DÌA INTERNACIONAL DE LA MUJER: ENTRE LA REALIDAD Y LA UTOPÍA Desde hace 31 años, cada ocho de marzo celebramos el día internacional de la mujer, fecha mundial establecida por Asamblea General de la ONU para conmemorar las batallas de las mujeres por sus derechos y la igualdad a lo largo de la historia. No obstante, esta fecha tiene antecedentes más antiguos, por mencionar uno de ellos, hacemos referencia al ocho de marzo de 1857, cuando obreras textiles de Estados Unidos, se declararon en huelga y marcharon para exigir la reducción de la jornada laboral de 16 a 10 horas, entre otros. El significado del ocho de marzo, sin embargo, no debe convertirse en un cliché más, sino que debe llevarnos a reflexionar sobre la situación de la mujer en nuestro país y el mundo, y a mantener vigente el pie de lucha por alcanzar la igualdad y la equidad de género en diferentes aspectos sociales, económicos y políticos que aun siguen siendo una utopía. De hecho, podemos mencionar que existen cambios positivos como resultado de esta constante pugna, así, los avances alcanzados por las mujeres en el ámbito político y profesional, su creciente incorporación y participación en el mercado de trabajo y su presencia en los medios de comunicación son una muestra del mayor posicionamiento de la mujer en el mundo de hoy. Sin embargo, somos conscientes de que, a inicios del siglo XXI, aun tenemos un gran trecho por recorrer en la erradicación de las diferentes formas de discriminación contra la mujer, y en el hecho que la tan proclamada condición de igualdad y “equidad de género” sea más formal que real. Ello se confirma cuando, según la última encuesta de la Universidad de Lima sobre la situación de la mujer, el 78.5% de entrevistados (5,554 hombres y mujeres) considera que en el Perú hay discriminación (El Comercio, 05/03/08). Esta percepción encuentra asidero cuando a partir de un análisis del accionar del estado peruano en relación a las políticas, legislación y acciones de gobierno destinadas a promover la equidad de género en diferentes ámbitos de influencia en la vida de la mujer, podemos afirmar que existen pendientes en la agenda que deben ser impulsados en el corto, mediano y largo plazo. Llegados a este punto, conviene recordar que el Estado Peruano ha consagrado como principio y derecho constitucional el derecho a la igualdad y a la no discriminación. Al mismo tiempo, ha asumido una serie de obligaciones internacionales al ratificar tratados como la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer y la Convención Interamericana para erradicar, prevenir y sancionar la violencia contra la mujer. Ahora bien, a la luz de estos compromisos, el Perú no ha sido ajeno a la implementación de políticas y acciones destinadas a lograr la equidad y el posicionamiento de la mujer en igualdad de condiciones frente al varón, sin embargo, ello no ha sido suficiente para cambiar el paradigma machista y de marginación de las mujeres, enraizado en nuestra sociedad desde mucho tiempo atrás. Si bien es cierto existe una Ley de Igualdad de Oportunidades, 1 el Plan Nacional contra la Violencia Familiar 2002-2007, así como un Plan Nacional de Derechos Humanos vigente hasta el 2010, varias son las deficiencias de los mismos, no solo porque no toman en cuenta la real problemática de que viven las mujeres peruanas de la costa, sierra y selva, sino porque además carecen de una perspectiva de género y, en los casos en que dicen tenerla, ella no llega a concretarse en todas sus dimensiones. Igualmente, podemos señalar que el Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social no ha cumplido con la tarea de “diseñar, proponer y ejecutar la política de desarrollo social y humano promoviendo la equidad de género y la igualdad de oportunidades para la mujer...” que estableció su ley de creación, por el contrario su rol como entidad rectora de las políticas para la promoción de la igualdad y la equidad de género se ha debilitado. A manera de ejemplo, la décimo primera política del Acuerdo Nacional destinada a promover la Igualdad de Oportunidades sin Discriminación y a la creación de unidades especializadas en cada Ministerio dedicadas al impulso de la igualdad de oportunidades, hasta hoy, no se hizo realidad. En el mismo sentido, la presencia del MIMDES en las provincias de nuestro país es mínima y el discurso y la perspectiva de género no han calado a fondo, lo cual tiene sentido si en la actualidad el Ministerio se avoca