Honorables Jefes de Estado y de Gobierno del Grupo de Rio, en

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DISCURSO DEL EXCELENTISIMO SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPUBLICA
DOMINICANA EN LA XX CUMBRE DE JEFES DE ESTADO Y DE GOBIERNO DEL
GRUPO DE RIO
Honorables Jefes de Estado y de Gobierno del Grupo de Río:
En nombre del Gobierno y del pueblo de la República Dominicana, les doy la más cordial
bienvenida, y les agradezco sinceramente su presencia, una clara manifestación de
compromiso con el rol que está cumpliendo el Grupo de Río en nuestra región y en la
arena internacional.
Saludo con regocijo la celebración de esta XX Cumbre, un tipo de encuentro que nos
brinda la extraordinaria oportunidad de consolidar las relaciones entre nuestros pueblos,
fortalecer las acciones de cooperación y robustecer las posiciones de consenso.
Antes que nada, quiero expresar mi aspiración de que nuestras reflexiones tengan como
base la necesidad de reforzar los valores democráticos y los principios de la cooperación,
la solidaridad, la integración, el respeto a los Derechos Humanos, el desarrollo sostenible,
la paz y la seguridad.
Los invito a que, dentro de ese marco, dediquemos un momento a explorar cuantas
posibilidades se ajusten al espíritu fundacional de este Grupo para tender puentes de
diálogo y de conciliación entre dos de nuestros distinguidos miembros, ahora en conflicto:
Ecuador y Colombia.
El antecedente histórico del Grupo de Río es el Grupo de Contadora, entonces formado
por México, Colombia, Venezuela y Panamá, que medió con éxito en el Proceso de Paz de
Centroamérica. El reforzamiento de ese grupo con el apoyo de Argentina, Brasil, Perú y
Uruguay, creó una lógica solidaria que condujo a la formación de nuestro Grupo.
Las deplorables circunstancias que han conducido a la crisis y las actuales tensiones entre
Ecuador y Colombia deben comprometernos a mantenernos fieles a ese histórico legado, y
hacer que el Grupo de Río sirva frente a Ecuador y Colombia a los elevados principios que
nos obligan a hacer cuantos esfuerzos sean necesarios para mantener a nuestro
Continente como una región de paz y solidaridad.
Las preocupaciones que todos hemos tenido ante los eventos del pasado primero de
marzo deben ser transmutadas en acciones que procuren la reiteración de nuestras
obligaciones con los principios fundamentales del Derecho Internacional contenidos en las
Cartas de las Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos. Y que se
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orienten a la reducción de las tensiones, a evitar la extensión de la crisis a otras esferas y
a propiciar la búsqueda de una solución propia a este conflicto.
Debemos ser capaces de dialogar con serenidad sobre nuestros problemas. En un
momento u otro de la historia común de nuestra región, nuestras naciones han estado
juntas, han actuado de común acuerdo como aliadas y como hermanas solidarias.
Debemos encontrar, en medio del calor de la crisis, suficiente serenidad y sinceridad para
conversar sobre ella y resolverla de manera que no se quiebre nuestra unidad.
Ese debe ser el espíritu dominante en nuestras deliberaciones.
El 3 de marzo del año recién pasado, recibimos de Su Excelencia Bharrat Jagdeo,
Presidente de Guyana, la Secretaría Pro Témpore del Grupo de Río, y de inmediato
asumimos el compromiso de trabajar proactivamente en el mandato que nos
encomendaron.
Nos empeñamos en realizar todos los esfuerzos necesarios para consolidar al Grupo de Río
como un interlocutor políticamente válido frente a otros países y frente a grupos de
países.
Y lo hemos logrado.
El trabajo desarrollado en el transcurso de este año, así lo demuestra. Y a ese respecto,
me permito mencionar las reuniones sostenidas con la Unión Europea, que dejaron
bastante en claro la necesidad de que se siga reconociendo este espacio político por
separado de cualquier otro espacio regional.
