Características del lenguaje vulgar, marginal y coloquial

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TEMA 5: CARACTERÍSTICAS DEL LENGUAJE VULGAR,
MARGINAL Y COLOQUIAL.
1. INTRODUCCIÓN: VARIEDADES SOCIOCULTURALES EN EL USO DE LA
LENGUA
2. NIVEL CULTO
3. NIVEL COLOQUIAL
4. NIVEL VULGAR
5. LAS JERGAS
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1º DE BACHILLERATO
Francisca Sánchez Glez.
1. INTRODUCCIÓN: VARIEDADES SOCIOCULTURALES EN EL USO DE
LA LENGUA
Resulta difícil discernir si las personas se asocian porque hablan igual, o hablan
igual porque están juntas; pero lo que sí resulta evidente es que lengua y sociedad se
hallan comprometidas, vinculadas, interrelacionadas. “El lenguaje es el hecho social por
excelencia, resulta de los contactos sociales”. En este sentido, la Sociolingüística trata
del estudio de la lengua en relación con los aspectos sociales del individuo (sexo, edad,
profesión, nivel económico, cultura...)
A cada una de las variedades socioculturales o diastráticas existentes en una
lengua se le llama dialecto social o sociolecto. Las causas de la existencia de un
determinado dialecto social no son de índole lingüística sino que son ajenas a la lengua
misma y las estudiamos en el tema anterior, a pesar de ello, conviene recordarlas:
El sexo. Aunque en la sociedad actual la igualdad entre hombre y
mujeres en aspectos legales y de educación institucional sea plena, en
realidad perviven usos educativos diferentes a nivel familiar, trabajos y
actividades que se consideran más apropiados de un sexo que de otro
(servicio militar, por ejemplo). Estas diferencias educacionales, laborales o
de norma social favorecen que el habla de los hombres y de las mujeres sea
diferente.
La edad. Generalmente, los jóvenes suelen ser más asistemáticos e
innovadores en el uso del idioma, mientras que las personas maduras
aceptan mejor la norma y los ancianos son arcaizantes. La influencia de la
televisión, por otra parte, es la causa de que entre los jóvenes se tienda a
abandonar algunos rasgos dialectales que perviven en los adultos.
En entorno . El entorno rural o urbano condiciona el uso de la lengua,
hasta el punto de aparecer jergas de ciudad que intentan diferenciar al
hablante de la gran urbe del campesino. En el plano léxico, la ciudad suele
ser más innovadora.
La actividad laboral es también motivo de diversidad, sobre todo en
el plano léxico-semántico. Garlopa, escofina, gubia, raedera... son términos
propios del habla de los carpinteros, desconocidos por personas que no
tengan ese oficio.
Las jergas de determinados grupos sociales que persiguen la
ocultación o la diversificación premeditada (malhechores, estudiantes,
soldados...)
El nivel social del hablante. No se puede afirmar que haya una jerga
de clase social, sino que es el individuo el que, dependiendo de su formación
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y del cuidado que ponga en el uso del idioma, declara a través del habla su
pertenencia a un nivel de cultura superior, medio o ínfimo.
A pesar de que los factores señalados son difíciles de clasificar desde el punto de
vista de la lógica gramatical por ser inestables, poco perdurables y amplísimos,
podríamos agruparlos en torno a tres variedades socioculturales o niveles de lenguaje:
culto, coloquial y vulgar, los cuales son perceptibles tanto en la lengua oral como en la
escrita, aunque en ésta última, por el carácter artificial que tiene -ya que es producto de
una enseñanza regulada y sistemática- las diferencias no están tan marcadas como en la
oral.
La principal diferencia entre los tres niveles socioculturales señalados estriba en la
utilización que cada uno de ellos hace del código: en el nivel culto se respeta, en el nivel
coloquial se ignora a veces aun conociéndolo y en el vulgar se desconoce. Debe quedar
claro de antemano que la verdadera cultura lingüística reside en saber adecuar el
registro utilizado a la situación comunicativa y al interlocutor. Una persona que maneje
el código elaborado (culto) debe cambiar de registro en una conversación espontánea
coloquial, o cuando hable con individuos que sólo manejan el código restringido
(vulgar); por el contrario, estos últimos están incapacitados para variarlo y se mantienen
siempre en el nivel vulgar.
Vamos ahora a ver por separado cada uno de estos niveles con sus características:
2. NIVEL COLOQUIAL
Se caracteriza por ser el que más se ajusta a la norma y la respeta:
- Pronunciación cuidada.
- Uso de frases y construcciones sintácticas ordenadas y correctamente enlazadas.
- Vocabulario amplio, preciso y matizado.
- Riqueza de recursos morfosintácticos (elementos de enlace, conjunciones
variadas y precisas...)
- Es el nivel que habilita al hablante para establecer comunicaciones formalizadas.
3. NIVEL CULTO
Obedece a una forma de expresarse sencilla, espontánea, relajada y familiar propia
de la conversación . Sus principales características serían las siguientes:
- Abundancia de interrogaciones, exclamaciones e interjecciones que favorecen la
función expresiva o fática de la comunicación.
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- Frases inacabadas o frases que presentan un orden de palabras subjetivo o
alterado: “Como te coja...”, “A la bebida invitáis vosotros”.
- Vocabulario coloquial que incluso el propio hablante siente como inapropiado
para situaciones más formales: “pillar”, “muermo”, “a tope”, “pelas”...
- Modismos, expresiones o giros coloquiales que confieren mayor expresividad al
lenguaje: “lo tengo claro...”, “de bote en bote”, “no dar pie con bola”, “echar el resto”,
etc.