más a la protección de la familia que a la promoción de los derechos de la mujer. En las líneas que siguen damos cuenta de algunos de los problemas vigentes que atraviesan las mujeres peruanas. No se pretende agotar ninguno de ellos, pero sí dar una mirada del estado actual de temas como la violencia de género, la judicialización de los casos de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) y el acceso a la justicia. A partir de ello, queremos mantener el tema presente en la opinión pública en general y en los lectores de este portal, y a la vez instarlos a tener y tomar posición sobre otros aspectos no mencionados aquí pero de igual importancia tales, como los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, la participación de las mujeres en los puestos de toma de decisión y poder, la respuesta del Estado frente a la explotación sexual de niñas, adolescentes y adultas, entre otros. Violencia de género Según el Informe Alternativo al Sexto Informe Periódico del Estado Peruano al Comité de la CEDAW (noviembre del 2006), en nuestro país el 40.9% de mujeres reconoce haber sido agredida, mientras que cada dos horas y media se registra una denuncia por violencia sexual en el país (pudiendo ser mayor esta proporción, ya que la mayoría de mujeres afectadas no denuncia el hecho). Por otra parte, también se indica que existe un vacío en cuanto a los índices de violencia sobre feminicidio, acoso sexual y trata de mujeres. Asimismo, la página web de DEMUS reporta que entre los años 2001 y 2006, ha registrado 346 casos de feminicidio; de ellos, aproximadamente el 42% fue cometido en la casa de la víctima y, en por lo menos un 20%, ésta ya había denunciado anteriormente a su homicida por violencia ante la Policía y/o el Poder Judicial. 2 Ahora bien, frente a esta cruda realidad, el Estado Peruano no posee una normativa adecuada para afrontar y sancionar estos ilícitos. Así, en el caso de violencia familiar, la ley de protección contra la violencia familiar tiene más bien un cariz tuitivo y civil que uno penal que permita hacer frente a este problema enraizado en nuestra sociedad desde siglos atrás. Igualmente, la legislación penal no contempla un tipo penal especial para sancionar la violencia familiar, por el contrario, estos casos se viabilizan utilizando el tipo penal de “lesiones”. Las dificultades de ello radican en que este tipo penal puede procesarse como delito o como falta, de acuerdo al número de días de inhabilitación que se determinen a favor de la víctima cuyo término es de diez días. En la mayoría de casos se tramita como falta, a pesar de que la violencia ejercida contra la mujer implica tal afectación de derechos que merece ser juzgada como delito. Al mismo tiempo, la forma en como se ha tipificado el tipo penal “lesiones”, es decir, tomando en cuenta solo los daños físicos que se ocasionan a una persona, constituye una gran barrera para los casos en los que se ejerce violencia psicológica generándose así una situación de impunidad frente a estos hechos. En el mismo sentido, debemos mencionar que algunos informes como el de la Defensoría del Pueblo del año 2005 y el Informe Alternativo al que hemos hecho mención señalan que tanto las Fiscalías como el Poder Judicial continúan promoviendo y aceptando la conciliación en los casos de violencia familiar, a pesar de que las leyes lo han prohibido ya hace algunos años. Con ello, un gran número de casos no termina con sentencia condenatoria, a pesar de que los hechos lo ameritan, perpetuándose así la impunidad de los agresores. Asimismo, conviene señalar que en el 2007, el Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social emitió el D. S. N° 005-2007-MIMDES, que declaró la extinción del Programa Nacional contra la Violencia Física y Sexual (PNCVFS) y el Programa Wawa Wasi, y que a su vez creaba la Dirección de Protección Social para que asumiera las competencias de los mismos. En nuestra opinión, la desaparición del PNCVFS contradice la voluntad del Estado de proteger el derecho de las mujeres a vivir libres de violencia, erradicar el trato discriminatorio que han recibido históricamente en nuestro país, así como prevenir y evitar la impunidad frente a la vulneración de derechos como la vida o la integridad de las peruanas. En efecto, dicho programa fue creado en el año 2001 y respondió a una estrategia que buscó dar cumplimiento a una serie de compromisos internacionales que el Perú había asumido, y en atención a la