Ha sido una iniciativa fructífera la creación de Grupos de Trabajo para que los
Coordinadores Nacionales cuenten con vías concretas para proponer soluciones técnicas a
los problemas de nuestros Estados en temas fundamentales y prioritarios.
Lo que hará posible contar con propuestas que nos permitan a los Jefes de Estado y de
Gobierno visualizar posibilidades políticas, y, en la medida de lo posible, articular
posiciones de consenso y fortalecer las vías para la cooperación y para el desarrollo.
Quiero destacar, también, como iniciativa valiosa, la idea de sistematizar toda la
información del Grupo, mediante la creación de la página Web y el Foro Virtual, que en el
día de hoy entregaremos a la próxima Secretaría Pro Témpore, como contribución de la
República Dominicana a los métodos de trabajo de nuestro Grupo.
No estaría completa nuestra rendición de cuentas si no hacemos constar que en las
reuniones con la Unión Europea, China, el Consejo de Cooperación del Golfo, Canadá y
Corea, que celebramos en septiembre pasado, en el marco de la 62 Asamblea General de
las Naciones Unidas, nuestra amplia representación nos sirvió para ofrecer una imagen
fuerte y consolidada.
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Fueron encuentros trascendentes, en los que compartimos opiniones y reflexiones para la
convivencia solidaria, la cooperación y la negociación sobre cuestiones relevantes para
nuestras naciones.
Como responsables de la Secretaría Pro Témpore, nos mantuvimos atentos a sus
solicitudes y a sus recomendaciones, con la preocupación particular de mantener fluidas
las vías necesarias para el contacto permanente entre los miembros de nuestro Grupo.
Para escoger los temas de trabajo de esta Cumbre -- Energía, Desastres Naturales y
Desarrollo – nos guiamos por el propósito de que respondieran a las preocupaciones del
Grupo, pues siempre asumimos como una necesidad que fueran de interés para todos.
Permítanme ahora referirme de forma específica a los temas de esta Cumbre.
En lo que respecta a la Energía, es urgente que analicemos la situación del petróleo en
todas las preocupantes vertientes que ahora la perfilan: la indetenible escalada alcista de
sus precios, los problemas que afectan su producción, la insuficiente inversión en la
construcción de refinerías y el componente financiero especulativo.
La situación es tan alarmante, que ninguno de nuestros países puede pasarla por alto.
Los aumentos del petróleo inciden perniciosamente en nuestras economías, hasta el punto
de que puede colarnos el peligroso gusano de la inflación, limitar nuestras políticas
sociales y afectar severamente nuestra competitividad.
Tomemos el ejemplo de nuestro país.
Cuando iniciamos nuestro mandato en el año 2004, la República Dominicana pagó mil 667
millones de dólares a cuenta de las importaciones de petróleo y sus derivados. Tres años
después, en el 2007, nuestra factura petrolera casi se duplicó, llegando a 3 mil 178
millones de dólares.
También deberíamos reflexionar sobre la necesidad de explorar fuentes alternas de
producción de energía, como un mecanismo para abaratar los costos y hacer una
contribución sustantiva al desarrollo sostenible.
Es necesario que incentivemos los proyectos de inversión en biocombustibles, tales como
etanol y el biodiesel, y los que tiendan a aprovechar la energía solar y la energía eólica. Y
debemos privilegiar la construcción de mini hidroeléctricas, la generación eléctrica a partir
de la biomasa y el uso del gas natural como combustible vehicular.
Debemos buscar alternativas a los combustibles fósiles, y vincular esas opciones a la
producción de energía limpia y renovable.
Tenemos el desafío de hacer frente a las necesidades de seguridad energética y al
incremento de la demanda. El Banco Mundial nos está alertando sobre esto, pero sobre
todo la realidad de nuestros pueblos nos lo ratifica cada día.
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Debemos generar las alianzas necesarias y ampliar las opciones energéticas, desarrollando
la capacidad de explotación de fuentes renovables, promoviendo el uso racional de la
energía y trabajando en la creación y consolidación de la confianza entre los países.
