PALABRAS DEL SUPERINTENDENTE FINANCIERO, GERARDO HERNANDEZ CORREA, EN EL CONGRESO DE DERECHO FINANCIERO- ASOBANCARIA Cartagena de Indias, 6 de octubre de 2011 Quiero agradecer a la ASOBANCARIA por la invitación para participar en este Congreso de Derecho Financiero que tradicionalmente ha sido escenario de interesantes discusiones sobre los principales temas estructurales y de coyuntura relacionadas con la actividad financiera. En este escenario, les confieso, siempre me he sentido más que cómodo, porque sé que la audiencia está constituida por colegas que comparten las preocupaciones legales que, en muchos casos, son percibidas como temas menores, que dificultan o, por que no decir, enredan los posibles negocios. Ese reto que ustedes enfrentan diariamente, como es el encauzar las buenas ideas por el marco legal adecuado, es fundamental para la sanidad del sector financiero. En la mañana de hoy me voy a referir a dos temas que están íntimamente relacionados y que se discuten en foros internacionales como efecto de la crisis financiera que sufrieran las grandes economías en el mundo. Estos son: la discusión del “perímetro” aplicable a la regulación y supervisión financiera y hasta donde va o debe ir la responsabilidad del supervisor financiero en su labor. 1 Antecedentes Después de varios años en los cuales la regulación fue considerada como un obstáculo para el desarrollo de los mercados financieros, la comunidad internacional ha entendido que una regulación adecuada juega un papel fundamental para el buen funcionamiento de la actividad financiera. Es más, ahora hay una preocupación fundada por los distintos agentes, en especial en aquellas industrias que por años no tuvieron regulación alguna en los países desarrollados, que se presente una sobre reacción en esta materia. Igualmente, durante varios años se consideró que la autorregulación era un excelente sustituto a la supervisión y que ello bastaba para que los mercados financieros funcionaran de manera fluida y transparente. Sin embargo, la experiencia demostró que la supervisión debe ser intrusiva y proactiva con el fin de anticipar futuras crisis y que la autorregulación es un instrumento adicional pero no excluyente de la actividad del Estado. Para quienes hemos trabajado durante varios años en estos temas, no fue una sorpresa que hoy se recomiende en los foros internacionales acciones de política pública que nuestros países ya han puesto en vigor, muchas veces como resultado de crisis financieras. Cuando inicié mi carrera profesional como abogado en la Dirección de Crédito Público en el Ministerio de Hacienda, todavía sufríamos los coletazos de la crisis de la deuda de las economías emergentes en donde, como ahora sucede con países de la zona euro, el mal manejo fiscal llevó a la moratoria de muchos países de la región. Los remedios en esta materia son claros si se quiere tranquilizar a los mercados y consisten en planes de ajuste fiscal y reestructuraciones masivas. Igual sucede con la denominada crisis “subprime”, en donde la falta de regulación y supervisión llevaron al otorgamiento de crédito hipotecario de manera improvidente, con la consecuente crisis. A este respecto hubiera bastado a los reguladores 2 americanos analizar los instrumentos legales consagrados en la ley 546 de 1999 para encontrar muchas de las soluciones que tuvieron que tomar de emergencia. “Perímetro” de la actividad financiera En ese contexto, la discusión del perímetro de la regulación y supervisión financiera se ha vuelto crucial. La tendencia internacional, claro está, es en incorporar dentro de ese perímetro a actividades y entidades que antes no eran sujetos de normativas claras sobre las operaciones autorizadas y la supervisión financiera. La crisis financiera internacional puso de presente, de forma dramática, que no solo las instituciones de depósito son generadoras de riesgo sistémico, sino que pueden existir otro tipo de entidades que por su tamaño, el tipo de actividades que desarrollan, su interrelación con otras instituciones, su pertenencia a grupos financieros, entre otros factores, tienen relevancia para la estabilidad del sistema financiero en su conjunto y, por ende, deben ser reguladas prudencialmente. Al fin y el cabo, los principales bancos de inversión que entraron en dificultades junto con la matriz de la principal compañía de seguros de los Estados Unidos, y que pusieron en riesgo la estabilidad del sistema financiero norteamericano y global, no eran entidades reguladas ni supervisadas prudencialmente por ninguna autoridad. La justificación para regular y supervisar prudencialmente las instituciones de depósito, particularmente los bancos comerciales, ha sido ampliamente soportado en la literatura, basado conceptualmente en las asimetrías de información y por razones tan potentes como su incidencia en la estabilidad sistémica y el sistema de pagos de las economías. Pero aún en este terreno, en apariencia tan sencillo, el perímetro de la regulación y la supervisión financiera no siempre resulta claro tratándose de instituciones de depósito diferentes de los bancos, tales como las financieras de algunos países de la región, las instituciones de ahorro y crédito, las entidades 3 microfinancieras, las entidades financieras