Algunos rasgos de la espiritualidad lasallista Una visión siguiendo las Meditaciones para los días de retiro Espiritualidad que acepta la realidad Es un aprendizaje imprescindible para iniciar el itinerario. De La Salle posibilita su vocación fundadora en la media qen que fue adentrándose en la difícil realidad de los niños, hijos de los artesanos y de los pobres. Ningún edificio humano y cristiano puede construirse ignorando la realidad o confundiendo los deseos con realidad. Una realidad no puede interpelar mientras no se la conozca o se la reconozca. No somos dueños del dato, del acontecimiento, del signo, pero sí de su interpretación personal y comunitaria. Pero para eso tenemos que conocerlos y aceptarlos. cree en la novedad No es posible decir adiós a lo que nos satisface, a lo placentero del momento, a la seguridad de sentirse instalado, sin profesar una fe vigorosa en un futuro diferente, desconocido, pero con la intuicón de que es un territorio que conduce a la libertad del amor. De La Salle venció la tentación del inmovilismo, y soltó las amarras del barco cuando tocó la mano divina que le señalaba un camino imprevisible en pos de la salvación de los niños. Lo nuevo nace en la medida en que se renuncia a lo viejo. transforma la realidad La realidad no es para contemplarla, manosearla, rechazarla o admirarla, sino que la acogida es para transformarla. Lo que no se ajusta al plan original divino es preciso quebrarlo para ahí mismo, en el humus de la indebido, nazca otra realidad con el sello de la inocencia recuperada. Para el fundador las escuelas cristianas son los cuencos humanos y cristianos que configuran una nueva sociedad estructurada según el proyecto que nace en lo alto, pero hunde sus raíces en lo bajo. nace de una experiencia fundante La chispa del primer momento de la llamada y de la respuesta se apaga, más o menos tarde, si no se alimenta todos los días el fuego de la intimidad con el amado. Para De La Salle no es posible recorrer el itinerario enla fidelidad del amor sin cultivar asiduamente las relaciones personales con Dios en una atmósfera agradablemente calurosa y magnéticamente atractiva, compartiendo tiempos y sintonía en la fuente donde se inició todo. Olvidar o descuidar esta experiencia fundante hará imposible, a la larga, mantener el sí del compromiso. En las guerras civiles entre el sí y el no, saldríamos derrotados. Por supuesto que el encuentro no es una cita entre dos. Es un amor entre tres: Dios, el educador y el alumno. crece gracias a la fuerza del Espíritu La planta que no recibe luz, calor y savia se muere en la tristeza de la esterilidad. La fecundidad no es voluntarista. Es el regalo como respuesta a un deseo humilde y a un esfuerzo generoso aunque siempre insuficiente. Sólo el Espíritu hace posible lo que es imposible para los varones y mujeres. Por eso el fundador tienen la convicción de que la fuerza viene de lo alto, del Espíritu que “está presente y activo en la Iglesia”, y hace realidad que la historia cotidiana de los maestros y discípulos pueda ser siempre una historia sagrada de salvación: cuando oran, en la clase de catecismo, cuando aprenden a leer y escribir, cuando conviven fraternalmente en los recreos y descansos. se vive en comunidad La comunidad supone siempre la inclusiónde cada yo en un nosotros’ que relativiza, refiere, conforta, dialoga. El yo que se integra y crece en nosotros ha de ser capaz de escuchar, de convivir respetuosamente con lo plural y diverso; no pretende uniformizar ni estandarizar a los otros, sino aceptar su diversidad en una convivencia amorosa y pacífica. De esta manera cada yo se ve enriquecido por las distintas perspectivas, puntos de vista, reacciones afectivas, vivencias que provienen de nosotros. De La Salle gasta muchas de sus energías en el esfuerzo creativo de la comunidad. Pone el listón muy alto, pues quiere que los maestros construyan la comunidad a semejanza de la Trinidad, fuente y modelo de toda comunidad cristiana. Igualmente la escuela cristiana debe ser un hogar donde los maestros y los discípulos, sus hermanos pequeños, realizan el largo y consolador aprendizaje de la fraternidad. es para Ministros y Embajadores de Jesucristo, pero con la humildad de quienes han sido elegidos y enviados por el Dios de los pobres El rango no viene a los maestros por prerrogativas, conquistas o méritos. Por eso se mantienen siempre en la sencillez de quien tiene conciencia de una elección inmerecida. El fundador se empeña en despertar en los maestros una autoestima sana y fecunda con la convicción de que Dios ha pensado en ellos y los ha destinado para ser sus colaboradores, ayudándoles en la obra de la salvación de los niños desamparados. El maestro no es ministro para ejercer un poder con autoritarismo y prepotencia, sino un