1 EL HOMBRE CAMINO DE LA IGLESIA INAUGURACIÓN DE LA CÁTEDRA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA P. DIETRICH LORENZ D. VICE GRAN CANCILLER PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO Si tomamos el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia podremos observar que en él se refleja la preocupación especial de la Iglesia hacia la persona humana. Esta “sollicitudo rei socialis” no es una novedad en la vida de la Iglesia sino que es una urgencia siempre presente, y tiene su fundamento en las palabras y en las obras de Jesús, y luego en los Hechos de los Apóstoles. Esta “preocupación social de la Iglesia, orientada al desarrollo auténtico del hombre y de la sociedad, que respete y promueva en toda su dimensión la persona humana, se ha expresado siempre de modo muy diverso” (Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 1). Es lo que me propongo demostrar en esta apretadísima síntesis que deseo exponerles. Las cinco Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano constituyen jalones importantes en el proceso de autoconciencia de la Iglesia en el despliegue de su misión1. En ellas hay una relación de continuidad y de preocupación creciente por la persona humana, que será siempre confirmada incluso por las encíclicas y otros documentos de los Papas2. En 1 Cf. G. Doig Klinge, De Río a Santo Domingo, Celam, Bogotá 2006, 295 pp.; Id., Diccionario Río, Medellín, Puebla, Santo Domingo, San Pablo, Bogotá 1994, 765 pp.; E. Cárdenas, “La Iglesia Latinoamericana en la hora de la creación del Celam”, en AA. VV., Celam, Elementos para su historia (19551980), Bogotá 1982, 27-73. 2 Cf. DSiA 24-25; G. Doig Klinge, De Río a Santo Domingo, Celam, Bogotá 2006, p. 23; C. Contreras Villarroel, Mons., “Desde Río a Aparecida”, en Servicio 280 (2007) 4-8. 2 este sentido podemos descubrir en estos documentos papales y en los del Celam una verdadera “analogía fidei”. Este imperativo de ‘renovación en continuidad’ se expresa en la conocida formula de Juan Pablo II “el hombre es el camino de la Iglesia”3. I. La Primera Conferencia General de Río de Janeiro La Primera Conferencia General de Río de Janeiro (1955) ofrece algunas orientaciones sobre la naturaleza social de las personas; pero, podemos observar que la base del proceder cristiano no son aún los derechos humanos sino la virtud de la caridad. Por esta razón Río no hizo afirmaciones doctrinales, ni filosóficas ni teológicas, respecto del hombre. Se percibe que predomina una cosmovisión más bien escolástica, que presupone la naturaleza social del ser humano, pero sin extraer de ello todas sus consecuencias pastorales y sociales4. Todo lo anterior no significa que la Primera Conferencia no se preocupe, a su manera o en su estilo, de la situación de los hombres a quienes debe evangelizar. Muy por el contrario, la Conferencia de Río se confiesa angustiada por los graves problemas y apela a la conciencia de los cristianos todos: “¿Quién, y sobre todo qué sacerdote y qué cristiano, podría permanecer sordo al grito que brota de lo más hondo de la humanidad y que en el mundo de un Dios justo llama a la justicia y a la fraternidad?”5 C. Contreras Villarroel, Mons., “Desde Río a Aparecida”, en Servicio 280 (2007) 5: “La preocupación social en el continente fue creciendo. Hubo cada vez más conciencia de que la Iglesia tiene la misión de defender a los oprimidos y se configuró la convicción de que el mismo pueblo de Dios es un milagro”. 4 Cfr. C.-I. González, Seguir a Jesús en América Latina. Ruta de las cuatro Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, México 2006, 119-127. 5 Declaración de los Cardenales, Obispos y demás Prelados representantes de la Jerarquía de América latina reunidos en la Conferencia Episcopal de Río de Janeiro, Río de Janeiro, 4 de agosto de 1955, n. III; cf. Pío XII, Radiomensaje de Navidad, 1943. 