Sobre la existencia de la realidad

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SOBRE LA EXISTENCIA DE LA REALIDAD
Pablo Cazau
La filosofía ha intentado responder la pregunta acerca de si existe la
realidad. Estas respuestas pueden agruparse en cuatro categorías
principales: la realidad sí existe, la realidad no existe, la existencia de la
realidad es dudosa, y la prescindencia de la tesis de existencia de la
realidad.
Ni usted ni yo, lector, somos filósofos, pero ello no impide que alguna vez nos
hayamos formulado preguntas filosóficas, tal como ejemplo: ¿existe la realidad? Esta
pregunta nos puede conducir como mínimo, y sea cual fuere nuestra idea de la
realidad, a cuatro respuestas posibles:
1) Afirmación: la realidad sí existe.
2) Negación: la realidad no existe.
3) Duda: no sé si la realidad existe o no.
4) Prescindencia: no me interesa si la realidad existe o no, como tampoco mis dudas
sobre ella. Simplemente prescindiré de las tres posturas anteriores.
¿Con qué respuesta está usted de acuerdo? En nuestra vida cotidiana nos solemos
manejar según la primera postura: damos por sentado que la realidad existe, está ahí
al alcance de nuestros sentidos, y entonces... ¿cómo dudar de ella o negar su
existencia?
Sin embargo, alguna vez hemos vivido situaciones especiales donde hemos
considerado como ciertas o muy probables las otras respuestas. Por ejemplo
asumimos la segunda postura cuando nos resistimos a creer que alguien muy querido
haya muerto. Estamos negando la realidad de que Fulano se murió y pensamos que
sigue viviendo. Lo mismo suele suceder cuando negamos estar gravemente enfermos,
o cuando hacemos como 'si no existiera' nuestro acreedor cuando lo encontramos en
la calle. Del mismo modo, asumimos la tercera postura cuando empezamos a dudar si
tal o cual cosa nos sucedió realmente o sólo la hemos soñado, cosa que alguna vez
pudo habernos pasado al despertarnos en la mitad de un sueño.
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Como vemos, sin ser filósofos ni haber leído libros de filosofía asumimos
inevitablemente alguna postura filosófica. Nuestra diferencia con los llamados filósofos
es simplemente que ellos hicieron de este juego de preguntas y respuestas su
principal obsesión, mientras que nosotros nos hemos ocupado preferentemente de
trabajar, criar hijos, hacer deportes, divertirnos o pelearnos, y sólo accidentalmente o
en situaciones límites hemos abordado la reflexión filosófica.
Pero hay aún otra diferencia. Los filósofos no se limitaron a decir simplemente que la
realidad existe o que no existe. Desarrollaron también argumentos, a veces muy
sofisticados, tanto para defender o justificar la propia postura como para atacar la del
filósofo que decía lo contrario. Examinemos simplificadamente algunos de estos
argumentos.
1) Afirmación: Quienes afirman que la realidad existe, suelen defenderse diciendo que
los sentidos no nos engañan, y que la realidad existe porque la estamos viendo,
escuchando o tocando. Sin embargo, hasta la mejor prueba puede ser criticada si se
pone el empeño suficiente, y para muestra bastan dos botones:
a) Si lo que prueba la existencia de lo real es que lo captamos con los sentidos,
entonces algo que no estamos viendo no puede ser probado en cuanto a su
existencia. Puesto que no veo ni toco la pared que está detrás mío, no puedo probar
que exista. Los defensores del 'sí existe' replicarán tal vez que la pared existe porque
la hemos visto hace poco, a lo cual se puede contrarreplicar que tal vez la pared dejó
de existir sin que lo notáramos, y 'ahora' no existe, con lo cual el problema de la
existencia de la realidad pasa a depender del problema de la perdurabilidad de la
existencia de lo real. Y las críticas y contracríticas pueden seguir sucediéndose
interminablemente, lo que en parte explica porqué la historia de la filosofía es tan larga
y alambicada.
b) Otro cuestionamiento apunta a lo siguiente: ver o tocar las cosas no son prueba de
que sean reales, porque podemos estar siendo víctimas de una alucinación. De hecho,
mientras estamos soñando (forma normal de alucinar) estamos convencidos de que el
unicornio que nos ataca es real, cuando en rigor al despertarnos nos percatamos de
que esa 'realidad' no existía. Pero tal vez la vida sea un sueño, como decía Calderón
de la Barca, y lo que creemos real no lo es, por estar, precisamente, viviendo un sueño
interminable. El defensor del 'sí existe' podrá replicar: "Pero escúcheme, yo no soy en
único que ve las cosas: todos las vemos", frente a lo cual se puede a su vez esgrimir el
argumento de la alucinación colectiva ('todos estamos alucinando'), y así las
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discusiones seguirían ad infinitum (forma elegante que tienen los filósofos para decir
'hasta el infinito').