necesidad de crear un órgano encargado de diseñar y ejecutar a nivel nacional acciones y políticas de prevención, atención y apoyo a las personas involucradas en hechos de violencia familiar y/o sexual, siguiendo la perspectiva de género. Frente a ello, varios sectores han manifestado su desacuerdo con dicha medida y, en concreto, la Comisión de la Mujer y Desarrollo del Congreso de la República aprobó un dictamen recaído en el Proyecto de Ley N° 1520/20073 CR por el que, entre otras cosas, se propone dejar sin efecto el Decreto Supremo N° 005-2007-MIMDES. De aprobarse dicho dictamen se evitará que el Estado incurra en una omisión al no contar con un espacio o programa específico para planificar y ejecutar medidas contra la violencia contra la mujer. Sin embargo, la eventual aprobación por el Pleno del Congreso, no supone que lo referido a la vigencia del PNCVFS se haya solucionado; por el contrario, aun hay un gran trecho por recorrer. Al respecto, es necesario que dicho programa haga incidencia en zonas rurales, y que además aborde otras formas de violencia contra la mujer como el acoso sexual y el feminicidio. Acoso Sexual En relación a la normativa sobre acoso sexual, podemos señalar que la reciente legislación peruana no regula el tema de la manera más adecuada. Y es que la ley solo hace referencia al hostigamiento sexual “quid pro quo”, producido en el marco de las relaciones de autoridad o dependencia cuando el superior solicita favores sexuales a cambio de que la empleada (o) pueda mantener beneficios laborales o no ser despedida. Así, se olvida la modalidad de acoso sexual por ambiente hostil de trabajo, que puede ser ocasionada por compañeros de labores, clientes o por cualquier tercero capaz de interferir o afectar el ambiente laboral; aquí si bien la víctima no ha sufrido una pérdida económica o no ha perdido un ascenso, sí se siente intimidada por las exhibición de imágenes de naturaleza sexual, bromas o comentarios de contenido sexual, entre otras manifestaciones (Balta Varillas, José. Acoso sexual en las relaciones privadas, Ara Editores, Lima, 2005, pp. 39-41). Acceso a la Justicia “(…) entonces al lado del Fiscal había llorado mi esposo, ‘no he hecho nada desde hoy me voy a comportarme bien’. Bueno bonitas palabras le ha engañado (…) cuando hemos llegado a la comunidad (…) peor se ha puesto, porque peor me ha maltratado. ‘¿Dónde está juececito, dónde está fiscal, dónde está ese vicario, dónde está? Ahora que estemos, ahora tú me has denunciado, ¿dónde están ellos? ¿Dónde están?’ ” –Mujer de 45 años, pobladora de la Provincia de Canas, Región Cusco.1 Otro de los temas clave en el que aún persiste una brecha entre la teoría y la realidad, es el vinculado al acceso a la justicia de las mujeres, y el deber de los Estados de garantizar la existencia de mecanismos idóneos y eficaces que permitan prevenir y remediar las violaciones a los derechos humanos de las mujeres. El contenido del derecho de acceso a la justicia puede ser enfocado desde perspectivas distintas y a la vez complementarias. Así, comprende: "1.- que la persona tenga posibilidades de sostener un proceso completo", lo que supone 1 Instituto de Defensa Legal. Acceso a la Justicia en el mundo rural: ¿una agenda para construir? Separata de la revista Ideele Nº 174, Lima, 2005, p. 23. 4 que nadie se vea obligada a abandonar el proceso por razones ajenas a su voluntad; "2.- el conocimiento de derechos por parte de los ciudadanos y los medios para ejercer y hacer reconocer estos derecho"; "3.- la obligación de hacer accesibles recursos judiciales sencillos, rápidos, idóneos e imparciales de manera no discriminatoria". (ver: HAYDÉE BIRGIN Y BEATRIZ KOHEN. Acceso a la justicia como garantía de igualdad. Instituciones actores y experiencias comparadas, Buenos Aires, Biblos, Colección "Identidad, mujer y derecho", 2006). Ahora bien, distintos son los ámbitos en los que las mujeres encuentran limitaciones al ejercicio de su derecho de acceso a la justicia. Los espacios judiciales en los que se ventilan procesos de violencia familiar, filiación extramatrimonial y alimentos son ejemplos de ello. Pero también aquellos ámbitos de la justicia comunal donde se les discrimina. Violencia Familiar El acceso a la justicia para las mujeres víctimas de violencia es un tema complejo de abordar, debido a los obstáculos institucionales, culturales, lingüísticos y económicos, la existencia de diversos niveles de discriminación en razón