unidades 6-8

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UNIDAD DIDÁCTICA 6: EL ARTE ROMANO
Aunque los orígenes míticos de la ciudad se sitúen en el año 753 a.C., el arte de Roma se desarrolló a partir del siglo
III a.C. Desde entonces, y hasta la caída del Imperio de Occidente, en el siglo y d.C., las formas artísticas romanas se
impusieron en su ámbito de conquista y dominio. De esta manera, la Antigüedad tardía prolongó los logros de la
cultura y el arte romanos durante muchos siglos más, bajo la supervisión de la Iglesia.
Abordamos en esta unidad el estudio de los logros artísticos de este largo periodo. Partiendo de la influencia griega,
fueron los etruscos los que comenzaron la historia del arte romano, llegándose a confundir en ocasiones la autoría
de las obras de ambas culturas. A partir de la derrota cartaginesa en las guerras púnicas y de los comienzos de la
expansión de la República (siglos III-lI a.C.) las legiones romanas ampliaron el ámbito de influencia y de poder, fuera
de Italia. Después de la conquista, la romanización extendió las características uniformes de un arte oficial, que se
adaptaba a las peculiaridades culturales de las regiones conquistadas, enriqueciéndolo. Tal fue el caso, en su
ejemplo más significativo, de la Hispania romana.
Transcurrido el periodo de máximo esplendor, en época alto imperial, las crisis sucesivas de los siglos III al IV
determinaron el lento declive de la civilización de Roma, coincidiendo en el tiempo con el arte paleocristiano. Tras la
caída del Imperio de Occidente, fueron Bizancio y la Iglesia católica las encargadas de preservar su legado.
Podemos afirmar que el arte romano es un arte sincrético, inspirado en:
• Arte griego, sobre todo del periodo helenístico (convivencia)
• Arte etrusco, población más avanzada culturalmente de la Península Itálica
Originalidad del arte romano: readaptar y fundir estas influencias con elementos propios dando lugar a un arte
eminentemente práctico que expresa el poder de Roma
Cronología
Arte y cultura
753
a.C.
S. VI
Sepulcro de los esposos. Cerveteri. (Arte etrusco)
a.C.
509
aC
S. V
Loba Capitolina. Hermes de Vulca. (Arte etrusco)
a.C.
Quimera deArezzo. (Arte etrusco)
S IVa
Vía Appia y acueducto de la Vía Appia en Roma.
S III a
Supuesto retrato de Lucio Junio Bruto. Fundación
c
de Tarraco por los romanos.
S. II
1 estilo pictórico pompeyano.
a.C.
5. 1
Entre 13 a.C. y9 a.C. construccion del Ara Pacis.
a.C.
Mausoleo deAugusto (14 d.C.)
Incendio de Roma y construcción de la Domus
S. 1
Aurea
(64-68)
d.C.
Destrucción de Pompeya y Herculano (79 d.C.)
Inauguración del Anfiteatro Flavio (80_d.C.)
Foro Trajano (107-112)
Columna Trajana (114)
II d c
Reconstrucción del Panteón de Agripa (118-128)
Villa Adriana, en Tívoli (118-1 35)
Tetinas de Caracalla, en Roma. Termas de
III d
Diocleciano, en Roma.
Acontecimientos
Fundación de Roma/Rómulo y Remo.
Fin de la monarquía etrusca ¡ Comienzo de la
República romana
Influencia cultural etrusca y helenistica.
(218 a.C.) Comienzo de la conquista romana de
Hispania.
Fin de las guerras púnicas (146 a.C.)
Asesinato de Julio César (44 a.C.)
Octavio Augusto emperador (14 d.C.)
Alto Imperio (14-234 d.C.) Máxima expansión
territorial con Trajano (98-117)
Campañas germánicas del emperador Marco
Aurelio
(165-189)
Crisis del siglo III (234-285) Bajo Imperio (285-476)
S. IV
d.C.
Basílica de Majencio, en Roma.
Basílica de Santa María la Mayor, Roma.
Basílica de San Juan de Letrán, Roma.
S. V
d.C.