Incidentalmente, esta cuestión pone también sobre el tapete la relación médicopaciente en la psiquiatría. Si vemos las cosas desde el ángulo filosófico, nunca
podremos saber quien tiene la razón, si el tipo que se cree Napoleón o el tipo que se
cree el psiquiatra. Este último dice que la cucaracha de dos metros que apareció en la
ventana no existe, y el otro dice que sí. Ninguno de los dos puede probar
fehacientemente sus afirmaciones, y si finalmente prevalece la opinión del psiquiatra,
es porque este tiene todo el apoyo del consenso social. Si entrara la policía al
consultorio se llevaría, sin vacilación, al que dice que la cucaracha existe, o sea al
paciente. Todo funciona como en una democracia: vale la opinión de la mayoría, o sea
de quienes dicen que la cucaracha de dos metros no existe. Tales cuestiones
psiquiátricas fueron también tratadas desde una óptica más científica (por ejemplo en
"Psiquiatría y Antipsiquiatría", de Laing y Cooper), y aún desde la ciencia ficción (por
ejemplo en el cuento "La píldora amarilla", de Roy Phillips). Justamente Jorge Luis
Borges dijo una vez que la metafísica es una rama de la literatura fantástica (para
deleite del positivista Comte), y aquí también vale la inversa: la ciencia ficción es otra
forma de plantear cuestiones metafísicas, es decir, filosóficas.
2) Negación: La opinión de que la realidad no existe suele deambular encaramada en
el argumento de la alucinación. Lo que llamamos 'realidad' no sería más que una pura
invención, un producto de nuestra febril imaginación. Por supuesto que aquí también
llovieron las críticas, como por ejemplo la siguiente: si la realidad es producto de
nuestra imaginación, entonces nuestra imaginación sí existe; por lo tanto algo existe, y
consiguientemente no podemos afirmar que nada existe, como también suele sostener
la nihilista postura de la negación de la realidad.
Filósofos más moderados aceptaron esta crítica y terminaron diciendo que no existe
más realidad que nuestra imaginación: si la humanidad desapareciera, desaparecería
también la imaginación y entonces sí, ya nada habría de existir.
La ciencia ficción tocó también esta temática. En el cuento "No sucedió", de F. Brown,
un hombre se pone contento porque, tras cometer con suma precaución un asesinato,
la víctima desaparece mágicamente como si nunca hubiese existido, y ni siquiera
aparece anotada en el registro nacional de las personas. Nuestro hombre saca
entonces la conclusión de que todo el mundo es irreal, un producto de su imaginación,
y que por lo tanto matar no es delito porque no se puede matar algo que no existe.
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Concluye también que no es preciso adoptar muchas precauciones para no ser
descubierto, pues, 'muerto' el ser irreal, desaparecerá de su imaginación y no existirá
ningún cuerpo del delito.
Dentro de la postura de negar la realidad hay muchas variantes, como por ejemplo la
de Berkeley, que dice que la única realidad existente es la realidad espiritual, postura
tanto más entendible en cuanto sabemos que Berkeley, además de filósofo, era
obispo.
3) Duda: Una tercera doctrina propone dudar de la realidad, por ejemplo
argumentando que, al no poder probarse con seguridad que exista o que no exista, la
única opción viable es dudar. A partir de esta solución simplista pero solución al fin, se
abren dos caminos diferentes: primero, la duda pondría término a la reflexión filosófica,
porque de ahí en más el filósofo seguirá dudando y dudando hasta morirse.
Esta primera alternativa nos sugiere una duda improductiva que detiene el
pensamiento filosófico, pero hay un segundo camino que fue transitado por el filósofo
Descartes, a través de su famosa 'duda metódica'. En efecto, el filósofo francés
empezó dudando de todo pero no se quedó en la duda permanente: buscó dudar de
todo para ver si por eliminación podía encontrar alguna certeza que, según él,
finalmente encontró. De lo único que no puedo dudar, decía, es de que estoy dudando,
y si dudo luego pienso, y si pienso luego existe como ser pensante, etc. O sea buscó
dudar para llegar a certezas, y por esta 'pavada' pasó a ser uno de los grandes
filósofos de la historia. Borges decía: "La duda es uno de los nombres de la
inteligencia".
Porqué dudaba tanto Descartes? A lo mejor un psicoanalista hubiese dicho que era un
neurótico obsesivo que canalizó su síntoma de la duda en forma productiva,
sirviéndole para crear uno de los más grandes sistemas filosóficos. Sin embargo,
Descartes también llevó su neurosis hacia cosas improductivas: se cuenta que creía
siempre ser víctima de persecuciones (y razones no le faltaban con las cosas que
decía), con lo cual se mudaba permanentemente de domicilio para no ser apresado.
