolítica y nuda vida surge unido a los genocidios y a los dispositivos de control de la población blanca, masculina y heterosexual en Europa. Aime Cesaire planteó ya en 1950: “Valdría la pena estudiar (…) las formas de actuar de Hitler y del hitlerismo, y revelarle al muy distinguido, muy humanista, muy cristiano burgués del siglo XX, que lleva consigo un Hitler y que lo ignora, que Hitler lo habita, que Hitler es su demonio, que, si lo vitupera, es por falta de lógica, y que en el fondo lo que no le perdona a Hitler no es el crimen en sí, el crimen contra el hombre, no es la humillación del hombre en sí, sino el crimen contra el hombre blanco, es la humillación del hombre blanco, y haber aplicado en Europa procedimientos colonialistas que hasta ahora solo concernían a los árabes de Argelia, a los coolies de la India y a los negros de África .” (Césaire, 2006) Así, se plantea la necesidad de ampliar la aplicación de los conceptos agambenianos de nuda vida y hommo sacer, y deslocalizar el campo como nomos y la modernidad como tiempo de la biopolítica. Si bien es cierto que el perfeccionamiento tecnológico de la modernidad permite dispositivos de poder más sofisticados, no podemos obviar que las técnicas para el control de poblaciones y cuerpos, las herramientas que desnudan la vida humana y operan al nivel de la zoe, administrando la vida y jerarquizado cuerpos, se han venido aplicando a lo largo de la historia de diferentes maneras y sobre diferentes grupos de población. Es, por tanto, posible pensar que el estado de excepción que define Agamben, siempre haya operado sobre los oprimidos, sobre las vidas consideradas menos valiosas, especialmente sobre las mujeres y sobre poblaciones colonizadas, noeuropeas. Dentro de este marco, tendría sentido realizar una aproximación desde el enfoque de género a la nuda vida y al hommo sacer. Prácticas como la mutilación genital femenina, las violaciones, los intercambios de mujeres, el control de la sexualidad femenina y otros tantos ejemplos, reflejan la estructura social-cultural-ideológica del patriarcado que, operando como poder de subjetivación, produce un vaciamiento de la vida de las mujeres. Así, los cuerpos de las mujeres siempre han sido y son penetrados por las técnicas del biopoder. Quizá para entender mejor este planteamiento sea necesario aproximarse al eje 3 Anatomopolítca y cuerpos sexuados... Isabel Fernández González oykos-polis, del que parte Agamben para explicar la modernidad como la época de la biopolítica, y que puede resumirse en el título de uno de los capítulos de su libro, El hommo sacer I (2003): “La politización de la vida”. Muy brevemente, podemos resumir el posicionamiento de Agamben en que el oykos, el hogar, esfera de la vida privada, se ha politizado paralelamente al desarrollo de los derechos sexuales, del derecho a la vida o a la salud, por ejemplo. Así, y paradójicamente, al regular y legislar los derechos individuales, se produce una ampliación del campo de los dispositivos políticos de poder, que llegan al oykos: la polis absorbe al oykos, la política se adentra en la zoe. Sin embargo, estos planteamientos chocan de frente con las teorías feministas radicales, que pueden resumirse en el ya mellado slogan “Lo personal es político” (Hanish, 1970). Para defender que cualquier relación entre dos personas es política, y que incluso en el ámbito “privado” del oykos, existen relaciones de poder, estén éstas politizadas o no, debemos acercarnos a teorías constructivistas que mantienen que el lenguaje y las prácticas cotidianas producen y a su vez son producidas por un conjunto de relaciones de poder. Siguiendo con la revisión de la obra de Agamben, en un estado previo a esa politización de la vida, a la penetración de la polis en el oykos, no podemos afirmar en ningún caso que esa vida no esté regulada y controlada por estructuras de poder culturales, sociales, discursivas, de subjetivación, etc. La politización de la que hablan las teorías que unen biopolítca y modernidad, es la politización institucional, y