públicas, y las cooperativas de ahorro y crédito, para mencionar solo los casos más comunes y que pusieron en dificultades a las autoridades, como las cajas de ahorro regionales en España. Si bien es cierto que la regla más general parecería ser la del cubrimiento “universal”, lo cierto es que existen diversas situaciones en las cuales es discutible si el esfuerzo de supervisión pleno se justifica, particularmente frente a instituciones que no son materiales sistémicamente. Sin perjuicio de la anterior discusión, la crisis ha llevado a algunos países a ampliar significativamente el perímetro de la actividad financiera regulada y el espectro de entidades supervisadas. Así por ejemplo, la reforma financiera llevada a cabo en los Estados Unidos como respuesta a la crisis (Dodd Frank Act) condujo, entre muchas otras medidas, a la creación del Consejo para la Supervisión de la Estabilidad Financiera (Financial Stability Oversight Council), cuyos miembros incluyen las cabezas de todos los organismos de supervisión financiera norteamericanos. El propósito central del Consejo es identificar los riesgos a la estabilidad del sistema financiero de los Estados Unidos que puedan ocurrir por situaciones de estrés de mercado, falla de entidades o actividades realizadas por holdings bancarias interconectadas, o compañías financieras no bancarias, o que puedan surgir incluso por fuera de los mercados de servicios financieros. Igualmente, se ha ampliado el espectro de instituciones y actividades reguladas para incluir entidades como los sistemas de compensación y liquidación, los hedge funds o los mercados de derivados no organizados, los cuales podrían llegar a tener, dependiendo de las circunstancias, importancia en la estabilidad del sistema financiero. 4 Perímetro en la regulación colombiana Como es bien sabido, el artículo 335 de la Constitución Política señala que las actividades financiera, bursátil, aseguradora y cualquiera otra relacionada con el manejo, aprovechamiento e inversión de los recursos captados del público son de interés público y sólo pueden ser ejercidas previa autorización del Estado, conforme a la ley. La disposición constitucional mencionada no define en modo alguno lo que se entiende por actividad “financiera”, “bursátil” o “aseguradora”, ni tampoco el concepto de “recursos captados del público”, simplemente los enuncia. Tales definiciones quedan, en consecuencia, deferidas a la ley o a los decretos de intervención, lo que implica que el perímetro de estas actividades puede ser más o menos amplio, según lo defina el legislador o el regulador financiero. Al igual que en otros países, la actividad financiera se define tanto por la función de la intermediación financiera, esto es, la captación de recursos del público por medio de depósitos, para colocarlos por cuenta propia mediante operaciones activas de crédito, como por un criterio de listado de operaciones reservadas para las entidades financieras. En Colombia, nunca ha existido una definición legal de carácter conceptual o general sobre la actividad financiera, sino que se ha empleado más bien el criterio de operaciones autorizadas, sin perjuicio de la forma en que han sido estructuradas las definiciones de los tipos de instituciones en el artículo 2 del EOSF. El problema que tiene el criterio de operaciones autorizadas consiste en que muchas de éstas pueden ser realizadas por cualquier persona natural o jurídica, incluso de manera profesional y masiva, por lo cual no siempre resulta suficiente para calificar la actividad como financiera. Si se revisan, por ejemplo, las operaciones autorizadas a los establecimientos bancarios en el EOSF es posible verificar que muchas de ellas también pueden ser realizadas por entidades no financieras o incluso por personas naturales. 5 Es evidente, sin embargo, que algunas de las operaciones autorizadas a las instituciones financieras, sólo pueden ser realizadas por éstas. Así por ejemplo, “recibir depósitos en cuenta corriente, a término y de ahorros” es una actividad privativa de los establecimientos bancarios (artículos 1382 y siguientes del Código de Comercio y Decreto 1981 de 1988). Es por esto que la actividad financiera – en su acepción más restringida de intermediación – se ha definido en el país a partir del concepto penal de la captación masiva y habitual de recursos del público. En cuanto a la actividad “aseguradora”, aun cuando tampoco existe una definición de la misma en la legislación financiera, se ha entendido referida a la celebración del contrato de seguro, tal y como éste ha sido tipificado en el Código de Comercio (artículos 1036 y siguientes), y a la intermediación de seguros. En relación con la “actividad bursátil”, el artículo 3 de la Ley 964 de 2005 establece las actividades del mercado de valores, cuya regulación especial a nivel de decretos de intervención las delimita y les da su contenido preciso. A partir de los anteriores conceptos se ha definido el universo de entidades que son sujetas a la vigilancia de la Superintendencia Financiera. Aunque en teoría dicho perímetro es claro, en muchos casos no resulta obvia ni fácil la calificación financiera de una actividad. No obstante las anteriores dificultades, el modelo colombiano ya incluye actividades y entidades