Constantino y Majencio emperadores (307)
Edictos de Tolerancia de Nicomedia y Milán (311313)
Separación de Occidente y Oriente (395)
Rávena capital de Occidente (402)
Saqueos de Roma (410 y 455)
Caída del Imperio romano de Occidente (476)
1. EL ARTE ETRUSCO
Los orígenes del pueblo etrusco son inciertos, aunque parecen estar relacionados con Asia Menor. Instalados en el
valle del río Po, fueron rechazados hacia el Sur, asentándose entonces en la región de la Toscana y Umbría, en una
zona conocida como Etruria. En ella se desarrollaron ciudades como Tarquinia, Arezzo y Volterra, extendiendo su
influencia hasta el Latium o Lazio, donde se encontraban pueblos como los latinos y los sabinos. De esta manera, la
influencia etrusca sobre los inicios del arte y de la cultura de Roma va a ser importante.
Así, en arquitectura, los etruscos transmitieron la utilización del arco y la bóveda, normalmente aplicados a la
construcción de obras públicas, como la Cloaca Máxima de Roma o la Puerta del Arco, en la ciudad de Volterra. En
este sentido resulta significativa la aplicación del concepto de ciudad amurallada, con calles cortadas
perpendicularmente y dispuestas en cuadrícula. También aportaron un modelo constructivo de templo, más
cuadrado que rectangular, edificado sobre un pódium, precedido por un pórtico muy profundo, se componía de
columnas y con una triple cella en el interior. El estilo utilizado, según el arquitecto Vitruvio (siglo I a.C.), era el
toscano, que adaptaba el modelo dórico, de la arquitectura griega, pero con fuste liso y
base. Estos templos se construían generalmente en las afueras de las ciudades y aunque no se conservan más que
restos arqueológicos, podemos citar el dedicado a Júpiter, en la colina capitolina, con triple cella.
Otro tipo de arquitectura, ampliamente desarrollada, fue la funeraria. Así, más allá de túmulos y tumbas labradas en
piedra, podemos encontrar auténticos hipogeos, como los de Cerveteri o Tarquinia -en Lacio- diseñados con el
mismo patrón urbanístico de la ciudad, para albergar miles de tumbas.
El tema más abundante de la escultura etrusca, caracterizada esencialmente por su realismo, es el que se representa
en los sarcófagos. En ellos se dispone la figura del difunto reclinado en actitud de reposo, frecuentemente
acompañado de su esposa. En la mano llevan un rollo y un huevo o una moneda. La ejecución de estas obras,
generalmente realizadas en terracota, refleja la influencia del arte griego en su fase arcaica. El ejemplo más
significativo es el Sarcófago de los esposos de Caere (hoy Cerveteri), que se encuentra en el museo del Louvre.
También son frecuentes las estatuas exentas de dioses con que se decoraban las fachadas de los templos. Así, el
llamado Hermes de Veyes realizado por Vulca, nombre del único escultor conocido de este período.
Aparte de la terracota y de los temas funerarios, los escultores etruscos abordaron también la realización de temas
que representaban animales fantásticos, como los caballos alados de Tarquinia, que formaban parte del templo del
Ara de la Reina.
Ya en bronce, y en esa misma tendencia, destacamos la Loba Capitolina, recientemente datada en la Edad Media,
aunque reproduce un original etrusco. Los niños Rómulo y Remo fueron añadidos en época posterior (en el
Renacimiento). O la Quimera de Arezzo, fundida hacia el siglo IV a.C., sobre la que se discute una posible procedencia
griega de la Magna Grecia, al sur de Italia. Este ser fantástico tiene cuerpo y cabeza de león, con una cabra en la
espina dorsal y una cola de serpiente. En ella se resume la maestría en la técnica de la fundición y en la capacidad de
representar anatomía y movimiento.
Los bronces del periodo final del arte etrusco son más difíciles de atribuir, puesto que en ellos se hace evidente la
influencia helenística y pueden encuadrarse también en los orígenes del arte romano del periodo de la República. En
este caso encontramos el busto de Lucio Junio Bruto o la estatua del Orador.
La pintura se limita a la decoración de los muros de los sepulcros y recoge una primera influencia de los vasos
griegos. Los colores son planos y vivos y el fondo neutro, los personajes se representan en dos dimensiones; las
figuras aparecen perfiladas en negro y con un cierto alargamiento de manos y pies para dar sensación de
movimiento.