olvida que las esferas de la vida -la zoe, el oykos, las relaciones y prácticas “privadas”- que escapan del poder legislativo, están igualmente enmarcadas dentro de un sistema social y cultural de control de los cuerpos, de las relaciones sexuales, de la dominación masculina en el oykos. Por ello no tiene sentido limitar la biopolítica, el biopoder o los conceptos de nuda vida a la modernidad o a la expansión del campo de intervención de la política, los derechos y las leyes, si no que se debe entender el biopoder como un sistema de relaciones sociales que siempre ha generado jerarquizaciones y regulaciones de la vida en su máximo significado. El control de los cuerpos y de las poblaciones ha existido siempre. Entendiendo estas tensiones, cobra sentido dotar de un enfoque de género a la nuda vida, y sostener que incluso cuando la biopolítica no establece dispositivos legales de control de los cuerpos de las mujeres existe un biopoder que ha supeditado 4 Anatomopolítca y cuerpos sexuados... Isabel Fernández González tradicionalmente los cuerpos-mujer frente a los cuerpos-hombre y sus deseos (Millet, 2010). Las relaciones sexuales y los discursos construidos en torno a ellas son uno de los ámbitos que mejor pueden servir para ejemplificar dicho biopoder patriarcal, pues se sitúan en el ámbito más privado de la vida, más oykos y más zoe, y representan los cimientos sobre los que se erige el sistema patriarcal (Millet, 2010) y se construyen los cuerpos-mujer como objetos pasivos, intercambiables, vacíos de bio y desindividualizados. En esta línea, encontramos todos los feminismos que se han preocupado por la construcción de la sexualidad, desde Silvia Federicci (2004) y su análisis del control de la sexualidad de las mujeres como origen del sistema patriarcal, hasta los planteamientos butlerianos que llevan la “hermenéutica feminista” (Puleo, 1994) a sus últimas consecuencias: la construcción de la sexualidad patriarcal, que desnuda de sexualidad propia a los cuerpos-mujer, parte de la construcción binaria de dos sexos, que ya no funcionan como realidad biológica sobre la que opera el dispositivo cultural de los géneros, sino que son entendidos como interpretaciones culturales que producen efectos de poder. Más adelante, y tras un breve y necesario acercamiento al aparato conceptual de Foucault, profundizaremos en estas últimas corrientes feministas que surgen en relación al biopoder. Por su parte, y para cerrar con Agamben, es importante resaltar como los diferentes feminismos de la diferencia, al partir de concepciones esencialistas de la mujer, retroalimentan este proceso de sacralización y desindividualización de las mujeres. Teniendo en cuenta el cuerpo teórico agambeniano, resultan interesantes especialmente las aportaciones de la feminista Betty Friedman sobre la “mística femenina”, pues va más allá del reduccionismo social mujer-madre, para hablar de una jerarquía de tipos de mujeres: aquellas que se asocian con la maternidad y los cuidados, que son dignas y respetables, siempre desde la ambivalencia de lo sagrado como algo que no se incluye en la vida humana-hombre, y las que son reducidas a su función de dar placer sexual, desindividualizadas igualmente pero entendidas como mujer-puta, como un objeto productor de placer para los hombres, a la vez despreciable. Ambos tipos, aparte de jerarquizarse, responden a esa ambivalencia que Agamben trata de recoger en su figura del hommo-sacer, al ser a la vez elevadas a lo sagrado, a un elemento dador de vida y de placer, y denigradas a través de la negación de su propia vida, reducidas a nuda-vida, utilizable e intercambiable. 