Documento 98860

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El Cantón de Cartagena resiste y expande su sublevación a las zonas limítrofes
Cronología
El Cantón de Cartagena resiste y expande su sublevación a las zonas limítrofes
Durante este período de aproximadamente dos meses comprendido entre mediados de julio y
mediados de septiembre del año 1873, y mientras el resto de los cantones levantinos y andaluces
eran controlados por las fuerzas del gobierno central, el Cantón Murciano conseguiría no solo
consolidarse, sino incluso desarrollar su fase expansiva. Conviene, por consiguiente, conocer con
un cierto detalle los principales acontecimientos de este particular cantón y de su materialización
en la ciudad de Cartagena (considerada como la primera plaza fuerte del país en la época), que,
como ya se comentó en un capítulo anterior, constituiría el ejemplo más claro y representativo de
la revolución política y típicamente federal, en la que, no obstante, también se darían factores
locales y sociales. Sin duda sería el caso más evidente y claro de todos los cantones españoles en
el que la importancia y el peso político del movimiento (y de los líderes que lo dirigieron)
superaría todo matiz regionalista y social (que también los tuvo), y cuyo objetivo prioritario fue
aplicar la teoría pactista de Pi y Margall y de otros líderes históricos republicanos de la época,
consistente en dividir y subdividir el poder.
En Cartagena, y como ya se comentó en capítulos anteriores, la sublevación fue dirigida y
rápidamente controlada por una burguesía de acción muy capacitada, en la que destacaron
figuras de renombre, como el líder regional Antonio Gálvez Arce («Antonete») y varios altos
mandos militares y profesionales, como los generales Juan Contreras, Félix Ferrer, Bartolomé
Pozas y Leandro Carreras, que impidieron, desde el primer momento, todo exceso revolucionario
y cualquier acto de antimilitarismo y anticlericalismo, e incluso contra la propiedad, tan usuales,
por el contrario, en otras ciudades sublevadas. Los líderes socialistas fueron relegados a puestos
secundarios (caso del vocal de la Junta de Salud Pública de Madrid, Antonio de la Calle), o
actuaron más como federales, que como socialistas (casos de los cartageneros Pablo Meléndez y
Pedro Roca) y rápidamente se instauró un «Gobierno Provisional de la Federación Española», en
el que se integraron varios diputados a Cortes (Alfredo Sauvalle, Antonio Gálvez y Antonio
Alfaro, entre otros) y personalidades históricas del federalismo español (como Eduardo Romero
Germes, Pedro Gutiérrez de la Puente, Nicolás Esteban Eduarte, Nicolás Calvo Guayti, Antonio
de la Calle, Alberto Araus y Roque Barcia), que pretendía ser un gobierno paralelo al de Madrid
y sustitutivo de éste en cuanto triunfara la sublevación cantonal en toda España. La vida en la
ciudad departamental fue todo lo normal que puede serlo en una plaza sublevada y sometida a
bloqueo y sitio militar durante cinco largos meses (incluido un duro bombardeo con artillería de
sitio), durante el que se mantuvo un perfecto orden interno y funcionaron todos los servicios
civiles y militares. No se permitió ningún tipo de desórdenes, ni de saqueos, manteniéndose en
funcionamiento normal los hospitales, teatros y servicios municipales. Como medidas sociales se
abolieron los consumos, se realizaron juicios con jurados, autos de divorcio civil y se abolió la
pena de muerte, así como se indultaron a más de un millar de presos con delitos menores, que, en
su mayoría, se incorporaron a las fuerzas de voluntarios federales.
Pero veamos, aunque de forma muy resumida y prácticamente telegráfica, cuáles fueron sus
principales acontecimientos y logros más relevantes y significativos3:
· Sábado 12 de julio de 1873: a primeras horas de la mañana grupos de Voluntarios de la
República locales ocupan las principales calles de la ciudad de Cartagena y el edificio del
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Ayuntamiento. A media tarde proclaman desde el balcón del Ayuntamiento el Cantón Murciano
(primer cantón proclamado en España, con el que se inicia la Sublevación Cantonal española del
verano de 1873) y constituyen una primera Junta Cantonal presidida por el líder republicano
federal cartagenero Pedro Gutiérrez de la Puente.
· Lunes 14 de julio: la Escuadra de Reserva destinada en Cartagena, el arsenal naval y el
Regimiento de Infantería de Iberia se sublevan y se unen a la Sublevación Cantonal en marcha.
Las autoridades y mandos de la Marina y del Ejército no unidos a la sublevación salen de la
ciudad. Se hacen cargo de todas las unidades navales y edificios e instalaciones militares el
teniente general republicano Juan Contreras Román y el líder republicano regional y diputado a
Cortes por Murcia Antonio Gálvez Arce («Antonete»).
· Martes 15 de julio: se unen a la Sublevación Cantonal y forman Juntas locales Murcia capital,
Cieza y Jumilla.
· Viernes 18 de julio: la Junta Cantonal de Cartagena inicia la etapa expansiva del movimiento
cantonal murciano con el envío a Mazarrón y Águilas del vapor de guerra Fernando el Católico
con tropas a bordo. Ambas poblaciones se unen a la sublevación y constituyen juntas locales el
día 19.
· Sábado 19 de julio: de madrugada entra en Cartagena (procedente de Almansa) y se une a la
Sublevación Cantonal el Batallón de Cazadores de Mendigorría, con el teniente coronel Pedro
del Real a su cabeza. Ese mismo día llegan a Cartagena y se unen a la sublevación el mariscal de
Campo Félix Ferrer, el brigadier Leandro Carreras y los diputados a Cortes intransigentes José
Mª Pérez Rubio (diputado por Almansa), Alberto Araus (por Jaca) y el líder federalista Virgilio
Llanos.
· Domingo 20 de julio: parte de Cartagena la fragata blindada Vitoria rumbo a Alicante, con
Gálvez y 500 hombres del Batallón de Cazadores de Mendigorría a bordo. A su llegada a
Alicante (mediodía del lunes 21) los intransigentes locales constituyen Junta Cantonal. Se
recaudan 8.000 duros como «contribución de guerra» y se incautan el vapor de guerra Vigilante,
un remolcador y dos escampavías. La noticia se extiende por las regiones próximas y el martes
22 constituyen Juntas cantonales Valencia y Játiva.
· Martes 22 de julio: de regreso a Cartagena el vapor de guerra Vigilante, con Gálvez a bordo
hace escala en Torrevieja (que había comunicado sus intenciones de incorporarse al Cantón
Murciano). Recibimiento apoteósico de Gálvez y recaudación de 4.000 duros procedentes de la
Aduana y de la Administración de las Salinas.
· Miércoles 23 de julio: a última hora de la tarde, el vapor de guerra Vigilante, de regreso a
Cartagena y con Gálvez a bordo, es interceptado y apresado por la fragata blindada alemana
Friedrich Karl frente a Escombreras (a la entrada de Cartagena). Su comandante, el comodoro
Richard Wernell, alega el cumplimiento del reciente decreto de piratería emitido por el gobierno
español (20 de julio) y el hecho de que el citado vapor enarbolaba una bandera roja (la del
Cantón Murciano), no reconocida como pabellón internacional. Gran disgusto y conmoción en
Cartagena. Reuniones urgentes de la Junta Cantonal, manifestaciones de protestas y deseos de
declarar la guerra a Alemania y recuperar por la fuerza el vapor apresado. Tras varias
negociaciones (en las que se acuerdan el compromiso cantonal de no bombardear ciudades,
exigir contribuciones de guerra y apresar buques mercantes) e incidentes de diferente tipo,
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Wernell (que actuó sin autorización expresa de su gobierno) termina liberando a Gálvez y a la
tripulación del vapor, pero retiene el buque, que sería enviado a Gibraltar dos días después.
· Jueves 24 de julio: se crea en Cartagena el «Directorio Provisional de la Federación Española»,
compuesto por cuatro miembros: Antonio Gálvez, Roque Barcia, Juan Contreras y Eduardo
Romero Gérmes. Dos días más tarde (sábado 26) se amplía a nueve componentes, integrándose
al mismo los diputados a Cortes José Mª Pérez Rubio, Alberto Araus y Alfredo Sauvalle, el
general Félix Ferrer y el miembro de la Junta de Salud Pública de Madrid Nicolás Calvo Guaytí.
· Sábado 26 de julio: parte de Cartagena una expedición cantonal hacia Lorca, defendida por el
comandante de la Milicia Voluntaria José Ferrer. La columna cantonal, compuesta por 1.500
hombres del Batallón de Cazadores de Mendigorría y de Voluntarios Movilizados de Cartagena,
junto con cuatro piezas de artillería rodada y 500 Voluntarios de Murcia, ocupa la ciudad y
nombra Junta Cantonal, que se mantiene durante tan solo dos días.
· Lunes 28 de julio: el «Directorio Provisional» se transforma en «Primer Gobierno Provisional
de la Federación Española» y se constituye de la siguiente forma: Presidencia y Marina: teniente
general Juan Contreras Román; Guerra: mariscal de campo Félix Ferrer Mora; Gobernación:
Alberto Araus; Ultramar: Antonio Gálvez Arce; Fomento: Eduardo Romero Gérmes; Hacienda:
Alfredo Sauvalle; Estado y Justicia: Nicolás Calvo Guaytí. Se constituye «en comisión y sin
sueldo ni retribución para ninguno de sus componentes».
En la misma tarde del lunes 28 de julio salen de Cartagena y con rumbo a Almería la fragata
blindada Vitoria y la de madera Almansa, con el general Contreras al mando y dos compañías de
Iberia y Mendigorría a bordo. Se les despide con una gran parada militar y tienen como objetivo
principal apoyar a los movimientos cantonales de Almería y Málaga (amenazados por las tropas
del gobierno) y obtener contribuciones de guerra con las que cubrir parte de los costosos gastos
de la maquinaria de guerra de Cartagena.
· Martes 29 de julio: las fragatas Vitoria y Almansa fondean frente a Almería y solicitan fondos
económicos y que las fuerzas de la guarnición salgan de la plaza para que decidan libremente sus
ciudadanos. Ante la negativa de las autoridades almerienses y la amenaza de bombardeo
cantonal, se produce el éxodo masivo de la población hacia los campos y pueblos del interior.
Esa misma tarde parte de Cartagena en ferrocarril una fuerte columna armada hacia Orihuela
(Alicante), compuesta por 500 hombres de los Regimientos de Iberia y Mendigorría con dos
piezas de artillería. Dirigen la operación Gálvez y los coroneles Fernando Pernas y Leandro
Carreras y el teniente coronel Pedro del Real. A su paso por Murcia se le unen dos compañías de
Voluntaros de la República murcianos mandados por José Mª Callejas y Francisco Hernández
(alias «el Merguizo»), cuñado de Gálvez.
· Miércoles 30 de julio: tras ampliar los iniciales plazos marcados para la rendición y no obtener
contestación favorable, las fragatas cantonales bombardean el puerto de Almería (respetando los
edificios civiles de la ciudad) con bala hueca (no explosiva) y con paradas cada media hora para
posibles parlamentos. En total se lanzan 35 proyectiles que producen escasos daños en las
defensas portuarias y ninguna baja humana. Los cantonales sufren dos heridos leves a bordo de
uno de sus botes de aproximación a la costa. Esta acción de bombardeo supuso un indudable
error político, que, posteriormente, reconocerían públicamente las propias autoridades cantonales
cartageneras.
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A primera hora de ese mismo día la columna cantonal salida el día anterior desde Murcia y
Cartagena por ferrocarril ocupa la ciudad de Orihuela, donde sorprende a 180 guardias civiles del
Tercio de Alicante y a 40 carabineros a caballo, todos ellos al mando del gobernador militar de
Alicante, general Piñero. Tras un breve enfrentamiento armado (que produce 14 muertos de la
guardia civil gubernamental y un muerto y un herido grave y varios leves cantonales), se toman
52 prisioneros gubernamentales, con 44 caballos y equipos, y se requisan 16.000 duros de
contribución de guerra. Se trató de los primeros muertos de la Sublevación Cantonal cartagenera.
· Jueves 31 de julio: recibimiento popular de la columna cantonal victoriosa que regresa de
Orihuela. Los prisioneros se encierran en el pontón del arsenal naval (antiguo navío Isabel II).
Ese mismo día, las fragatas cantonales que habían bombardeado Almería fondean frente a Motril
(Granada), donde desembarcan a los heridos y obtienen una contribución de guerra de 2.000
duros y diversos depósitos de tabaco.
· Viernes 1 de agosto: las fragatas cantonales se dirigen a Málaga y en su marcha nocturna se
separan. Este error es aprovechado por la fragata británica Swifsure (mandada por el comandante
Wart) y la alemana Friedrich Karl (mandada por el ya conocido comodoro Wernell) para apresar
a la fragata de madera cantonal Almansa y al general Contreras, con la excusa de que han
incumplido los acuerdos del pasado 23 de julio. Pocas horas después apresan a la fragata
blindada Vitoria, sin apenas resistencia por parte de los cantonales, para evitar represalias sobre
el general Contreras y los tripulantes de la Almansa apresados.
