Aristóteles - Personas Mayores

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Aristóteles. Política, libro I.
Introducción
La Política de Aristóteles es el estudio que este filósofo dedica a completar el conocimiento del ‘bien humano’
que había iniciado en la ética. De hecho, para Aristóteles, ética y política son dos aspectos de un mismo
conocimiento práctico que se ocupa del bien y que se rige por la prudencia. Si la ética se ocupa del bien del
individuo, dedicando una atención especial al significado y ejercicio de las virtudes como medio para alcanzarlo,
la política se ocupa de ‘un bien mayor’ —según las propias palabras de Aristóteles—, pues trata del modo de
alcanzar el bien de toda la comunidad.
La vinculación estrecha, casi identidad, de ética y política se pone de manifiesto, cuando recordamos el papel
que juegan en la vida del individuo y en su relación con los demás dos virtudes ampliamente tratadas en la
ética: la justicia y la amistad.
Así, por un lado, la idea de ‘justicia legal’ hace patente la dependencia de la ética respecto de la política:
puede afirmarse que la virtud total es la obediencia a las leyes, pues las leyes establecen los modos virtuosos
de comportarse en las relaciones con los demás; ser virtuoso es obedecer las leyes. Por otro lado, la
distribución de cargos y cargas en el Estado ha de hacerse de acuerdo con las exigencias de la justicia (justicia
distributiva).
Pero, la identificación de ética y política, se funda en último término, en un rasgo inherente de la naturaleza
humana: su sociabilidad. Esto es entendido por Aristóteles como la exigencia de la naturaleza humana de vida
en común, para que el ser humano individual pueda alcanzar su pleno desarrollo y perfección y, con ello, una
vida buena y feliz, que como vimos en la ética es el fin último de toda acción humana.
Como veremos, el Estado, que es la comunidad más perfecta, tiene como fin propio hacer posible que cada
ciudadano logre esa vida buena y feliz, plenamente satisfactoria. Objetivo que separa su concepción del Estado
tanto de la de los sofistas, como de la concepción utópica de Platón.
• El cap. I se propone la consideración
LIBRO PRIMERO. Capítulo I.
científica del Estado
• Parte de ciertas constataciones de hecho
que organiza en un razonamiento para
obtener la tesis central de su política: ‘el
estado es la comunidad suprema y se ha
constituido para procurar el bien mayor’ (17)
• En lo que sigue, investiga la naturaleza
del Estado para demostrar la verdad de los
dos ‘asertos’ de esta tesis: que es la
‘comunidad suprema’ y que el bien que
procura es el ‘bien mayor’.
• Desecha la teoría que confunde ‘poderes’
y ‘comunidades’por considerarla errada. (821)
• El procedimiento se enmarca en su teoría
previa de la ‘fisis’: el hombre es un ser
natural y para ser entendido entera y
convenientemente han de ser señaladas las
causas que dan razón de su ser y su existir,
así como de los procesos y actividades que
les son propios por naturaleza.
Para ponerlas de manifiesto, sigue el
consabido método de ‘análisis’ o
‘descomposición’ del objeto de su estudio
hasta llegar a sus elementos no compuestos
y, en un segundo momento, comparar los
diferentes elementos que componen la
ciudad para ‘ver’ mejor las diferencias
recíprocas y, si es posible, ‘alcanzar
conclusiones científicas’ sobre estas cosas
(23-30), a saber:
el Estado es la comunidad suprema (6)
procura el bien mayor (5),
y, complementariamente,
- que cada comunidad es diferente y
procura un bien específico, y cada tipo de
poder es igualmente diferente (15-21)
Toda ciudad se ofrece a nuestros ojos como una comunidad; y
toda comunidad se constituye a su vez en vista de algún bien (ya que
todos hacen cuanto hacen en vista de lo que estiman ser un bien). Si
pues todas las comunidades humanas apuntan a algún bien, es
manifiesto que al bien mayor entre todos habrá de estar enderezada la
comunidad suprema entre todas y que comprende a todas las demás;
ahora bien, ésta es la comunidad política a la que llamamos ciudad.