3 3 La Conferencia General de Río no puede dejar de expresar su honda preocupación ante los problemas sociales de América Latina6 y la situación angustiosa en que se encuentra todavía una no pequeña parte de sus habitantes, y en particular algunas clases de trabajadores del campo y de la ciudad, sin olvidar la llamada clase media, por los salarios insuficientes y la demanda de trabajo. El panorama social que presenta el Continente latinoamericano permite a los Obispos advertir que, no obstante el cúmulo de bienes, predomina una situación de grandes injusticias sociales y desigualdades económicas. La Conferencia de Río siente el deber de subrayar la urgente necesidad de que todos los católicos colaboren con empeño para buscar, a la luz de la doctrina de la Iglesia, una justa solución7. La Conferencia de Río de Janeiro sigue muy de cerca la suerte de las llamadas “minorías”, como pueden ser: los indígenas8, los inmigrantes9, y la gente de mar10. Manifiesta su esperanza de ver surgir de los escombros de un mundo viejo y caído en ruinas, un mundo nuevo, más sano, jurídicamente mejor ordenado, más en armonía con las exigencias de la naturaleza humana, lo más pronto posible11. En 1961 Juan XXIII en la encíclica Mater et Magistra (Sobre el desarrollo de la cuestión social a la luz de la doctrina cristiana) critica una concepción del mundo donde la ley del más fuerte Cf. L. Ortiz Losada, “La dimensión social de la fe a la luz de Aparecida”, en Medellín 132 (2007) 570: “Como resultado de esta preocupación social de la Iglesia latinoamericana, expresada en la Conferencia de Río, se crea en el Celam el Subsecretariado de Acción Social (1956) con el propósito de difundir el conocimiento de la doctrina social de la Iglesia y de responder con obras concretas a las múltiples necesidades sociales del continente. De igual forma se crea Caritas para América latina (1958)”. 7 Cf. L. Ortiz Losada, “La dimensión social de la fe”, 570: “Río de Janeiro es un llamado a la unidad y a la integración continental de los pueblos y sus iglesias locales”. 8 Declaración de los Cardenales, Obispos y demás Prelados representantes de la Jerarquía de América latina reunidos en la Conferencia Episcopal de Río de Janeiro, Río de Janeiro, 4 de agosto de 1955, n. IV; cf. DR 84. 9 Cf. DR 90-92; Const. Apost. “Exsul Familia”. 10 Cf. DR 93-96. 11 DR III; cf. Pío XII, Radiomensaje, 1945. 6 4 encuentra plena justificación en el plano teórico y domina el terreno de las relaciones concretas entre los hombres. De donde surge, dice, un orden turbado radicalmente. Aún en un mundo concebido en esta forma, la Iglesia debe recordar a todos que la vida humana es sagrada; por ello si se la violenta se ofende a Dios, se degrada el hombre y la humanidad, y se enerva además la misma comunidad de la que se es miembro12. Pero el orden moral separado de Dios, no tiene consistencia, se desintegra. El hombre, separado de Dios, se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes, porque la relación ordenada de convivencia presupone la ordenada relación de la conciencia de la persona con Dios, fuente de verdad, de justicia y de amor. Por tanto, no habrá en el mundo justicia ni paz, mientras los hombres no vuelvan al sentimiento de la dignidad de criaturas y de hijos de Dios, primera y última razón de ser de toda la realidad creada por Él. Juan XXIII está convencido que aquí reside la perenne actualidad de la doctrina social de la Iglesia13. El hombre cada vez más está al centro de las preocupaciones de la Iglesia. Por ello cualquier anuncio de salvación, de liberación y de evangelización no puede no pasar por el hombre. II. La Segunda Conferencia General de Medellín 14 12 Juan XXIII, Mater et Magistra, 51. Juan XXIII, Mater et Magistra, 58. 14 Bajo el tema “La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio Vaticano II” se propuso como objetivo la aplicación del Concilio a la realidad de nuestro continente; cf. H. Parada, Crónica de Medellín: segunda Conferencia general del Episcopado Latinoamericano, Bogotá 1975; AA.VV., “De Medellín a Aparecida. Aportes, desafíos, creatividad, originalidad de una iglesia particular”, en Teología y Vida 50 (2009) 7-164. 