5 Anatomopolítca y cuerpos sexuados... Isabel Fernández González Michael Foucault: analítica del poder y posfeminismos. Para seguir el cuerpo argumental de este trabajo y llegar a entender la anatomopolítica y la sexualización de los cuerpos, debemos detenernos en el análisis del poder que lleva a cabo Michel Foucault, y que supone un cambio profundo de paradigma en las teorías del poder, al atacar el tratamiento tradicional jurídico del mismo. Foucault es un pensador complejo, cuyas interpretaciones son diversas y en muchos casos contradictorias, especialmente desde los feminismos que han intentado asumir y reutilizar sus conceptos. En cualquier caso, y aunque el cuerpo foucaultiano y su analítica del poder se encuentre disperso en sus obras y sea complejo de sistematizar, sí podemos presentar brevemente sus conceptualizaciones en torno al poder y el biopoder, fundamentales para comprender algunos de los desarrollos teóricos feministas y críticos surgidos a partir de la revisión de sus teorías. Foucault entiende el poder como una construcción socio-histórica que se autolegitima, por lo que siempre es necesario enmascarar una parte del poder como tal para que éste sea tolerable para la sociedad. Según su análisis, se construye paralelamente al poder como derecho, un poder como discurso que se instala en el imaginario colectivo y permite legitimar el poder como derecho, y conceptualiza este mecanismo en la idea de poder-saber. A través de una genealogía del poder como construcción socio-histórica, Foucault sostiene que desde el s. XVIII existen nuevos mecanismos de poder que actúan a niveles heterogéneos, más allá del Estado, y que por tanto es necesario redefinir el concepto de poder. En el volumen I de su Historia de la Sexualidad (Foucault, 2005), establece seis características que definirán el concepto foucaultiano de poder: 1) Las relaciones de poder no se presentan diferenciadas del resto de relaciones, sino que están imbricadas en las mismas, 2) El poder no debemos entenderlo como sustancia, sino como acciónreacción, como relación, 3) No existe la matriz general de poder binario entendida como opresores-oprimidos, 4) Las relaciones de poder son intencionales y a la vez no subjetivas, 5) No existe una unidad de poder, no existe El Poder, sino que las tácticas y estrategias de poder se unen y generan un dispositivo de poder, 6) Donde existe poder, existe resistencia. De la caracterización anterior del poder, se derivan varias conclusiones, conceptos 6 Anatomopolítca y cuerpos sexuados... Isabel Fernández González o ideas que son transversales a todo el pensamiento de Foucault, y que resultan imprescindibles para las lecturas posfeministas de su analítica del poder. Por una parte, la idea de que “las relaciones de poder penetran en los cuerpos” (Foucault, 1979), que surge del concepto de biopoder, con sus dos dimensiones de actuación: la población y los cuerpos, y de la idea de la microfísica del poder, que disemina el poder en todas las esferas de las relaciones sociales El sexo además, se presenta como esfera en la que se cruzan ambas caras del bipoder: el control de los cuerpos o la anatomopolítica, y el control de las poblaciones o biopolítica. Lo que es más, y como se planteará desde distintos feminismos, al ser las mujeres las principales encargadas de la reproducción de la especie, es necesario profundizar en cómo el biopoder actúa específicamente sobre las mujeres, generando un dispositivo de poder patriarcal. Por otra parte, la relación poder-saber y la producción de discursos de verdad, mecanismo de autolegitimación del poder, y que aplica a varias esferas de la vida, entre ellas la sexualidad, de especial interés para los estudios feministas. En su Historia de la Sexualidad, Foucault analiza los discursos de verdad en torno al sexo, entre ellos la medicina y el psicoanálisis, entre cuyos efectos destacamos la sexualización del niño y la histerización del cuerpo de la mujer como los más interesantes para nuestro objeto de estudio. A partir de las interpretaciones teóricas anteriores, es por tanto posible sostener y desarrollar la idea de un biopoder que opera a través del sistema sexo/género, algo que Foucault no llega a realizar. Siguiendo su análisis del poder-saber, los propios dispositivos de biopoder, y especialmente la anatomopolítica, producen discursivamente el sistema binario de sexos/géneros sobre el que luego operan, y que enmascaran para legitimarse como poder. Por tanto, cabe mantener que aunque Foucault no desarrollara una teoría feminista o, simplemente, no completara sus teorizaciones con un enfoque de género, gran parte de sus conceptos son reinterpretables desde su aplicación a la dominación masculina y a los dispositivos de poder patriarcal. No es de extrañar, por tanto, que Foucault y su producción teórica haya sido pertinentemente asimilada y reinterpretada por las retóricas feministas posteriores, especialmente por Judith Butler, como veremos más adelante. 