Así pues, no se expresan con acierto quienes creen ser lo mismo el
poder político que el poder real, y lo mismo uno y otro que el poder
que se tiene sobre la familia o sobre los esclavos. Quiénes son de esta
opinión consideran qué todos estos poderes difieren entre sí no
específicamente, sino por el mayor o menor número de los sujetos
pasivos del poder, de tal modo que si son pocos tendremos el poder
del amo, y si más, el del jefe de familia, y si más aún, el del
gobernante o del monarca. Con arreglo á esta concepción, no hay
diferencia alguna entre una gran casa y una pequeña ciudad; y en lo
que hace a la distinción entre el poder político y el poder real,
estímase que será real cuando se trate de un poder personal, y que,
por el contrario, será político cuando el mismo sujeto es
alternativamente gobernante y gobernado, conforme a las normas de
la ciencia política. Todo esto, empero, no es verdad; y nuestro punto
de vista se tornará manifiesto con sólo que consideremos la cuestión
de acuerdo con el método que suele guiarnos. En efecto, y del mismo
Julián López Camarena. Guión y comentarios al libro I de La política de Aristóteles.
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modo que en otros campos es menester disolver lo compuesto hasta
llegar a sus elementos no compuestos (ya que éstos son las partes
más pequeñas del todo), así también habrá que examinar los
elementos de que consta la ciudad con lo cual veremos mejor las
diferencias recíprocas entre los poderes y comunidades de que
• La investigación, una vez descompuesto el
Estado en sus elementos constitutivos,
sigue con el estudio de cada uno, señalando
las causas que lo han engendrado y
explican su desarrollo.
Del estudio resulta un esquema de
explicación que parte de un supuesto: el
hombre una sustancia natural (un
individuo) ‘afectada de necesidades’ que
como individuo es incapaz de satisfacer por
sí solo. Como consecuencia de esta
insuficiencia, en su naturaleza está un
dinamismo que le lleva a formar, a generar,
comunidades que sucesivamente sean
capaces de satisfacer estas necesidades. En
este proceso asociativo se observa como
toda comunidad persigue un bien —
satisfacer un cierto tipo de necesidades—,
pero en cada una de ellas se da un bien
específico que la identifica y la diferencia de
las demás. Sólo el Estado, por ser
autosuficiente, puede satisfacer todas.
El análisis de cada comunidad, pues,
pone de relieve:
la necesidad natural que actúa como
motor de la asociación;
la insuficiencia del individuo o de cada
comunidad intermedia;
el bien o tipo de satisfacción que
procura cada comunidad;
finalmente, el análisis del Estado pone
de relieve, además, que es la
asociación última porque es
autosuficiente, que es la comunidad
suprema porque integra todas las
demás (primer aserto que pretendía
demostrar), y al ser el término final o
fin al que tienden todas las demás
comunidades por encontrar la
satisfacción de todas sus necesidades
—es decir, su perfección o entelequia—
la Ciudad o Estado es, primero,
natural (pues el fin es naturaleza) y,
segundo, procura el bien mayor
(segundo aserto que quería
demostrar).
estamos hablando, y si es posible alcanzar conclusiones científicas
sobre cada una de las cosas que quedan dichas.
La mejor manera de ver las cosas, en esta materia al igual que
en otras, es verlas en su desarrollo natural y desde su principio. En
primer lugar, pues, la necesidad ha hecho aparearse a quienes no
pueden existir el uno sin el otro, como son el varón y la mujer en
orden a la generación (y esto no por elección deliberada, ya que en el
hombre, no menos que en los demás animales y en las plantas, hay un
deseo natural de dejar tras de sí otro ser a su semejanza). Es también
de necesidad, por razones de seguridad, la unión entre los que por
naturaleza deben respectivamente mandar y obedecer. (Quien por su
inteligencia es capaz de previsión, es por naturaleza gobernante y por
naturaleza señor, al paso que quien es capaz con su cuerpo de
ejecutar aquellas providencias, es súbdito y esclavo por naturaleza,
por lo cual el amo y el esclavo tienen el mismo interés.) Por otra parte,
la mujer y el esclavo difieren por naturaleza (pues la naturaleza no
hace nada mezquinamente, como lo hacen con sus cuchillos los
herreros de Delfos, sino que acomoda cada cosa a un fin particular, y
de este modo cada instrumento alcanza su perfección mayor al servir
no a muchas cosas, sino a una sola). Entre los bárbaros, sin embargo,
la mujer y el esclavo tienen el mismo rango; y la causa de esto es que
no tienen ellos nada que por naturaleza pueda mandar, sino que la
misma sociedad conyugal es en ellos entre esclava y esclavo. Por esto
dicen los poetas:
"Está puesto en razón que los griegos manden a los bárbaros",
dando a entender que por naturaleza es lo mismo ser bárbaro que ser
esclavo.