· Domingo 3 de agosto: las fragatas cantonales apresadas llegan a la bahía de Escombreras. En
Cartagena se produce una gran agitación, con partidarios de recuperar las fragatas por la fuerza y
atacar a los buques de guerra extranjeros. Se preparan para un posible enfrentamiento armado las
baterías de costa, los castillos y el resto de los buques cantonales. Varias comisiones
negociadoras se reúnen con los comandantes de las escuadras extranjeras y con los cónsules
establecidos en Cartagena. Finalmente, al atardecer del lunes 4 de agosto se libera a las
tripulaciones de las fragatas apresadas y dos días después (miércoles 6), al general Contreras.
· Martes 5 de agosto: gran irritación en Cartagena por la pérdida de las dos fragatas (una de ellas
blindada). Surgen múltiples críticas contra los mandos y autoridades cantonales, que se
manifiestan con tumultos callejeros y destrozos en el edificio del Casino. Algunos líderes
cantonales tienen que dirigirse a los descontentos con discursos improvisados en las calles.
Comienzan las detenciones de presuntos implicados en una conspiración anti cantonal, que se
extienden al día siguiente. Se abren sumarias a los presuntos implicados.
Este mismo día (5 de agosto, y posiblemente para apaciguar a los descontentos) se organiza y
parte en ferrocarril hacia Hellín una expedición armada de 2.500 hombres al mando del brigadier
Leandro Carreras. Consigue recaudar 13.000 duros, pero se registra un grave incidente entre
voluntarios republicanos y artilleros (que intentan sublevarse), que deja como resultado un
muerto y varios heridos.
· Viernes 8 de agosto: se organiza y sale en ferrocarril de Cartagena (en 53 vagones, con cinco
locomotoras y tres convoyes) la mayor expedición militar de la Historia cantonal. Se compone de
3.000 hombres del Regimiento de Infantería de Iberia, Cazadores de Mendigorría, Infantería de
Marina, Voluntarios de la República y una sección de caballería, con dos piezas Krupp,
comandadas por Gálvez, los generales Contreras y Pozas y el coronel del Real. Su objetivo
principal es avanzar sobre Valencia y liberarla de su asedio por las tropas del general Martínez
Campos.
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· Domingo 10 de agosto: combate en la estación ferroviaria de Chinchilla (Albacete) entre la
vanguardia de la expedición cantonal y una columna gubernamental de unos 1.500 hombres
(1.065 de infantería, 120 de caballería, 150 guardias civiles de Alicante, una compañía de
carabineros y dos piezas de artillería) mandada por el general Salcedo. Los cantonales son
sorprendidos y desalojados precipitadamente de la estación. Retirada cantonal hacia Pozo
Cañada, donde fuerzas de la Guardia Civil les cortan la vía. El resultado del combate son siete
heridos cantonales de gravedad y 459 prisioneros (entre ellos 28 oficiales), junto con 51 vagones,
dos cañones y 252 fusiles apresados. Constituye la primera derrota militar cantonal (y la más
importante de su Historia) y el fin de la etapa expansiva del Cantón Murciano.
· Lunes 11 de agosto: tras el fracaso militar de Chinchilla se reúne con carácter de urgencia y
conjuntamente el Gobierno Provisional y la Junta Cantonal de Cartagena, que acuerdan llevar a
cabo una profunda reforma de la estructura del mando militar del Cantón. Se unifican los
ministerios de Guerra y Marina en una Delegación de Armas, con secciones de Artillería,
infantería, Caballería, Ingenieros, Estado Mayor, Marina, Cuerpos Facultativos de la Armada y
otras especiales. Se suprimen las antiguas Direcciones, que pasan a denominarse Secciones y se
refunden las Administraciones Militar y de la Armada en la denominada Intendencia General de
Armas. Se crea el Cuerpo de Sanidad Militar (con dos servicios: plaza y campaña) y un Jurado
Especial de Intervención y Contabilidad General. También se adoptan otro tipo de medidas,
como la rebaja de los precios de la venta de tabaco y la puesta en práctica de diversas normas
para la defensa de la plaza e instrucciones para los fuertes y buques, entre ellas la salida de la
plaza de todas las personas «que no se hallen dispuestas a tomar parte activa en los trabajos de la
guerra para sostener la existencia del Cantón Murciano (...) especialmente mujeres, niños y
ancianos (...)». Por último, y ante la dificultad de su defensa, se decide abandonar Murcia capital
y otras poblaciones de la provincia y realizar un repliegue general hacia Cartagena.
· Martes 12 de agosto: a mediodía los cantonales abandonan la ciudad de Murcia, prácticamente
coincidiendo con la llegada en ferrocarril del general Martínez Campos y las avanzadillas de sus
fuerzas. Se extiende rápidamente por todo el país, la idea errónea de que Cartagena se rendirá en
las próximas cuarenta y ocho horas.
Ese mismo día se utilizan en Cartagena por primera vez los servicios de presidiarios
excarcelados del penal en las obras de defensa y limpieza de la plaza, aunque con vigilancia y
protección de guardia armada.
· Miércoles 13 de agosto: en Cartagena se declara el «estado de sitio» y se movilizan todos los
varones mayores de 16 años, con los que se crean tres nuevos batallones de Voluntarios:
Artilleros de Cartagena, Infantería de la Fraternidad y Cazadores de la Revolución.
· Jueves 14 de agosto: la escuadra gubernamental, mandada por el contralmirante Miguel Lobo
Malagamba y compuesta por la fragata de madera Carmen, los vapores de guerra Ulloa,
Lepanto, Colón y Ciudad de Cádiz, y la goleta Prosperidad, intenta bloquear el puerto de
Cartagena e incluso forzar su bocana y apresar por sorpresa algún buque cantonal. Las defensas
artilleras de Cartagena abren fuego sobre las unidades gubernamentales y el castillo de Galeras
consigue alcanzar desde más de cuatro kilómetros de distancia con dos proyectiles de 450 mm. al
vapor de guerra Ciudad de Cádiz (que iba en cabeza), que le producen graves desperfectos y
daños a bordo (en la arboladura y tambor de estribor, junto con una importante vía de agua en la
amura de babor), un muerto y varios heridos. Probada la eficacia de las defensas de la plaza y la
enorme dificultad y peligro de forzarlas con sus escasos recursos disponibles, la escuadra
gubernamental se retira rápidamente.
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Esa misma tarde se celebra en Cartagena el primer juicio popular, llevado a cabo contra un
acusado de asesinato (Juan Cano Navarro). Se efectuó con un Jurado Popular libre y directo
(formaron parte del mismo todos los ciudadanos varones y mayores de 18 años que quisieron
acudir), que se reunió en la plaza de armas del arsenal naval y que, oídas a ambas partes
(acusación y defensa) votó a mano alzada y decidió, por mayoría, condenar a cadena perpetua al
acusado, confirmando la abolición de la pena de muerte aprobada en las Reformas Sociales del
Cantón Murciano.
Entre el 14 y el 16 de agosto las escuadras extranjeras «observadoras» y fondeadas en
Escombreras y Portmán (británica, alemana, francesa, italiana, austriaca y norteamericana) se
refuerzan y alcanzan el número total de 14 unidades, entre ellas 5 modernas y potentes fragatas
blindadas, 2 fragatas de madera, 4 cañoneras, una goleta de hélice y un vapor de guerra.
· Viernes 15 y sábado 16 de agosto: las avanzadillas del Ejército de Martínez Campos ocupan
Torre Pacheco, Pozo Estrecho y La Palma, a escasos kilómetros de Cartagena. Realizan una
primera descubierta por las proximidades de Cartagena (pueblo de Las Herrerías, situado a
cuatro kilómetros de las murallas de Cartagena). El sitio de Cartagena acababa de comenzar.
En la noche de este último día (sábado 16 de agosto) se producen dos actos de sabotaje en el
interior de Cartagena: son cortadas las amarras de la fragata Méndez Núñez y se produce un
incendio provocado en los bajos de un edificio militar de Artillería. Se acusa a agentes del
gobierno y se detienen a tres presuntos implicados.
· Domingo 17 de agosto: fuerzas cantonales realizan un desembarco de tropas en Águilas, con la
intención de marchar sobre Lorca. La llegada de tropas del gobierno impide que se consume la
operación y los desembarcados regresan rápidamente a Cartagena.
· Lunes 18 de agosto: el general Martínez Campos, mediante una proclama, ofrece el indulto
general a todos los combatientes cantonales que se presenten y entreguen sus armas en su
campamento de La Palma. Este ofrecimiento, que tiene como objeto provocar la deserción en
masa de los defensores de Cartagena, es contestado por los soldados de los regimientos de Iberia
y Mendigorría con un escrito en el que se reafirman en su convicción cantonalista y animan a las
tropas gubernamentales a unirse a la sublevación.
Por la tarde de este mismo día se produce frente a Cartagena el primer enfrentamiento armado
entre columnas gubernamentales sitiadoras y fuerzas de caballería cantonal mandadas por el
capitán de Voluntarios Movilizados José Pinilla.
· Martes 19 de agosto: el general Martínez Campos comunica a Madrid que sus 2.000 hombres
son totalmente insuficientes para sitiar y batir la plaza fuerte de Cartagena, y que necesitaría
recibir refuerzos hasta alcanzar los 16.000 hombres y un poderoso tren de batir (artillería de sitio
de largo alcance).
· Jueves 21 de agosto: por la noche el contralmirante Lobo llega a la bahía de Escombreras a
bordo de la fragata Carmen (camuflada bajo pabellón francés, para evitar desagradables
encuentros con la flota cantonal) y se entrevista con el vicealmirante británico Sir Hasting
Yélverton con objeto de apremiarle sobre la entrega de las fragatas cantonales apresadas.
Yélverton le da largas y le comunica que se las entregará al gobierno español en aguas de
Gibraltar, para evitar cualquier posible enfrentamiento con los cantonales.
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· Viernes 22 de agosto: por la noche se produce un primer intento de los sitiadores de ataque a
las Puertas de Madrid de la plaza de Cartagena, perpetrado por fuerzas combinadas de infantería
y carabineros. El ataque es rechazado por los defensores cantonales.
· Lunes 25 de agosto: fuertes rumores en Cartagena y en todo el país sobre la dimisión del
ministro de la Guerra, general Eulogio González Iscar, por la negativa del gobierno Salmerón a
reorganizar el Arma de Artillería, a cuya dimisión supuestamente se habían sumado un
importante número de mandos del Ejército sitiador de Cartagena. A este rumor inicial
(totalmente infundado), se une el de la preparación de un posible golpe de estado de los radicales
en Madrid, encabezado por el general Francisco Serrano. Finalmente nada resultó real, y la única
noticia verdadera producida en Madrid sería la elección del republicano moderado, Emilio
Castelar, como nuevo presidente de las Cortes.
Esa misma tarde, fuerzas de carabineros del Ejército sitiador ocupan los pueblos de Alumbres y
Los Roches (a apenas 5 kilómetros de distancia de Cartagena), ampliando por el SE la línea de
bloqueo.
· Martes 26 y miércoles 27 de agosto: se extienden por Cartagena fuertes rumores sobre la
existencia de disidencias entre los mandos cantonales y sobre el inicio de conversaciones de
rendición. La Junta Cantonal los desmiente tajantemente.
También, y a primeras horas del martes 26, se comienza la construcción de la primera batería de
sitio en el Cabezo de Beaza. Los cantonales realizan una salida sobre la zona con una locomotora
armada y protegida por fuerzas de caballería, con la que intentan, sin éxito, destruir las obras
iniciadas e incluso apresar, por sorpresa, al propio general Martínez Campos y a su Estado
Mayor, de visita a la citada posición avanzada.
· Viernes 29 de agosto: varios centenares de soldados y voluntarios cantonales se manifiestan por
las calles de Cartagena denunciando los fuertes rumores sobre «conversaciones de rendición».
Gálvez se ve obligado a intervenir personalmente, dirigiéndoles la palabra. Consigue
apaciguarlos dándoles garantías personales sobre la falsedad de los rumores.
Por la noche, una compañía de carabineros del Ejército sitiador ataca la Fábrica de Desplatación
de Santa Lucía, defendida por unos 200 Voluntarios del Miravete pertenecientes a los
Voluntarios de Murcia. La acción es repelida con ayuda de las baterías de los castillos de Moros
y San Julián.
· Noche del sábado 30 al domingo 31 de agosto: reunión extraordinaria y conjunta del Gobierno
Provisional y la Junta Cantonal de Cartagena para analizar la decisión británica de trasladar las
fragatas apresadas a Gibraltar. Tras una fuerte polémica, y con varias opiniones en contra, se
decide no intentar evitar con la fuerza dicho traslado, si no se entregan previamente a la Marina
gubernamental.
· Lunes 1 de septiembre: el Gobierno Provisional de la Federación Española envía un
comunicado a los cónsules extranjeros habilitados en Cartagena solicitando de sus
correspondientes países el reconocimiento de «Estado beligerante».
· Martes 2 de septiembre: debido a la mala situación de la Sublevación Cantonal en el resto del
país (prácticamente inexistente ya, con la salvedad de Málaga y Cartagena) el Gobierno
Provisional de la Federación Española establecido en Cartagena presenta su dimisión en pleno.