de la etnia, raza y clase social que impiden que este derecho humano sea efectivo para las mujeres. Algunas características marcadas en relación al tema son la ausencia de instancias de la administración de justicia, de servicios especializados de orientación jurídica en zonas rurales; así como la desconfianza de las mujeres en relación a las instancias judiciales como órganos del sistema de justicia capaces de remediar los hechos perpetrados en contra de las víctimas. En efecto, los Centros de Emergencia de la Mujer -servicios de orientación jurídica para mujeres víctimas de violencia familiar y sexual que en la actualidad se encuentran siendo trasladados de manera inadecuada y con ausencia de una debida coordinación a los Gobiernos Regionales, desapareciendo así la política gubernamental en relación a este tema- sólo están ubicados en zonas urbanas, lo que impide que las mujeres de zonas rurales puedan recibir asistencia en estas instituciones. Dicha situación se agrava si tomamos en cuenta que las mujeres se ven afectadas por una serie de barreras lingüísticas y, además, al hecho de que las mujeres sin recursos económicos no tienen acceso a un defensor de oficio, pues el ordenamiento peruano sólo lo prevé para los imputados en un proceso penal. Asimismo, la labor de los CEM se muestra insuficiente en relación a la labor difusión y conocimiento de derechos dirigida a las mujeres de zonas rurales y urbano marginales, situación que se refleja en la falta de información de las víctimas y sus familiares sobre la forma de acceder a instancias judiciales de protección, el procesamiento de los casos y cómo contribuir a la investigación y esclarecimiento de los hechos. En relación al rol que desempeñan la Policía, los jueces y otros operadores del sistema de justicia, éste se encuentra empañado por la cultura patriarcal propia de nuestro medio. De otro lado, los Informes Defensoriales de los años 5 2005 y 2006 nos revelan que existe una serie de problemas en el sistema penal que impiden que las mujeres hagan efectivo su derecho de acceso a la justicia, como el hecho que en muchos casos, tanto la Policía Nacional como los Jueces de Paz Letrados concilien en materia de violencia familiar, o la doble victimización a la que son sometidas las mujeres víctimas de violencia en los interrogatorios cuando acuden a formular su denuncia. Otro problema son los temas vinculados a la propia naturaleza de los procesos judiciales en los casos de violencia contra la mujer, como la exigencia o problemas de prueba de la agresión que ha sufrido la víctima, y la "inexistencia de protocolos uniformes para todas las instituciones que reciben denuncias, y el hecho que las víctimas tengan que narrar repetidas veces en ambientes que no cuentan con condiciones mínimas de privacidad y ante un personal que no se encuentra debidamente capacitado" (Informe CIDH; Acceso a la justicia para mujeres víctimas de violencia en las Américas). Todo esto, pues, genera que haya un bajo acceso voluntario al sistema estatal de justicia por parte de las mujeres víctimas de violencia, debido al maltrato que pueden recibir ellas y sus familiares al intentar acceder a recursos judiciales. A todo ello se suma la ausencia de programas de capacitación impulsados por el Estado, y que no están destinados a fomentar la adecuada interpretación y aplicación de leyes en el procesamiento de casos de violencia contra las mujeres por parte del funcionario público, "la sobrecarga de trabajo de instancias encargadas de procesar los casos de violencia, y los escasos o inexistentes presupuestos para hacer sostenible el funcionamiento de las instancias encargadas de resolver casos de violencia familiar" (Informe CIDH; Acceso a la justicia para mujeres víctimas de violencia en las Américas). Alimentos El Informe alternativo al Sexto Informe Periódico del Estado Peruano al Comité de la CEDAW resalta el hecho que el Plan de Reforma Integral de la Justicia (de la CERIAJUS) haya promovido la simplificación de los procesos por alimentos. Gracias a ello, se promulgó la Ley N° 28439, que estableció la eliminación de la exigibilidad de firma de abogado para la presentación de la demanda y la creación de un formulario de demanda de alimentos que permitiera que cualquier persona iniciara este tipo de procesos con la presentación de dicho formulario. Sin embargo, también se señala que el formulario en mención tiene un lenguaje técnico complejo que hace que la denunciante