Clonación de la oveja Dolly

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¿Cómo fue el proceso de clonación de la oveja Dolly?
De la ubre de la madre de Dolly (la llamada original en el dibujo), los científicos sacaron una célula, que
contiene todo el material genético (ADN) de la oveja adulta. Después, la otra oveja, a la que llamaremos oveja
X, le extrajeron un óvulo, el cual serviría de célula receptora. Al óvulo se le sacó el núcleo, eliminando así el
material genético de la oveja donante. Se extrajo el núcleo de la célula mamaria y, mediante impulsos
eléctricos, se fusionó al óvulo sin núcleo de la oveja donante. Con los mismos impulsos se activó al óvulo
para que comenzara su división, tal y como lo hacen los óvulos fertilizados en un proceso natural de
reproducción. Al sexto día, ya se habrá formado un embrión, el cual fue implantado en el útero de una tercera
oveja, la madre sustituta, que tras un periodo normal de gestación, dio a luz a Dolly: una oveja exactamente
igual a su madre genética.
Clonación animal sí, clonación animal no: Las alteraciones del patrimonio genético en animales plantean
problemas éticos. Entre las consecuencias que se han barajado para considerar ilícita la clonación es el factor
medioambiental. A la larga supondría un detrimento de la variabilidad genética y de adaptación de las
especies. Debemos evitar el abuso de la naturaleza, protegerla de los efectos de una manipulación irracional e
injustificada por parte del hombre. Algunos investigadores consideran que el uso y manipulación del genoma
de animales y vegetales puede ser uno de los principales instrumentos para acabar con el hambre del mundo o
aportar excelentes fábricas vivas de sustancias químicas muy valiosas para el hombre. Como principio ético
debemos decir que estas alteraciones deben estar orientadas al servicio del hombre o la naturaleza de forma
directa o indirecta, y como consecuencia el investigador no puede actuar con la intención de dañar con la
manipulación del genoma, ni al propio animal ni a los seres humanos.
Con la finalidad de evitar que esto suceda, el Grupo de Asesores sobre las Implicaciones Éticas de la
Biotecnología de la Comisión Europea (GAIEB) dictaminó en Mayo de 1997, a petición de la Comisión
Europea, lo siguiente:
• La clonación de animales de cría o de animales de laboratorio sólo es éticamente aceptable si se lleva
a cabo con estricta consideración del bienestar de los animales, bajo la supervisión de organismos de
control.
• Los requisitos éticos necesarios son:
• Evitar o minimizar el sufrimiento de los animales.
• Sustituir en lo posible la utilización de animales en investigación por otras opciones.
• Debe prestarse atención a la necesidad de preservar la diversidad genética de las cabañas de animales.
• En lo referente a los humanos:
• Debería prohibirse cualquier intento de producir un individuo humano genéticamente idéntico
mediante sustitución nuclear a partir de células de un niño o adulto (clonación reproductiva)
• Se descarta cualquier intento de crear embriones genéticamente idénticos en ensayos clínicos en
técnicas de reproducción asistida, ya sea mediante la división del embrión, ya mediante transferencia
nuclear a partir de un embrión existente.
• La clonación múltiple es inaceptable.
• La investigación sobre sustitución nuclear debería tener como objetivo arrojar luz sobre la causa de
una enfermedad humana o contribuir a aliviar un sufrimiento.
• La Comunidad Europea debería expresar con claridad su condena de clonación reproductiva humana.