Los ejemplos conservados pertenecen a las principales necrópolis. Son representaciones murales realizadas con una
técnica similar al fresco, relacionadas con el mundo funerario. No obstante, la temática refleja aspectos cotidianos y
alegres. Así, en la Tumba de los leones hay danzarinas y banquetes. En otras se representan animales y vegetales,
escenas de pesca, danzas e interpretaciones musicales. Destacables también son las pinturas de la llamada Tumba
François, de Vulci (al norte de Roma), que muestra combates entre romanos y etruscos. Datadas en el siglo IV a.C.,
corresponden a una tumba mandada construir por un patricio romano, Vel Satis, cuyo retrato realista se conserva en
una de sus paredes.
2. EL ARTE ROMANO
Temporalización:
753-510 a. C. Monarquía. Asimilación de las influencias etruscas
510-30 a. C. República. Concreción de las primeras formas arquitectónicas y del retrato, que pronto se entrelazan
con la influencia helenística
30 a.C.-235 d. C. Alto Imperio. Arte como representación del régimen. Conjugación clasicista con un barroquismo
que tiende al refinamiento y la emotividad
235-476 d. C. Bajo Imperio. La emoción deja paso a la formalización. Tras Constantino se produce una cristianización
de las formas tradicionales del clasicismo.
2. Arquitectura romana
A partir del siglo II a.C., las conquistas romanas sobre el mundo griego hicieron posible la asimilación del
conocimiento de la arquitectura helenística, especialmente en lo que se refiere a tipos de edificios, materiales y
técnicas de construcción. Con el tiempo los ingenieros romanos enriquecerían esas aportaciones dando respuesta a
los problemas surgidos en una sociedad eminentemente urbana, con mayores necesidades de infraestructuras de
comunicación, abastecimiento y vida en las ciudades.
2.1. Características generales
Herederos de la tradición arquitectónica del mundo griego, la utilización de nuevos materiales y técnicas de
construcción romanos supieron unir funcionalidad y belleza así como solidez y duración. Además de su utilización
práctica, los edificios cumplían también una función propagandística, poniendo de manifiesto la eficiencia y poder
del Estado romano. La conservación de los tratados del arquitecto, escritor e ingeniero Vitruvio (Marco Vitruvio
Polión, autor del tratado De Architectura, el más antiguo sobre arquitectura que se conserva y único de la
Antigüedad clásica) hizo posible que esa teoría arquitectónica se transmitiera a la posteridad y pudiera ser
recuperada a partir del Renacimiento.
• Materiales
A lo largo de la historia de Roma se utilizaron diversos tipos de materiales. La madera solía usarse en los primeros
procesos de la construcción, tales como armazones, cimentación de puentes y muros o cubiertas adinteladas.
También se utilizaba la arcilla en ladrillos cocidos de diferentes dimensiones, así como la piedra, entre la que
abundaba el travertino, caliza y porosa. El uso del mármol no comenzó a generalizarse hasta la época imperial, dado
el coste de su extracción y transporte, quedando reservado para los edificios más importantes. Pero la principal
aportación romana fue el hormigón (opus coementitium), que hizo posible la construcción de estructuras más
resistentes y duraderas. El hormigón romano se componía de cal, arena, piedra, agua y puzolana, o polvo volcánico
del Vesubio, que actuaba como aglutinante y daba como resultado un producto más duradero y flexible.
• Elementos arquitectónicos
De sus antecesores etruscos los romanos conocían el arco y la bóveda, aunque la utilización de los mismos, para
grandes edificios, no se producirla hasta la época imperial. Así, gracias a los nuevos materiales y técnicas de
construcción, se pudieron utilizar cubiertas más amplias y conseguir más altura. Ello se logró, entre otras cosas,
gracias a la utilización de bóvedas de diferentes tipos, entre las que destacaban la de cañón, resultado de la
prolongación longitudinal de un arco de medio punto, y la de arista, en la que se cruzaban dos bóvedas de cañón, así
como el empleo de la cúpula, que se conseguía cuando el arco de medio punto giraba sobre la clave. Estos
elementos se utilizarían con profusión, en edificios destinados a usos públicos, como termas o basílicas. En el caso de
la cúpula el logro técnico-estético más importante fue el Panteón de Agripa (Roma).