13 5 En Medellín (en 1968) tampoco se encuentra una doctrina sistemática sobre la naturaleza del hombre, ni el deseo explícito de que el hombre sea el camino de evangelización que debe recorrer la Iglesia. Pero, a diferencia de la Primera Conferencia General, contó con la rica antropología cristiana del Concilio Vaticano II, formulada sobre todo en la Constitución Gaudium et Spes15. El Papa Paulo VI, en su Discurso de Apertura de la Conferencia de Medellín, caracteriza a la Iglesia como “animadora de la civilización”16 Pablo VI, adelantándose a lo que estaría por venir en los años sucesivos en Latinoamérica, orienta la acción pastoral de la Iglesia hacia una “una apología de la vida” que es de Dios17. Los Obispos en Medellín, conforme a las directrices que les fueron señaladas por el Papa Paulo VI y a los documentos conciliares, sitúan y relacionan nuestra historia con la historia de la salvación. La Iglesia buscó entonces comprender ese momento histórico del hombre latinoamericano a la luz de la Palabra, que es Cristo, en quien se manifiesta el misterio del hombre18. Esta fe impulsa a la Iglesia a esforzarse por liberar a todos los seres humanos de las condiciones de vida infrahumanas, de toda 15 Constitución pastoral del Concilio Vaticano II, Gaudium et spes (Sobre la Iglesia en el mundo actual), 7 de Diciembre de 1965. 16 Una mención particular merecen la “Populorum progressio”; también otros muchos documentos, como la “Declaración de la Iglesia Boliviana” (Febrero, 1968), la del Episcopado Brasileño (Noviembre de 1967) titulada “Misión de la Jerarquía en el mundo de hoy”; como las conclusiones del “Seminario Sacerdotal” celebrado en Chile (Octubre-Noviembre, 1967); como la carta pastoral del Episcopado Mexicano sobre el desarrollo e integración del País, publicada en el primer aniversario de la encíclica “Populorum progressio”; e igualmente la carta de los Padres Provinciales de la Compañía de Jesús, reunidos en Río de Janeiro (mayo, 1968) y el documento de los Padres Salesianos de América Latina reunidos en Caracas. 17 Paulo VI, Discurso de Apertura de la Conferencia General de Medellín; palabras de despedida de los Obispos. 18 DM 1; cf. GS 22. 6 injusticia, violencia y opresión19. Esta compleja realidad sitúa históricamente a los laicos latinoamericanos ante el desafío de un compromiso liberador y humanizante 20. III. La Tercera Conferencia General de Puebla Después de constatar que quizás una de las más vistosas debilidades de la civilización actual esté en una inadecuada visión del hombre, Puebla citando la Gaudium et Spes, toca el fondo del problema cuando dice: “El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado”21. Para Puebla, la verdad sobre Jesucristo, sobre la Iglesia y sobre el hombre se entrecruza formando una misma trenza: Frente a otros tantos humanismos, frecuentemente cerrados en una visión del hombre estrictamente económica, biológica o síquica, la Iglesia tiene el derecho y el deber de proclamar la verdad sobre el hombre, que ella recibió de su Maestro Jesucristo22. Para la Iglesia la dignidad humana es un valor evangélico que no puede ser despreciado sin grande ofensa al Creador 23. Juan Pablo II en DIP confiesa: la Iglesia “ve con profundo dolor "el aumento masivo, a veces, de violaciones de derechos humanos en muchas partes del mundo... ¿Quién puede negar que hoy día hay personas individuales y poderes civiles que violan impunemente derechos fundamentales de la persona humana, tales como el derecho a nacer, el derecho a la vida, el derecho a la 19 DM I, 7. DM X, 2; cf. H. Borrat, “La svolta Chiesa e politica tra Medellín e Puebla”, Assisi 1979; F. Rodero, “El pecado social en los documentos de las conferencias episcopales de América Latina de Medellín a Puebla”, Roma 1989. 21 GS 22. 22 DIP I, 9; cf. F. Tamayo, “Modo de Conocimiento Pastoral en Puebla”, en Medellín 30 (1982) 259-266; Id., “Eclesiología de Puebla”, en Medellín 35 (1983) 324-338. 23 DIP III, 1. 