La finalidad diagnóstica o farmacológica con intención de luchar contra la enfermedad justifica la aplicación
de la ingeniería genética y en concreto la clonación sobre animales. El respeto del ecosistema y la
biodiversidad representa el horizonte ético que debe guiar estas acciones de intervención genética, no
abusando de la naturaleza, sino desentrañándola sin destruir sus riquezas. Por lo tanto, guardando las debidas
precauciones de seguridad y teniendo como fin el beneficio del hombre, las aplicaciones de esta nueva técnica
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en la agricultura, ganadería y en la farmacología parecen totalmente lícitas. Es poco frecuente, aunque no
imposible, que una oveja de cinco años y medio, la edad de 'Dolly', desarrolle artritis. La cuestión ahora es
saber si el proceso de clonación ha provocado esta enfermedad en 'Dolly' y, de forma más general, si la
clonación incrementa el riesgo de crear animales enfermos. De ser así, ésto supondría un serio obstáculo para
la futura viabilidad del uso de técnicas de clonación para desarrollar nuevos tratamientos para curar
determinadas enfermedades, ya que aunque varias compañías que han realizado experimentos en este campo
han asegurado que sus animales están perfectamente sanos, aún no hay datos independientes que hablen de la
salud a largo plazo de los animales clonados. Además, hay evidencias, aunque pocas, de animales que han
nacido con sobrepeso, malformaciones o daños en sus sistemas inmunológicos. Actualmente hay cientos de
vacas, ovejas, cabras y cerdos clonados, y se espera que en el futuro haya muchos más.
Historia de la Biotecnología
La biotecnología no es nueva, sus orígenes se remontan a los albores de la historia de la humanidad. Nuestros
ancestros primitivos iniciaron, hace miles de años durante la Edad de Piedra, la práctica de utilizar organismos
vivos y sus productos. La biotecnología es un término que se ha dado a la evolución y recientes avances de la
ciencia de la genética. Esta ciencia se originó hacia finales del siglo XX con el trabajo de Gregor Joham
Mendel. La historia realmente se inicia con las investigaciones de Charles Darwin, considerado como el padre
de la biología moderna, que concluyó que las especies no son fijas e inalterables, sino que son capaces de
evolucionar a lo largo del tiempo, para producir nuevas especies. La explicación de esta evolución, según sus
observaciones, se basaba en que los miembros de una determinada especie presentaban grandes variaciones
entre ellos, unos estaban mas acondicionados al ambiente en que se encontraban que otros, lo que significaba
que los más aptos producirían más descendencia que los menos aptos. Este proceso es conocido como
selección natural, y suponía la modificación de las características de la población, de manera que los rasgos
mas fuertes se mantendrían y propagarían, mientras que los menos favorables se harían menos comunes y
acabarían desapareciendo
El monje Gregor J. Mendel (1822−1884), trabajaba en el jardín de su monasterio en Austria sin ser consciente
de la importancia de sus estudios. Mendel eligió como material de estudio una planta común, el guisante
(pisum sativum). Esta planta es de fácil obtención y cultivo, hemafrodita y por tanto con capacidad para
autofecundarse, ofreciendo asimismo la posibilidad de realizar fecundaciones cruzadas entre distintas
variedades, muy numerosas en el guisante y fácilmente distinguibles. En sus estudios, en lugar de analizar la
transmisión global de las características de la planta, prestó atención a un solo rasgo cada vez, permitiéndole
seleccionar determinados aspectos de la planta que presentaban alternativas claramente diferenciables, como
por ejemplo la forma de la semilla (rugosa/lisa) o su color (amarilla/verde). En 1866 publicó los resultados de
sus experiencias llevadas a cabo durante 7 años en el jardín de su monasterio de los agustinos, los cuales
permitieron superar las antiguas concepciones sobre la herencia que aún prevalecían en su época, según las
cuales los caracteres se transmitían de padres a hijos a través de una serie de fluidos relacionados con la
sangre, al mezclarse las sangres en la descendencia, los caracteres de los progenitores se fusionaban y no
podían volver a separarse.
Mendel expuso una nueva concepción de la herencia, según la cual los caracteres no se heredan como tales,
sino que solo se transmitían los factores que los determinaban. Su estudio del comportamiento de los factores
hereditarios se realizaba, con total intuición, 50 años antes de conocerse la naturaleza de estos factores
(posteriormente llamados genes). A pesar de que describió el comportamiento esencial de los genes, sus
experimentos no revelaron la naturaleza química de las unidades de la herencia, hecho que ocurrió hacia la
mitad del siglo XX e involucró muchos trabajos de diferentes científicos de todo el mundo, durante varias
décadas
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