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La Junta Cantonal de Cartagena asume todos los poderes cantonales, reestructurándose ésta con
los miembros dimitidos del citado Gobierno Provisional. Sus iniciales 13 componentes pasan a
convertirse en 29 y se reorganiza la nueva Junta en seis Secciones o Comisiones: Relaciones
Cantonales y Extranjeras, Guerra, Marina, Servicios Públicos, Hacienda y Justicia.
Ese mismo día el general Martínez Campos viaja desde su campamento de La Palma a Valencia,
con objeto de organizar las operaciones contra las partidas carlistas que actuaban por la zona.
Durante su ausencia le sustituye interinamente al frente del Ejército sitiador el general Salcedo.
Durante estos días se intensifican las conversaciones de rendición con determinados militares
cantonales (coroneles Leandro Carreras, jefe de la Comisión Activa del Estado Mayor cantonal,
y Fernando Pernas, jefe del Regimiento de Infantería de Iberia, teniente coronel Pedro del Real,
jefe del Batallón de Cazadores de Mendigorría, y capitán de Voluntarios Movilizados de
Cartagena José Pinilla, jefe de la sección de caballería cantonal). Las conversaciones no
prosperan debido a las dilaciones e indecisiones de ambas partes. Por la tarde del martes 2 de
septiembre se produce un enfrentamiento armado en el sector de Canteras entre tropas cantonales
y sitiadoras.
· Miércoles 3 de septiembre: la Comisión Revolucionaria de Justicia dicta en Cartagena un auto
de divorcio favorable. Posiblemente constituya el primero de este tipo en la Historia judicial
española.
· Jueves 4 de septiembre: ataque de una columna cantonal a las fortificaciones sitiadoras del
Cabezo de Beaza (situadas a tan solo 3 km. de las murallas de Cartagena). Los cantonales
consiguen destruir las obras realizadas y dispersar a sus defensores.
· Viernes 5 de septiembre: salida de una columna armada cantonal en dirección a Escombreras
en búsqueda de víveres. Consigue regresar a Cartagena con los víveres requisados.
CASTELAR ASUME EL PODER: EL PROCESO DE CONTRA INSURRECCIÓN SE
CONSUMA
Dimisión de Salmerón y del tercer gobierno de la República
A lo largo de todo el mes de agosto los diputados del ala izquierda del republicanismo
continuaron insistiendo en que el proyecto de Constitución Federal fuera discutido y aprobado en
la Cámara de Diputados, lo cual, indiscutiblemente, podría ayudar a solucionar el grave
problema cantonal. La respuesta, tanto del gobierno Salmerón, como de la derecha de la Cámara,
sería aplazar «de momento» su discusión (a pesar de que figuraba en el orden del día de todas las
sesiones), al considerar que su aprobación significaría, en las actuales circunstancias, una
concesión a los sublevados cantonales y una muestra de debilidad del poder central de la
República.
A mediados del mes, los diputados Manuel Becerra y León y Castillo insistieron en la necesidad
de resolver el tema del proyecto de Constitución Federal y afirmaron que «(...) el procedimiento
lógico para plantear el sistema federal, es precisamente el opuesto al que emplea la Cámara,
porque la federación debía hacerse de abajo a arriba, y no a la inversa, y que, por lo tanto, los
insurrectos estaban más dentro de la ortodoxia federal que el gobierno y las Cortes»4. Pocos días
después (lunes 25 de agosto), el nuevo presidente de las Cortes, Emilio Castelar, les contestaría
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en su sesión de investidura, criticando abiertamente a los cantonales sublevados y apoyando a la
política de dureza y de fuerza aplicada por el gobierno Salmerón.
El enfrentamiento entre los diputados de la izquierda y del centro-derecha de la Cámara continuó
en aumento en los siguientes días, con motivo del envío a las Cortes del suplicatorio del gobierno
para proceder al procesamiento de los diputados adheridos a la sublevación cantonal (seis de
ellos refugiados en Cartagena y formando parte de los órganos del poder cantonal), y de la
propuesta del diputado Martín de Olías (29 de agosto) de solicitar la suspensión de las sesiones
de la Cámara por dos meses «(...) ante la necesidad de investir al gobierno de facultades
extraordinarias para combatir la guerra cantonal y carlista». Le contestaron airadamente los
diputados de la izquierda Bartolomé y Santamaría y el venerable José Mª de Orense, quienes
abogaron por la necesidad de llegar a un acuerdo pacífico y honorable con los sublevados de
Cartagena, y a estos nuevamente Martín de Olías y el propio presidente Salmerón, quienes les
dedicaron frases tan elocuentes como que «la dignidad del gobierno y de las Cortes no permitían
conceder una amnistía en aquellas circunstancias» y que los sublevados cantonales eran
«criminales que en nombre de la federación sembraban el terror y el espanto de las clases
trabajadoras», así como que «(...) él se opondría siempre a que los rebeldes cantonales fuesen
amnistiados»5.
4 Blasco Ibáñez, Vicente. Historia de la Revolución Española. Tomo 3º. Capítulo XXXI, pp. 802.
5 Blasco Ibáñez, Vicente. Obra citada. Tomo 3º. Capítulo XXXI, pp. 803 y 804.
La propuesta conciliadora presentada por José Mª de Orense sería rechazada finalmente por 118
votos en contra y tan solo 42 a favor (lo que suponía el 75% de la Cámara) y se remataría con la
aprobación, pocos días después, de la propuesta presentada por el ministro de la Gobernación,
Eleuterio Maisonnave, de privar del carácter federal a la Milicia Nacional. La brecha entre los
distintos sectores de la Cámara estaba abierta y el gobierno de la República se confirmaba en sus
posiciones de orden y contra revolucionarias, olvidando los que ahora las aplicaban (Salmerón y
Castelar, sobre todo) que ellos mismos las habían criticado y combatido abiertamente en
periodos anteriores de la monarquía de Isabel IIª y de los gobiernos de Prim y de Amadeo de
Saboya, promoviendo y encabezando movimientos insurreccionales similares a los que ahora
combatían. La memoria de los políticos es, casi siempre, olvidadiza y cambiante, pero la Historia
se encarga de recordárselo y de pasarles factura a su debido tiempo.
Pero la verdadera gota que colmaría el vaso de la crisis del gobierno Salmerón surgiría en los
primeros días del mes de septiembre con la aprobación por la Cámara de Diputados de una serie
de medidas de castigo contra los delitos de insubordinación militar, entre los que destacaba el
restablecimiento de la pena de muerte. Apenas veinticuatro horas después de la aprobación de
este decreto, el ministro de la Guerra, general Eulogio González Iscar, notificaba al presidente
del ejecutivo la sentencia en reciente Consejo de Guerra de 12 condenas de muerte a soldados
acusados de insubordinación militar grave. El presidente Salmerón, tras tres largas noches de
insomnio y la pérdida de seis kilos de peso, admitió la «necesidad política» de la aprobación de
las sentencias, pero se negó a firmarlas alegando motivos ideológicos y de conciencia, y en la
mañana del viernes 5 de septiembre presentó su dimisión ante la Cámara de Diputados. Sus
palabras de renuncia reflejan el comportamiento reflexivo de esta figura destacada del
republicanismo español decimonónico, que algunos consideraron de «honrado y «ético», y otros,
por el contrario, de «cobarde y cínico», llegándolo a comparar con «el Pilatos de la República»,
al aprobar la necesidad del castigo, pero negarse a ser el instrumento del mismo y endosárselo a
su sustituto: «No creyéndome en las circunstancias presentes con la representación adecuada a
las imperiosas exigencias de la opinión pública para salvar la situación que el país atraviesa» –
9
comentó Salmerón en su intervención de renuncia-, «cumplo el deber de resignar ante las Cortes
Constituyentes el cargo de Presidente del Poder Ejecutivo que se dignaron conferirme (...)»6.
La Asamblea aceptó el día 6 de septiembre la dimisión del presidente Salmerón y de todo su
gabinete ministerial y se abrió acto seguido el debate de la sucesión, en un momento político
especialmente delicado, en el que se hacía, más necesaria que nunca, la búsqueda de un
candidato adecuado para enfrentarse a los múltiples problemas que aún quedaban por resolver (el
giro político e ideológico del propio régimen republicano, el acuerdo político o la derrota militar
de los sublevados en Cartagena, la Guerra Carlista creciente, los múltiples problemas sociales,
etc.). La primera candidatura presentada la encabezó el propio ex presidente Pi y Margall, que
propuso, una vez más, la formación de un gobierno de coalición y conciliador entre los dos
sectores del republicanismo (benévolos e intransigentes), cuyo objetivo principal debía ser
conseguir un acuerdo honroso con los sublevados de Cartagena, mediante la concesión de una
amplia amnistía política, y proseguir con el programa reformista iniciado por los primeros
gobiernos de la República. En su defensa de la política reconciliadora, Pi y Margall argumentaría
ante la Cámara «(...) debo decir con la mano en el corazón que no es cierto que ese movimiento
haya tratado de destruir la unidad de la patria. ¿Queréis la prueba?, los hombres ciegos que
todavía hoy tienen levantado el estandarte de la rebelión en Cartagena, ¿sabéis lo que han hecho
en cuanto han llegado a constituir algo? Han creado, no un ministerio del cantón, sino un poder
ejecutivo de la nación española, han trabajado por la unidad de la patria como nosotros mismos
(...)»7.
6 Diario de Sesiones. Viernes 5 de septiembre de 1873. Biblioteca Nacional. Signatura 125-Z.
7 Diario de Sesiones. Sábado 6 de septiembre de 1873. Biblioteca Nacional. Signatura 125-Z.
Castelar encabeza el cuarto gobierno de la República
Se opusieron a la propuesta conciliadora de Pi y Margall todo el sector de centro derecha de la
Cámara, encabezado por Salmerón, Castelar y por los diputados Prefumo, Ocón, Suñer y
Capdevila y Maisonnave, alegando que el Ejército se opondría y se sublevaría inmediatamente
(adelantándose, muy posiblemente, cuatro meses el golpe de estado del general Pavía). Como
solución a la crisis recomendaron la formación de un gobierno homogéneo y de fuerza presidido
por Emilio Castelar, ilustre republicano histórico y moderado, catedrático de Historia de España,
ex ministro de Estado, presidente de las Cortes, primer orador del país y persona de reconocida
honradez y talento político.
Finalmente, y en la misma sesión del sábado 6 de septiembre (y ya de madrugada) se procedió a
votar ambas candidaturas, resultando vencedora la de Castelar por 133 votos a favor (el 66% de
la Cámara), frente a los 67 votos obtenidos por Pi y Margall. Se esfumaba, con ello, la última
oportunidad de conseguir la reconciliación de la dos familias republicanas y de salvar a la
República de una entrega incondicional al Ejército, escasamente partidario (salvo excepcionales
y contados casos de altos mandos) del régimen republicano y de su avanzado programa de
reformas (incluidas las de las propias instituciones militares).
Pocas horas después, y en la tarde del lunes 8 de septiembre, Castelar presentaba en la Cámara
de Diputados su gabinete ministerial, constituido por personalidades provenientes de la
Revolución de 1868 y, en su mayor parte, del sector «benévolo» del republicanismo o del grupo
«cimbrio» del Partido Demócrata, que en su mayoría (cinco sobre ocho) ya habían pertenecido a
10
anteriores gobiernos republicanos. El nuevo gobierno y cuarto del período republicano, estaba
formado de la siguiente forma: Presidencia: Emilio Castelar; Estado: José Carvajal Hue;
Gobernación: Eleuterio Maisonnave; Gracia y Justicia: Luis del Río Ramos; Guerra: teniente
general José Sánchez Bregua; Marina: vicealmirante Jacobo Oreyro; Hacienda: Manuel Pedregal
Cañedo; Fomento: Joaquín Gil Berges; y Ultramar: Santiago Soler Plá.
En su discurso de investidura, Castelar declaró: «vengo decidido a consagrar la República al
servicio de España, defendiendo, ante todo, la unidad e integridad de la Patria (...) yo que
siempre he defendido la libertad, yo que siempre he defendido la democracia; yo que siempre he
defendido la República Federal; yo, que siempre he tenido en mi corazón un culto religioso a
todos estos principios, yo os digo ahora que lo que necesitamos es orden, autoridad, gobierno
(...)»8. Dos días más tarde sería elegido presidente de la Asamblea Nicolás Salmerón, tras de lo
que se presentaría, con carácter de urgencia, un proyecto de ley sobre la concesión de poderes
especiales al Gobierno. Dicho proyecto, ampliamente debatido en la Asamblea y duramente
criticado por los diputados de la izquierda, sería finalmente aprobado el día 13, con el apoyo de
los diputados del centro y de la derecha de la Cámara (incluidos los del Partido Progresista), y
comprendía los siguientes apartados: declarar en «sesión permanente» a la Cámara de los
Diputados hasta que se presentaran y aprobaran las leyes más urgentes, y, posteriormente,
suspender las sesiones hasta el próximo 1º de diciembre o de enero del siguiente año, con objeto
de dejar «manos libres» al Gobierno en su labor de liquidar las insurrecciones cantonal y carlista;
poner en vigor la totalidad de las ordenanzas militares y su aplicación más estricta en todos los
casos en que el gobierno lo creyera oportuno, hasta que concluyeran las dos insurrecciones
mencionadas; suspender las garantías constitucionales cuando el gobierno lo considerara
necesario; y, por último, facultar ampliamente al Gobierno para que destituyera a los
Ayuntamientos y Diputaciones que no ofrecieran «suficientes garantías de orden», y para que
adquiriera los recursos necesarios para terminar con las insurrecciones cantonal y carlista. Se
trataba, en definitiva, de facultar al Gobierno de «poderes especiales» y prácticamente
dictatoriales, similares a los del presidente Mac Mahon en Francia, y de abandono de la política
reformista promulgada históricamente por los republicanos e iniciada por los anteriores
gobiernos de Figueras y Pi y Margall.