que son materia de preocupación en otras jurisdicciones, como es el caso de los denominados “non banking institutions”. En efecto, además de los bancos, quedan incluidos bajo la supervisión y regulación financiera los demás tipos de establecimientos de crédito (compañías de financiamiento, corporaciones financieras y cooperativas financieras), así como las instituciones oficiales especiales. Igualmente están sujetas a control y vigilancia las compañías de seguros, las administradoras de 6 fondos de pensiones y de cesantías, las sociedades comisionistas de bolsa, las sociedades fiduciarias y los proveedores de infraestructura. Estas entidades vigiladas están cubiertas tanto por la regulación prudencial como por la supervisión plena de la SFC. El modelo colombiano cuenta con una ventaja adicional y es que existe tanto un regulador como un supervisor único lo que facilita la coordinación interinstitucional y permite un análisis comprehensivo de todo el sistema. Objetivos e instrumentos de la supervisión financiera Los supervisores tienen en general objetivos prudenciales que se expresan en términos de mantener la estabilidad del sistema financiero, asegurar la confianza del público en el mismo y velar por la solidez y sanidad de las instituciones financieras (artículo 325 numeral 1 EOSF). A lo anterior se suman, los objetivos de conductas, que a diferencia de los prudenciales, típicamente incluyen la preservación del buen funcionamiento, la equidad, la transparencia, la disciplina y la integridad del mercado de valores y, en general, la confianza del público en el mismo, así como la protección de los derechos de los inversionistas. La supervisión de conductas se focaliza, entonces, en la revelación de información, el licenciamiento y el buen gobierno corporativo, y busca proteger tanto a participantes de mercado como al público inversor en general, de conductas fraudulentas o inadecuadas. Los abusos de mercado – incluyendo la comisión de conductas fraudulentas o la revelación insuficiente o inadecuada de información material para la toma de decisiones de inversión – pueden causar daños inmensos a los mercados financieros y a la confianza del público en éstos. 7 De forma semejante a lo que ocurre en materia prudencial, el modelo unificado de la Superintendencia Financiera, junto con la amplia definición de intermediación de valores adoptada, han favorecido la supervisión de mercados de valores y demás activos financieros desde una perspectiva coherente y global, con independencia del tipo de institución de que se trate. Todos los operadores en el mercado se someten, en términos generales, a las mismas reglas de conducta y a los mismos estándares de supervisión, deben sujetarse a la autorregulación regulada de valores, las personas naturales vinculadas deben obtener la certificación correspondiente, etc. Tanto la supervisión prudencial como la de conductas implican la protección del consumidor financiero, llámese ahorrador o inversionista. Naturalmente, existen diferencias entre los dos tipos de supervisión, en términos de enfoque, instrumentos y herramientas que se emplean, y habilidades requeridas, entre otros aspectos. Por eso el énfasis que le hemos dado en fortalecer nuestra supervisión basada en riesgos, reconociendo, claro está, las particularidades de los distintos negocios financieros y siguiendo las mejores prácticas internacionales. Si se miran de forma desprevenida los objetivos misionales de la Superintendencia Financiera, ellos resultan comunes a muchas autoridades de supervisión, pero cuando se entiende bien cuál es el número de instituciones supervisadas, la naturaleza de esas instituciones y el tipo de actividades que ellas realizan, se comprende bien que el alcance que tienen estos objetivos en el caso colombiano es enorme. Por eso es fundamental la priorización de objetivos y de actividades (principio de materialidad) de la Superintendencia Financiera, aspecto que ha sido complejo, no solo producto de la integración misma de las dos anteriores Superintendencias, la Bancaria y la de Valores, sino por razón del modelo que preexistía basado en una supervisión de cumplimiento. 8 El nuevo enfoque se supervisión basado en riesgos parte de la base que corresponde a las entidades vigiladas definir de acuerdo a sus actividades significativas cuáles son sus principales riesgos y las acciones para mitigarlos. En otras palabras, ya no es la regulación y el supervisor quienes fijan los límites de riesgo de su actividad, sino que les corresponde a las entidades, mediante modelos de riesgo, definirlas. Compete, entonces al supervisor analizar que estos modelos sean coherentes con el riesgo que asumen las entidades y actuar de manera anticipada cuando vea que hay deficiencias por parte de las entidades vigiladas. Lo anterior modifica la naturaleza del dialogo con las entidades e implica la necesidad de mejoras sustantivas en el gobierno corporativo de las entidades que deben dedicar mayores esfuerzos en la evaluación de riesgos por parte de sus Juntas Directivas. En este contexto es claro que la responsabilidad del supervisor cambia y los instrumentos de intervención también. Por eso no debe extrañar que en el futuro la actividad de supervisión dependa más de órdenes administrativas y menos de actuaciones sancionatorias. O de la orden de suspensión de actividades cuando la SFC estime que las entidades están realizando actividades sin la adecuada medición de sus riesgos o con claras deficiencias en mitigarlos. Mientras que en el pasado el principal acto del supervisor era la aprobación de los estados financieros, ahora su labor se hace más compleja y demanda nuevas competencias y habilidades. Y lo será aún más si seguimos las recomendaciones internacionales sobre instituciones sistémicamente importantes. En ese sentido, resulta clave que de ampliarse el perímetro de acción de la SFC, este se haga para actividades que guarden relación con los objetivos generales ya enunciados y teniendo en cuenta los instrumentos de supervisión. 