7 Anatomopolítca y cuerpos sexuados... Isabel Fernández González Incluso en un nivel más pragmático, a la hora de analizar diferentes aspectos socio-culturales desde un enfoque feminista, la teoría del biopoder resulta extremadamente útil como cajón conceptual desde el que visibilizar el uso de los cuerpos hiper-feminizados como dispositivo de poder patriarcal: la cosificación en la publicidad del objeto “mujer”, al acoso sexual callejero, la presión en términos de cánones de belleza y estéticos, las prácticas estéticas y quirúrgicas, etc. En resumen, el cuerpo de la mujer es sometido a mayor controles anatomopolíticos, al ser representado como objeto dador de vida y dador de placer, lo que se traduce en subordinar el propio placer al placer de los seres queridos y en la producción del propio cuerpo a disposición de los otros. En este sentido, Paul B. Preciado establece el término régimen farmacopornográfico para referirse al control capitalista sobre los cuerpos, especialmente de la biomujer, a través de dos mecanismos de poder: la farmacología y la pornografía (Preciado, 2008), y que no es más que una relectura de la anatomopolítica de Foucault llevada a sus últimas consecuencias En los siguientes apartados se desarrollará una aproximación teórica a la relación de los conceptos de biopoder y nuda vida, ya entendidos con enfoque de género, con diferentes postulados feministas, y el papel que juegan los poderes de subjetivación en los feminismos constructivistas que han surgido a partir de los años 60, como respuesta a la revolución sexual, principalmente estadounidense, y al feminismo liberal. POSFEMINISMOS: CUERPOS SEXUADOS Y ANATOMOPOLÍTICA La revolución sexual que se vivió en los años 60 y 70, tuvo buenas repercusiones sobre la sexualidad femenina, pues permitió una mayor libertad sexual, y un relajamiento de los tabúes y las imposiciones morales sobre las mujeres y, en general, permitió a un ala del feminismo hablar de los efectos positivos de la revolución sexual sobre la igualdad y la erradicación del sistema patriarcal. Sin embargo, y como reacción a este feminismo liberal, surgen en los años 70 y 80, fundamentalmente en Estados Unidos, las defensoras de entender la sexualidad como un ámbito político, sobre el que es necesario intervenir para ejercer resistencia contra el machismo. Este feminismo radical defiende posiciones constructivistas sobre la sexualidad femenina, y plantea una 8 Anatomopolítca y cuerpos sexuados... Isabel Fernández González postura crítica frente a la supuesta revolución sexual, alegando que la liberalización de la sexualidad no es tal, sino que se trata de una forma de enmascarar el poder que se ejerce sobre los cuerpos, en especial sobre el cuerpo femenino. Así, Raquel Osborne plantea la paradoja de la liberación sexual basándose en la película pornográfica “Garganta Profunda”, paradigma del relajamiento de los tabúes en torno a la sexualidad. En ella se muestra una aceptación total hacia prácticas como la felación, que simboliza una forma más liberal de ver el sexo, y se muestra atención al clítoris como órgano de placer femenino. Sin embargo, sostiene Osborne, a pesar de la mayor presencia de la mujer, es una película creada para el placer masculino y que muestra al hombre como sujeto principal del placer. Se trata la felación como una fantasía femenina, pero construida por varones y para varones. En esta línea de feminismo constructivista, que ataca la sexualidad como mecanismo que se autolegitima y tiene