TRAMPAS 02 por Graciela Taquini A partir de la crisis de la modernidad el simulacro ha obsesionado las operaciones artísticas contemporáneas. Trampas es un nombre que, aunque inspirado en el trompe l’ oeil se refiere a un concepto más amplio constitutivo de esta sociedad del simulacro. Las obras elegidas han sido realizadas por artistas rioplatenses a fines del siglo y principios del milenio. La selección es variada en formatos y lenguajes. Sus autores diversos en edad y trayectoria. El propósito de la muestra no sólo es estético, sino ideológico, especialmente en un momento histórico sin certezas. La opción temática construye una gran instalación curatorial, como un sitio web corpóreo, pleno de intertextos que van más allá de su diseño. El discurso de las piezas al recontextualizarse encuentra sentidos a veces no propuestos por su autores y presume la existencia de espectador más activo. Varios pensadores contemporáneos han reflexionado sobre el simulacro. Desde una visión pesimista, Jean Baudrillard sostiene que la autenticidad se ha perdido para siempre en esta cultura mediática de la simulación, lo que ha generado modelos de una un hiperverdad que ponen en tela de juicio la realidad y la apariencia. Ya no hay territorio sino solamente mapa, citando el cuento de Jorge Luis Borges. No hay salida ni cultural ni política, ha triunfado el capitalismo salvaje. Ante tanto simulacro haría falta una nueva epistemología que registre las consecuencias de la ausencia frente al pensamiento occidental cimentado en la presencia, se necesita según Michel Foucault una filosofía del fantasma, una fantología como dice Jacques Derrida. A su vez Gilles Deleuze se opone a considerar el simulacro como un vil engaño, como falsa imagen sin semejanza. Para Deleuze al incluirse el espectador, se eluden las jerarquías. El simulacro no sería entonces una copia degradada de la realidad sino una fuerza autónoma con poder para subvertir el mundo de la representación, para trascender el original y la copia. Una posibilidad de cuestionar los puntos de vista privilegiados, la dictadura del modelo o de la mirada. Instaurar la duda razonable ha sido uno de los cometidos de estas obras. Algunas de ellas nos tienden una trampa de apariencia circular, que en verdad carece de centro, un sinfín que siempre vuelve a recomenzar desde otro lado, como un anillo de Moebius.