Conferencia en el Escorial Palabras introductorias: Como miembro –jamás “representante”- de una de las religiones mayoritarias del planeta, el Islam, no sé exactamente qué se espera de mi en un Encuentro Interreligioso. Los musulmanes estamos sometidos a una de las campañas de deterioro de imagen y manipulación de nuestras claves espirituales más brutal que haya concebido el espíritu humano. En quince minutos no puede hacerse demasiado para cambiar este estado de cosas. Podría –sí- defender el Islam en quince minutos. Los musulmanes que aparecemos en público no hacemos otra cosa que defender el Islam. Nunca hay tiempo de despertar al oyente a que experimente sin intermediarios a Allâh; apenas se puede conseguir comunicar algo en positivo de la vida espiritual del musulmán, esa fascinación a la que estamos sometidos los que un día intuimos que la realidad no era plana y que uno podía internarse en ella para vivirla con más intensidad. Pero puede que toda esta orgía de desinformación sea una protección para nosotros. Porque al Islam no acude más que el que se identifica con el estereotipo de musulmán de los medios de comunicación –machista, terrorista, fanático...-, o bien el que es despertado directamente por Allâh. El primero hace un oficio imprescindible dentro del Islam de destrucción del Islam, sin lo cual nuestro camino no sería auténtico; el segundo es el que sigue siendo pilar para el universo pese a lo que ocurra a su alrededor. Afortunadamente, nunca el Islam será una religión de moda, no estará bien visto en los círculos intelectuales europeos hacerse musulmán, ni tendremos la suerte de que acepten el Islam famosos actores de Hollywood. Nosotros sabemos que no somos los que mantenemos con nuestra creencia la existencia de Allâh ni el Islam depende de nosotros; Allâh es algo que “funciona” al margen de nosotros. Allâh pone a cada hombre en la tensión de reconocerse a sí mismo, en la tesitura de ser, de actuar con sinceridad, o de ocultar lo que sabe cierto. Allâh no es un Dios que deba ser predicado o defendido, es lo real, lo que existe, lo que sucede, indiferente a nuestras imaginaciones respecto de lo sagrado, inocente de nuestras teologías. Si nosotros, después de declararnos sometidos a Allâh, definiéramos a Allâh, explicáramos a Allâh, seríamos los más alienados de los creyentes y el Islam una religión más terrible que ninguna otra. Pero el musulmán, después de declarar que sólo va a someterse a Allâh, dice que Allâh no es nada de lo que conoce, que jamás nadie ha sabido nada de Él ni lo sabrá, con lo cual el musulmán de hecho es alguien que no está dispuesto a someterse a nada de lo conocido: al poder, al dinero, a la fama, a la fuerza de nada ni nadie... De sobra es sabido que el musulmán, el que se declara “sometido a Allâh” es el hombre más rebelde e ingobernable que existe. Esta ingobernabilidad del musulmán es una de las claves de la fuerza del Islam en el mundo. Si se me pidiera después de estos años una definición de mi religión, seguramente diría que el Islam es fuerza. Es probable que las religiones de la India presenten una expresión mística más excelsa y que Muhammad no sea una figura tan talismánica como Jesús fuera de su universo cultural; puede dudarse a veces de la sutilidad que empleamos en expresar nuestras razones o puede criticarse el nivel de atraso cultural de los países islámicos, pero hay algo que nadie parece poner en duda: la fuerza de los musulmanes. En dónde hunda sus raíces esta fuerza del musulmán es un problema extraordinariamente complejo incluso para alguien que por pertenecer a esta religión supuestamente debe participar del secreto de esta fuerza. Es probable que tenga que ver con factores como: la prohibición del alcohol, el mantenimiento de la sana sexualidad, la obligación del yihad, la no existencia de sacerdotes (intermediarios espirituales) y la indefinición de Allâh. En cualquier caso, sería éste tema monográfico de una conferencia. Estamos aquí para esbozar en unos trazos el futuro de las religiones e ideologías y debo ser breve. Contestación a las preguntas propuestas: 1. ¿En el futuro desaparecerán las religiones? Hasta donde puedo vislumbrar desaparecerán casi todas las religiones. A excepción del Budismo y el Islam. Más allá de quinientos o mil años no acierto a sospechar cómo podrá ser el espíritu humano. 2. ¿Tendrán que unificarse o mantendrán su identidad separada? Algunas fagocitarán a otras, como siempre ha ocurrido (el Budismo asimilará al Cristianismo en sus dos modalidades). Las religiones supervivientes se mantendrán separadas, aunque probablemente no en lucha unas con otras, ya que los ámbitos de cada una de ellas serán muy diferentes. 