Los diputados de la izquierda de la Cámara protestaron airadamente por la aprobación de dicho
decreto, al que consideraron más propio del Partido Radical que del republicano, llegando a
exclamar el diputado intransigente Blanco Villarte: «¡Republicanos federales!, ¡La República
Federal ha muerto!, ¡Viva la República Federal». Por su parte, Pi y Margall recordaría al nuevo
gobierno que la ayuda a su política de los radicales y monárquicos,
incluidos los militares, no era desinteresada, así como del peligro que ello suponía para la
República: «No se haga S.S. ilusiones: los partidos en España serán siempre partidos y vendrán
siempre a alcanzar el poder por los medios que puedan. No crea nunca S.S. que los demás
partidos se presten a servir a la República por el sólo gusto de servirla: lo harán con el ánimo
deliberado de derribarla y hacer triunfar sus principios. Hombres que bajo un régimen
monárquico que todos aceptaban no pudieron dejar de estar en guerra y comprometieron dos
dinastías y pusieron en peligro de muerte la misma monarquía, objeto de su culto, es de todo
punto imposible que bajo un régimen republicano que detestan, principalmente si es federal,
quieran prestar desinteresadamente sus servicios a esta forma de gobierno». 9
Esta nueva política, ya iniciada por el anterior presidente Salmerón, se vería reforzada durante el
gobierno de Castelar con la dependencia casi absoluta de los altos mandos del Ejército, entre los
que se promocionó y potenció a figuras destacadas del anti republicanismo y el restauracionismo
11
borbónico. Estos serían los casos, por ejemplo, del propio ministro de la Guerra, teniente general
José Sánchez Bregua, duro represor de las insurrecciones pro republicanas de 1869 y 1870 (y
que, años después, llegaría a confesar, sin rubor, «que él desde el ministerio de la Guerra había
hecho más a favor de la restauración que Pavía con su golpe de estado»), de los generales
conspiradores Ceballos y González Iscar (ascendidos a tenientes generales), del propio general
Pavía (que daría un golpe de estado cuatro meses después) y de los reconocidos generales
promonárquicos Martínez Campos (autor del pronunciamiento de Sagunto que propiciaría la
Restauración borbónica en diciembre del siguiente año, que sería promovido a general en jefe del
Ejército del Centro), Moriones (Ejército del Norte), Turón (Ejército de Cataluña), Primo de
Rivera (comandante general de Navarra) y Jovellar (capitán general de Cuba). En su evidente
torpeza política, el gobierno de Castelar llegaría a aprobar lo que no se atrevieron ni los
generales septembrinos Serrano y Prim, ni la Monarquía constitucional de Amadeo de Saboya,
como sería el reconocer en sus antiguos grados, empleos y honores a los cesados altos mandos
del Ejército isabelino que se habían opuesto con
las armas a la Revolución de septiembre de 1868 que había derrocado a la Monarquía de Isabel
IIª y dado paso al Sexenio Democrático (casos de los generales Novaliches, Calonge y Gasset).
La República, por tanto, y de la mano de su presidente Castelar, se arrojaba ingenuamente en los
brazos de sus enemigos tradicionales, lo cual, desde todo punto de vista, significaba la completa
desnaturalización del propio régimen, la ruptura definitiva entre los diferentes sectores del
republicanismo y la creación de un ambiente propicio e idóneo para la reorganización y
potenciación de los sectores liberales no republicanos (radicales y constitucionales), e incluso de
los propios conservadores pro restauracionistas (alfonsinos y montpensieristas), los cuales, ya
reconciliados, y con Cánovas del Castillo como líder indiscutible, se prepararon para la
liquidación final del régimen. El fin de la República, evidentemente, estaba ya muy próximo.
Principales acontecimientos y acción legislativa del período de Castelar
Tras la formación del nuevo gobierno presidido por Castelar (8 de septiembre) y la elección de
Nicolás Salmerón como nuevo presidente de las Cortes (9 de septiembre), cuatro días más tarde
se concedió por ley al Gobierno la facultad de adoptar medidas extraordinarias (13 de
septiembre), que condicionarían los acontecimientos de los cuatro meses siguientes.
En la segunda quincena de septiembre las medidas de autoridad anunciadas por Castelar se
llevaron finalmente a efecto10. El día 17 el diputado Morayta proponía suspender las sesiones de
las Cortes hasta el 1º de enero próximo y dos días más tarde las fuerzas gubernamentales
encabezadas por el general Manuel Pavía ocupaban la ciudad de Málaga y sometían a su
particular movimiento cantonal, mientras que en los siguientes días se suspendían las sesiones de
las Cortes (día 20) y las garantías constitucionales vigentes desde 1869 (día 20), disponiéndose,
asimismo, la vigencia de la Ley de Orden Público de 1870. Paralelamente, se aprobaron sendos
decretos
restringiendo la libertad de información (día 21) y estableciendo la reorganización del Arma de
Artillería (día 22) tal como lo estaba antes del 7 de febrero pasado, en que fue disuelta por el
último gobierno de Amadeo de Saboya.
12
Durante los siguientes tres meses, y mientras los cantonales de Cartagena continuaban
defendiéndose tras las poderosas defensas de su ciudad departamental, y los carlistas proseguían
su campaña en el Norte y en Cataluña (acciones de Puente la Reina, el día 12, y de Ares del
Maestre, el 25), la actividad política se ralentizó en todo el país, como consecuencia de las
nuevas medidas gubernamentales. No obstante de la escasez de acontecimientos políticos de
especial relevancia, a mediados del mes de octubre (día 12) los patronos catalanes
(envalentonados por la nueva situación proteccionista del Gobierno) despidieron en Sallent a
cerca de 1.000 trabajadores pertenecientes a la Federación de las Tres Clases del Vapor, mientras
que los antiguos partidos conservadores aprovechaban la propicia ocasión para reactivar sus
labores de reorganización. La alarma del mes la constituyó el apresamiento en aguas cubanas,
por el vapor de guerra español Tornado, del buque de bandera norteamericana Virginius, con
ciudadanos norteamericanos, británicos y cubanos armados que iban a incorporarse a las filas de
los insurgentes cubanos. El capitán general de Cuba, general Jovellar (y a pesar de las órdenes en
contra recibidas desde Madrid), ordenó fusilar a 53 de los detenidos, entre ellos a varios
ciudadanos norteamericanos y británicos, al hermano del cabecilla cubano Céspedes y al general
cubano Bernabé Varona. El gobierno norteamericano protestó airadamente y a punto se estuvo
de que el citado incidente provocara un conflicto armado con EE.UU.
En el mes de noviembre los dos sucesos más relevantes fueron la caída de Estella (Navarra) en
manos de los carlistas (día 24) y el comienzo de los bombardeos sobre Cartagena por parte de las
baterías de sitio del Ejército del general López Domínguez (día 26); y los del mes de diciembre,
la victoria del general Morriones frente a las fuerzas carlistas que asediaban Tolosa (Navarra) y
la entrevista celebrada a finales del mes (día 24) entre el presidente Castelar y el capitán general
de Madrid, general Manuel Pavía, quien, ante la posibilidad de que no continuara obteniendo el
apoyo de la mayoría de la Cámara, le sugirió que aplazara la reapertura de las Cortes hasta
principios del mes de enero. Pocos días después (3 de enero), el dirigente radical Práxedes Mateo
Sagasta se reunió en privado con el citado general Pavía y le aseguró el apoyo de los radicales y
conservadores a un posible golpe de estado, si los republicanos de centro (Castelar y Salmerón)
perdían el apoyo de la Cámara y se planteaba la viabilidad de un nuevo gobierno presidido por Pi
y Margall o por otro dirigente del ala izquierda del republicanismo.
La fase final de la Sublevación Cantonal de Cartagena
Durante el período del gobierno Castelar (comprendido entre el 7 de septiembre de 1873 y el 3
de enero de 1874) Cartagena viviría la etapa final y más problemática de su Sublevación
Cantonal, que vendría representada por un duro sitio militar de más de cuatro meses de duración,
en el que se le sometería a un severo bombardeo de artillería pesada, que arrojaría más de 27.000
proyectiles de grueso calibre sobre el interior de la ciudad y sus defensas.
De forma resumida y esquemática, los principales acontecimientos relacionados con la
Sublevación Cantonal de Cartagena durante los cuatro meses de gobierno de Castelar, fueron los
siguientes11:
· Miércoles 10 de septiembre: el general Martínez Campos realiza una rectificación del frente
ocupado por su Ejército sitiador, formando una línea por el ala izquierda hasta el pueblo de Los
Roches y otra de contravalación por el ala derecha, en la dirección de El Plan.
13
· Viernes 12 de septiembre: segunda expedición naval cantonal a Torrevieja (Alicante). El vapor
Fernando el Católico, con Antonete Gálvez y una columna de desembarco a bordo, parten de
Cartagena y se dirigen a Torrevieja, donde, a su llegada, se retira hacia el interior la compañía de
Voluntarios de Alicante que la guarnecía. Tras requisar algunos víveres y dinero, los cantonales
regresan a Cartagena al día siguiente.
· Sábado 13 de septiembre: llega a la estación ferroviaria de Los Vidales (Campo de Cartagena)
el Batallón de Cazadores de Figueras como refuerzo al Ejército sitiador. Esa misma tarde, y bajo
un nutrido fuego de artillería de las baterías cantonales, la línea de bloqueo se adelanta hasta
Santa Ana, donde los ingenieros del Gobierno montan una batería de morteros. Esa misma
jornada es cesado como segundo jefe del Ejército sitiador el general Salcedo y reemplazado,
veinticuatro horas después, por el general Emilio Calleja.
· Domingo 14 de septiembre: por la noche el Ejército sitiador realiza un segundo intento de
atacar la fábrica de desplatación de Santa Lucía y el frente Norte de las defensas cantonales,
utilizando los nuevos refuerzos del Batallón de Cazadores de Figueras. Realizado sin ninguna
preparación artillera previa (para garantizar el efecto sorpresa), y tras media hora de combates e
intercambio de disparos, el asalto resulta un completo fracaso y es rechazado por los
aproximadamente 500 defensores cantonales de los batallones de Voluntarios de Murcia,
Cazadores de Cartagena y Guías de la República.
Esa misma tarde, y durante todo el día siguiente (lunes 15), se producen en el interior de
Cartagena diferentes manifestaciones de disgusto como protesta por el retraso en los pagos de 10
reales diarios de los haberes de la tropa cantonal. Se registran altercados y disputas en varios
cafés y tabernas de la ciudad, por lo que la junta Cantonal se ve obligada a cerrar el conocido
Café de La Marina y proceder a abonar los retrasos con plata procedente de la mencionada
fábrica de Santa Lucía.
· Martes 16 de septiembre: las fragatas Numancia y Méndez Núñez se hacen a la mar por primera
vez durante la campaña cantonal y, en compañía del vapor Fernando el Católico, parten de
Cartagena hacia Águilas, con el brigadier Carreras y fuerzas de desembarco a bordo. En su salida
son seguidos por las fragatas británicas Swifesure e Invencible, la goleta Torch y la corbeta
italiana Venecia. A su llegada a Águilas (día 17) son recibidos con disparos de las fuerzas de
carabineros, que, poco después, se retiran hacia Lorca. Las tropas de desembarco cantonales
ocupan la ciudad y requisan un falucho cargado de víveres y 20.000 pesetas en metálico. Ante el
temor de que los desembarcados cantonales pudieran avanzar hacia Lorca, Martínez Campos
envía refuerzos a dicha ciudad.
· Miércoles 17 de septiembre: comienzan a circular por Cartagena las primeras monedas
cantonales (los conocidos como «duros cantonales de plata») emitidos por la fábrica de
desplatación de Santa Lucía.
· Viernes 19 de septiembre: las fragatas Numancia y Méndez Núñez y el vapor Fernando el
Católico se hacen a la mar en dirección a Alicante. Ante la negativa de las autoridades
alicantinas a volver a unirse a la Sublevación Cantonal, los cantonales les amenazan con
bombardearlos. Organiza la defensa de la ciudad su gobernador militar, el general Francisco
Canaleta, quien instala varias baterías en el puerto (zona de Puerta Nueva).