9 Igualmente, bien vale preguntarse si se justifica la supervisión de entidades como el Banco de la República o Fogafin o de otras instituciones como Fonade, para citar solo algunos casos de muchos que están bajo nuestro control y vigilancia, pero en donde el valor agregado de la supervisión financiera es discutible, corriéndose, en todo caso riesgos frente a las autoridades de control. Un caso paradigmático de las dificultades que genera al supervisor financiero la ampliación del perímetro de su campo de aplicación es la labor que desarrollamos en prevención del ejercicio ilegal de la actividad financiero. En efecto, por esta vía la acción de la SFC se ha extendido a campos claramente de competencia de otras autoridades. El concepto de captación masiva y habitual fue introducido en el país a comienzos de la década de los 80, con ocasión de la grave crisis financiera que se vivía en aquél momento, causada en parte por la aparición de diferentes modalidades de captación, ciertamente muy diferentes al fenómeno vivido en años recientes. Mediante el Decreto 2919 de 1982, el Gobierno Nacional declaró el estado de emergencia económica, al amparo del cual el Gobierno Nacional expidió el Decreto 2920 de 1982, que contenía las medidas adoptadas para conjurar la crisis. En particular, el artículo 20 del mencionado Decreto 2920 de 1982 introdujo el concepto de captación masiva y habitual, como un delito, actualmente recogido en el artículo 316 del Código Penal. A pesar de que el tema se concibió desde el principio como un asunto de carácter criminal, a cargo, por supuesto, de las autoridades penales, pronto se asignaron facultades meramente administrativas a la Superintendencia Bancaria sobre el particular, quizás porque los fenómenos vividos en aquél momento se asociaron a delincuentes de “cuello blanco” que captaban recursos de personas de altos ingresos por medio de empresas formales, y porque se entendió que se trataba de funciones afines a las del supervisor bancario, sin advertir adecuadamente que existe una 10 diferencia abismal entre los mecanismos de protección del ahorro formal y las actividades financieras ilegales. El fenómeno observado con la crisis de las pirámides tuvo características que hicieron evidente la insuficiencia de las facultades de la Superintendencia para enfrentar organizaciones verdaderamente criminales. Teniendo en cuenta las características y dimensión que adquirió el fenómeno, ello implicó que se le impusiera a la Superintendencia Financiera la tarea policiva de perseguir a los captadores ilegales de ahorro, en detrimento de su responsabilidad esencial de ejercer la inspección de vigilancia del mercado formal del ahorro y del crédito, y ello en medio de una grave crisis financiera global, cuyas consecuencias aún se viven hoy en día. Si bien el carácter sobreviniente del fenómeno y la insuficiencia de las facultades ordinarias para enfrentarlo hicieron necesaria y legítima la emergencia social, en todo caso el daño a la imagen de la Superintendencia fue considerable, y los riesgos de haber desviado recursos de supervisión en un momento particularmente difícil para el sector financiero por el entorno internacional, fueron altos. Por ello, este es un tema que en muchas jurisdicciones es enfrentada de manera exclusiva por autoridades penales o de policía. Conclusiones La labor del supervisor financiero es esencial en el mantenimiento de la estabilidad del sistema financiero y la integridad de los mercados. Se trata, en consecuencia, de un activo de inmenso valor para los países, si se tienen en cuenta los beneficios que la sociedad deriva de sistemas financieros sólidos y funcionales, y los costos gigantescos que acarrean las crisis financieras, con consecuencias devastadoras en el desarrollo y bienestar de las comunidades. 11 La supervisión financiera en Colombia ha sido exitosa y la Superintendencia es referente regional y reconocida internacionalmente por entidades multilaterales. El hecho de que el sistema financiero colombiano, no sólo haya salido avante hasta el momento de la reciente crisis financiera internacional, sino que se encuentre en proceso de expansión, es una muestra de ello. La discusión sobre el perímetro y la responsabilidad derivada de la supervisión financiera son temas que se encuentran en discusión a nivel internacional y Colombia no es la excepción. En ambos casos, es fundamental el correcto entendimiento de la actividad que realiza la SFC para poder continuar su consolidación. Muchas gracias 12