RELATOS BASURA

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RELATOS BASURA
No se muy a ciencia cierta si fue una visión real o producto de mi imaginación, pero
recuerdo que delante de mis narices había un barrendero vestido de gris y con su gorra
gris, como dice mi padre que vestían los barrenderos de antes, que limpiaba
furiosamente la acera con uno de esos cepillos que tenían antes los barrenderos. Y es
que la acera estaba llena de papeles, de hojas, de pelusas. Nunca había visto tantas
pelusas juntas.
-Pero bueno, ¿y esto? –le pregunté.
-Es literatura –me dijo-. Literatura muerta. Nos da muchos problemas a los
barrenderos. Especialmente la que se hace ahora en España. Esa es terrible.
-Pero ¿qué dice? Si vivimos una época dorada de la novela española.
-Yo de eso no entiendo –dijo el barrendero..Nosotros sólo tenemos que recoger
lo que queda borroso, lo que es falso, lo que es confuso. Si aparte de eso hay cosas
buenas, no sé.
Me arrodillé para ver la basura más de cerca y vi que la pelusa eran palabras, eran
frases, eran párrafos.
-<<Las palabras de Laura le produjeron una sensación de hueco, como si ella
sólo hablara cuando la presión de la soledad la forzara a expresar aquello que más
deseaba ocultar>> -leí en voz alta. Y luego dije-: Se trata de una frase correctamente
escrita.
-Yo gramático no soy –dijo el barrendero-. Pero mire, en este oficio se lee
mucho, porque basura hay a manta, y uno acaba por entender que a esas frases, que
estarán correctas si usted lo dice, lo que les pasa es que son borrosas.
-¿Borrosas? –dije yo sorprendido, porque era la segunda vez que le oía usar el
término.
-<<Me enamoré de ella mirándole las manos, que eran frágiles y elusivas como
alas de pájaro. De su rostro apenas tengo recuerdos>>, fíjese uestes –me dijo el
barrendero, cogiendo con gesto experto una de las pelusas-. ¿Usted cree que alguien se
puede enamorar así? Y unas manos como alas de pájaro debían de ser muy feas, ¿no le
parece? Y mire ésta: <<Cuando entró en el café de la estación sintió un dolor que le
paralizaba, la sensación de que aquella pequeña catástrofe que había destruido la
sensación de ecuanimidad que le había conducido hasta allí se derramaba como un
torrente>>. ¿Usted ha sentido alguna vez una sensación así? ¡Vaya lío! Mire, mire:<<Se
inclinó para mirarla como si con aquel gesto quisiera expresar no sólo el enfado que le
producía la actitud indiferente de ella, sino también su decisión de no volver a ofrecer su
flanco más débil>> ¡Menudo gesto! ¿No le parece?
-Pero ¿qué tienen de malo esos pasajes? –pregunté, comenzando a irritarme,
-Son borrosos –me contestó al instante-. Que están correctamente escritos, no lo
dudo. Pero son borrosos. No se ve nada cuando se lee esas frases. Y además son falsos:
los sentimientos no son así, ni los gestos son así, ni la vida es así. Y además, son
confusos.
-Lo que pasa es que usted no entiende la alta literatura –le dije, ya enfadado-. La
alta literatura es así: abstracta, confusa y un lío y un coñazo tremendo. Que <<no se ve
nada>> dice usted. ¿Usted qué quiere, que la literatura sea como la televisión? Si quiere
ver algo, váyase al cine.
-Ah, que esto es alta literatura –dijo el barrendero pensativo-. No se crea, que a
mío también me gusta leer. Me gusta mucho Gogol, por ejemplo. Y Chéjov. Y Balzac.
Y Flaubert. Me gusta mucho Cortázar. Y Nabokov. Pero claro, esos libros son
diferentes. Esos libros no son borrosos. En esos libros se ven las cosas, y pasan cosas
que es como si la pasaran a uno… Y además, que son interesantes, son divertidos, no
divertidos de reírse, sino que uno quiere saber qué va a pasar a continuación… Qué, qué
dice usted.
-Qué quiere que le diga –contesté yo-. Que son gustos de barrendero.
-Puede ser –dijo el hombre avergonzado-. O sea que usted escribe.
-Pues sí, escribo –dije yo-. Soy Premio Nadal, Premio Ateneo de Sevilla y
Premio Nacional de Literatura. Lo cual quiere decir, como usted entenderá, que soy
buenísimo. Y le notifico que si hacemos literatura borrosa como usted dice, es porque
nos da la gana. ¿Por qué tiene que <<verse>> lo que cuenta un libro? ¿Por qué tengo yo
que describir un gesto como los que ya existen? Nosotros nos inventamos lo que nos da
la gana. También Tolkien se inventa cosas, ¿no?
-“El Señor de los anillos” no es borroso –dijo el barrendero-. No se moleste en
buscarlo por aquí.
Me desperté sobresaltada. Pero entonces no sabía muy bien que papel estaba jugando yo
allí, no sabía quién era yo, si el escritor irritado o el barrendero.
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