Grecia y las señales del Oráculo

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Año 37 - Edición Nº 826 - 6 de Julio de 2015
Grecia y las señales del Oráculo
Jorge Vasconcelos
[email protected]
Grecia y las señales del Oráculo 1
*Este artículo fue escrito y publicado antes de conocerse el resultado del
referendum en Grecia
Aunque el impacto de Grecia sobre los países latinoamericanos ha sido hasta el
momento muy limitado, resultan muy instructivas las señales que se están emitiendo.
Estos episodios muestran que la crisis de 2008 no terminó, que quedan secuelas
serias pero, al mismo tiempo, que tanto la Eurozona como Estados Unidos lograron en
los últimos años potenciar la fuerza de sus Bancos Centrales, instrumentos claves en
el combate a eventuales “efectos dominó”. Reflejan además que, cuando las naciones
están abrumadas por sus deudas, es relevante tanto la actitud de los acreedores
como la responsabilidad de la dirigencia política de los países endeudados. Y
expresan también que, en un mundo multipolar como el actual, los países tienen más
opciones en cuanto al modo en que habrán de insertarse en su región y en el planeta,
aunque por supuesto el resultado que obtengan en términos de crecimiento y
democracia no es independiente del camino que finalmente elijan.
Más allá del resultado del referéndum de este domingo en Grecia, que en cualquier
escenario abrirá espacio a un agitado proceso político, interesa subrayar la conexión de
estos acontecimientos con tres dimensiones igualmente relevantes para un país como
la Argentina.
La crisis de 2008 no terminó: si se toma como referencia el año previo a la caída
de Lehman, se tiene que el PIB de Estados Unidos se encuentra sólo 8 % por encima
del guarismo de 2007 y el de Alemania un 4 %, pero la Eurozona en conjunto todavía
ni siquiera ha recuperado ese nivel, con Grecia más de 20 % por debajo. La crisis que
irrumpió en 2008 fue el estallido de múltiples burbujas que habían llevado el
endeudamiento privado en los países desarrollados a parámetros insostenibles y si bien
se evitó una parálisis de la economía mundial como había sucedido en 1930, uno de
los instrumentos claves para este logro fue el traspaso al Estado de parte de esos
pasivos. El exceso de endeudamiento no ha sido todavía del todo digerido, y esto
opera como un lastre sobre la capacidad de crecer de la economía, fenómeno
agravado por el hecho que países emergentes como China y Brasil (y la Argentina, en
otra dimensión), que comenzaron a aplicar políticas fiscales muy expansivas desde
2009, ahora enfrentan las secuelas negativas.
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Nota publicada en La Voz del Interior el 5 de Julio de 2015 2
Revista Novedades Económicas – 6 de Julio de 2015
Pese a todas estas dificultades, durante la crisis se ha constado el inmenso poder de
fuego que tienen los bancos centrales de Estados Unidos y la Eurozona que, apoyados
en la credibilidad de sus monedas, tienen gran capacidad para contener daño cada
vez que los mercados entran en turbulencia. Esto también ha ayudado a que algunas
economías comiencen a recuperarse a buen paso (España, por ejemplo), por lo que la
comprensible fatiga de los ciudadanos griegos con el ajuste encuentra hoy menos eco
en la región de lo que habría ocurrido tres o cuatro años atrás.
La responsabilidad compartida de acreedores y deudores: sin duda los planes
de reestructuración de la deuda griega de años previos (el último fue en 2012) pecaron
de optimismo en cuanto a la capacidad de recuperación de su economía, y este “error”
puede ser atribuido a la urgencia por cobrar de parte de sus acreedores. A su vez, la
falta de resultados (con una elevadísima tasa de desempleo) en lugar de unir a la
dirigencia política del país posiblemente contribuyó a acentuar las discrepancias
internas, y la búsqueda de ventajas oportunistas, haciendo que el “riesgo político”
potenciara el ya de por sí muy elevado deterioro de los ratios que miden técnicamente
la capacidad de pago del Estado. En este marco, con sus idas y venidas, el actual
gobierno griego es responsable por la fuga de 47 mil millones de euros de los bancos
del país en los últimos seis meses. Para salir de estos círculos viciosos de culpas
mutuas, hace falta mucha madurez y visión de largo plazo de todas las partes
involucradas.
Un ejemplo notable de como crisis económicas similares pueden tener formas de
resolución muy distintas por la importancia del factor político surge de la comparación
de los casos de la Argentina y Uruguay en 2001/02. Ya sabemos lo que ocurrió en
nuestro país, pero quizá no recordemos bien lo que sucedió en el vecino. Pues bien, a
mediados de 2002, sucesivas quiebras bancarias llevaron al gobierno de Uruguay a
decretar un “feriado” que duró casi una semana, lo que llevó a suponer que el
siguiente paso sería la instauración de un “corralón”, dada la fresca experiencia de la
Argentina. Pero no, en medio de la incertidumbre, el secretario del Tesoro de los
Estados Unidos de entonces, John Taylor, torció el brazo del directorio del FMI, que
recomendaba el “corralito”, destrabando un crédito para Uruguay de 1.500 millones
de dólares y, simultáneamente, todos los partidos políticos uruguayos se pusieron de
acuerdo en una serie de leyes clave, que el Congreso aprobó durante un fin de
semana. Esto permitió reabrir los bancos y alejar los fantasmas de los mercados.
Estados Unidos no había tenido la misma actitud con la Argentina algunos meses atrás,
pero tampoco la dirigencia política local había actuado unida: ¿cuál fue la causa, cuál la
consecuencia?
Poco tiempo después, Uruguay también reestructuró su deuda pública pero, a
diferencia de la Argentina, hoy no tiene que penar ante los tribunales norteamericanos
por el reclamo de algún “fondo buitre”. Nuevamente, esa renegociación con los
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acreedores se hizo con visión de largo plazo, sin buscar réditos políticos inmediatos
que después se pagan muy caro.
Las opciones que ofrece el mundo multipolar: Grecia no está suficientemente
integrada a las cadenas de valor que operan en la Unión Europea, a diferencia de otras
naciones que son la parte sumergida del “iceberg” de competitividad de países como
Alemania. Así, las exportaciones de manufacturas industriales del país heleno alcanzan
a sólo 737 dólares/año, comparado con 4.094 dólares de República Checa o 3.181
dólares de Hungría.
La escasa integración productiva de Grecia a la región, junto con el desgaste en la
relación con los acreedores (instituciones europeas y el FMI) hace que se especule,
desde hace un tiempo, sobre la posible preferencia del gobierno griego por cambiar el
esquema de alianzas del país, para pasarse al área de influencia de Rusia. En realidad,
esto dificultaría la creación de empleos de calidad en Grecia, al alejar al país de las
cadenas de valor industriales de la Unión Europea y es incierto cuanta ayuda financiera
realmente lograría del eventual nuevo aliado. Quizá sería más inteligente aprovechar
esas fisuras en beneficio propio, pero conservando la base de estabilidad que le
permite la Eurozona.
El mundo de hoy es multipolar, no existe la hegemonía de una potencia, como era el
caso a principios de los 90, tras el derrumbe de la Unión Soviética, cuando la Eurozona
era sólo un proyecto y China ponderaba poco más de lo que actualmente pesa Brasil.
Ahora se abren muchas opciones de alianza para los países de la periferia pero,
justamente por eso, la dirigencia política de esas naciones tiene mucho mayor
responsabilidad, en cuanto a no cometer errores que después resultan muy difíciles de
corregir.
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