no pueda completar por sí sola dicha hoja y que para hacerlo de manera exitosa debe acudir a un abogado que ayude a preparar la demanda de alimentos. En ese sentido, no se garantizaría el acceso de las mujeres a un recurso efectivo que les permita ejercer su derecho de alimentos, ni el de sus hijos (p. 52). Filiación extramatrimonial 6 El Informe alternativo al Sexto Informe Periódico del Estado Peruano al Comité de la CEDAW hace referencia a la promulgación de la Ley N° 28457, que simplifica el proceso de filiación extramatrimonial al permitir que la presentación de la demanda sea ante los Jueces de Paz Letrados, y que la falta de oposición del demandado (o la negativa del mismo) a realizarse la prueba biológica de ADN, faculta al magistrado a declarar de plano la paternidad del mismo (p. 56). No obstante ello, la ley puede generar una barrera de acceso a la justicia cuando en el artículo 2 se establece que el costo de la prueba de ADN que se ordena en caso de oposición del demandado debe ser abonado por la parte demandante al momento de la toma de las muestras. Si tomamos en cuenta que la prueba de ADN tiene un costo de $ 500 y el salario mínimo vital en el país no sobrepasa los 500 nuevos soles o $160, podemos concluir que esta ley es prácticamente inservible para aquellas mujeres que no cuentan con recursos económicos para asumir el costo de una prueba de este tipo. En efecto, en un gran número de casos, las demandantes no tendrán la posibilidad de sostener el proceso judicial completo por razones ajenas a su voluntad. En líneas generales, frente a este panorama es imperativo que la efectividad del acceso a la justicia se convierta en un tema de política pública y en una demanda ciudadana frente a los poderes del Estado. En ese sentido, nunca debemos perder de vista el hecho que las mujeres se encuentran en una situación de desventaja de condiciones para acceder a la justicia, debido a todo lo que hemos comentado líneas arriba. De otro lado, es necesario tomar conciencia que la importancia de hacer efectivo el derecho acceso a la justicia radica en el hecho de que éste se convierte en una garantía de igualdad, e implica la eliminación de las barreras de discriminación que sufren las mujeres y, a la vez, es una forma concreta de empoderarlas, reponer sus derechos, y repararlas por las violaciones cometidas en su contra. Reparaciones y judicialización de casos CVR “…los Senchis, entraron, durante toda la noche golpearme… después comenzó abusarme, violarme, a mi me violaron toda, durante la noche; yo gritaba, pedía auxilio, me metieron pañuelo a mi boca…esa noche me violaron siete (…) bueno examen médico, me dijo que estás abusada, estás embarazada…Yo desde esa fecha me he puesto traumada totalmente…quería matarme, quería tomarme algo,…yo pensaba que entre mi, ese producto, es cuántos, como un mostro será, cuántas tantas personas me han abusado…Yo no quería vivir…” 2 La Comisión de la Verdad y Reconciliación señala que la violencia sexual ocurrida en el Perú entre 1980 y 2000 fue de tal magnitud que configura un crimen de lesa humanidad, por tener un carácter generalizado en algunos casos y sistemático en otros (Informe Final CVR). Ahora bien, los casos de violencia sexual durante el conflicto armado interno son parte de las historias Testimonio de la señora Georgina Gamboa García, sesión del 8 de abril del 2002. Audiencia de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. 2 7 de violencia, discriminación y exclusión que se repiten contra las mujeres y, frente a ello, el Estado tiene la tarea de judicializar estos casos para así acabar con la impunidad que ha sellado la vida de estas mujeres durante más de veinte años. En dicho proceso, no obstante, nos hemos encontrado con diferentes trabas que impiden que la sanción y castigo a los perpetradores de las violaciones sexuales y otros atentados contra la libertad sexual de las peruanas sea oportuna, real y efectiva. Así, de los 47 casos entregados la Ministerio Público por la CVR solo dos fueron de violencia sexual contra mujeres: Manta y Vilca (Huancavelica) y Magdalena Monteza (Lima). Asimismo, el problema se agrava cuando la gran mayoría de casos no fueron denunciados en su oportunidad, o si lo fueron no se registró la evidencia; o donde la obtención de esta última, por lo menos desde las tradicionales exigencias de la teoría de la prueba que privilegia el examen ectoscópico (externo), resulta casi imposible (Jennie Dador