Poniendo los esfuerzos donde están nuestras preocupaciones, celebramos en enero la
Primera Semana Internacional de la Energía, que contó con la participación de expertos,
representantes de organismos gubernamentales e internacionales, instituciones
académicas, y organizaciones no gubernamentales de países de todos los continentes.
Uno tras otro, esos expertos y esos representantes nos dijeron que el mundo vive un
momento de particular emergencia ante la crisis energética, caracterizada por el uso
intensivo de hidrocarburos y el consecuente calentamiento global y el cambio climático.
En ese sentido, reconocieron que la tecnología moderna ofrece alternativas viables de
generación limpia, sustentadas en el uso de fuentes renovables, y significaron que la
energía nuclear continúa representando una opción factible para los países en desarrollo.
En definitiva, ratificaron que tenemos encima una situación energética complicada, que
nos obliga a buscar soluciones alternativas y a establecer cada vez más canales de
comunicación y cooperación Sur-Sur y Sur-Norte.
En el marco de ese evento, nuestro país firmó tres importantes acuerdos de Cooperación
Interinstitucional.
Uno, con la Comisión Nacional de Energía del Reino de España, para la promoción del
desarrollo energético sostenible, la eficiencia energética y energía renovable.
Otro, con el Centro Latinoamericano para la Pequeña Hidroeléctrica (CELAPEP), de la
República de Colombia, para la Promoción y el Desarrollo de la Pequeña Central
Hidroeléctrica.
Y un Acuerdo Marco de Cooperación para el Desarrollo de Aplicaciones Técnicas
Nucleares, con la Agencia de Energía Nuclear y Tecnologías de Avanzada, del Ministerio de
Ciencia y Tecnología y Medio Ambiente, de la República de Cuba.
En mi última visita al Brasil, firmamos un Convenio de Colaboración con la firma GN
Technology Group, con el fin de capacitar técnicos especializados en el uso, manejo e
instalación de equipos de gas natural en los vehículos y las industrias.
Y ya estamos en la fase de desarrollo de un proyecto para la implementación de esta
tecnología.
Quiero destacar, además, el Acuerdo de Petrocaribe, con la República Bolivariana de
Venezuela, cuyos beneficios nos han permitido en gran medida sostener el subsidio
eléctrico, que se traduce en una disminución de los apagones en nuestro país.
Con relación al tema de los Desastres de Origen Natural, quiero compartir con ustedes
algunas consideraciones fundamentales para la búsqueda de soluciones.
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Por una parte, debemos destacar la tristeza y la terrible secuela de la profundización de la
pobreza que algunos desastrosos fenómenos naturales dejan a su paso en nuestras
poblaciones.
Esas eventualidades convierten a comunidades pobres en comunidades indigentes, y
comunidades no pobres son sumidas en la pobreza, como consecuencia de la pérdida total
de sus propiedades materiales y sus fuentes productivas.
No hay ningún consuelo en saber que se ha identificado el cambio climático como el
responsable de la ocurrencia de estos fenómenos, y que, como tal, es considerado una de
las mayores amenazas mundiales a la supervivencia de los seres humanos sobre la tierra.
La gravedad de esta situación debe motivar a nuestras naciones a asumir
responsablemente el problema y llevarlas a adoptar las políticas y las acciones necesarias
para superarlo.
Es necesario que rescatemos los principios de la Declaración de Río, sobre Medio
Ambiente y Desarrollo Sostenible, y no olvidar que los seres humanos constituyen el
centro de las preocupaciones relacionadas al desarrollo, y tienen derecho a una vida
saludable y productiva en armonía con la naturaleza.
Nuestros Estados tienen el derecho soberano a aprovechar sus propios recursos, pero ese
aprovechamiento debe ser ejercido junto con la responsabilidad de velar porque las
actividades realizadas no dañen el medioambiente.
