La economía ya no espera a la política

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Año 37 - Edición Nº 831 - 18 de Agosto de 2015
La economía ya no espera a la política
Jorge Vasconcelos
[email protected]
La economía ya no espera a la política1
Las elecciones primarias (PASO) del fin de semana pasado despejaron algunas
incógnitas pero aportaron, al mismo tiempo, nuevos interrogantes. Si bien este
resultado ha sido más bien neutro para las expectativas, los problemas de la economía
tienen vida propia, por lo que será creciente el interés por el diagnóstico y la receta de
cada uno de los candidatos que quedan en carrera. La recurrente pérdida de reservas
por parte del Banco Central, junto con el atropellado incursionar del Tesoro en el
mercado de capitales, buscando colocar cada vez más deuda pública, advierten sobre
lo lejos que está todavía el 10 de diciembre. Al mismo tiempo, las inundaciones en el
corazón de la pampa húmeda subrayan el déficit de infraestructura que forma parte de
la herencia y las turbulencias externas desatadas por la devaluación de yuan chino nos
recuerdan lo precario del tinglado en el que podríamos guarecernos.
El ascendente déficit fiscal, que este año apunta a superar los 6 puntos del PIB, tendría
un consuelo si, por lo menos, la infraestructura del país hubiera dado un salto de
calidad. Pero, lamentablemente, no es ese el escenario y las lluvias de los últimos días
se han ocupado de ponerlo de relieve. En una década, el gasto público consolidado
(nación más provincias) se ha incrementado en nada menos que 15 puntos del PIB,
pero este movimiento fue dominado por las erogaciones corrientes. Cada 10 puntos del
PIB que aumentó el gasto público, sólo 1,5 puntos correspondieron a inversión.
Así, cuanto se mide el peso del estado en la economía, nuestro país trepó al podio,
pero quedó junto con el pelotón cuando se focaliza en inversión en infraestructura:
ésta es del orden de 3,2 puntos del PIB en la Argentina y de 3,3 del PIB en América
latina, según un trabajo de la Cepal. Una de las razones es que, dentro de ese total,
nuestro país computa un aporte de 0,6 % del PIB del sector privado, cuando éste es
de 1,2 % del PIB en el resto de la región.
De acuerdo a la experiencia de otros países y lo que surge de distintos trabajos
académicos, la Argentina debería aspirar a una inversión en infraestructura (pública
más privada) cercana a los 6 puntos del PIB, en un esfuerzo sostenido, para tener una
plataforma adecuada a una economía creciendo a un ritmo de 5 anual. Estamos muy
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Nota publicada en La Voz del Interior el 16 de Agosto de 2015 2
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lejos de eso, tanto porque sin reglas de juego el sector privado seguirá alejado de esta
esfera, como por el hecho que el Estado no aprovechó el boom de las commodities, se
gastó en subsidios todo lo que recaudó por retenciones y ahora ostenta un muy
elevado riesgo país que le impide endeudarse. Más allá de la dimensión financiera, la
forma en que se asignan prioridades para la obra pública está en debate, así como la
eficacia con la que los proyectos se llevan adelante. Según el ranking de
competitividad del World Economic Forum,
en Infraestructura actualmente la
Argentina ocupa el puesto 89 y Chile el 49 entre 144 países. Peor aún, en “Eficiencia
del Gobierno” la Argentina está 142 y Chile 21.
Con el tremendo costo de vidas humanas y la desolación de decenas de miles de
familias y productores, las inundaciones de Buenos Aires y Santa Fe de estos días
agigantan los desafíos a los que se habrá de enfrentar la administración que asuma el
10 de diciembre.
La infraestructura se impone como prioridad, pero ¿podrá serlo?. Para que esto ocurra
es necesario que la próxima gestión pueda dominar las urgencias con una buena
política macroeconómica, y que los principales partidos políticos logren acordar
políticas de estado.
A propósito de las urgencias, hay que consignar que se está tejiendo una fenomenal
paradoja: la gestión saliente, que ha hecho centro en su discurso de la pulseada con
los llamados “fondos buitre”, en realidad está agigantando día a día el poder
negociador de estos acreedores, por la fragilidad financiera con la que habrá de
entregar el Banco Central y el Tesoro a la próxima administración.
Durante las últimas dos semanas, el Banco Central ha tenido que resignar divisas día a
día, porque las compras de dólar oficial por parte del sector privado exceden lo que es
vendido a la autoridad monetaria. Las Reservas brutas, que son las que se informan,
permanecen relativamente estables en torno a los 33,8 mil millones de dólares, pero lo
que varía es la composición interna ya que se está computando como activo un
préstamo que debe ser devuelto en plazos relativamente cortos, el “swap” acordado
con el Banco Central de China. Pues bien, es posible estimar que el uso de ese crédito
se ha ampliado en unos 4,5 mil millones de dólares desde principios de año, por lo
que, sin ese recurso, las Reservas brutas ya habrían perforado el piso de los 30 mil
millones de dólares. Hay, además, unos 13,5 mil millones de dólares que no tienen
“libre disponibilidad” por parte del Central (encajes y demás) y de aquí a octubre hay
vencimientos de deuda pública (Boden) por unos 6,5 mil millones de dólares.
Es por esta razón que el próximo gobierno deberá buscar rápidamente un acuerdo con
el auspicio de Griesa, cancelando la deuda con los holdouts con la emisión de bonos a
largo plazo (como se hizo con YPF) y apostando a que la normalización financiera
permita obtener fondos frescos en el mercado a una tasa de interés razonable.
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En el frente fiscal, por su parte, es posible que no sólo no queden reservas, sino
muchas cuentas a pagar después del 10 diciembre. Con un gasto público que sólo
respeta objetivos políticos, este año el desequilibrio del estado nacional habrá de
superar largamente los 300 mil millones de pesos. Pero sucede que legalmente el
Banco Central podrá cubrir, con emisión monetaria, menos de la mitad de ese rojo. Es
por eso que desde marzo comenzaron a colocarse en el mercado los BONAC, que son
títulos que pagan tasa de interés en pesos, y más recientemente se anunció el
lanzamiento del Bonad 17, ajustable por tipo de cambio oficial. A esto hay que agregar
el aumento del stock de Lebacs, títulos emitidos por el Banco Central. Considerando
todas estas vertientes, no habría que extrañarse que la deuda de corto plazo en pesos
del BCRA y del Tesoro (incluyendo cuentas a pagar) esté aumentando este año más
de 150 mil millones de pesos, con vencimiento concentrado en 2016.
Bajo estas condiciones internas, las turbulencias externas se potencian cuando se trata
de imaginar su impacto sobre la próxima gestión presidencial. La devaluación del yuan
chino, inicialmente de 3,2 %, dificilmente sea la última, pese a los tranquilizadores
mensajes de las autoridades del gigante asiático. Ocurre que China sufre presiones
deflacionarias que, en caso que se impusieran, harían impagable una fracción
significativa del endeudamiento de compañías y familias. Por ende, cualquiera de los
escenarios conlleva riesgos para los países exportadores de materias primas, como es
el caso de la Argentina. El tipo de cambio local, a 9,25 pesos por dólar en el mercado
oficial, luce cada vez más desfasado con la evolución de monedas como el peso chileno
y el real brasileño.
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