14
· Sábado 20 de septiembre: a medio día, y bajo la protección de las baterías de la ciudad, una
columna cantonal de 200 hombres, con dos piezas de artillería rodada, al mando del propio
general Contreras, ocupa la posición enemiga del Cabezo de Beaza y destruye las obras de
aproche realizadas por los sitiadores. Desde ella bombardean la posición gubernamental del
Cabezo de Felipe. Martínez Campos reacciona con rapidez e intenta rodear y capturar a los
cantonales, que consiguen regresar al interior de la plaza, con escasas bajas.
· Jueves 25 de septiembre: el general Martínez Campos dimite como general el jefe del Ejército
sitiador de Cartagena, como protesta por haber realizado las autoridades alicantinas, y sin su
conocimiento y aprobación, conversaciones secretas con los cantonales. El Gobierno nombra
como sustituto al general Francisco Ceballos y como su segundo al mariscal de Campo Antonio
Pasarón. El sitio de Cartagena entra en su segunda fase.
· Viernes 26 de septiembre: las autoridades inglesas entregan en Gibraltar a la Marina española
las fragatas cantonales apresadas Vitoria y Almansa. Inmediatamente se incorporan, como
refuerzo, a la escuadra del contralmirante Miguel Lobo, compuesta, hasta la fecha, por las
fragatas Carmen y Navas de Tolosa, y los vapores de guerra Ciudad de Cádiz y Colón.
· Sábado 27 de septiembre: a las seis de la mañana la escuadra cantonal inicia el bombardeo
contra las escasas defensas de Alicante (baterías de Puerta Nueva en el muelle y contramuelle y
castillo de Santa Bárbara). Tras cinco horas de bombardeo, en los que las fragatas cantonales
efectuaron 590 disparos contra las defensas alicantinas, las fragatas levan anclas y se dirigen a
Cartagena. El resultado final serían 9 muertos y 40 heridos entre las fuerzas del Gobierno, y
ninguna baja y escasos desperfectos a bordo de las fragatas cantonales.
· Lunes 29 de septiembre: ataque de una columna cantonal al flanco izquierdo de la línea de
bloqueo. El general Pasarón intenta contraatacar y rodear a los cantonales, que consiguen
regresar a Cartagena, tras desbaratar algunas defensas de los sitiadores entre El Roche Bajo y la
Ermita del Ferriol.
· Miércoles 1 de octubre: el teniente general Francisco Ceballos reorganiza el Ejército de
Operaciones de Cartagena, estableciendo dos brigadas en ambas alas de la línea de sitio y en el
centro su cuartel general, con las compañías de Ingenieros, la Artillería a pié y las fuerzas a
caballo de la Guardia Civil y Carabineros. La 1ª brigada, se estableció en el ala derecha al mando
del brigadier Emilio Calleja, y la 2ª en el ala izquierda al mando del brigadier Carlos Rodríguez
de Rivera. Como comandante general de la División actuó el mariscal de campo Antonio
Pasarón y como jefe de Estado Mayor General el brigadier Marcelo Azcárraga Palmero (futuro
presidente del Gobierno entre agosto y octubre de 1897). La artillería se situó en las alas y en el
centro, y la caballería en los extremos del frente de la línea de bloqueo, que quedó establecida a
una distancia de las murallas de la plaza sitiada próxima a los 5 kilómetros. En retaguardia se
situaron los servicios auxiliares del Ejército de sitio (Artillería, al mando del brigadier Joaquín
Vivancos, Ingenieros, al mando del coronel Juan Manuel Ibarreta, Administración Militar, al
mando del comisario de guerra Enrique Fernández Colón, y Sanidad Militar, al mando del
subinspector de 2ª clase José Plats Roquer). En total, el Ejército de Operaciones de Cartagena lo
formaban, en dichas fechas, un total de 4.200 hombres, 300 caballos y 12 piezas de artillería de
campaña.
Ese mismo día, los cantonales probaron la eficacia del reorganizado Ejército de sitio con un
ataque general al centro de sus líneas y a su ala izquierda, perpetrado por dos fuertes columnas
con un total de 1.500 hombres, 20 caballos y 4 piezas de artillería rodada. Tras sorprender en un
15
primer momento a las fuerzas sitiadoras y amenazar peligrosamente el propio cuartel general del
General Ceballos, éste enviaría importantes refuerzos a los puntos atacados y conseguiría que los
cantonales se retiraran al interior de la plaza.
· Jueves 2 de octubre: la fragata cantonal Tetuán, acompañada del vapor Fernando el Católico
parten de Cartagena en dirección sur, con Gálvez y con una fuerza de desembarco de 600
hombres a bordo. Tras desembarcar en La Garrucha (Almería), donde fueron recibidos como
«libertadores», forman dos columnas de desembarco que se dirigen a Vera y Cuevas de
Almanzora, y Torre y Mojácar, respectivamente. Pocas horas después regresan a sus buques con
4.000 duros en metálico y 10.000 más en víveres y ganado.
Durante ese mismo día y en los siguientes (hasta el día 8) los sitiadores reciben importantes
refuerzos (caballería del Regimiento de España, tres compañías de carabineros, un escuadrón de
Farnesio, ingenieros, un obús de hierro y abundante material de artillería montada).
· Domingo 5 de octubre: los sitiadores extienden el ala izquierda de la línea de bloqueo
ocupando los caseríos de Los Roches (Alto y Bajo) y establecen un observatorio en la Torre de
Los Vidales, desde donde controlan todos los movimientos de los sitiados. Los cantonales
someten a ambas posiciones a un duro fuego de artillería pesada.
· Miércoles 8 de octubre: una fuerte columna gubernamental ataca por el ala derecha de la línea
de sitio e intenta ocupar o destruir el polvorín de La Algameca. El ataque es rechazado por dos
columnas cantonales que salieron rápidamente de la plaza, con el apoyo de la artillería de los
castillos de Galeras y de la Atalaya.
· Jueves 9 de octubre: por la noche cruza frente a Cartagena la nueva escuadra del Gobierno,
mandada por el contralmirante Miguel Lobo, y formada por la fragata blindada Vitoria, las de
madera Almansa, Carmen y Navas de Tolosa, los vapores de guerra Colón y Ciudad de Cádiz, y
las goletas de hélice Diana y Prosperidad. Vuelve a repetir la misma operación al siguiente día
en un intento de provocar la salida y el combate abierto con la escuadra cantonal, así como de
comenzar el bloqueo marítimo de Cartagena.
· Viernes 10 de octubre: por la tarde, Gálvez, al frente de una columna de 1.000 hombres, una
escolta de caballería y cuatro piezas Krupp, desaloja a las fuerzas gubernamentales establecidas
en el cabezo de Beaza, donde destruye sus iniciadas labores de aproche. Esa misma noche, la
Junta Cantonal de Cartagena decide, en reunión extraordinaria, que la escuadra cantonal salga el
día siguiente en busca de la escuadra del Gobierno.
· Sábado 11 de octubre: combate naval frente al Cabo de Agua entre las escuadras cantonal y del
Gobierno. Con un mal desarrollo táctico del ataque por parte de los buques cantonales
(adelantamiento excesivo de la fragata Numancia con respecto al resto de las unidades,
perdiendo, con ello, su favorable inicial posición «en grupo o pelotón», o de «orden de combate
especial»), y tras cuatro horas de duro combate, en el que la fragata Méndez Núñez estuvo a
punto de ser abordada por la Vitoria, la escuadra cantonal se retiró a Cartagena cuando agotó sus
municiones, con importantes desperfectos (sobre todo en la fragata Méndez Núñez) y 8 muertos y
52 heridos a bordo de sus buques. Por su parte, la escuadra del Gobierno sufriría, igualmente,
graves daños (especialmente en el vapor Cádiz) y un total de 11 muertos y 32 heridos a bordo de
sus unidades.
16
· Domingo 12 de octubre: solemne entierro en Cartagena de las ocho víctimas mortales del
combate naval del día anterior (entre ellas el miembro de la Junta Cantonal Miguel Moya).
Surgen fuertes críticas hacia los mandos de la escuadra cantonal (y en particular contra el general
Contreras, comandante general de la escuadra, y José Solano, que es destituido del mando de la
fragata Numancia).
· Lunes 13 de octubre: zarpa de Cartagena nuevamente la escuadra cantonal en busca de la del
gobierno. Va al mando del marino mercante Nicolás Constantini («Colau») y adopta una
compacta formación en «línea de frente». La escuadra del Gobierno, y al comprobar la acertada
formación de combate adoptada por sus rivales, vira en redondo y se dirige a poniente,
abandonando el iniciado bloqueo naval de Cartagena. Este hecho, que sería duramente criticado
por el ministro de Marina, el Gobierno en pleno y la opinión pública en general, provocaría el
cese inmediato del contralmirante Miguel Lobo (día 15) y su sustitución por el también
contralmirante Nicolás Chicarro (día 18).
· Jueves 16 de octubre: libre ya de bloqueos navales, el vapor cantonal Fernando el Católico
apresa en la bahía de Portmán una goleta y cinco faluchos que venían a aprovisionar de víveres
al Ejército sitiador.
· Viernes 17 de octubre: parten de Cartagena con rumbo norte las fragatas Numancia, Tetuán y
Méndez Núñez y el vapor de guerra Fernando el Católico, con el general Contreras, Roque
Barcia, Tomaset, varios dirigentes federales valencianos y catalanes, y un nutrido número de
tropas a bordo. Los buques cantonales, escoltados por tres fragatas británicas, llevan como
principal misión intentar unir a la Sublevación Cantonal las importantes ciudades de Valencia y
Barcelona. Pocas horas después, hacia las seis de la madrugada del 18, y en un desafortunado
accidente, la fragata Numancia aborda al vapor Fernando el Católico y lo hecha a pique en
escasos minutos, produciendo la muerte a cerca de setenta tripulantes de ambos buques.
· Domingo 19 de octubre: las fragatas cantonales fondean en la Grao de Valencia y exigen la
incorporación de la ciudad a la Sublevación Cantonal. Ante la negativa de la ciudad, los
cantonales evitan realizar acciones de represalia similares a las llevadas a cabo contra Almería y
Alicante en días pasados (de tan funestos resultados) y se conforman con apresar seis
embarcaciones mercantes cargadas con víveres y tejidos, con las que regresan a Cartagena. La
nueva expedición naval había constituido un absoluto fracaso.
Ese mismo día, el general Ceballos dirige un comunicado al ministro de la Guerra en el que le
transmite la necesidad de recibir nuevos refuerzos, hasta alcanzar un número próximo a los
25.000 combatientes y 70 piezas de batir «para llegar a la batería de brecha», así como disponer
de tres líneas paralelas de trincheras.
· Martes 21 y miércoles 22 de octubre: los cantonales realizan sendas salidas de la plaza sitiada y
atacan el ala izquierda de la línea de bloqueo (Los Roches) y el centro (Galifa), con objeto de
facilitar la entrada de víveres en la plaza. Ambas operaciones se realizan bajo la protección del
fuego artillero de los castillos de san Julián y La Atalaya.
· Jueves 23 de octubre: la escuadra del Gobierno mandada por el contralmirante Nicolás
Chicarro, y reforzada por la poderosa fragata blindada Zaragoza (recién llegada de Cuba),
regresa a aguas de Cartagena. Por primera vez, la escuadra del Gobierno, formada por dos
fragatas blindadas, tres fragatas de madera, dos goletas y un vapor de guerra, supera en unidades
17
blindadas, tonelaje y artillería a la escuadra cantonal. El bloqueo naval de Cartagena vuelve a
hacerse efectivo.
· Sábado 25 al martes 28 de octubre: llegan al campamento de La Palma nuevos refuerzos para el
Ejército sitiador. Durante estos cuatro días se incorporan a las fuerzas sitiadoras una compañía
del 2º Batallón de Artillería a pié, dos escuadrones de Caballería de Santiago y Farnesio y el
Regimiento de Infantería de La Lealtad. En total unos 2.000 hombres, con los que el general
Ceballos refuerza y extiende el ala izquierda de la línea de bloqueo al caserío de Los Alumbres y
Torre Rubia. El Ejército sitiador alcanza, por primera vez, los 6.200 componentes y el medio
centenar de piezas de artillería.
· Domingo 26 de octubre: nueva salida cantonal con 1.000 hombres de a pié, 50 de a caballo y
dos piezas de artillería rodada, que atacan el ala izquierda de la línea de bloqueo por el sector de
Los Roches. Ese mismo día las autoridades cantonales ordenan la detención del industrial
republicano Nicolás Del Balzo (uno de los principales organizadores de los intentos de motines
de las fragatas Almansa y Vitoria en mayo pasado), al que acusan de encabezar negociaciones de
rendición con el Ejército sitiador.
· Viernes 31 de octubre: la Junta Cantonal emite un decreto confiscando «todos los bienes que
pertenezcan a las asociaciones religiosas, incluidas las iglesias (...)».
· Sábado 1º de noviembre: un importante grupo de militares cantonales partidarios de iniciar
conversaciones de paz con el Ejército sitiador (y encabezados por los brigadieres Carreras y
Pernas) se manifiesta por las calles de Cartagena pidiendo la inmediata puesta en libertad de
Nicolás Del Balzo y reclamando la elección por sufragio universal de una nueva Junta Cantonal.
