Cordes AGomez

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CORDES
Adrián Pablo Gómez Mañas
E.S.O. 3º B
Estábamos en el intercambio a Albi, visitando ese día la medieval ciudad de
Cordes con sus inclinadas y tortuosas calles empedradas por las que el subir es
tan cansado que algunas personas deben hacerlo medio a gatas, aunque eso no
suponga mucho agacharse. Recuerdo las antiquísimas y tan bien conservadas
fachadas de las casas, con sus gárgolas, sus relieves y sus adornos. Recuerdo
también la plaza mayor, con su inmenso tejado y su pozo, aquel pozo de los
ciento trece metros tan estrecho por el que, según dicen, tiraron a dos
inquisidores católicos. Y es que esta ciudad, junto con Albi, Toulouse y las
demás de los alrededores, fue una importante zona cátara, aquellos cristianos
que, por predicar la pobreza junto con otro montón de ideales anti-papales se les
declaró herejes y pasaron de ser una de las mayores potencias cristianas de la
época a ser protagonistas de una de las primeras y más importantes guerras
internas de esta religión. Recuerdo
también al guía que tan bien nos
explicó todo. La antigua iglesia
románica y su campanario gótico.
La puerta de la primera muralla y
las demás murallas a lo lejos. La
famosa “Rue Chaude” que, como
nos dijo nuestro guía, no se
llamaba así por los hornos ni por
las chimeneas sino porque era en
esa calle donde se juntaban
mendigos, ladrones, prostitutas y
toda clase de religiosos que iban
allí a “mostrar su pequeño Jesús”.
Recuerdo también la famosa
escena de caza medieval esculpida
en la pared de la casa de un
importante burgués de la época, así
como el diminuto jardín que había
en la pequeña plaza a la que iba a
dar dicha casa. Recuerdo imaginar
cómo sería la vida en un sitio
como ese, con sus “¡Agua va!”, sus intrigas y con esa extraña religión que, por
culpa o gracias al Papa de entonces, no ha llegado hasta nosotros.
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