20 7 procreación responsable, al trabajo, a la paz, a la libertad y a la justicia social; el derecho a participar en las decisiones que conciernen al pueblo y a las naciones? ¿Y qué decir cuando nos encontramos ante formas variadas de violencia colectiva, como la discriminación racial de individuos y grupos, la tortura física y sicológica de prisioneros y disidentes políticos? Crece el elenco cuando miramos los ejemplos de secuestros de personas, los raptos motivados por afán de lucro material que embisten con tanta dramaticidad contra la vida familiar y trama social"24. Clamamos nuevamente: ¡Respetad al hombre! 25. Puebla advirtió que era imposible proyectar la obra evangelizadora sobre concepciones equivocadas de lo que es el ser humano26. En esta misma línea Juan Pablo II continuará su magisterio, especialmente en su primera encíclica del año 197927. En el número catorce de la Redemptor hominis el Papa sostiene: ¡Todos los caminos de la iglesia conducen al hombre! La Iglesia no puede abandonar al hombre en su realidad singular (porque es "persona"). El hombre en la plena verdad de su existencia, de su ser personal y a la vez de su ser comunitario y social28 es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión, él es el camino trazado por Cristo mismo, vía que inmutablemente conduce a través del misterio de la Encarnación y de la Redención. ¡La idea de Juan Pablo II no es nueva! Una prueba de ello son los escritos de los Padres de la Iglesia a través del primer milenio del cristianismo. Ya San Agustín, y con él Santo Tomás de Aquino, 24 Juan Pablo II, Mensaje a la Organización de Naciones Unidas, 2 de Diciembre de 1978. DIP III, 5; Cf. III, 6: “Hay que alentar los compromisos pastorales en este campo con una recta concepción cristiana de la liberación”. 26 Cf. G. Marquinez Argote, El Hombre americano: ensayo de interpretación analéctica, en: “Ideología y Práxis de la conquista”, Bogotá 1978, 53-89. 27 Cf. Juan Pablo II, Redemptor Hominis (Enc. Sobre el Redentor del Hombre), 13; 4 de Marzo de 1979. 28 El hombre en el ámbito de la propia familia, de la sociedad, de la propia nación o pueblo, del clan o tribu, de toda la humanidad. 25 8 había afirmado “camina a través del hombre y alcanzarás a Dios”29. IV. La Cuarta Conferencia General de Santo Domingo 30 La IV Conferencia General del Celam en (1992) manifiesta también una clara preocupación por la persona humana31. Como se puede observar en los DSD el Santo Padre sigue las orientaciones de la constitución pastoral Gaudium et Spes (n. 22) pero desarrolla un poco más el argumento y lo aplica, ya no solo a la vida social, sino que además al ámbito de la cultura: “Cuando Jesucristo, en la encarnación, asume y expresa todo lo humano, excepto el pecado, entonces el Verbo de Dios entra en la cultura. Así, Jesucristo es la medida de todo lo humano y por tanto también de la cultura. El, que se encarnó en la cultura de su pueblo, trae para cada cultura histórica el don de la purificación y de la plenitud. Todos los valores y expresiones culturales que puedan dirigirse a Cristo promueven lo auténtico humano. Lo que no pasa por Cristo no podrá quedar redimido”32. Posteriormente, en 1999, Juan Pablo es categórico cuando se dirige a la Iglesia latinoamericana: “Conviene recordar que "todo atropello a la dignidad del hombre es atropello al mismo Dios, de quien es imagen" (DP 306). Esta dignidad es común a todos los hombres sin excepción33. 29 Cf. San Agustín, Sermones 141, c. 4 (PL 38, 777-778); Tomás de Aquino, Commento al Vangelo di San Giovanni, ed. T. Centi, Roma 1992, vol. 3, p. 96, n. 1870. 30 Convocada por Juan Pablo II, su contexto histórico fue la celebración de los 500 años del inicio de la evangelización. El trabajo estuvo iluminado por el tema “Nueva evangelización, promoción humana, cultura cristiana, Jesucristo ayer, hoy y siempre”. 31 D. Castrillón Hoyos – J. Lozano Barragán, Santo Domingo puerta grande hacia el tercer milenio, Bogotá 1994. 32 DSD 228. 33 EAm 57. 