La Junta Cantonal se reúne con carácter de urgencia en la noche del 1 al 2 de noviembre y, tras
una acalorada discusión entre los defensores y detractores de iniciar negociaciones de paz con el
Gobierno, se decide convocar elecciones generales a nueva Junta Cantonal.
Ese mismo día, la Junta Cantonal emite un segundo decreto confiscando y declarando propiedad
colectiva determinados bienes privados, entre ellos los adquiridos como producto de las
desamortizaciones eclesiásticas de Mendizábal y Madoz. También durante este día el Ejército
sitiador amplía la línea de bloqueo por su ala derecha (hasta Casa Blanca y Torre Rubia) y
comienza la construcción de la batería nº 1 del sitio en el Cabezo de Beaza, a la que artilla con
cuatro piezas de 16 cm.
· Miércoles 5 de noviembre: nueva salida de una columna cantonal de 1.000 hombres y cuatro
piezas de artillería, que, al mando del general Contreras, ataca el ala derecha de la línea de
bloqueo recientemente reforzada con fuerzas de Alcolea y de La Lealtad.
· Jueves 6 y viernes 7 de noviembre: se efectúan en Cartagena elecciones generales a nueva
Junta Cantonal, en las que participaron todos los defensores de la ciudad y los habitantes que
habían permanecido en el interior de la plaza.
Ese mismo jueves (día 6), y bajo los fuegos del castillo de La Atalaya, el Ejército sitiador
comienza la construcción de la batería nº 2 del sitio en el flanco derecho del Cabezo de Beaza, a
la que artilla con cinco obuses de 21 cm.
· Sábado 8 de noviembre: tras el correspondiente escrutinio, se publican los resultados de las
elecciones a nueva Junta Cantonal, que arrojan un claro y contundente triunfo del elemento
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radical e intransigente del Cantón, representado por Antonete Gálvez, los hermanos Roca
(Antonio y Pedro), Pablo Meléndez, Roque Barcia, Juan Cobachos, Tomás Bartomeu (Tomasset
) y los generales Juan Contreras y Félix Ferrer. El grupo partidario de iniciar conversaciones de
paz (brigadier Fernando Pernas, coronel Pedro del Real y coronel Salvador Esteve) resulta
claramente derrotado, al obtener un número de votos muy inferior al de sus rivales.
· Lunes 10 de noviembre: por la tarde toma posesión la nueva Junta Cantonal, con Pedro
Gutiérrez como presidente y Eduardo Romero Gérmes y Roque Barcia como vicepresidentes.
· Miércoles 12 de noviembre: el Ejército sitiador recibe cuatro nuevos obuses de 21 cm y
abundante munición y material para la construcción de nuevas baterías de sitio.
· Viernes 14 de noviembre: sale en secreto de Cartagena una comisión de militares del
Regimiento de Iberia y del Batallón de Cazadores de Mendigorría que se entrevista con el
general Ceballos en el campamento de La Palma. Su objetivo es negociar una posible rendición
en los próximos días de cerca de 1.000 hombres y, «si era posible», la entrega de algún castillo.
Ese mismo día, y tras ciertas desavenencias con el ministro de la Guerra, por la forma en que
estaba llevando las operaciones de sitio, el general Ceballos presenta su dimisión, que no es
aceptada por el Gobierno.
· Domingo 16 de noviembre: la escuadra del Gobierno se presenta nuevamente frente a
Cartagena, mientras los cantonales realizan un nuevo ataque, con infantería y artillería, a las
obras que el Ejército sitiador realizaba en el Cabezo de Beaza.
· Lunes 17 de noviembre: el Gobierno nombra al general cartagenero José López Pinto «auxiliar
al Ejército sitiador», mientras se comienza a montar la batería nº 3 del sitio junto a la ermita de
El Ferriol (a apenas tres kilómetros y medio del recinto de la plaza), a la que artilla con seis
piezas de 16 cm.
· Miércoles 19 de noviembre: una pequeña columna cantonal ataca a los ingenieros del Ejército
sitiador que construyen la batería nº 3 junto a la ermita del Ferriol y consiguen destruir una de
sus baterías e incendiar con petróleo las fajinas y cestones instalados. El propio comandante
general del ala izquierda del sitio, general López Pinto, acude con refuerzos a intentar capturar a
los atacantes, que consiguen regresar al interior de la plaza bajo la protección de los fuegos de
artillería de los castillos de Moros y de san Julián.
Ese mismo día la junta Cantonal decreta la incautación de todos los establecimientos de
comestibles que permanecían cerrados en Cartagena, mientras que, por la noche, el Ejército
sitiador comienza la construcción de la batería nº 4 o de La Piqueta, instalada a 3.400 metros de
la plaza y artillada con cuatro piezas de 16 cm.
· Jueves 20 de noviembre: enterado el dirigente Gálvez de que esa misma noche los mandos del
Regimiento de Iberia y del Batallón de Cazadores de Mendigorría pensaban pasarse al enemigo,
ordena la detención de los mismos. Son encerrados en el castillo de Galeras el brigadier Leandro
Carreras, los coroneles Pernas y Esteve, el teniente coronel Del Real y el capitán de Voluntarios
de Cartagena Pinilla.
Mientras tanto, el Ejército sitiador permanece expectante y preparado para intervenir en una
posible ocupación de los puntos que le franquearan los comprometidos del interior de la plaza.
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Esa misma noche establecen tres nuevos puntos de observación para la artillería en el Cabezo de
Beaza, en la Molineta del Roche Alto y en la terraza de la Casa de los Francos.
· Sábado 22 de noviembre: a las 12 del medio día dos fuertes columnas cantonales (con más de
1.500 hombres en su conjunto) atacan simultáneamente el centro y el ala izquierda de la línea de
bloqueo, bajo la protección de la artillería de la plaza. En el centro, la primera columna cantonal
(mandada por Gálvez y el general Contreras) atacan a la batería nº 4 o de La Piqueta y avanzan
peligrosamente hacia la Hacienda de Bosch y el cuartel general de los sitiadores. El general
Ceballos se vio obligado a hacer entrar en combate al Regimiento de La Lealtad y a una batería
montada, que consiguieron detener el avance cantonal y que se retiraran hacia Cartagena con 14
bajas entre sus líneas. Por el ala izquierda la segunda columna cantonal atacó la batería nº 3 o del
Ferriol y se retiró al atardecer hacia la plaza. Los cantonales intentaban evitar, a toda costa, que
las baterías de sitio terminaran de construirse y que estuvieran listas para entrar en
funcionamiento.
· Domingo 23 de noviembre: se reestructuran las líneas de bloqueo del Ejército sitiador. El ala
izquierda queda al mando del brigadier López Pinto, el centro al mando del brigadier Calleja y el
ala derecha al mando del brigadier Rodríguez de Rivera. Por la tarde, una nueva columna
cantonal formada por 500 voluntarios valencianos al mando de Tomaset ataca nuevamente la
batería nº 3 o del Ferriol.
· Lunes 24 de noviembre: por la mañana se presenta ante Cartagena la escuadra alemana
reclamando una indemnización de 50.000 pesetas para los súbditos alemanes e italianos
afectados por los bombardeos de la escuadra cantonal. La Junta Cantonal, y en evitación de
problemas mayores, acepta satisfacer la reclamación con efectos y material del arsenal naval.
· Martes 25 de noviembre: se finalizan, a toda prisa, tres nuevas baterías de sitio: la nº 5 o del
Roche Bajo se artilló con dos piezas de 10 cm, la nº 6 o de la Casa de Calvet se artilló también
con dos piezas de 10 cm y, por último, la nº 7 se emplazó entre la Casa de Bosch y la línea de
ferrocarril y se artilló con cuatro piezas de 10 cm.
Ese mismo día, por la mañana, una unidad de la escuadra del Gobierno obliga a retirarse, a
cañonazos, y hacia en interior del puerto de Cartagena, al vapor cantonal Darro, que intentaba
realizar una salida en búsqueda de víveres.
· Miércoles 26 de noviembre: a las siete de la mañana, y sin aviso previo, comienza el
bombardeo de la plaza fuerte de Cartagena. Las siete baterías del sitio (con una cadencia de un
disparo por batería cada media hora y sin interrupción) consiguen lanzar sobre el interior de la
plaza en las doce primeras horas de bombardeo un total de 1.225 proyectiles de calibres
comprendidos entre 21 y 10 cm, de los que se estima que solo un 30% acertaron dentro del
recinto amurallado. La artillería cantonal contesta vigorosamente al fuego sitiador lanzando
1.756 proyectiles sobre las baterías del sitio. El duro duelo artillero produce 5 muertos y 20
heridos entre los defensores cantonales y 14 heridos graves (entre ellos 2 oficiales) entre los
sitiadores.
· Jueves 27 de noviembre: tras más de 40 horas de duro bombardeo continuo sobre la plaza de
Cartagena, y a petición de los almirantes británico e italiano, el general Ceballos concede una
tregua de cuatro horas de duración (entre las 12 de la noche y las cuatro de la madrugada) para
facilitar el que pudiera salir de la plaza la población civil no militarizada.
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· Viernes 28 de noviembre: los bombardeos se reinician a las cinco de la madrugada y ante los
graves efectos de los proyectiles sitiadores, que habían conseguido alcanzar prácticamente a
todas las instalaciones militares de la ciudad, incluido el antiguo Cuartel de Guardias Marinas en
el que habitualmente se reunía la Junta Cantonal, ésta decide trasladarse al cuerpo de guardia de
la Puerta de Madrid de la muralla, protegido con una bóveda a prueba de proyectiles de artillería.
· Domingo 30 de noviembre: sobre las diez de la mañana un proyectil de los sitiadores alcanza el
antiguo Cuartel de Guardias Marinas (donde se refugiaba un importante número de civiles) y
produce dieciocho víctimas mortales, en su mayoría ancianos, mujeres y niños. Dos horas más
tarde, la Junta Cantonal accede a que las escuadras extranjeras trasladen a Portmán a cuantos
civiles y heridos lo soliciten.
Como respuesta al duro fuego sitiador, hacia la una de la tarde los cantonales realizan una nueva
salida con una fuerte columna de 1.000 hombres y dos piezas de artillería, con la que atacan al
ala izquierda del sitio y a tropas de los regimientos de Figueras y Galicia. Se produjo un duro
combate entre ambos contendientes, protegido por la artillería del castillo de san Julián y de la
batería del Calvario, que dejó como resultado veinticuatro bajas sitiadoras (entre ellas dos
oficiales) y media docena de cantonales.
· Miércoles 3 de diciembre: llegan nuevos refuerzos del cuerpo de ingenieros al Ejército sitiador,
con los que consigue alcanzar un número superior a los 7.500 hombres, de los cuales 365 son
jefes y oficiales.
· Sábado 6 de diciembre: a las ocho de la mañana la escuadra del Gobierno se presenta frente a
Cartagena. Ante la previsión de un posible bombardeo de la ciudad desde el mar que pudiera
afectar a los intereses extranjeros en su puerto, la escuadra italiana (compuesta por una fragata,
una corbeta y un vapor) se situó bajo los fuertes cantonales de la bahía con masteleros calados y
bandera de combate, en actitud de protegerlos. La escuadra del Gobierno, cruzó a lo largo y se
retiró en dirección norte.
· Lunes 8 de diciembre: la escuadra del Gobierno, reforzada con la moderna fragata blindada
Zaragoza, recién llegada de Cuba, aparece nuevamente frente a Cartagena, mientras que, esa
misma noche, fuerzas de carabineros del Ejército sitiador intentan ocupar el barrio extramuros de
San Antón. La fuerte respuesta de la artillería del castillo de La Atalaya les obliga a retirarse, sin
conseguirlo.
· Martes 9 de diciembre: el Ejército sitiador corta el suministro de agua potable de Cartagena
proveniente de los manantiales del exterior. Esa misma tarde, y tras insistir repetidamente desde
varios días antes, el Gobierno acepta finalmente la dimisión del general Ceballos al frente del
Ejército de Operaciones de Cartagena. La dimisión se debió a la falta de medios para conseguir
la rendición de la plaza fuerte de Cartagena en el plazo límite que le exigía el gobierno de
Madrid (antes de la apertura de la nueva Asamblea Nacional, prevista para el próximo 1º de
enero). El Gobierno nombra nuevo general en jefe al general de división José López Domínguez
(sobrino del histórico general Serrano) y, hasta su llegada, se hace cargo interinamente del
mando el general Pasarón.
· Viernes 12 de diciembre: de madrugada llega al campamento sitiador de La Palma el nuevo
general en jefe José López Domínguez y, acto seguido, pasa revista a toda la línea de bloqueo.
21
· Sábado 13 de diciembre: el general López Domínguez se reúne con su estado mayor y con los
jefes de las tres alas del sitio, con los que concluye, en una primera aproximación, que los
actuales 7.500 efectivos y el centenar de piezas de artillería disponible eran totalmente
insuficientes para conseguir la rendición de la plaza, para cuyo objetivo estima necesario
disponer de unos 31.000 hombres y 140 piezas de artillería de sitio de diferentes calibres.