- Imprecisión léxica: se usan palabras de significado muy general (palabras
comodín): “lío”, “chisme”, “tema”, “cosa”, “rollo”, “historia”, etc.
- Empleo de diminutivos y aumentativos que subrayan el valor afectivo de la
expresión: “partidita”, “peliculón”, “partidazo”, etc.
- Comparaciones, metáforas e hipérboles coloquiales: “se puso como una fiera”,
“se puso como un tomate”, “es un lince”, “es un animal”, “estaba que mordía”, etc.
- Palabras, partículas o expresiones no informativas que actúan como fórmulas de
apertura -inicio- (“bueno”, “es que”, “pues”, “sí, señor”, “oye”) o conclusión -cesión- de
turno (“conque ya sabes”, “así que tú verás”, “¿no te parece?”, “¿eh?”, “¿no?”, etc.).
- Partículas o expresiones de relleno, muletillas, frases hechas, frases cliché: “y él,
dale que dale”, “el caso es que”, “escucha lo que te digo...”
- Elipsis, vacilaciones, balbuceos: “No sé...”, “ya sabes...”
- Expresiones enfáticas que intensifican la cantidad o cualidad (“la tira de gente”,
“la mar de sana”, “me gusta un mogollón”, etc.
4. NIVEL VULGAR
Este nivel, también llamado código restringido (por la imposibilidad que tienen
las personas que lo usan de cambiar de nivel y por sus escasas posibilidades
idiomáticas) se caracteriza por:
- Limitación cuantitativamente considerable del número de vocablos. Escaso
empleo de palabras sinónimas.
- Oraciones cortas, gramaticalmente simples, no acabadas con frecuencia, de
sintaxis pobre.
- Empleo simple y repetitivo de las conjunciones o de las locuciones conjuntivas
(o sea, y entonces, porque, así es que, etc.)
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- Empleo (aunque decreciente en las generaciones más jóvenes) de refranes: “Haz
lo que quieras, pero quien mal anda...” “Ahora no me cambio, por la noche todos los
gatos son pardos”.
- Fundamentalmente este nivel se caracteriza por la aparición de numerosos
vulgarismos en los distintos niveles de la lengua: fonético, morfológico, sintáctico y
semántico.
Los vulgarismos fonéticos son pronunciaciones descuidadas o incorrectas:
pueden consistir en el cambio del acento de una palabra ( *carácteres, *analisis,
*intérvalo, *medico) o en la supresión, adición, alteración o deformación de los sonidos
que componen la palabras. Los más frecuentes son:
- Pérdida o apócope de la parte final de una palabra (*na).
- Pérdida de /d/, /g/ o /r/ intervocálicas (*too, *pa).
- Desarrollo de /g/ ante el diptongo /ue/ (*güeno, *agüelo).
- Contracciones: de preposición + artículo (*pal pueblo); de pronombres me , te,
la, le, se, ante vocal (*m´ha dicho...).
Los principales vulgarismos morfológicos son:
- Distorsiones en la conjugación de verbos (*sabiera, *dijéndola, *cabo,
*andara...)
- Adición de -s en segunda persona del pretérito perfecto simple (tú *dijistes).
Son vulgarismos sintácticos:
- Uso de construcciones sintácticas desordenadas, inacabadas o de sentido
incomprensible.
- Leísmo, laísmo y loísmo: uso de le como complemento directo (coge ese libro y
*ábrele) o de lo y la complemento indirecto (ya *la dije que no viniera).
- Anteposición de pronombres me y te a se : (*me se ha caído).
- Dequeísmo: uso de la locución “de que” sustituyendo a “que” (pensamos *de
que la propuesta tendrá éxito).
Los principales vulgarismos léxicos consisten en:
- Uso o expresiones con significado o forma erróneos: “luces *calógenas”, “el
*porsupuesto de la obra”, “el *pograma de la Nieves Herrero está *mu bien”.
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- Uso de palabras, interjecciones o expresiones de baja consideración social
(¡mierda!, ¡la hostia!... y otras muchas que, sin duda, conocéis).
5. LAS JERGAS
A veces los hablantes se comunican con palabras que no aparecen en el
diccionario y que pertenecen a lenguas especiales usadas por grupos marginados social
y culturalmente: lenguaje de la droga, lenguaje de las prisiones y delincuentes, etc.
Estos vocabularios especiales de sectores marginados son los argots o jergas.
La jerga de la delincuencia (también llamada “caliente”) procede de la antigua
lengua de germanía usada por la gente del hampa desde los siglos XVI y XVII y
combinada en las cárceles con el caló (lenguaje de los gitanos). El uso de la jerga sirve
para mostrar la pertenencia al grupo y para permitir la comunicación secreta.
Cada profesión u oficio tiene vocabularios especiales llamados lenguajes, hablas o
jergas profesionales. Se trata de repertorios léxicos que designan objetos propios de esa
ocupación: médicos, mecánicos, constructores, marineros, etc.
Los aficionados a determinadas actividades sociales (toros, deportes, cazadores,
pescadores, etc.) también comparten un léxico o habla social específica de esa
actividad.
Tienen especial vitalidad en nuestra lengua palabras características del argot
juvenil: tío, chungo, colega, mola, guay, etc.: palabras excesivamente repetidas, de vida
efímera, que se usan a odo de afirmación personal o señas de identidad que acrediten la
integración o pertenencia a un grupo juvenil deferenciado.
El llamado cheli es un argot que combina palabras del caló, del caliente y de las
jergas juveniles con términos y cadencias de entonación propias del habla urbana y
castiza de Madrid.
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