Cuarta colección de la palabra del día

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LA PALABRA DEL DÍA
venir
El verbo latino venire (venio, -is) equivale al español venir, pero los autores clásicos le
habían dado una amplia gama de significados, tales como ‘avanzar’, ‘atacar’, ‘nacer’ (el
sol o un astro), ‘resultar’ (en el sentido de ‘ser producto de una operación aritmética’).
Virgilio decía aquila veniente para significar ‘cuando el águila cae (sobre las palomas)’ y
Cicerón usaba venire contra alienum con el sentido de ‘entablar un juicio a un
extranjero’. El supino de venio es ventum, de donde procede ventus, -i (viento) y también
ventura y aventura.
El sentido de ‘llegar’ lo obtenían los latinos con el prefijo ad-, formando el verbo
advenire (advenio, -is), a partir cuya forma supina adventum se derivaron palabras
castellanas como adviento y advenimiento.
Con el prefijo prae- se formó praevenire, con el sentido de ‘preparar’, ‘avisar’ o
‘advertir’, o sea, prevenir; y con el prefijo con-, el verbo convenire, con el sentido de ‘ir
juntos a un lugar’ o ‘ir todos al mismo lugar’, de donde se derivaron las palabras
castellanas convenio, conveniente, convención y convento.
Si en cambio se anteponía el prefijo in- se formaba el verbo invenire (encontrar,
descubrir, inventar, obtener). El supino de invenire era inventum, que dio lugar al
sustantivo masculino inventus, empleado por Plinio con el sentido de ‘invención’ o
‘hallazgo’, y que derivó en nuestro invento. Pero la denotación de ‘hallazgo’ dio lugar
también al latín medieval inventorium (‘lo que se encuentra’, ‘lo que está allí), de donde
proviene nuestro inventario.
En el castellano medieval se formó avenir, con el sentido de ponerse de acuerdo,
avenirse, como ocurre con las parejas o con los socios ‘bien avenidos’.
LA PALABRA DEL DÍA
yugular
Es el nombre de una vena que recibe la sangre del cerebro, de la cara y del cuello;
desemboca en la vena subclavia, situada debajo de la clavícula.
Proviene del latín vulgar jugularis, del latín clásico jugulus, -i (clavícula, garganta,
cuello), diminutivo de jugum (yugo), vinculada ésta a jungo -ngere (juntar, unir, uncir).
La yugular es uno de los principales vasos que se cortan al degollar a alguien; por esa
razón, los clásicos latinos usaban el verbo jugulo, -are para referirse al acto de degollar, y
jugulator, -oris significaba ‘degollador’ y, por extensión, ‘matador’, ‘asesino’.
LA PALABRA DEL DÍA
anfetamina
La anfetamina es un facilitador de la transmisión nerviosa mediante la adrenalina, potente
estimulante del sistema nervioso central. En 1919, se sintetizó en Japón la
metanfetamina; y en 1944, en los laboratorios de la corporación suizo-alemana CibaGeigy (hoy Novartis), el metilfenidato.
El uso médico experimental de las anfetaminas comenzó en los años 1920. La droga sería
utilizada desde entonces por los militares de varias naciones, especialmente de la fuerza
aérea, para combatir la fatiga e incrementar la alerta entre las milicias. En 1927, la
propiedad de la anfetamina de elevar la presión sanguínea, contraer los vasos sanguíneos,
y dilatar los pequeños sacos bronquiales, dio lugar a su comercialización, inicialmente
como el inhalador Benzedrina.
Como droga, la anfetamina, más conocida popularmente como speed o anfeta, es
utilizada para pasar largas noches sin dormir, apareciendo en forma de polvo, fácilmente
obtenible, que es inhalado. Los efectos van desde euforia, vista borrosa y energía no
habitual a sudoración, vómitos y ataques de ansiedad. Los consumidores pueden pasar
varios días consecutivos sin dormir, con el consecuente cansancio psíquico que lleva a
veces a crisis de paranoia y ansiedad. La anfetamina produce un síndrome denominado
‘psicosis anfetamínica’, parecido a la psicosis cocaínica o a la esquizofrenia paranoide.
La palabra proviene del inglés amphetamine, un acrónimo formado a partir de su
denominación química a(lpha) m (ethylbeta) -ph(enil) -et(hyl) -amina.
LA PALABRA DEL DÍA
lagarto
Los latinos llamaron lacertus a aquel reptil cuyo nombre llegó a nosotros como lagarto,
después de pasar por lacartus en el latín medieval vulgar. Lo curioso es cómo esta
palabra ingresó al inglés con artículo (el lagarto) y adoptó en esa lengua la forma
allegater en Shakespeare (Romeo y Julieta), hoy alligator.
LA PALABRA DEL DÍA
carótida
Las carótidas son cada una de las dos arterias derecha e izquierda, que pasan por el cuello
e irrigan tanto el cuello como la cabeza. En su inicio, se llaman arterias carótidas
primitivas, y después se bifurcan a ambos lados en arteria carótida externa y arteria
carótida interna.
Por el hecho de irrigar el cerebro, si se reduce la circulación de estos vasos la persona
puede, como mínimo, perder el sentido o quedar en estado de estupor.
En griego, este estado era llamado karos, de donde se derivó en esa lengua el verbo
karoun (adormecer) y se derivó el sustantivo karotides, que llegó hasta nosotros para
denominar esas arterias. Los diccionarios españoles registran la poco conocida palabra
carosis que significa ‘adormecimiento´, también derivada del vocablo griego.
El dramaturgo español Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) pensaba que no eran arterias
sino glándulas, como se desprende de este trecho de su monumental obra Teatro crítico
universal (1726-40):
LA PALABRA DEL DÍA
remunerar
Palabra usada desde muy antiguo en nuestra lengua con el sentido de ‘retribuir’ o de
‘premiar’. Aparece en castellano por lo menos desde el siglo XVI, como en este trecho
del Libro de los siete sabios de Roma (1530):
(...) muchas veces con vos la mar e nunca me avéis hecho merced alguna, e por ende si en
lugar de [ remuneración ] yo recabaré con vuestra señoría que me deis vuestro hijo en
cinco años, si tuviere ingenio yo le enseñaré quanto yo e mis compañeros (...).
El origen más remoto de este vocablo lo encontramos en la raíz indoeuropea mei-, que
dio lugar al latín munus, muneris (cargo, oficio, obligación), de donde surgió, el verbo
munero, -are (regalar, gratificar) y, de éste, remunero, -are (remunerar, pagar y también,
ser remunerado).
Munus dio lugar asimismo a otras palabras latinas que pervivieron en castellano y en
otras lenguas romances, como municipius (municipio), munificentia (munificencia) e
inmunis (inmune, libre de toda obligación y, más tarde, a salvo de ciertas enfermedades).
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