ANTONIO CAMPILLO

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Más madera (La Verdad, 01/06/07)
ANTONIO CAMPILLO
Los resultados electorales del 27-M han confirmado lo que anunciaban las encuestas: por
cuarta vez consecutiva, el PP murciano ha obtenido mayoría absoluta en la Asamblea Regional
(29 diputados sobre 45) y en dos tercios de los municipios (29 alcaldes sobre 45). Con su
cuarta victoria, el PP supera el precedente del PSOE, que gobernó la Región de 1983 a 1995.
Además, rompe su propio techo electoral y vuelve a ser el partido más votado, tanto en los
parlamentos autonómicos (con el 58,49), como en las capitales de provincia (con el 61,28), si
exceptuamos el caso de Ceuta (con el 65,18). De este modo, la Región de Murcia confirma la
posición alcanzada en 2003 y se consolida como la comunidad autónoma más conservadora
de toda España.
Parecía que la especulación inmobiliaria y la corrupción política iban a pasar factura a los
cargos locales y autonómicos más afectados por la contestación ciudadana y la investigación
judicial, pero no ha sido así. Al menos, no en la mayoría de los casos. Han sido castigados los
gobiernos de Canarias y Baleares, pero no los de Madrid, Valencia y Murcia, donde el PP ha
salido reforzado. En cuanto a los cargos locales imputados por la justicia, algunos han sido
castigados electoralmente, como el alcalde de San Javier, pero otros han obtenido mayoría
absoluta, como el de Cieza. En general, la corrupción ha superado en España la prueba de las
elecciones, así que el modelo de Marbella se ha extendido por muchas comunidades
españolas.
El imputado Carlos Fabra es un ejemplo emblemático: tras revalidar su cargo como presidente
de la diputación de Castellón, no ha tenido empacho en declarar que las elecciones han sido
un «juicio popular» y le han «absuelto con sobresaliente». Como buen corrupto y mal
demócrata, cree que el apoyo electoral obtenido le garantiza la impunidad y le sitúa por encima
de la ley. No sabe lo que significa la separación de poderes entre el ejecutivo y el judicial, ni
distingue tampoco entre intereses públicos y privados. Esperemos que los cargos electos de
nuestra Región no incurran en el mismo error.
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Hay varias razones para explicar la victoria del PP murciano. Tal vez la verdad se encuentre en
una combinación de todas ellas, aunque es difícil determinar la proporción que corresponde a
cada una. En primer lugar, la estrategia del PP de Rajoy, destinada a plantear estas elecciones
como unas primarias de las generales, ha conseguido movilizar al electorado más conservador
contra la política antiterrorista y las reformas sociales de Zapatero. Pero esta estrategia ha
tenido efectos ambivalentes: ha mantenido y reforzado el poder del PP en las cinco
comunidades donde ya gobierna (Madrid, Valencia, Murcia, Castilla-León y Rioja), pero a costa
de retroceder o no avanzar en otras (Extremadura, Andalucía, Castilla-La Mancha y todas las
del norte, de Galicia a Cataluña). Además, le ha quitado el poder en muchas ciudades
importantes y puede hacer que el PSOE acceda al gobierno en Navarra, Baleares y Canarias.
Así, el partido que dice ser garante de la unidad de España está provocando no solo una gran
crispación social, sino también una notable polarización territorial.
Una segunda razón es que las comunidades donde el PP ha crecido más (Madrid, Valencia y
Murcia) están experimentando un fuerte aumento de la riqueza y el empleo, vinculado al sector
de la construcción. Es un modelo de crecimiento insostenible, causante de graves impactos
ambientales, basado en una mano de obra barata, precaria y poco cualificada (en la que
abundan los inmigrantes, esos nuevos proletarios que trabajan y cotizan pero no votan), y
vinculado al blanqueo de dinero, la evasión fiscal y la corrupción política. En Murcia, según el
Sindicato de Técnicos de Hacienda, la cuarta parte del dinero circulante no paga impuestos.
Además, es un modelo de crecimiento que tiene los días contados, y los propios promotores
reconocen que ya se ha iniciado el declive del sector. Pero está claro que todo esto no ha
preocupado a los votantes del PP. La especulación inmobiliaria y la corrupción política han
hecho posible no solo grandes pelotazos sino también una cierta distribución de la riqueza, de
la que muchos se han beneficiado. Vivimos en plena quimera del ladrillo, y quienes se mueven
en la cresta de la ola no quieren saber lo que se esconde bajo la espuma, ni tampoco lo que va
a suceder mañana. Se limitan a decir: «Dame pan y dime tonto», o bien: «Coge el dinero y
corre».
Tal vez el «Agua para todos» ha seguido influyendo en Valencia y Murcia, a pesar de las
grandes inversiones y las nuevas desaladoras del plan AGUA. Pero esta consigna-comodín se
ha reconvertido, pues ya no pretende preservar el regadío sino reemplazarlo por el ladrillo. Y
esto ha ocurrido con el clamoroso silencio, por no decir la complicidad abierta de las
comunidades de regantes y las organizaciones agrarias, que se han plegado a la estrategia de
los promotores inmobiliarios. El «Agua para todos» significa ahora algo muy distinto: «Pelotazo
para todos». Este es el mensaje dominante del PP murciano, que parece haber calado
profundamente en dos de cada tres murcianos.
Por último, están los errores de la oposición política, y en particular del PSOE, pues IU-LV ha
mantenido e incluso mejorado ligeramente su base electoral y su poder local. El gran problema
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del PSOE es que la renovación emprendida por Saura se ha quedado a medio camino, sobre
todo por la resistencia de la vieja guardia, atrincherada en los ayuntamientos donde gobernaba
o ejercía una oposición débil y acomodaticia. Se ha dado una notable contradicción entre el
discurso renovador de la ejecutiva regional y la política de muchos ediles socialistas,
especialmente en urbanismo y participación ciudadana. Por eso, resulta patético que la vieja
guardia, que ha desangrado a su partido desde 1995 y ha lastrado la renovación emprendida
por la actual ejecutiva, pretenda ahora pedir cabezas. Sería muy grave para el PSOE murciano
volver al cainismo del pasado. Al contrario, debería avanzar en la línea emprendida, renovar
profundamente sus agrupaciones, fortalecer su organización interna y abrirse mucho más
decididamente a la sociedad civil murciana.
A partir de ahora, vamos a encontrarnos con una situación paradójica. Por un lado, el éxito
electoral del PP le llevará a seguir adelante con su política, basada en el ladrillo, la
privatización de los servicios públicos, el control de los medios de comunicación y la confusión
entre intereses públicos y privados. Por otro lado, esa política va a verse erosionada por la
crisis del sector inmobiliario, las investigaciones judiciales en curso, la probable continuidad del
gobierno Zapatero tras las elecciones de 2008 y la creciente contestación ciudadana que ha ido
surgiendo en los últimos años. Mientras tanto, la Región de Murcia se asemeja al tren de Los
hermanos Marx en el Oeste, en el que éstos deciden mantener la locomotora a toda máquina,
a costa de quemar la madera de los asientos, las paredes y el suelo de los vagones donde
viajan los pasajeros.
Antonio Campillo
Presidente del Foro Ciudadano de la Región de Murcia
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