De estas dos asociaciones resultaron los primeros hogares, por
Las conclusiones finales las resume en estas lo cual Hesíodo estuvo en lo justo al escribir: "Lo primero de todo es la
dos tesis:
casa y la mujer y el buey labrador."
El Estado o Polis es una de las cosas
que existen por naturaleza;
El buey, en efecto, suple al esclavo en la casa de los pobres.
El hombre es por naturaleza un animal
La familia es así la comunidad establecida por la naturaleza para la
político.
convivencia de todos los días. A sus miembros los llama Carondas
comensales, y Epiménides de Creta compañeros de pesebre.
La primera comunidad a su vez que resulta, de muchas
familias, y cuyo fin es servir a la satisfacción de necesidades que no
son meramente las de cada día, es el municipio. Con mucha razón se
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podría llamar al municipio, si se atiende a su naturaleza, una colonia
de la familia, constituido como está —a dicho de algunos— por quienes
han mamado la misma leche, por sus hijos y por los hijos de sus hijos.
Esta es la razón por la cual nuestras ciudades fueron primero
gobernadas por reyes, y lo son aún las naciones extranjeras; en su
formación, en efecto, concurrieron elementos sometidos a autoridad
real —ya que toda familia es regida por el más viejo como por un rey—
; y así lo fueron las colonias a causa de la consanguinidad entre sus
miembros. Y esto es lo que quiere dar a entender Homero cuando dice
que "cada uno da la ley a sus hijos y a sus esposas".
Las familias ciclópeas, en efecto, estaban dispersas, y así se
vivía en lo antiguo. Por esto mismo también todos hablan de los dioses
como sometidos a un rey, porque los que así hablan son ahora o
fueron en lo antiguo súbditos de rey; y como los hombres se
representan a su imagen la forma de los dioses, otro tanto han hecho
con su vida.
La asociación última de muchos municipios es la ciudad. Es la
comunidad que ha llegado al extremo de bastarse en todo
virtualmente a sí misma, y que si ha nacido de la necesidad de vivir,
subsiste porque puede proveer a una vida cumplida. De aquí que toda
ciudad exista por naturaleza, no de otro modo que las primeras
comunidades, puesto que es ella el fin de las demás. Ahora bien, la
naturaleza es fin; y así hablamos de la naturaleza de cada cosa, como
Demostrada la condición de ‘marco natural’
en el que el hombre puede encontrar su
perfección, explicita ahora las razones de la
naturaleza política del ser humano.
Cuestión ésta que le interesa poner en claro
porque, en la manera específica de ser
político el ser humano, sustenta la
manera específica de ser política la
sociedad humana. En otras palabras, en
cualquier especie animal, según las
posibilidades que ofrece su naturaleza
animal específica a los individuos que
la integran, así resultan sus sociedades,
las colmenas, los rebaños, las manadas. Su
organización depende del instinto, que se
manifiesta en conductas fijas, específicas,
que han de seguirse inexorablemente por
todos y cada uno de los individuos. La
comunicación es posible entre ellos, pues
tienen voz que expresa sentimientos, pero
su manifestación resulta de pautas rígidas y
despierta reacciones, igualmente rígidas y
específicas. Por el contrario, los seres
humanos hemos sido dotados por la
naturaleza de palabra para comunicarnos;
y la palabra es algo más y distinto de la
voz. La palabra, afirma Aristóteles (106107), tiene la función de dar a conocer a
los demás lo que es exclusivo del
hombre: las apreciaciones o
valoraciones de situaciones, acciones,
cosas y creaciones humanas de todo tipo
del hombre, del caballo, de la casa, según es cada una al término de
su generación. Por otra parte, aquello por lo que una cosa existe y su
fin es para ella lo mejor; en consecuencia, el poder bastarse a sí
mismo es un fin y lo mejor. De lo anterior resulta manifiesto que la
ciudad es una de las cosas que existen por naturaleza, y que el
hombre es por naturaleza un animal político; y resulta también que
quien por naturaleza y no por casos de fortuna carece de ciudad, está
por debajo o por encima de lo que es el hombre. Es como aquel a
quien Homero reprocha ser "sin clan, sin ley, sin hogar".