9 V. La Quinta Conferencia General de Aparecida En los Documentos de síntesis de los aportes para Aparecida, se constata que vivimos en un mundo pluralista y global que tiende a imponer la “dictadura del relativismo, proponiendo modelos antropológicos incompatibles con la naturaleza y dignidad del hombre” (Benedicto XVI, Discurso al Cuerpo Diplomático, 8 de enero de 2007) sembrando así incertidumbres, desarraigos y confusiones34. Desde esta perspectiva se concibe a la Iglesia como sacramento de vida35. Esta es aquella que incorporándose al Señor y participando de su vida, manifiesta de muchos modos la presencia de Jesucristo vivo en las diversas situaciones humanas36. Como la Iglesia ha venido manifestando su preocupación por el hombre concreto, el Papa Benedicto XVI manifiesta que la vida que se ofrece no es la que da un Dios abstracto sino el concreto de la historia, el Dios personal37. Porque esperamos encontrar en la comunión con Él la vida, la verdadera vida digna de este nombre, por esto queremos darlo a conocer a los demás, comunicarles el don que hemos hallado en Él. Pero, se pregunta el Papa, ¿es esto así? ¿Estamos realmente convencidos de que Cristo es el camino, la verdad y la vida? De aquí la importancia única e insustituible de Cristo para la humanidad. Si no conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda 34 DSiA 57. 2 Tim. 1, 1: “Pablo, apóstol (…), por voluntad de Dios, encargado de anunciar la promesa de vida que está en Cristo Jesús”; cf. Ef 4, 17 ss.; 2 Cor 1,9; Rom 8, 1-38; cf. P. Gorday, La Biblia Comentada por los Padres de la Iglesia, Nuevo Testamento, 9, Madrid 2002, 346: “La vida prometida que hay en Cristo Jesús”. 36 DSi 32. 37 Cf. Benedicto XVI, Discurso inaugural V Conferencia General del Celam, Aparecida 2007. 35 10 la realidad38 se convierte en un enigma indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni verdad. De todo lo dicho, concluyo lo siguiente: “No es, pues, por oportunismo ni por afán de novedad que la Iglesia, "experta en humanidad"39, es defensora de los derechos humanos. Es por un auténtico compromiso evangélico, el cual, como sucedió con Cristo, es sobre todo compromiso con los más necesitados. Fiel a este compromiso, la Iglesia quiere mantenerse libre frente a los opuestos sistemas, para optar sólo por el hombre; cualesquiera sean las miserias o sufrimientos que lo aflijan; no a través de la violencia, de los juegos de poder, de los sistemas políticos, sino por medio de la verdad sobre el hombre camino hacia un futuro mejor”40. De este modo “se ha ido formando un ‘corpus’ doctrinal renovado (que nosotros llamamos Doctrina Social de la Iglesia), que se va articulando a medida que la Iglesia, en la plenitud de la Palabra revelada por Jesucristo y mediante la asistencia del Espíritu Santo (cf. Jn 14, 16.26; 16, 13-15), lee los hechos según se desenvuelven en el curso de la historia. Se pregunta Benedicto XVI: ¿Qué es esta “realidad”? ¿Qué es lo real? ¿Son “realidad” sólo los bienes materiales, los problemas sociales, económicos y políticos? Aquí está precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo, error destructivo, como demuestran los resultados tanto de los sistemas marxistas como incluso de los capitalistas. Falsifican el concepto de realidad con la amputación de la realidad fundante y por esto decisiva, que es Dios. Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de “realidad” y, en consecuencia, sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas. La primera afirmación fundamental es, pues, la siguiente: Sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano. La verdad de esta tesis resulta evidente ante el fracaso de todos los sistemas que ponen a Dios entre paréntesis. Pero surge inmediatamente otra pregunta: ¿Quién conoce a Dios? ¿Cómo podemos conocerlo? No podemos entrar aquí en un complejo debate sobre esta cuestión fundamental. Para el cristiano el núcleo de la respuesta es simple: Sólo Dios conoce a Dios, sólo su Hijo que es Dios de Dios, Dios verdadero, lo conoce. Y Él, “que está en el seno del Padre, lo ha contado” (Jn 1,18). 39 Pablo VI, Discurso a la ONU (Mensaje de Paz a la Organización de las Naciones Unidas), 5 de Octubre de 1965. 40 DIP III, 3. 38 11 La Iglesia intenta guiar de este modo a los hombres para que ellos mismos den una respuesta, con la ayuda también de la razón y de las ciencias humanas, a su vocación de constructores responsables de la sociedad terrena. Valparaíso, 18 de mayo de 2011.