3. ¿Seguirá siendo el ritual el elemento central de las religiones? No creo que en la actualidad lo sea. Cada una de las religiones predica una actitud del hombre ante la vida; éste es su elemento central. El ritual seguirá siendo el armazón de alguna de las religiones (el Islam) pero no su razón de ser ni su clave de supervivencia. Otras podrán prescindir del ritual tradicional y darán paso a unas nuevas formas de auto-reconocimiento (Budismo). En el Islam, al carecer de una teología dogmática, es imprescindible el elemento ritual. 4. ¿Desparecerán las religiones ante la racionalidad? No estoy convencido de que la racionalidad vaya a ir en avance. La mayoría de las religiones desaparecerán por efecto de las Sectas, de la confrontación de unas contra otras y por el desencanto de los propios creyentes defraudados. 5. ¿En el futuro el fenómeno religioso será cuestión de fe? Aquí llegamos a la clave del tema. Mi respuesta es: No. Sólo quedarán las religiones que no exijan la fe del “creyente”. Ya sea porque en ámbito “civilizado” las religiones se transformen en filosofías de vida, o ya sea porque en ámbito “tradicional” identificarse con la propia religión consista en defender globalmente el propio modo de vida (el derecho a la propia identidad), la religiones no necesitarán basarse en la fe, y las que precisen de este cimiento sucumbirán a la Historia. (Incluyo en el “ámbito tradicional” el Tercer y Cuarto Mundo). Texto para el debate: Las ideologías han dejado de ser instrumento de transformación social en el Primer Mundo para convertirse en trinchera desde la que seguir manteniendo una situación de dominio respecto al Tercer y Cuarto Mundo. La religión, sin embargo, es la única arma con la que cuentan el Tercer y Cuarto Mundo, porque es quizá el único elemento que se escapa a las pautas de racionalidad con las que pueden comprarse voluntades al servicio de los macrointereses económicos. A estas alturas, prácticamente sólo un creyente es capaz de morir por transformar el mundo en que vive. Una ideología por la que uno acepte el sacrificio es algo bastante anacrónico, en todo caso excepcional en nuestros días y pronta al aburguesamiento una vez conseguidos sus objetivos. Sin embargo, reseñamos el valor transformador que consideramos que aún por muchos siglos tienen las religiones. Esto no implica que, para no llegar a traicionarse a sí mismas, no deban ir abandonando ese frágil cimiento que es la fe. En efecto, la aceptación de dogmas que tiene lugar en ámbitos no tradicionales ha situado al individuo en una posición de profunda debilidad mental y disposición a la manipulación de su conciencia. Tenemos motivos para creer que el entendimiento de Dios como realidad personal tiene ya fecha de caducidad, y nos alegra el hecho de que en el Islam exista una escala interior para llevar al creyente desde la aceptación de un Dios personal a la experiencia de Allâh como fundamento de la realidad. Este desaucio al que destinamos al Dios Personal se llevará consigo más que seguro la mayor parte de las religiones occidentales que no acierten a reformularse. Desde luego todas ellas podrían hacer este esfuerzo. Es cierto que ni el Catolicismo ni el Evangelismo ni el Judaísmo cuentan probablemente con una intuición impersonal de Dios en la que refugiarse tan difundida y antigua como el Sufismo en el Islam, y sin embargo podrían trabajar a partir de Teilhard de Chardin, Scheleimacher o Israel Baal Shem, entre otros muchos. Si lo harán o no, esto no está en nuestra capacidad juzgarlo. Sí constatamos que el Budismo ha consumado su desembarco en Occidente. Este es quizá el momento privilegiado que tenemos la suerte de vivir los fenomenólogos de la religión de nuestro siglo. Ignoro si la Iglesia es consciente de las repercusiones que esta llegada puede tener sobre su religión. El Budismo lo hizo en Japón, lo hizo en China, lo hizo en el Tibet, y lo hará en Occidente. En Japón asimiló al Shinto, en China al Taoísmo, en el Tibet al Bon , y en Occidente asimilará al Cristianismo. Su modus operandi es siempre el mismo. Se produce un viaje misional en un momento clave, de modo silencioso y respetuoso: en este caso, el del doctor Suzuki Daisetsu; y se acepta todo intento que venga de la otra parte de querer asimilarlos: Enomiya-Lasalle, Willigis Jäger, Thomas Merton, Kadowaki Kakichi... (Este tema de momento no nos afecta a los musulmanes más que como observadores fascinados). Y, mientras en Occidente la palabra de la teología católica es vencida desde dentro por el silencio budista, las élites de Iberoamérica miran cada vez con más ternura al Islam. En esa Iberoamérica -hoy por hoy inequívocamente cristiana- nuestra religión se presenta como la que ha realizado la primera revolución de un país de Tercer mundo contra el Primer Mundo –me refiero a la Revolución iraní-, y se presenta limpia de pasado. No hemos predicado nunca la resignación, no hemos estado ni estamos con las jerarquías asociadas a los caciques, y tampoco estaríamos nunca dispuestos a cuadrarnos ante los dictados de algo parecido a un Vaticano como en cierto momento ha sucedido con la Teología de la Liberación –la única esperanza que ha tenido Iberoamérica fuera del