efectos de poder sobre los cuerpos, podemos diferenciar dos momentos: una primera hermenéutica de la sexualidad, en tanto que construida, y una segunda sospecha que va más allá y deconstruye el sistema binario de sexos –hombre y mujer-, sosteniendo que el nivel de actuación del biopoder es tal que construye dos tipos de cuerpos, sexualizados y opuestos. La anatomopolítica llevada a su última implicación: los sexos “biológicos” no son más que una reificación del sistema de poder sexo/género para autolegitimarse y producir discursos de verdad. Hermenéutica feminista: la construcción de la sexualidad Puleo (1994) agrupa a una serie de teóricas feministas en lo que ha nombrado “hermenéutica feminista”, y que sería la continuación de la filosofía de la sospecha, que aún no había atacado al sistema patriarcal. Se trata de diferentes teorizaciones en torno a las mujeres como objeto del biopoder, esto es, de la administración de la vida de las mujeres y del control de sus cuerpos por parte del sistema de poder patriarcal. Entre ellas, Gayle Rubin realiza una relectura con enfoque feminista de LevisStrauss, y entiende los intercambios de mujeres como parte fundamental del sistema sexo/género de dominación masculina. La sexualidad sería modelada según las necesidades del sistema de poder, y construida, por tanto, dentro del sistema de dominación de las mujeres (Rubin, 1975). Los intercambios de mujeres, y el control de su sexualidad, serían manifestaciones del biopoder y la anatomopolítica operando sobre 9 Anatomopolítca y cuerpos sexuados... Isabel Fernández González los cuerpos de las mujeres, además de reflejar su sacralización, y su reducción a nuda vida, su intercambiabilidad como no-individuos. Raquel Osborne (1993), por su parte, plantea la construcción de las mujeres como seres asexuados, lo que las convierte en objetos de placer masculino. Según esta autora, lo sexual es construido de acuerdo al sistema machista de dominación, que establece una relación unívoca entre sexo y poder. Así, y al representar lo sexual como machista, las mujeres sufren una serie de contradicciones en tanto sujetos constituidos como objetos de dominación sexual por parte de los hombres, lo que desemboca en la negación de la propia sexualidad, por entender que la asociación entre sexual y machista es indisoluble. Una vez más, extraemos de estos planteamientos la idea de un poder que penetra en los cuerpos, crea subjetividades, y construye sexualidades y deseos y sus consecuentes prácticas. La hermenéutica feminista más allá: la sospecha de los sexos Monique Wittig es la primera que va específicamente más allá: hombre y mujer son conceptos creados, políticos, ficticios, que surgen como efectos de la heteronormatividad, interpretaciones reificadas que sirven para autolegitimar el sistema de dominación masculina. Wittig (2005) realiza una crítica de lo que llama el pensamiento straight1, y que según ella opera con leyes generales ahistóricas, universales, que siempre hablan de diferencia de sexos, del intercambio de mujeres, etc., sin darse cuenta de que así se establecen categorías lingüísticas, que son también categorías del pensamiento y que impiden ver la opresión. Para Wittig, la creación misma de la diferencia siempre va acompañada de opresión, y la sexualización binaria de los cuerpos es la máscara más fuerte del biopoder patriarcal, que sirve como base a todo el dispositivo de relaciones de poder. Así, defiende que los sexos diferenciados y binarios son nos ontológicos, si no construcciones políticas que surgen de la interpretación que los amos hacen de una situación histórica, y que por tanto el concepto “mujer” es una construcción heteropatriarcal. Evidentemente, este tipo de planteamientos, muy recientes, están teniendo fuertes efectos sobre los diferentes feminismos, pues, siguiendo la muerte del sujeto iniciada por Althusser (1988) introducen el ya tan polémico debate: ¿dónde quedan las luchas, feministas en este caso, 1 Traducido al español como “pensamiento homosexual”. 