Inflación y realidad - Universitat Pompeu Fabra

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Inflación y realidad
José García Montalvo
Profesor del Departamento de Economía y Empresa
Universitat Pompeu Fabra
Desde el primer momento de circulación del euro los consumidores han tenido la
sensación de que la inflación era mayor que la recogida por las estadísticas oficiales.
Entre 1994 y 2002 la inflación oficial y la inflación percibida (estimada también por
la UE a partir de encuestas a los consumidores) se movieron paralelamente. Sin
embargo, a partir de 2002 la inflación percibida saltó hacia arriba mientras la inflación
oficial continuaba disminuyendo. Con el tiempo la inflación percibida ha ido
aproximándose a la oficial. No obstante, una encuesta de la Unión Europea realizada
en noviembre de 2005 encontró que el 93% de los encuestados acusaban al euro de
ser el causante de una mayor inflación. Esta percepción era independiente del país,
edad o grupo social del encuestado. Dicha percepción está tan extendida que incluso
la Comisión Europea decidió poner en funcionamiento una estrategia de
comunicación para mejorar la credibilidad pública del índice de precios.
¿Cómo es posible que exista una diferencia tan grande y persistente entre la inflación
percibida y la oficial? Una posibilidad es que la percepción de los consumidores sea
errónea. El índice de precios es una media ponderada donde los bienes que
representan un mayor peso en la cesta de la compra pesan más. Si los bienes que
tienen una mayor ponderación han bajado de precio entonces pueden contribuir a
controlar la inflación aunque otros bienes hayan subido mucho. Por ejemplo, el gasto
en comunicaciones representa una proporción elevada del gasto total de una familia.
Es evidente que el coste de las llamadas de teléfono ha caído significativamente
mientras su peso en los gastos familiares ha aumentado. También ha caído el precio
de productos que se compran con poca frecuencia pero que tienen un precio elevado
como los electrodomésticos o los productos de electrónica. La subida de las comidas y
bebidas (cafés, menús, etc.) en restaurantes fue también real: según los datos de la UE
solo en el mes de enero de 2002 los precios de bebidas y comidas en restaurantes
aumentaron un 2,5%. Sin embargo, es posible que el consumidor perciba con más
intensidad la subida de algunos productos que compra con frecuencia (como una taza
de café), aunque representan una proporción pequeña de su presupuesto total, que la
bajada de precios de productos que compra con poca frecuencia. Si se calcularan los
pesos de los productos en la cesta de la compra en función de la frecuencia de compra
en lugar de su importancia en el presupuesto familiar la inflación sería el doble de la
calculada oficialmente. Además hay mucha gente (un 43% según una encuesta
reciente de la UE) que sigue calculando los precios en la moneda anterior a la
introducción del euro y que, por tanto, compara precios de 2001 (última referencia en
la antigua moneda) con precios de 2006, lo que produce una enorme sensación
inflacionista.
¿Es todo una percepción errónea de los consumidores? La respuesta es rotundamente
no. En los últimos seis años el precio de la vivienda ha crecido muy rápidamente. No
hay duda de que éste es uno de los bienes a los que una familia destina gran parte de
su renta. Sin embargo, el aumento del precio de la vivienda no se ve reflejado en el
índice de precios. El IPC solo incluye el aumento de los alquileres que, por cierto, no
se corresponde al contabilizado por otras fuentes. Por ejemplo, según la Cámara de la
Propiedad Urbana de Barcelona los alquileres subieron un 12,8% en el último año.
Esta cifra contrasta llamativamente con el componente de vivienda en alquiler del IPC
de Barcelona según lo calcula el INE (4,4%). ¡No solo de ilusión viven los sufridos
consumidores!
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