Islam. Espero que Iberoamérica comprenda en no demasiado tiempo que sólo existe una religión que permita la rebelión armada contra la tiranía. Esto – nuestra clara defensa de la lucha armada ante circunstancias de injusticia- puede parecer bien, mal o regular a los estudiosos de las religiones. El Islam hace tiempo que ha dejado de pedir permiso para ser. Efectivamente, defendemos la rebelión armada, defendemos la guerra como obligación para todo aquel que sufra injusticia y para todo aquel que vea cómo otro la sufre. En clave iberoamericana, la expresión del Islam en castellano que se acuña en nuestro país y que viaja a la velocidad de internet me parece determinante en la conformación de un nuevo mapa de las religiones en los siglos venideros. Pasando a otro continente, hablar de la evolución religiosa de África no es complicado. Mis puntos de vista se resumen en dos frases: una sentencia nacida en el seno del Cristianismo negro que refleja la decepción del negro cristiano: “Antes, ellos tenían la Biblia y nosotros la tierra; ahora, nosotros tenemos la Biblia y ellos la tierra”. La segunda frase es la del célebre sir Richard Burton (traductor de las mil y una noches): “los negros hallarán tarde o temprano en el Islam su religión natural”. Guste o no, en África el Cristianismo es una religión de hombre blanco, de “civilizado”, de explotador. Desde mi punto de vista el Catolicismo debió de apostar por la Teología de la Liberación en Iberoamérica y perder la Vieja Europa, debió aceptar perder algo para conservarlo todo, y no que ahora tiene a las monjas europeas haciendo zen, a los negros de las misiones abandonadas olvidando lo que nunca aprendieron y a los indios esperando escuchar la voz de sublevación del Islam. Respecto a la evolución posible del Islam, creo que lo más digno de interés se resume en cuatro puntos: La conversión de un número significativo de pensadores de Europa (Guenon, Martín Lings, Schuon, Burckhardt, Berque, Assad, Vitray de Meyerovich, Addas, Eaton y tantos otros), desvelando por fin en claves profundas y sutiles la metafísica islámica, y arrinconando de alguna forma el discurso del arabista y el orientalista sobre el Islam. La revitalización del Islam por las cárceles de EEUU y Francia, e indirectamente su resurgir en los guettos raciales de las grandes ciudades del primer Mundo. Particularmente, conviene destacar la figura carismática de Malcom X, que supone entre este sector de la población mundial lo que la Revolución iraní para los países del Tercer Mundo: un símbolo de la fuerza del débil. La exportación a Iberoamérica a través de internet de un discurso teológico del Islam por fin descrististianizado, en el que han empleado una decena de años algunos hermanos bilingües de Ceuta y Melilla. El acercamiento de la Metafísica Islámica al Ateísmo contemporáneo realizado sobre todo en ese núcleo de pensadores conversos procedentes de la extrema izquierda y la contracultura en cuyo seno yo personalmente me he formado, en Andalucía, lo que fue territorio antiguo de Al Andalus. En resumen: El Islam europeo explicándose a los estudiosos, el Islam de guetto ofreciéndose a los desheredados, el Islam descristianizado para los Iberoamericanos y el Islam que invita a la conversión al hombre europeo normal y corriente que en gran medida tiene una visión atea de la existencia. Si se me preguntara por el futuro global de las religiones, y yo hiciera un esfuerzo público de sinceridad, diría que el panorama religioso en el futuro se dividirá entre el Budismo que se habrá hecho con los núcleos de decisión de aquellos países pertenecientes al Primer Mundo, y el Islam que se quedará con el Tercer Mundo (Próximo Oriente, Asia Central, África y por último Iberoamérica) y con los arrabales del Sistema en general. Simplificando mis conclusiones, allí donde el Sistema reine y el individuo viva con stress será necesario un mensaje como el budista que consigue al individuo paz mental y tranquilidad para seguir en su sitio de productorconsumidor, y allí donde quiera que haya injusticia se querrá oír la voz del Islam para cambiar el estado de cosas. Cualquier otra cosa, habrá quedado fuera del tablero de juego de las religiones. ****** Nuestras conclusiones, basadas más que en la deducción en la intuición, más aún, casi rozando el terreno de “la visión”, serán para aquellos de los presentes que se hayan sentido incómodos con ella, tan fácil de refutar... como probablemente imposible de evitar que se transformen en realidad. En ningún momento prometimos un pensamiento original, o un pensamiento adecuado para el diálogo, un pensamiento políticamente correcto, sino sólo la sinceridad que se espera de los musulmanes, ya que de todos es sabido que carecemos por completo de marketing a la hora de presentar nuestro producto al gran mercado consumidor de religiones. En realidad, el Islam carece de otro argumento interno para seducir a los hombres aparte de la sinceridad.