Asimismo, cambian el inicial plan de ataque previsto contra el ala izquierda de la plaza (puertas
de san José y castillos de san Julián y Moros), por otro dirigido hacia el ala derecha (puertas de
Madrid y castillo de Atalaya). Ese mismo día, envía un comunicado a los defensores cantonales
exigiendo su capitulación inmediata.
· Lunes 15 de diciembre: la escuadra del Gobierno realiza algunos disparos, por elevación,
contra el castillo de san Julián, que no alcanzan su objetivo al no disponer de suficiente altura las
portas de sus baterías. Por la noche, fuerzas sitiadoras del Regimiento de África ocupan el barrio
de Los Dolores, donde comienzan a construir una nueva batería que se artillaría con cuatro
piezas de 10 cm para batir las puertas de Madrid y el castillo de La Atalaya. Por el ala derecha,
fuerzas de la Guardia Civil y de carabineros, apoyados por escuadrones de caballería de
Villaviciosa y Farnesio, ocupan el polvorín viejo de La Guía y los caseríos de Canteras y del
Pozo de los Palos, bajo el fuego de la artillería cantonal.
· Jueves 18 de diciembre: sobre las 11 de la mañana, un proyectil lanzado por la batería del sitio
nº 4 alcanzó un depósito de pólvora de la muralla de tierra situado entre el Parque de Artillería y
el Baluarte de Cantarranas, produciendo una gran explosión (que llegó a escucharse en
Torrevieja y Alicante) y la muerte instantánea de tres defensores cantonales y numerosos heridos
graves.
· Viernes 19 de diciembre: a lo largo de este día se producen varios enfrentamientos armados en
el sector comprendido entre las Puertas de san José y el cabezo de Campano, entre fuerzas
sitiadoras de los regimientos de Figueras y de África y 600 voluntarios móviles de Cartagena.
Ante la dureza de los combates, y el peligro de que las fuerzas gubernamentales quedasen
atrapadas, tuvieron que intervenir tropas de reserva del Regimiento de Galicia, que consiguieron
que los cantonales regresasen al interior de la plaza. Esta acción se combinó con otras por el
centro y el ala derecha de la línea de bloqueo, en la que 300 cantonales atacaron las posiciones
gubernamentales de san Antón. El resultado final de la jornada serían cinco cantonales muertos y
quince heridos, y dieciocho bajas por parte gubernamental. También en esta jornada, y por efecto
del bombardeo sitiador, el general Contreras resultaría herido levemente en la cabeza.
· Sábado 20 y domingo 21 de diciembre: llegan al campamento del Ejército sitiador importantes
refuerzos de los regimientos de Córdoba, Galicia y de la Reserva de Madrid, junto con seis
piezas rodadas, una sección de artillería del 2º montado y fuerzas de caballería. La llegada de los
refuerzos obliga a reestructurar la distribución de tropas a lo largo de la línea de bloqueo, que
alcanza ya un número próximo a los 10.600 combatientes.
· Martes 23 de diciembre: se entrevistan en la bahía de Portmán el general López Domínguez y
el contralmirante Chicarro, con objeto de coordinar y mejorar las operaciones del sitio (por tierra
y por mar), así como de recabar la colaboración de artilleros de la Marina y piezas de artillaría
naval en las operaciones del sitio terrestre.
· Miércoles 24 de diciembre: a las once de la mañana un proyectil lanzado por la fragata Tetuán
sobre la batería sitiadora nº 3 o del Ferriol, y no explosionado al caer, explosiona cuando
22
intentaban desmontar su espoleta. El resultado final es de 20 muertos (14 servidores de la batería
y 6 paisanos) y 10 heridos graves.
· Lunes 29 de diciembre: la nueva batería de sitio nº 9 (terminada de construir dos días antes y
artillada con 4 piezas de 16 cm en una de las alturas de la Sierra Gorda) consigue destruir con sus
certeros impactos la batería cantonal de El Calvario (próxima al castillo de san Julián), que es
abandonada por sus servidores.
· Martes 30 de diciembre: sobre las siete de la tarde se produce un fuerte incendio a bordo de la
fragata cantonal Tetuán (posiblemente provocado por un saboteador), que tres horas y media más
tarde termina haciendo explotar su santa Bárbara y echar a pique a la legendaria fragata. La
escuadra cantonal perdía uno de sus buques más emblemáticos.
· Miércoles 31 de diciembre: por la noche fuerzas sitiadoras de los regimientos de Figueras
ocupan la batería de El Calvario, tras hacer dos muertos y varios heridos a sus defensores
cantonales. Tras inutilizar («clavar») una pieza de 16 cm y tres de 12 cm de la batería, y prender
fuego a la posición, la abandonan, llevándose con ellos un cañón de 8 cm.
· Jueves 1 de enero de 1874: fuerzas de infantería del Ejército sitiador, al mando del general
Calleja, consiguen ocupar el barrio extramuros de san Antón (a tan solo 1.200 metros de las
Puertas de san José de Cartagena) y se atrincheran fuertemente en el mismo.
· Sábado 3 de enero: desde las siete de la mañana las nueve baterías del sitio (a las que ya se
habían incorporado las nº 10, 11 y 12, recientemente acabadas de construir y de artillar), con 41
piezas de artillería de diferentes calibres (21, 16, 12 y 10 cm), bombardean al unísono las
defensas (especialmente el castillo de La Atalaya) y la plaza de Cartagena. Los castillos y fuertes
de la plaza enarbolan bandera negra y responden vivamente al fuego sitiador. A media mañana
se recibe en el campamento sitiador de La Palma y en el interior de Cartagena la noticia del
golpe de estado del general Manuel Pavía en Madrid y de la ocupación del palacio del Congreso
de los diputados. Finaliza el gobierno de Castelar y se instaura una dictadura militar al frente de
la ya simplemente nominal 1ª República.
· Martes 6 de enero: sobre las doce menos veinte de la mañana un proyectil lanzado por la
batería sitiadora del Centro penetra por una ventana en el interior del Parque de Artillería de
Cartagena y alcanza sus almacenes de pólvora y municiones. La explosión es tremenda y, como
resultado de la misma, se destruye la mayor parte del edificio y se producen más de 400 muertos
y numerosos heridos, en su mayoría civiles que se refugiaban bajo sus bóvedas protegidas. A las
desgraciadas pérdidas de un importante número de vidas humanas se une la de la mayor parte de
las reservas de pólvora y proyectiles con que contaba la plaza sitiada. La continuidad de la
numantina defensa de Cartagena se hacía realmente difícil.
· Viernes 9 de enero: de madrugada se produce la última salida armada de los cantonales. Una
fuerte columna cantonal, mandada por el propio general Contreras, ataca las fuerzas
gubernamentales del ala izquierda del sitio, con la intención de recuperar la perdida batería del
Calvario. Los enfrentamientos son durísimos, llegándose a la lucha cuerpo a cuerpo y al arma
blanca, y el resultado final arroja 16 muertos y una veintena de heridos cantonales (entre ellos el
general Contreras y un hijo de Gálvez) y un número similar por parte gubernamental. Esa misma
noche se producen conversaciones secretas para la rendición del castillo de La Atalaya, que
finalizan con la entrega de esa estratégica fortaleza pocas horas después. Gálvez, al frente de 200
voluntarios, intenta evitar la entrega y recuperarla, sin conseguirlo. La plaza de Cartagena y su
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arsenal naval estaban ya bajo el total alcance de las poderosas baterías del castillo de La Atalaya
y su defensa se hacía ya del todo insostenible.
· Sábado 10 de enero: reunión de urgencia de la Junta Cantonal para analizar la nueva y difícil
situación creada con la rendición del castillo de La Atalaya. En un ambiente tenso y difícil, en la
que ya se planteaba a voces la palabra «capitulación», la Junta decide, no obstante, continuar a
toda costa con la defensa de la ciudad. Los castillos de Galeras y san Julián comienzan a disparar
sobre la nueva posición gubernamental de La Atalaya.
· Domingo 11 de enero: por la tarde la Junta Cantonal, presidida por Roque Barcia, celebra una
reunión plenaria en la que se decide (con la opinión en contra de Gálvez, el general Contreras y
de otros más) la capitulación de la ciudad. Se nombran comisionados, que acudieron a media
tarde al campamento sitiador para negociar con el general López Domínguez las bases de la
rendición. La noticia se corre como la pólvora por todo el país y el Gobierno felicita al general
López Domínguez por el gran éxito conseguido.
· Lunes 12 de enero: a las tres de la madrugada se reúne por última vez la Junta Cantonal de
Cartagena y, tras fuerte discusión, termina aceptando las condiciones de rendición impuestas por
López Domínguez. A primeras horas de la tarde el general Carmona, con una reducida escolta,
entra en Cartagena por las puertas de Madrid, mientras que Gálvez, los generales Contreras y
Ferrer, ocho miembros de la Junta Cantonal y cerca de 1.750 militares, voluntarios y familiares,
embarcaban en la fragata Numancia y en el vapor Darro, rumbo a Orán (Argelia). A su salida del
arsenal son despedidos con emocionados gritos de «¡Viva el Cantón!» y «¡Viva Cartagena!», y
tras sobrepasar la bocana intentan interceptarlos las fragatas gubernamentales Vitoria, Zaragoza
y Almansa, que consiguen finalmente atrapar al vapor Darro (con 75 personas a bordo), pero no
impedir que la fragata Numancia se abra paso a cañonazos y llegue a Orán a primeras horas de la
mañana del día siguiente.
· Martes 13 de enero: a las ocho de la mañana el general Carmona y fuerzas de su brigada entran
en Cartagena y relevan de sus funciones a las fuerzas de los regimientos de Iberia y Mendigorría.
Pocas horas después (hacia la una de la tarde), el general José López Domínguez, al frente de su
cuartel general y de una sección de cada uno de los cuerpos de su ejército, hace su entrada oficial
en Cartagena, por las Puertas de Madrid. Atrás quedaban 184 días de sublevación cantonal, 150
de sitio militar y 48 de duro bombardeo artillero, durante el que se arrojaron cerca de 27.000
proyectiles de grueso calibre sobre el interior de la ciudad y sus defensas.
LA LIQUIDACIÓN DE LA REPÚBLICA: LA REPÚBLICA DUCAL ACABA CON EL
ESPÍRITU Y LA ESENCIA DEL RÉGIMEN REPUBLICANO
La caída del gobierno Castelar y el golpe de estado del general Pavía
A pesar de la política moderada y anti insurreccional desarrollada por el gobierno Castelar, y de
la congelación del tan discutido proyecto de República Federal, la mayoría de los altos mandos
militares y la totalidad de los dirigentes conservadores del país (Sagasta, Serrano, Cánovas y
Martos, entre otros) continuaban viendo con verdadero temor que el gobierno de la República
terminara siendo desbordado por los federales intransigentes y obligado a negociar con los
sublevados de Cartagena y a ceder el poder a un gabinete en el que participara el sector
intransigente del republicanismo. Por ello, entre los meses de octubre a diciembre de 1873
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celebraron diversas reuniones secretas con el capitán general de Madrid, Manuel Pavía y
Rodríguez de Alburquerque (simpatizante de los radicales y, en aquellos momentos, partidario
de una República unitaria), en los salones de la casa de Concha Iglesias, de la madrileña calle del
Pez, para convencerlo de que se uniera al grupo de opositores a dicho supuesto. A alguna de
dichas reuniones llegaron incluso a invitar al mismísimo presidente Castelar, al que el general
Pavía se atrevería a proponerle (en la noche del 24 de diciembre) que fuera él mismo, desde la
presidencia del ejecutivo, quien encabezara un Gobierno más autoritario, que suspendiera las
funciones de la Asamblea o que retrasara su apertura hasta que la sublevación cartagenera
hubiera sido totalmente vencida. El presidente Castelar le contestaría «(...) Don Manuel,
República es legalidad y honestidad»12.
Pocos días después, el general Pavía volvería a insistirle al ministro de la Gobernación, Eleuterio
Maisonnave, «(...) su intención de no permitir, sin antes echarse a la calle, la sustitución de
Castelar por otro presidente que transigiera con los cantonalistas». Ante tanta amenaza velada,
Castelar se reuniría el 26 de diciembre con el presidente de las Cortes, Nicolás Salmerón, para
tratar sobre la próxima apertura de la Asamblea y sus posibles consecuencias. Salmerón le
transmitiría a Castelar la necesidad de cumplir con el compromiso de reunir a la Asamblea en la
fecha prevista (2 de enero próximo), así como su opinión sobre la resolución de la crisis que se
avecinaba remodelando su gabinete ministerial con republicanos leales (y prescindiendo de sus
antiguos ministros más conservadores, como el general Sánchez Bregua, Maisonnave, Pedregal y
Carvajal), rompiendo la actual alianza con los partidos conservadores y sustituyendo en los
puestos claves del Ejército a los generales declaradamente antirrepublicanos.