Tozzini. Mujeres sobrevivientes víctimas de violencia sexual durante el conflicto armado interno en busca de la justicia. Seminario Internacional, agosto del 20063). Así, temas como la dificultad en la probanza de los hechos, en tanto, no se valora la importancia de los testimoniales de las denunciantes y del examen psicológico que se les practica; la dilación de la investigación preliminar y las actuaciones ante la fiscalía; las dificultades para investigar este tipo de casos, ya que el Ministerio Público, aplica criterios de delito común desconociendo su carácter de lesa humanidad y el hecho que el Estado no garantice el acceso a las víctimas a la justicia -no solo por la distancia geográfica, sino también por que ellas no cuentan con asesoría legal gratuita para estos casos-, traen como consecuencia que estos las violaciones a la libertad sexual de miles de campesinas y nativas no sean sancionadas por el Estado ni por la sociedad. Finalmente, ésta es una nueva manera de seguir afirmando que para el Perú, continúan siendo ciudadanas “de segunda categoría”. De igual manera, en relación al proceso de reparación y registro de víctimas existen dificultades de diversa índole. La Comisión Multisectorial de Alto Nivel no ha definido aún que programas de reparación y medidas específicas serán implementadas para las víctimas de violencia sexual. (Comunicado Comisedh, por el día de la mujer 2008). Igualmente, se ha constatado que es necesario en el proceso de registro a las víctimas una metodología que incorpore la perspectiva de género. En ese sentido, es necesaria la incorporación de una ficha especial para víctimas de violación sexual, lo que implica poner atención en el proceso de selección del registrador (perfil del registrador) y en su capacitación acerca de la manera adecuada para registrar a víctimas de violación sexual. 3 El documento puede verse en: http://www.pcslatin.org/eventos/2006/justicia_reparacion/ponencias/07.pdf 8 En nuestra opinión en el proceso de registro de las víctimas mujeres, el registrador debe ser una mujer que domine la lengua materna de la víctima. Asimismo, se debe incidir en la capacitación teórica de los registradores en relación a los conceptos como los de “reparación”, “calidad de víctima”, “proceso de registro”, “diferenciar entre violencia sexual” y “violación sexual” y en el manejo de técnicas de escucha activa, logro de empatía, lenguaje a utilizar, posición del registrador frente a la víctima. De otro lado, al igual que la posición de algunas organizaciones de la sociedad civil, creemos que la reciente modificatoria de la Ley PIR (D.S. Nº 003-2008JUS) que en cuanto al artículo 18 (beneficiarios de reparaciones en educación) limita el derecho a la reparación en educación a los hijos e hijas de las víctimas directas e indirectas, afectando de esta manera el derecho a la reparación en educación que asiste a todas madres, viudas, huérfanas, hermanas, nietas y familiares de las víctimas; desconociendo que ante el impacto de la violencia fueron ellas quienes asumieron el sostenimiento y protección de sus familias. Conclusiones Los temas aquí tratados exigen una respuesta por parte del Estado Peruano, el cual debe cumplir los principios y derechos consagrados en normas vinculantes como la Constitución y los Tratados Generales de Derechos Humanos y los Tratados específicos de los derechos de las mujeres. Así, es indispensable que en muchos de los planes y políticas estatales se incorpore la perspectiva de género que permita concretar la condición de igualdad de las mujeres y eliminar la discriminación que afecta las relaciones sociales, económicas y de poder. Ello resulta un reto necesario de asumir por el gobierno en los meses y años que vienen. Igualmente, el Congreso de la República debe mostrar mayor voluntad política de cambio frente a la problemática de la mujer peruana; y finalmente los jueces y fiscales, y el resto de operadores del sistema de justicia deben hacer un esfuerzo por adecuar sus criterios de juzgamiento y análisis de los conflictos jurídicos a la luz de la perspectiva de equidad y género. Finalmente, las organizaciones de la sociedad civil debemos continuar en la lucha por hacer que nuestra sociedad sea más democrática e inclusiva, lo que supone seguir apoyando las causas de reivindicación a favor de la mujer como ciudadana y sujeto de derecho. Desde el Consorcio Justicia Viva les deseamos un Feliz Día de la Mujer. (Natalia Torres Zúñiga) 9