El hombre que por naturaleza es de tal condición es además
amante de la guerra, como pieza aislada en el tablero.
El por qué sea el hombre un animal político, más aún que las
abejas y todo otro animal gregario, es evidente. La naturaleza —según
hemos dicho— no hace nada en vano; ahora bien, el hombre es entre
los animales el único que tiene palabra. La voz es señal de pena y de
placer, y por esto se encuentra en los demás animales (cuya
naturaleza ha llegado hasta el punto de tener sensaciones de pena y
de placer y comunicarlas entre sí). Pero la palabra está para hacer
patente lo provechoso y lo nocivo, lo mismo que lo justo y lo injusto; y
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que determinan lo bueno, lo justo, lo
provechoso, etc., y sus contrarios. Es decir,
es exclusivo del ser humano, y de cada ser
humano en particular, poder dar
significados morales y políticos, apreciar
dichas cualidades en personas y cosas,
porque sólo él tiene razón. Y la posibilidad
de hacer partícipes a los demás, de
compartir con ellos, con la comunicación
que hace posible la ‘palabra’ (en tanto que
instrumento para trasladar estos
significados de la razón de uno a la razón
de los demás), concluye este pasaje, es el
fundamento de la casa y de la ciudad.
Lo que significa que las relaciones
sociales de cualquier nivel no se
construyen sobre el instinto ni sobre la
necesidad inexorable de sus pautas e
imposiciones, sino sobre la libertad de
una inteligencia práctica propia de un ser
que tiene en la razón su seña de identidad
distintiva, que le permite elegir entre
diferentes posibilidades de acción aquellas
pautas o normas que apuntan a la
excelencia, a la perfección, a lo mejor y
constituyen condiciones de posibilidad
de una vida buena y feliz.
Construida así la Ciudad o Estado, se
convierte en la condición de posibilidad de
la perfección del individuo y su conversión
en ciudadano, que expresa el modo de
vida mejor y más conforme a la
naturaleza humana. Por el contrario,
cualquier otra forma de vida es una vida
humana posible, pero no es la mejor vida
posible. Esta convicción está en la base del
menosprecio que Aristóteles tiene por toda
organización política que no atiende a la
perfección del individuo y de su preferencia
decidida por la POLIS.
lo propio del hombre con respecto a los demás animales es que él solo
tiene la percepción de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo
injusto, y de otras cualidades semejantes, y la participación común en
estas percepciones es lo que constituye la familia y la ciudad.
La ciudad es asimismo por naturaleza anterior a la familia y a cada
uno de nosotros. El todo, en efecto, es necesariamente anterior a la
parte. Destruido el todo corporal, no habrá ni pie ni mano a no ser en
sentido equívoco, como cuando se habla de una mano de piedra; algo
semejante será la mano de un cuerpo en corrupción. Todas las cosas
se definen por su obra y su potencia operativa, de modo que cuando
éstas no son ya lo que eran, no deben las mismas cosas decirse tales,
a no ser que queramos hablar en sentido equivoco. Es pues manifiesto
que la ciudad es por naturaleza anterior al individuo, pues si el
individuo no puede de por sí bastarse a sí mismo, deberá estar con el
todo político en la misma relación que las otras partes lo están con su
respectivo todo. El que sea incapaz de entrar en esta participación
común, o que, a causa de su propia suficiencia, no necesite de ella, no
es más parte de la ciudad, sino que es una
bestia o un dios.
En todos los hombres hay pues por naturaleza una tendencia a
formar asociaciones de esta especie; y con todo, el primer fundador de
ciudades fue, causa de los mayores bienes. Pues así como el hombre,
cuando llega a su perfección, es el mejor de los animales, así también
es el peor de todos cuando está divorciado de la ley y la justicia. La
injusticia más aborrecible es la que tiene armas; ahora bien, el
hombre, dotado como está por la naturaleza de armas que ha de
emplear en servicio de la sabiduría y la virtud, puede usarlas
precisamente para lo contrario. Por esto es el hombre sin virtud el más
impío y salvaje de los animales, y el peor en lo que respecta a los
placeres sexuales y de la gula. Por otro lado la justicia es algo que no
se da en la ciudad, ya que la administración de justicia, o sea el juicio
sobre lo que es justo, es el orden de la comunidad política.
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