En aquel ambiente de vísperas de los importantes sucesos que se avecinaban, el baile de
reuniones y de negociaciones previas a la reapertura
de la Asamblea iría en aumento y con diferentes objetivos, pero de entre las muchas que se
produjeron por aquellos días, cabría destacar tres por su especial importancia política y posterior
repercusión. La primera se celebró el miércoles 31 de diciembre de 1873 entre los tres antiguos
presidentes del ejecutivo de la República (Figueras, Pi y Margall y Salmerón) y, en ella, los tres
prohombres del republicanismo decidieron la sustitución del gobierno Castelar por otro que
defendiera más abiertamente los intereses históricos del republicanismo y limitara la
dependencia de los militares. La segunda se produciría dos días después en la mañana del viernes
2 de enero de 1874 y, en la que el presidente Castelar, tras enviar sendas comunicaciones a los
distintos capitanes generales del país solicitándoles que cualquiera que fuera la decisión de la
Asamblea se mantuvieran dentro de la más estricta legalidad, solicitaría del general Pavía la
seguridad de que éste acataría la decisión de las Cortes, a lo que el citado general le contestaría
afirmativamente, aunque con la condición de «que se mantuviera el orden y la autoridad».
Finalmente, la tercera y última reunión se produciría en la misma mañana del sábado 3 de enero
entre el dirigente radical Práxedes Mateo Sagasta y el tan solicitado general Pavía, al que
aseguró el apoyo de los radicales y de los conservadores en el caso de un posible golpe de
estado, si los republicanos de centro (Castelar y Salmerón) perdían el apoyo de la Cámara y se
planteaba la viabilidad de un nuevo gobierno presidido por Pi y Margall o por otro dirigente del
ala izquierda del republicanismo.
Por fin llegaría la tan esperada (y temida) apertura de la Asamblea en la tarde del viernes 2 de
enero de 1874, en la que prácticamente todos presagiaban la caída del gobierno Castelar y, entre
ellos, los propios defensores de Cartagena, que continuaban su numantina resistencia confiando
en que dicha caída propiciaría un nuevo gobierno con participación intransigente que terminaría
negociando con ellos. Tras una primera intervención del presidente Castelar ante la Asamblea
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para explicar lo realizado por su gobierno en los últimos meses, se solicitó un voto de confianza
para su gobierno y para su política de orden. Tras muchas intervenciones de diputados a favor y
en contra del gobierno de Castelar, en una de las cuales el todavía presidente del Gobierno
contestaría a un diputado federalista que el proyecto de Constitución Federal «lo habían
quemado en Cartagena», sobre las cinco de la madrugada del sábado 3 de enero se sometería
finalmente a votación el apoyo a la política del Gobierno, que quedó denegado por 120 votos en
contra y tan solo 100 a favor. La crisis anunciada se hacía realidad. Castelar presentó
inmediatamente la dimisión de su Gobierno en pleno y comenzó la presentación de nuevas
candidaturas a la presidencia del ejecutivo de la República.
Mientras se discutían las nuevas candidaturas, la noticia de la caída del gabinete Castelar se
conocía en la capitanía general de Madrid por boca de los diputados conservadores León y
Castillo, Antonio Martos y Merelles. El general Pavía, ordenó inmediatamente la movilización
de las fuerzas de la guarnición (que ya tenía concertada, previamente, con seis altos mandos del
Ejército) y en menos de media hora las tropas se distribuyeron y ocuparon los puntos estratégicos
de la capital (ministerios de Gobernación, Hacienda, Fomento y Gracia y Justicia, Ayuntamiento,
puerta del Sol, plaza Mayor y calles de Alcalá y carrera de san Jerónimo, Toledo, Atocha y
Antón Martín).
El propio general Pavía, a caballo y al frente de un batallón de Infantería y de una batería de
artillería de campaña, se presentó ante el Palacio de las Cortes, en el momento preciso en que se
procedía a la votación de la candidatura (previamente consensuada) del diputado republicano
moderado Eduardo Palanca (ex ministro de Ultramar del gobierno Salmerón). Dos ayudantes del
general Pavía (Villalonga y Cubas) entraron en el edificio y entregaron a los hujieres un
comunicado con la orden de que se desalojara el palacio de sesiones «en cinco minutos»,
mientras que el coronel de la guardia civil, Iglesias, se hacía cargo de los guardias de dicho
cuerpo que protegían el edificio.
A las siete menos cinco minutos de la mañana el presidente en funciones de las Cortes recibía la
misiva intimidatoria y, acto seguido, interrumpía las labores de recuento de votos (en un hecho
histórico tristemente repetido 107 años después en la tarde del 23 de febrero de 1981) y
anunciaba a la Cámara: «Señores diputados, hace unos pocos minutos que he recibido un recado
u orden del capitán general, por medio de dos ayudantes, para decir que desalojara el local en un
término perentorio (...) o que de lo contrario, lo ocupará a viva fuerza (...)»13.
La alarma y la irritación se extendió por todo el hemiciclo. Gritos de «¡traición!» y de «¡todos
somos uno para defender la República!», entremezclados con vivas a la República, a la soberanía
nacional y a la Asamblea, se entremezclaron con las intervenciones de varios diputados
(Castelar, Benítez de Lugo y Benot, entre otros) en defensa de la legalidad constituida. El
ministro de la guerra del dimitido gabinete Castelar, general Sánchez Bregua, redactó, sobre la
marcha, un decreto de cese inmediato del general Pavía, pero todo sería ya inútil. En esos
mismos momentos, la Guardia Civil entraba en el palacio de las Cortes y, a pesar de que algunos
diputados pidieron armas para defender el edificio y esgrimieron sus bastones en actitud
defensiva, en pocos minutos los soldados entraban en el hemiciclo, mientras sonaban algunos
disparos en la galería próxima. Era la degradación militar del sistema, el arrastre del poder civil y
de las instituciones legales de la República a manos de la soldadesca. Castelar, sentado en un
escalón de la sala y tapándose la cara con las manos, exclamó: «qué vergüenza».
Sobre las ocho de la mañana ya estaba totalmente desalojado el palacio de las Cortes y el ya ex
presidente Castelar sería abordado por un ayudante del general Pavía, que le comunicó: «Vengo
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a suplicar a usted en nombre del capitán general, regrese al Congreso y asuma usted la
presidencia de la República». Castelar, sin dudarlo un momento, le contestó: «Dígale al general,
que mi dignidad me impide hacer tal cosa»14. La República y los principios democráticos habían
sido heridos de muerte, víctimas de sus propios y múltiples errores, pero, al menos, su
bochornoso final se cerraba con un acto que resaltaba la integridad y la grandeza de espíritu del
último de sus presidentes civiles.
13 Diario de Sesiones. Sábado 3 enero de 1874. Biblioteca Nacional. Signatura 125-Z.
14 La Igualdad. Lunes 5 de enero de 1874. Biblioteca Nacional. Signatura D-65.
La República controlada directamente por los militares. La presidencia del general
Serrano
Tras la ocupación militar y la disolución de la Asamblea de los Diputados y la negativa de
Castelar a continuar en la presidencia del ejecutivo de una República humillada y desvirtuada, el
general Pavía reuniría en la misma mañana del 3 de enero a una comisión de notables
(compuesta por altos mandos militares y líderes políticos conservadores), con la intención de
formar un gobierno de «orden y conciliación», que conservara el régimen establecido y en el que
se integraran todos los partidos «con excepción de los levantados en armas» (carlistas e
intransigentes). El resultado de aquella difícil tarea sería encargar la formación del nuevo
gobierno al general Francisco Serrano, duque de la Torre. Era, sin duda, la persona idónea para
la ocasión, tras haber «servido» y «liquidado» prácticamente a todos los regímenes del tercer
cuarto del siglo español (monarquía isabelina, gobiernos de la Revolución del 68 y monarquía de
Amadeo de Saboya). Tan solo le quedaba en su ya amplio currículum la liquidación del régimen
republicano.
El nuevo gobierno, quinto y último del período republicano, constituiría una extraña y obligada
alianza entre radicales, conservadores y republicanos unitarios, y quedaría formado de la
siguiente manera: Presidencia: Francisco Serrano, duque de la Torre; Estado: Práxedes Mateo
Sagasta; Gracia y Justicia: Cristino Martos; Hacienda: José Echegaray; Guerra: teniente general
Juan Zavala; Marina: vicealmirante Juan Bautista Topete; Ultramar: Víctor Balaguer; Fomento:
Tomás Mª Mosquera; y Gobernación: Eugenio García Ruiz.
Tras la única oposición real al golpe de estado del general Pavía y al nuevo gobierno del general
Serrano, producida en Barcelona el 7 de enero, donde se declaró un paro general y se levantaron
barricadas en las zonas industriales y obreras, el nuevo gobierno disolvería las Cortes
Constituyentes (9 de enero) e iniciaría una política claramente liquidadora del programa
reformista de los gobiernos anteriores y encaminada a defender y garantizar la propiedad y el
orden a las clases conservadoras.
El 10 de enero el nuevo gobierno declaraba ilegal a la Asociación Internacional de los
Trabajadores y suspendía todas las publicaciones, con excepción de La Revista Social,
restringiendo de manera importante los derechos de reunión y de asociación política. Dos días
más tarde (12 de enero) se rendía la sublevada plaza fuerte de Cartagena y, pocos días después
(22 de febrero), se derogaba la Ley de Redención de Foros del 20 de agosto de 1873.
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Se iniciaba, claramente, un gobierno presidencialista, basado en el personalismo y en la
interinidad continuada, con el que el general Serrano intentó emular a su homólogo francés, el
mariscal Mac-Mahon, y perpetuarse en el poder con la ayuda de los partidos burgueses. El líder
monárquico restauracionista, Cánovas del Castillo, lo definiría como un peligro tan importante
para la causa alfonsina como el propio carlismo, al constituir «(...) la aspiración perpetua al
poder supremo de un soldado de fortuna»15, hecho que volvería a repetirse en España medio
siglo más tarde.
En los siguientes meses, los sucesivos ministros de la gobernación del gobierno Serrano (García
Ruiz y Sagasta) desarrollarían una dura campaña de persecución contra los republicanos
federales y los internacionalistas. Los cantonalistas detenidos en Cartagena, Levante y Andalucía
serían deportados a los archipiélagos de las Marianas, Filipinas y Cuba, mientras que todos los
Ayuntamientos y Diputaciones con mayoría republicana eran disueltos y sustituidos por
elementos radicales y conservadores. En su osadía represora, el ministro García Ruiz llegaría a
proponer la deportación de los ex presidentes Figueras, Pi y Margall y Salmerón, y la de los
diputados federalistas e intransigentes que habían formado parte de la Asamblea disuelta16.
La burguesía de agitación que había propiciado y encabezado la importante etapa reformista del
Sexenio Democrático quedaría prácticamente
15 Andrés-Gallego, José, y otros. Historia General de España y América. Tomo XVI-2. Revolución y Restauración (1868-1931), pp. 232. Ediciones Rialp,
S.A. Madrid, 1981.
16 José Mª Jover Zamora. La Era Isabelina y el Sexenio Democrático-II, pp. 964. Biblioteca Historia de España. Espasa Calpe, S.A. Madrid, 1981.
anulada y sería sustituida en la dirección de la política del país por elementos netamente
conservadores. Empezaba un oscuro período para el republicanismo, del que tardaría varias
décadas en recuperarse.
Pero la fortuna no le duraría mucho tiempo al acomodaticio general Serrano, políticamente
gastado y ya con una avanzada edad que le dificultaba formar alrededor de su persona grandes
planes de futuro e ilusiones. Aunque consiguiera la rendición de la sublevada plaza fuerte de
Cartagena (12 de enero) y mantener a raya a los carlistas, así como una buena acogida
internacional (sobre todo por parte de la Alemania de Bismarck y de la Francia de Mac-Mahon),
su intención de perpetuarse en el poder terminaría fracasando, ante el avance incontenible de los
partidarios de la restauración monárquica en la figura del joven príncipe Alfonso, que terminaron
por propiciar el pronunciamiento militar del general Arsenio Martínez Campos en Sagunto (24
de diciembre de 1874), al que el gobierno de Serrano apenas opuso resistencia, aceptando de
buen grado la Restauración monárquica e incluso convirtiéndose, algunos de sus componentes,
en fieles colaboradores del nuevo régimen.
La 1ª República había pasado con más pena que gloria por la Historia de España, sumida en una
crisis casi continua, de la que resultaría la desunión y el enfrentamiento de los diferentes sectores
del republicanismo, el desencanto de las clases populares (que, a partir de ese momento ya no se
creyeron ninguna promesa reformista o descentralizadora que procediera de la burguesía y se
decantaron hacia posturas más radicales o nacionalistas, socialismo, anarquismo y catalanismo) y
la entrada en una larga y oscura noche del republicanismo y el federalismo, de la que ya no se
saldría hasta medio siglo más tarde. Un balance desgraciadamente muy negativo y una gran
oportunidad perdida de cambiar y modernizar el país en el sentido político, económico y social
que demandaban los nuevos tiempos y que, de haberse podido llevar felizmente a cabo, nos
hubiera situado entre los puestos de cabeza de las naciones más avanzadas de la época.
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Manuel Rolandi Sánchez-Solís
Escritor
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