10 Anatomopolítca y cuerpos sexuados... Isabel Fernández González si matamos al sujeto de las mismas, las mujeres?2 Todos los análisis feministas anteriores confluyen en la obra de Judith Butler, “El género en disputa”, que profundiza en los planteamientos de Witting y, elabora una teoría sobre la construcción del sistema sexo/género que trata de desenmascarar el más oculto de los efectos de la anatomopolítica: la reificación de la sexualización binaria de los cuerpos. Estos planteamientos son totalmente inseparables de los mecanismos de producción de poder-saber enumerados por Foucault y expuestos anteriormente: la sexualización de los niños y la histerización del cuerpo de la mujer. Según Butler, el sexo hombre-mujer es una construcción sociohistórica, una interpretación cultural de algo que no existe como sustancia. Por tanto, la anatomopolítica operaría creando dos tipos de cuerpos, el cuerpo sexuado hombre y el cuerpo sexuado mujer, atribuyendo a cada uno de ellos ciertas connotaciones y jerarquizándolos. La anatomopolítica foucaultiana revisada y aplicada a un dispositivo de control patriarcal generador de sexos binarios hombre-mujer y por tanto de opresión hacia las mujeres. Para terminar de explicar cómo opera esa anatomopolítica, y cómo se reifican los sexos “biológicos” y binarios y se construye un sistema sexo/género de dominación, Butler presenta la teoría de la performatividad y, negando que exista una metafísica de la sustancia, construye un cuerpo teórico sociológico que explica la construcción de los sexos y su reificación y deja la puerta abierta para, mediante la resignificación, escapar al sistema sexo/género y sus efectos de poder. La performatividad del género viene a decir que la identidad, que no es más que la subjetividad, y que viene dada en primer lugar por el sexo -la primera frase que interpela a un recién nacido es “es una niña” o “es un niño”- es un hacer que se va conformando mediante actos, pero actos sin sujeto previo. No existe una sustancia humana, no existe una coherencia ni un continuo en la identidad de un sujeto porque no existe dicho sujeto. La identidad, el reconocerse como algo fijo (mujer, heterosexual, extrovertida) es una falsa construcción e ilusión de unidad, un poder de subjetivación enmascarado en “yo soy X”. Siguiendo a Foucault, Butler niega la existencia de un sujeto previo a la ley cultural; no estamos frente a un poder regulador de la diversidad, 2 Butler y otras autoras sostienen que esta “muerte” del sujeto mujer no supone la muerte del feminismo, pues entienden el feminismo como la lucha contra las imposiciones del sistema sexogénero, y no como la igualdad de dos supuestas realidades (mujeres y hombres) que no son más que constructos sociales y opresores. 11 Anatomopolítca y cuerpos sexuados... Isabel Fernández González sino frente a un poder creador de la diversidad. Se trata de entender el poder como productor, a la vez que represor de su propio producto, que reifica para enmascarar una parte de sí mismo. Una vez más, el sujeto “mujer” es una construcción, una producción del sistema patriarcal: no sirve con atacar los géneros normativos, que podríamos entender como la parte represora del poder que opera sobre los sexos “biológicos”, si no que debemos atacar al poder es un faceta productiva, performativa y enmascarada: los sexos hombre y mujer. Y dicha lucha pasa por la performatividad: si nuestros actos son los que crean significados, realidades, materialidades, entonces lo que debemos hacer es resignificar ciertos conceptos, apropiarnos de discursos y prácticas, y subvertir lo normalizado. Los sexos no son una sustancia, no es naturaleza, sino una performatividad que nosotros mismos producimos cultural y políticamente. Como ya apuntó Althusser (1988) en términos de clase, devenir sujeto implica acatar ciertas normas que permitan identificarse como tal. Es lo que Butler, en el terreno del sexo-género, ha nombrado matriz de inteligibilidad, y que sería la exigencia de una coherencia y continuidad en el sexo/género para ser