PATRICIO HERNÁNDEZ

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El derechazo (La Opinión, 02/06/07)
PATRICIO HERNÁNDEZ
Cuando parecía que la larga ausencia de competitividad electoral podía haber sido superada
en la región entre otras razones por la nueva y combativa actitud del principal partido de la
oposición regional, coincidente con la aparición de un activo movimiento social crítico que se ha
ido extendiendo por la geografía murciana en estos últimos años como reacción a las
consecuencias sociales y ambientales del modelo político-económico practicado, los resultados
del domingo nos devuelven a una realidad desoladora para toda la izquierda regional.
El PSRM-PSOE, la fuerza política que ha de nuclear cualquier gobierno de progreso para
Murcia, ha cosechado su cuarta derrota electoral consecutiva, y de una magnitud sencillamente
catastrófica, empeorando unos resultados ya muy malos -la distancia crece respecto del partido
ganador hasta un astronómico 26,6%, lo que supone una ventaja en las municipales a favor del
PP de 148.00 votos, prácticamente los mismos que separan a los dos grandes partidos en el
ámbito nacional-, lo que permite al PP obtener los mejores resultados de todas las regiones,
afianzando a Murcia como la España más profundamente conservadora y uno de los graneros
esenciales de votos en la batalla por la reconquista del gobierno del Estado.
La modesta recuperación de IU -apenas de unas décimas-, aunque le permite un nuevo
protagonismo en la política de pactos para formar gobierno en varios municipios, no mitiga en
absoluto la desmesura del desastre, pues tampoco ha capitalizado la denuncia de la vía
neodesarrollista emprendida con ciego entusiasmo en Murcia.
Las consecuencias alcanzarán también, finalmente, a los movimientos sociales que han venido
impugnando la política territorial y ambiental, que ahora se verán enfrentados a un poder
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institucional relegitimado por un impresionante aval de votos a una política -ahora síinequívoca y meridianamente explícita.
La respuesta a esta traumática situación -que ya no es posible considerar coyuntural-tiene que
estar a la altura del tamaño del descalabro, comenzando por analizar y debatir con serenidad y
rigor qué es lo que está ocurriendo. Nuestro conocimiento de la realidad es muy imperfecto y
tenemos que aceptar, por honestidad intelectual, que se nos escapan muchas de las corrientes
que dan forma a las opiniones y expectativas de nuestros conciudadanos.
Diversas son las cuestiones que deben ser analizadas. Junto a la idoneidad de la estrategia y
los candidatos, sería necesario saber, por ejemplo, cuánto puede haber pesado el componente
político nacional frente a la agenda específicamente local; o identificar los elementos que
actúan en el imaginario colectivo de esa comunidad de elección que forma el apabullante
bloque constituido por la suma del centro y la derecha del electorado murciano logrado- -¡ay!-deslumbrantemente por el PP.
Por mi parte, me apresuro a rechazar la interpretación interesada (viniendo de quien viene) de
aquellos que proponen un llamado “giro al centro” frente a una supuesta radicalización de estos
últimos tiempos en materia de política urbanística.
El giro que se precisa no es ese, tan abstracto como retórico. El giro inaplazable es hacia la
coherencia: la falta de credibilidad del mensaje socialista -responsable de la reaparición de un
abstencionismo de izquierdas- tiene mucho que ver con la contradicción, hábilmente explotada
por la derecha, de un discurso oficial sobre la racionalización del crecimiento urbanístico desde
parámetros de sostenibilidad ambiental y una práctica, allí donde se gobernaba, que se
compadecía muy mal con este discurso.
Si el electorado no ha identificado como un problema decisivo el urbanismo salvaje y la
corrupción inevitablemente asociada al mismo -como parece evidente-, no hay que deshacerse
de ese discurso, como parecen proponer algunos, sino perseverar en definir y transmitir la
propuesta propia -aún muy imprecisa- y mostrarla como ejemplo allí donde se gobierna.
No es verdad que a los ciudadanos les sea indiferente si el urbanismo es o no sostenible. Las
últimas encuestas del CIS demuestran que les preocupa, pero aún no lo suficiente para ser
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determinante de su voto, pues prevalece una visión básicamente positiva del dinamismo
inmobiliario y de los beneficios que cada uno puede obtener, directa o indirectamente, de los
fenómenos especulativos. Hemos de confiar en que un día se invertirá la valoración y tenemos
que contribuir pedagógicamente a que ese momento se adelante.
Lo mismo podemos decir de la corrupción. Que no se haya instalado en las conciencias de los
ciudadanos como un elemento definitivo para rechazar candidatos bajo sospecha fundada sólo
quiere decir que el momento aún no ha llegado. El ruido producido en torno a unas denuncias
que no han completado su recorrido judicial, enmarañadas con contraacusaciones a veces
artificiosa o retorcidamente hinchadas (junto a otras no tan artificiosas), ha impedido que la
corrupción funcione como argumento electoral, pero pueden bastar unas cuantas sentencias
firmes para que todo esto cambie. Mientras, podemos evitarnos el nuevo error de extender la
acusación de complicidad con la corrupción al 60% de los votantes, la mitad al menos de los
cuales hay que intentar recuperar.
Ahora bien, lo primero que debiera ser abordado es la naturaleza misma de los partidos
políticos que pretender representar a la izquierda murciana. A estas alturas es evidente,
especialmente en el caso del PSRM-PSOE, que precisan de una verdadera refundación y
reconstrucción desde sus cimientos mismos. Estamos ante una formación debilitada y
esclerotizada, controlada en muchos lugares por pequeñas oligarquías que la patrimonializan a
despecho de su falta de protagonismo social y crédito ciudadano, que anteponen sus intereses
personales a los de la organización y sus votantes, con muchas deficiencias como intelectual
colectivo para entender lo que ocurre en su entorno, y a menudo muy vulnerables frente a unos
adversarios mucho más pegados al sentir de la calle y bien organizados en torno al poder y sus
redes clientelares.
La tímida renovación emprendida por Saura y su equipo, impotente hasta ahora para remover
los grupos de poder instalados en su seno, se ha revelado del todo insuficiente para galvanizar
un partido demasiado acostumbrado en muchos lugares a la comodidad de una oposición tan
indolente e incompetente como alejada de las verdaderas preocupaciones de los ciudadanos y,
sobre todo, incapaz de ilusionar al electorado con un proyecto de cambio.
Patricio Hernández Pérez
Miembro del Foro Ciudadano de la Región de Murcia
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