4) Prescindencia: Una cuarta doctrina sostiene que debemos poner entre paréntesis
nuestras opiniones acerca de la existencia, de la no existencia y de la duda. Por
supuesto que esta postura tiene sus riesgos, porque podemos confundir una realidad
real con una imaginaria.
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Tal lo que le pasó a un gaucho borracho: Un hombre encuentra a un gaucho tirado en
el medio del campo, con la ropa destruida y lleno de heridas. Lo despierta y al
preguntarle alarmado qué le pasó, el gaucho cuenta que en la víspera había tomado
unas copas de más y empezó a ver todo doble. Notó así que de repente se le
acercaron dos toros. Se dio vuelta para escapar y se encontró con dos árboles. "¿Y
qué pasó?", le preguntó su interlocutor. "Muy fácil -respondió el hombre- me subí al
árbol que no era y me agarró el toro que era".
Husserl fue el principal propulsor de la doctrina de la prescindencia. No se puede
probar ni la existencia ni la inexistencia de la realidad, y no poder probar que exista no
asegura que la realidad no exista, del mismo modo que si no podemos probar que
alguien es inocente, esto no significa que sea culpable.
También eliminó Husserl la opción de la duda pues, si pretendemos llegar a un
conocimiento cierto e indubitable, no podemos dejar por el camino dudas sin resolver.
El único camino que quedaba era entonces prescindir de las tres tesis anteriores sobre
la existencia de la realidad. Por supuesto que el amigo Husserl sostenía esta posición
solamente en sus reflexiones filosóficas. En la vida cotidiana se manejaba como si la
realidad sí existiera, porque de otro modo corría el riesgo de divorciarse, en caso de
haberse casado. Cuando su esposa, después de haber espiado lo que escribía, le
hubiese preguntado "Querido, ¿existo yo?", el filósofo, cautamente, hubiese dicho que
sí, aún cuando íntimamente hubiese deseado lo contrario. Berkeley, en cambio, no
hubiera vacilado en afirmar que las personas materiales no existían (salvo que las
percibiéramos), tal vez porque, al ser obispo, no corría el riesgo del divorcio.
Las doctrinas filosóficas sobre la afirmación, la negación, la duda y la prescindencia
tienen en filosofía nombre y apellido, las que, respectivamente, son las siguientes: a)
Realismo metafísico: Postura que sostiene que las cosas existen fuera y/o
independientemente del sujeto (Ferrater Mora, 1979:2795). b) Idealismo metafísico:
doctrina que niega la existencia independiente del mundo externo, y todo lo que
consideramos 'real' está ligado o depende exclusivamente de nuestra conciencia
(Ferrater Mora, 1979:1602 y 3096). c) Escepticismo: en un sentido teórico, doctrina
para la cual no hay ningún conocimiento firme, ni puede encontrarse nunca opinión
totalmente segura (Ferrater Mora, 1979:97). El escepticismo es mas bien una opinión
sobre el conocimiento de lo real más que sobre la realidad en sí. d) Fenomenología:
Husserl entiende por 'epojé' fenomenológica la actitud según la cual nos abstenemos
de emitir cualquier juicio sobre la existencia del mundo sea afirmándolo, sea
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negándolo, o dudando de él. Implica entonces poner entre paréntesis las tres posturas
anteriores (Ferrater Mora, 1979:1149).
Más sobre el realismo y el idealismo
Inevitablemente, todo sistema filosófico debe pronunciarse sobre si es realista, si es
idealista, o si tiene alguna postura intermedia entre ambos extremos. La pregunta no
apunta a si usted tiene los pies sobre la tierra, o si sueña con ideales imposibles de
realizar. Acá estamos hablando del significado que estos términos suelen tener en
filosofía, y a eso vamos.
Cuando era chico me gustaba imaginarme a dos hombres frente a frente, y separados
por una gran pelota suspendida en el aire, donde la mitad que miraba uno estaba
pintada de negro, y la mitad que miraba el otro estaba pintada de blanco. Los
imaginaba, en fin, discutiendo interminablemente sobre el color de la pelota. Y
mientras uno sostenía que era negra y otro que era blanca, hubieron en la discusión
dos cosas me llamaron la atención:
1) A ninguno le sorprendía que la pelota estuviera suspendida mágicamente en el aire,
ni menos aún porqué la pelota estaba ahí... existiendo. De hecho, es así como
habitualmente encaramos la realidad: nos limitamos a describirla y a discutir sobre ella
y no nos asombramos del misterio de su existencia, del porqué está ahí en vez de no
estar. La pregunta acerca de porqué la realidad existe es una de las más profundas
que puede formularse el hombre, y también la más inútil de todas a los efectos de
nuestra vida cotidiana.