entendido como sujeto, como sustancia. Butler, no sin ciertas críticas al romanticismo foucaultiano, toma el caso de Herculine, tratado por Foucault en Historia de la Sexualidad, y ejemplifica el hermafroditismo como cuerpo abyecto, fuera de la matriz de inteligibilidad social, por carecer de coherencia, de identidad, de sustancia a la que puedan adherirse sus placeres y deseos. El poder operando sobre el cuerpo: la necesidad de poseer una genitalidad bien desarrollada e identificable según las normas culturales, que se transformará en el rasgo fundamental y determinante de la subjetividad, y que ha de ser coherente y exteriorizada, performativa, encarnada en los propios cuerpos. La anatomopolítica opera sexuando cuerpos a través de la performatividad y las significaciones culturales, entre ellas la genitalidad, que supone focalizarse en los órganos genitales como los únicos órganos sexuales, y, dado que el sexo define las subjetividades, otorgarles a los genitales el máximo poder de subjetivación. Yendo ligeramente más allá, y a modo de conclusión, Paul B. Preciado (2008), que profundizó en los estudios butlerianos, ha establecido el concepto de régimen farmacopornográfico, ya mencionado anteriormente, y que dirige la crítica principal a dos dispositivos de anatomopolítica que él/ella considera fundamentales en la sexualización de los cuerpos: la medicina y la pornografía. Según ella, tanto los 12 Anatomopolítca y cuerpos sexuados... Isabel Fernández González fármacos como las prácticas sexuales consideradas pornográficas, dentro del marco del capitalismo y el consumo, se orientan a producir cuerpos sexualizados y normativos 3. Entre otras aportaciones, su novísimo desarrollo teórico-práctico ha llevado a Paul B. a auto-administrarse testosterona con el objetivo de producir autónomamente cuerpos resistentes al régimen farmacopornográfico: cuerpos no sexuados binariamente ni estables, cuerpos que buscan el placer liberándose de la anatomopolítica. CONCLUSIONES Lo primero que se puede derivar de este artículo, es la falta general de enfoque feminista en la teoría sociológica, incluso en las corrientes hermenéuticas y de filosofía de la sospecha, y la necesidad de construir un cuerpo teórico con enfoque de género que revise las principales teorías sobre el poder. En segundo lugar, reconocer un nuevo (pos)feminismo que, a partir de las teorizaciones en torno al poder de subjetivación y lo que podemos denominar la muerte del sujeto, ya no reivindica la igualdad de génerosexo, sino que va más allá y reconoce los conceptos mujer y hombre como meros constructos del pensamiento que producen una falsa ilusión de materialidad. El análisis de los mecanismos de biopoder y anatomopolítica, lleva al surgimiento de nuevas corrientes que se centran en la capacidad productiva del poder, y que entienden el género como una estilización del cuerpo que se inmoviliza con el tiempo para crear una apariencia de sustancia, de ser natural, que naturaliza el sexo y enmascara su carácter construido. La anatomopolítica, a través de diversos dispositivos de subjetivación, produce y reifica cuerpos sexuados binarios que se presentan como realidad y, tradicionalmente –podríamos decir, asumiendo los riesgos de una generalización tan fuerte, que hasta la revolución sexual- ha negado la sexualidad activa y propia de los cuerpos-mujer. Pero incluso tras la supuesta liberación sexual de “las mujeres”, sus cuerpos siguen presentándose como objetos de placer en base a una diferenciación sexual construida y enmascarada. 3 Sería objeto de otro trabajo investigar cómo operan estos mecanismos en la producción de cuerpos sexuados 13 Anatomopolítca y cuerpos sexuados... Isabel Fernández González BIBLIOGRAFÍA Agamben, Giorgio (2003) Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida. Valencia: Pre-textos Althusser, Louis (1988).Ideología y aparatos ideológicos de estado. Nueva Visión Butler, Judith (2007) El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. 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