siervo fiel al mensaje de Dios y fiel al niño y a sus necesidades humanas y espirituales. se encarna en el corazón de la escuela Es ininteligible una espiritualidad lasallista que no plante su tienda en la escuela. Para De La Salle los maestros existen porque existen niños desprotegidos que tienen urgencia de nuevos padres y hermanos que les preparen para la vida, y les enseñen “las verdades del evangelio y los medios de salvación que estén a su alcance”. Por eso, para los maestros del Sr. De La Salle, la escuela es el santuario donde entronizan a los niños y reconocen en ellos a Jesucristo salvador que los ama con amor entrañable e incondicional. Junto a la cercanía respetuosa y afectuosa permitirá el maestro, progresivamente, la independencia y crecimiento del alumno. Tendrá que aprender a ser educador, cuando el niño es dependiente, dándole protección, pero también tendrá que ser fuente de libertad que permite la autonomía del hasta ahora niño. Esto excluye la posesividad, la sobreprotección, la permisividad o el abandono de su rol de educador, evadiéndose en un mundo ajeno a los niños. acepta la debilidad, pero se esfuerza por la fidelidad Aceptar no es aprobar o dar cuenta de inmovilista ciudadanía a una dimensión de la realidad, en este caso, a las debilidades y flojeras del maestro y del alumno. Aceptarse supone conocerse, saberse interrogar y amarse sin esperar por ello no tener fragilidades y obsucridades. El fundador, como experto director espiritual, sabía que podemos y debemos acercarnos a Dios, incluso con todas nuestras taras espirituales. De La Salle, educador realista, conoce bien las limitaciones, desórdenes e irreflexión en los niños. No es inteligente pasar la vida peleándose con lo real. Mejor es orientar la pelea en otra dirección: potenciar todas las posibilidades positivas con la convicción que las personas pueder buenas y valiosas. Precisamente el Dios fiel envía a los maestros para que los niños perciban que Él es bueno y está pendiente de ellos con su ternura y protección. Con paciencia e insistencia irá creciendo la fidelidad junto a un amor cada vez más maduro y realista. Es bueno tener la certeza de las debilidades, al mismo tiempo de la certeza de la fuerza del Espíritu para superarlas. descansa en el corazón de la Providencia y se alivia en sus manos No se puede caminar por mucho tiempo sin experimentar la necesidadde reposo y de descanso. Algunos dioses son intratables porque no permiten el más leve respiro, ni comprenden el cansancio y la fatiga. Pero no procede así el Dios de Juan Bautista De La Salle. Los llamados por la estrella de la vocación a vivir desinteresados o descolocados, necesitan también un corazón fuerte y amoroso que les dé cobijo par no abandonar el itinerario intuido. De La Salle tuvo una inmensa confianza en la Providencia y se abandonó siempre a sus cuidados. Muchas veces constituyó su único refugio. Los relatores de su vida concuerdan en afirmar que la confianza en Dios y la entrega a la Providencia fueron las virtudes predilectas y mas distintivas del fundador. Sus hijos, a lo largo de la historia, han caminado en la misma dirección. Dejarse conducir por el Espíritu y llenarse de Dios, será la consigna. Pero el fundador no se olvida de que también para los niños Dios es Padre amoroso y providente. Pero, ¿cómo experimentarán ellos la experiencia del Dios cercano? El educador lasallista, en el ejercicio del acto educativo, será para ellos la providencia solícita que, como quiere el fundador, les dará alivio y descanso. es capaz de inventar el futuro con nuevas estructuras educativas La capacidad creativa conlleva percibir, valorar, establecer prioridades, renunciar, elegir y comprometerse con lo elegido. Es un acto arriesgado. Existe el temor al error, a la equivocación, a la culpabilidad que acarrearía hacerlo mal. Este riesgo genera, a veces, tal intensidad de angustia que puede resultar paralizante, cosa que no ocurrió en De La Salle. ¿por qué dejar algo que hacía muy bien -la canonjía- para emprender el éxodo hacia no se sabía donde? Las circunstancias -el Espíritu- le pusieron a soñar la vido y los sueños le condujeron a parir una criatura que nunca imaginó. Y con los maestros se puso a inventar todas las novedades que eran necesarias y convenientes para llevar la luz, la ciencia y la salvación a los hijos de los artesanos y de los pobres. Con audacia, lucidez, hasta con obstinación dieron rienda suelta a las fuerzas creadoras. Desde entonces y para siempre el carisma lasallista, para ser fiel a sus orígenes, tendra que ser creativo para el mejor servicio de los niños, particularmente de los que tienen menos. apta para construir escaleras El maestro lasallista está llamado a ser un experto constructor de escaleras. Ha sido una de las asignaturas en el