2) Lo segundo que me llamó la atención nos lleva a nuestro tema, y fue el hecho de
que ninguno de los interlocutores advirtió la posibilidad de que, en realidad, la pelota
podía ser mitad negra y mitad blanca.
En materia de nuestro conocimiento de lo real, podemos entonces asumir dos
posturas distintas: a) Podemos conocer la realidad tal cual es, sin distorsiones ni
influencias subjetivas (la pelota es mitad blanca y mitad negra). Tal es la postura
'realista', que podemos enunciar más técnicamente como la suposición de que el
conocimiento es una reproducción exacta, como una fotografía, de la realidad. Si en la
realidad la pelota es blanca y negra, entonces el realista tiene un conocimiento
verdadero de la realidad al afirmar que la pelota tiene ambos colores. Es el realismo
más extremo que podemos encontrar, y se suele denominar realismo ingenuo. b) No
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podemos conocer la realidad tal cual es, aún en el caso de que existiera: al conocer
estamos distorsionando lo real por nuestra perspectiva (la pelota es solamente negra,
o solamente blanca) o por expectativas subjetivas personales (un pesimista podrá ver
la pelota más negra que un optimista). En su forma extrema, esta postura 'idealista'
sostiene que el conocimiento es lisa y llanamente una invención de la realidad, de una
realidad que incluso no sabemos si existe o no. En lugar de una fiel fotografía, nos
topamos aquí con un cuadro surrealista que pretende representar una casa mediante
un extraño garabato. Los versos de Campoamor retratan literariamente este idealismo
extremo: "En este mundo traidor nada es verdad ni es mentira. Todo es según el color
del cristal con que se mira".
Por supuesto que podríamos criticar cualquiera de las dos posturas, y de hecho buena
parte de la historia de la filosofía fueron las interminables discusiones que a través de
los siglos sostuvieron realistas e idealistas. Por ejemplo, si el conocimiento es una
copia de la realidad, entonces es siempre verdadero. Y si es siempre verdadero,
¿como los realistas explican el error? (porque todos alguna vez nos hemos
equivocado en nuestras apreciaciones de la realidad). Pero también le podemos dar
con un caño a los idealistas. ¿Cómo podrían saber los idealistas que lo que ellos
conocen NO es lo real? Unicamente comparando lo no real con lo real y viendo la
diferencia, pero esto no se puede hacer porque lo real no puede conocerse tal cual es,
con lo cual no podemos saber si lo conocido es o no lo real real.
Pueden hacerse muchas otras objeciones, pero aquí nos interesa destacar que
cualquiera de nosotros, sin ser filósofo de profesión, inevitablemente adopta alguna de
estas dos posturas, e incluso a veces somos realistas y otras veces idealistas. Por
ejemplo, cuando aseguramos conocer perfectamente a una persona estamos siendo
realistas, y cuando admitimos que una misma persona es vista de diferente manera
por distintos individuos, estamos siendo idealistas.
Escuchamos el chirrido de una puerta. Juan, que es idealista, piensa que la puerta
está abriéndose (o cerrándose, según sus expectativas personales). Pedro, que es
realista, se abstiene de hacer tal suposición y va a comprobar si la puerta se abrió o se
cerró, pues ahí recién obtendrá el conocimiento perfecto de la realidad de dicho
suceso. Por último: quienes quieran seguir profundizando en estas cuestiones,
encontrarán en los textos de filosofía que las posturas aquí analizadas son el realismo
e idealismo gnoseológicos (por plantearse el problema del conocimiento de la
realidad), por oposición a otras posturas que son el realismo y el idealismo
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metafísicos, que buscan pronunciarse sobre la misma existencia de lo real, más allá
de la posibilidad de su conocimiento.
Encontrarán también que dentro de las dos primeras concepciones hay muchas
variantes (realismo ingenuo, crítico, platónico, aristotélico-tomista, etc., así como hay
un idealismo subjetivo, lógico, absoluto, trascendental, etc). Desde un punto de vista
histórico, las posturas realistas fueron abundantes desde la época de los griegos hasta
el Renacimiento (por ejemplo el realismo aristotélico-tomista), mientras que desde éste
último hasta nuestros días resultaron más frecuentes los sistemas filosóficos idealistas
(por ejemplo el idealismo kantiano).
Pablo Cazau. Licenciado en Psicología y Profesor de Enseñanza Media y
Superior en Psicología (UBA).
Buenos Aires, Mayo 1995.
Referencias bibliográficas
Ferrater Mora J (1979) Diccionario de Filosofía. Madrid: Alianza.
Atenção
Para referência bibliográficas do usuário segundo exigência da UDESC (manual
de trabalhos acadêmicos, pag. 50):
CAZAU, Pablo. Sobre la existencia de la realidad. [mensagem pessoal]. Mensagem
recebida por < [email protected] > em 22 de fev.2007.
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