La República Dominicana hace sólo unos meses fue conmovida por dos fenómenos – las
tormentas tropicales Noel y Olga -- que nos sumieron, inesperadamente, en una situación
de desastre verdaderamente calamitosa.
Fuimos testigos del nivel de angustia, ansiedad y desconsuelo por el que atraviesa una
persona víctima de esta situación. Es desgarrador. Hay pérdidas de vidas. Hay familias a la
intemperie. Hay orfandad. Las víctimas se quedan sin ningún tipo de recurso, a merced de
la ayuda humanitaria. Y las comunidades son unidas en el dolor, el llanto y la tristeza.
Nuestras naciones tienen la obligación de hacer todo cuanto sea posible por reducir la
magnitud de esos eventos catastróficos.
Tenemos que ocuparnos de consolidar los sistemas de prevención, atención y mitigación
de desastres, articulando esfuerzos y desarrollando mecanismos de cooperación que
fortalezcan nuestras instituciones para el trabajo de prevención, y que permitan una
respuesta oportuna y solidaria.
Propongo que reafirmemos el principio de que los Estados deben cooperar con un gran
espíritu de solidaridad para la conservación, protección y restablecimiento de nuestro
medioambiente, que nos permita alcanzar un mayor desarrollo sostenible y una mayor
calidad de vida para todas las personas.
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Cuando hablamos de desarrollo, hablamos de bienestar, de la posibilidad de que cada
ciudadano y cada ciudadana puedan tener salud, educación, empleo digno y la
tranquilidad que provee un Estado que funciona.
Tenemos el compromiso de reflexionar sobre todos los temas del desarrollo en un enfoque
que nos permita considerar los asuntos relativos a la macro-economía, y, con estos,
analizar la sostenibilidad de la deuda, la financiación al desarrollo y la eficacia de la ayuda
internacional.
Trabajar para el desarrollo implica considerar la asistencia al comercio, promover la
competitividad de las empresas, el aumento de las inversiones. Pero tenemos que verlo en
una perspectiva holística, que tome en cuenta la adopción de políticas sociales para
superar la pobreza y la inequidad.
Y para lograr todo esto es necesario consolidar las instituciones, establecer sistemas
funcionales y sobre todo construir el progreso sobre la base del respeto a las libertades
individuales y el ejercicio pleno de los derechos ciudadanos.
No puedo finalizar estas palabras sin hacer mención a la Declaración de Santo Domingo,
documento que se convertirá en el referente de esta Cumbre.
Como país y como Presidente, sustentamos en toda su extensión los asuntos abordados
en esa Declaración.
Y reiteramos que debemos seguir trabajando para democratizar las relaciones
internacionales, fortalecer el multilateralismo, profundizar las reformas en el seno de las
Naciones Unidas, el combate al tráfico de drogas, el combate al terrorismo, y la
implementación de medidas que permitan que toda la población se beneficie de las
Tecnologías de la Información y la Comunicación.
Permítanme una reflexión adicional.
Presentar los problemas que aquejan a nuestros países, no puede llevarnos jamás a la
desesperanza.
Analizar y reflexionar sobre los problemas debe fortalecernos, debe colocarnos en la vía
para la búsqueda de soluciones, y debe comprometernos con el trabajo tesonero.
Un gran artista argentino hace unos años escribió una canción muy hermosa, de la que
quiero hacer mención. Dice Fito Páez: “¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a
ofrecer mi corazón… no será tan fácil… uniré las puntas en un mismo lazo… Y hablo de
países y de esperanzas. Y hablo por la vida… Y hablo de cambiar nuestra casa… ¿Quién
dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”.
Señores Jefes de Estado y de Gobierno: ofrezcamos aquí nuestros corazones, nuestra
devoción, nuestra vocación de patria, nuestro compromiso en la conducción de nuestras
naciones hacia un ambiente de paz y de seguridad.
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Les reitero la bienvenida. Y dejo formalmente abiertos los trabajos de esta XX Cumbre de
Jefes de Estado y de Gobierno.
Muchas gracias.
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