aprendizaje de la espiritualidad. Dios le ha elegido para ser constructor de la Iglesia, cual perito arquitecto y echar los cimientos del edificio de la fe y de la salvación. Todos los días, según De La Salle, desde las escaleras de la oración y con todas las limitaciones y necesidades, sube a la montaña del encuentro con Dios. Allí, en la intimidad de los enamorados, hay contagio, hay transformaciones, hay cambio. Pero en la cumbre no se olvida de quienes dejó abajo. Por eso desciende como mensajero cargado de luz y de fuego que rápidamente envuelven a sus discípulos contagiándolos con lo que vio, experimentó y recibió arriba. acepta la estatura de cada uno Es una de las grandes riquezas de la espiritualidad lasallista. Para De La Salle no existe acto educativo si el maestro no se adapta a las necesidades de cada alumno. Aceptar es percibir la sana y objetiva percepción de la realidad, que siempre ha estado presente en cualquier proceso de maduración. El fundador es sensible para aceptar y respetar a cada educando según sus peculiares circunstancias. Tratar a cada uno como cada uno necesita ser tratado. Todas las estaturas caben en la escuela lasallista. El Santo tuvo trato con escolares y familias. Su pedagogía está dicatada por ese contacto y por las experiencias de los maestros. Por eso los educadores deben descubrir cada días las características personales de sus discípulos, para así adaptarse a cada alumno. Ese interés es fruto de un amor inteligente, realista y generoso. Unos educadores arraigados en la experiencia del Espíritu, están siempre atentos para descubrir lo que ese mismo Espíritu inspira a cada uno de los niños. Por eso el maestro lasallista entroniza al discípulo en su corazón. es propensa a la sanación No es correcta una espiritualidad cristiana sin la dimensión de la dimensión de la misericordia. De La Salle lo sabía bien. Dios es un padre bondadoso, tierno y preocupado por los niños pobres. Por eso, en su misericordia, Dios ha enviado a los maestros para que les puedan enseñar la práctica de la religión, la preparación para la vida y el espíritu del cristianismo. Los maestros están vigilantes y dispuestos para ejercitar la sanación entre ellos y con los niños. He aquí el programa: curar la mirada (mirar todo con los ojos de la fe), afinar el oído (dejarse guiar por su Espíritu), ensanchar el corazón (aficionarse a Jesucristo), sensibilizar el olfato (sentirse cerca de Dios). es con efectos fotográficos, pero no automáticos Llegar a ser conforme a Jesucristo ha sido la mística de fondo de mucha literatura espiritual. Ya en las fuentes donde bebió De La Salle su espiritualidad existía ese manantial. Pero el santo, dentro de un lenguaje con el ropaje de su tiempo, siempre quiso lanzar a los maestros y a los alumnos hacia Cristo y apoyarse con firmeza en su amor y en su proyecto de salvación. Siempre dirá: deben tender a hacerse conforme a Jesucristo. Por supuesto se refiere a los educadores. Pero queire la misma espiritualidad para los alumnos. Gracias al trabajo de los maestros para catequizar y cristianizar, quiere el fundador que puedan lograr una transformación interior en sintonía con los pensamientos y acciones de Jesucristo. Por eso la conformación espiritual no es fotográfica e instantánea. No se trata de lograr la misma imagen, sino de tener los mismos sentimientos que Cristo. incita a dar la vida Hay cosas que no se pueden expresar en palabras. Se llaman inefables. Los sueños cuando los vestimos de palabras e imágenes, es porque se han desvanecido. Los hemos domesticado. Hay algo que está en el corazón de la mayoría de los seres humanos. Dios es capaz de enamorarse o difícilmente será una fuerza creadora, digno de interés. Dios, por inefable e inasequible que sea, deberá estar relacionado con el mundo del amor. Han existido amores humanos reflejos de ese amor divino. Es emocionante constatar que De La Salle, víctima de muchas heridas, fracasos e infidelidades, se mantuvo fiel hasta el final: fiel a Dios, fiel a la Iglesia, fiel a los maestros, fiel a los niños pobres. Se marchó hacia la eternidad con el amor intacto: adoro en todo el proceder de Dios para conmigo. Con su doctrina, su vida y su muerte se inventó una espiritualidad que inevitablemente incita a sus seguidores a gastar sus vidas hasta darlas totalmente por los predilectos de Jesús: los niños desamparados y necesitados de amor y salvación. Por eso, sólo a De La Salle se le ocurre inventar un cielo en que los recepcionistas no serán los apóstoles, ni los ángeles, sino una alegre multitud de discípulos lasallista. Poner la meta tan alta y sublime -dar la vida por los demás- evidencia que la espiritualidad lasallista es radicalmente optimista con una confianza total en Dios, en los maestros y en los niños. S.I.E.L. enero, 1999