Paisajismo en defensa de las áreas verdes / Manuel Mendieta Cárdenas

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“Todo parque constituye una obra humana realizada con elementos de la naturaleza y
representa un intento estético y plástico donde la planta es el gran artista del paisaje.
No solamente una planta rara, inusual, ordinaria o condenada a su desaparición, es
también un color una forma un volumen, texturas, aromas. Del manejo de la luz y de la
sombra y de la variación en el tiempo, diario o estacional, resulta el ritmo secreto que
nos seduce y cautiva. Es así como cada parque representa una expresión propia y nos
permite transportarnos a un deleite con la naturaleza.”
Lo arriba mencionado corresponde a una definición esbozada por Roberto
Burle Marx, el gran paisajista brasileño del siglo XX, creador de infinidad de parques
en el mundo entero. Qué lejos estamos en nuestro medio de entender así los parques.
Los pocos que así fueron concebidos, han sucumbido o están en peligro de
desaparecer. Ejemplos cercanos como el Parque Salazar, donde se privatizó el
paisaje y se entregó abiertamente a la sociedad de consumo, deberían hacernos
recapacitar.
A la voracidad mercantil que invade áreas verdes con publicidad agresiva sin
frontera alguna, que impone su contaminación visual, se suman los temores y
pobrezas de un segmento de la población que ve en los parques refugio de marginales
o de roedores o un inminente peligro para sus propiedades, entre otros miedos. A la
inacción de nuestras autoridades municipales en la defensa de los atropellos que
sufren las áreas verdes se añade su propio aporte depredador motivado por intereses
subalternos.
En este como en otros temas de nuestra realidad tenemos un doble discurso:
uno legal y otro real. Para el caso de Lima, la ironía es tal que desde hace veinticinco
(25) años se declaró “la ciudad en emergencia y se prohibió la tala y poda de árboles
en toda la provincia", tal como lo establece el acuerdo Nº 207 (23.04.80). La gestión
de Castañeda Lossio, lo actualiza mediante la Ordenanza N° 525 (26.06.03), pero la
falta de reglamentación de esta última y la desidia mostrada al respecto por la máxima
autoridad edilicia deja abierta la puerta falsa para administraciones corruptas que
lucran con el encementado de parques. Ignorancia, incomprensión de las autoridades
municipales que priorizan sus esfuerzos por su supervivencia política a la
supervivencia real de la población a la que condenan al caos y a la polución.
Dentro de este panorama, las últimas gestiones municipales en todo el país
han insertado al ya deteriorado urbanismo un innecesario monumentalismo deforme.
Se pretende sembrar cemento donde la naturaleza de por sí fue la protagonista de la
estética del distrito. No han tenido mejor criterio las autoridades municipales al
pretender perennizarse en la historia de sus pueblos. Ejemplos abundan: el
Pachacutec erigido por Daniel Estrada en el Cusco, El beso instalado como un
exabrupto en Miraflores, el monumento a la familia en Chorrillos, el Cristo Blanco en
Chosica, El Mariátegui en San Juan de Lurigancho, el homenaje al foco en la plaza
central de Ate y al camarón en Camaná..., ejemplos sobran.
A ello se ha sumado la necedad de imponer absurdas lagunas y humedales
como es el caso del Parque Mariscal Castilla –el tercero más grande de la ciudad– que
sirven como prueba contundente de la malversación de fondos por parte de precarias
administraciones que declinan la atención de muchos servicios aduciendo la escasez
de los recursos que prodigan para obras no sólo inútiles sino además
contraproducentes.
Seamos claros, la vocación ecológica de la mayor parte de nuestras
autoridades es nula, su ignorancia en el tema radical y su comportamiento (en el
mejor de los casos) ambiguo. La educación en este campo y la sensibilización de la
opinión pública son fundamentales para lograr preservar los árboles existentes y
revertir en algo el grave déficit de áreas verdes de Lima. La escasez de parques y
vegetación frente al crecimiento esquizofrénico de construcciones, cables aéreos y
anuncios, nos exige una cerrada defensa de los pocos espacios que aún nos quedan
para la recuperación del medio ambiente. Todo ser humano tiene derecho a ser
educado en el descubrimiento constante de su relación con la naturaleza, y a vivir el
disfrute, la tranquilidad y el sosiego que el contacto y deleite de la misma le brinda.
Manuel Mendieta Cárdenas
Presidente Asociación Tierra Viva
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