El arco utilizado era el de medio punto o semicircular. Montado a partir de un armazón de madera, sobre el que se
iban disponiendo las piezas o dovelas, no cumplía una función estética, sino constructiva. Así, se podían ampliar
vanos, cubrir espacios o conseguir mayor altura. En este caso se recurría a la superposición de arco y dintel, que
consistía en encajar, entre dos columnas, y bajo un dintel, un arco. Es el sistema que encontramos, por ejemplo, en
el Teatro Marcelo, el Acueducto de Segovia o el Coliseo, en el que se consiguen superar los cincuenta metros de
altura.
Los órdenes siguieron siendo los griegos, aunque con la introducción del orden toscano. La principal aportación fue
el llamado orden compuesto, consistente en mezclar elementos de los estilos jónico y corintio, consiguiendo un
capitel mucho más decorado y una base más rica en molduras.
2.2. El urbanismo
La ciudad fue una pieza clave en la construcción del tejido social y político de la civilización romana. El modelo más
antiguo, que ya había sido utilizado en época etrusca, se basaba en los castra o campamentos militares, con forma
rectangular y rodeados de una muralla. Sin embargo, a partir de la época republicana se impuso el
plano hipodámico, heredado del helenismo. Siguiendo la idea de Hipodamo de Mileto — mencionado en la unidad
anterior, que lo aplicó a su propia ciudad, o a lugares como Pérgamo o Alejandría, la urbe se estructuraba en tomo a
dos vías principales: el cardo, que discurría de norte a sur, y el decumano, que lo hacía de este a oeste. Al final de
cada una de ellas, se abría una puerta principal.
Esta nueva planificación, con sus calles rectilíneas y sus manzanas cuadradas, hizo posible la ubicación de los
principales edificios de una forma más racional. Así, en la confluencia del cardo y del decumano se habilitó un
espacio para el foro. Heredero del ágora griega, se diseñó como un espacio rectangular porticado donde se
concentraban los principales edificios de gobierno, de culto, económicos y judiciales.
En otras vías secundarias se construyeron edificios dedicados a viviendas, ocio y actividades comerciales. Tampoco
se descuidaron las infraestructuras, como la red de agua, mediante acueductos, o la de alcantarillado, con sus
cloacas. Fuera ya del recinto principal, de una forma más desordenada, se levantaron barrios de viviendas, villas
residenciales, columbarios y, posteriormente, cementerios. Este modelo teórico del plano hipodámico no siempre se
desarrollaba satisfactoriamente, como ocurrió en el caso de Roma. Conocida como la urbs, la ciudad proyectaba
todo lo contrario de lo que debía haber sido: aglomeraciones de población, falta de higiene, insegundad y toda
suerte de incomodidades. De hecho no contó nunca con grandes avenidas rectilíneas y en época republicana el
trazado era irregular, con edificios dispares en forma y tamaño, con desniveles en su edificación. Los edificios
públicos monumentales construidos desde entonces mejoraron su aspecto exterior en determinadas zonas, pero no
solucionaron los problemas básicos. El incendio del año 64 d.C., en época del emperador Nerón dio paso a una nueva
planificación urbanística y al desarrollo de edificios posteriores que proyectaron la imagen de una nueva Roma.
En este sentido resultan especialmente representativos los llamados foros imperiales de la ciudad de Roma, que
fueron construidos entre la colina del Capitolio y del Quirinal, y que servían de reconocimiento y propaganda para
los emperadores que los erigían. El primero de ellos fue mandado construir por Julio César, y los siguientes por
Augusto, Vespasiano, Nerva o Trajano. La intención era convertirlos en un espacio de glorificación imperial, y por ello
no se reparaban gastos al situar en él templos, columnas conmemorativas, arcos de triunfo y mercados.
En lo que se refiere a la vivienda, las casas más lujosas eran conocidas como domus. Pertenecían a una sola familia y
tenían una sola planta, ordenada en tomo a un patio central llamado atrio. En él había un estanque o impluvium, que
recogía el agua de lluvia. Alrededor de él se disponían las diferentes estancias, tales como dormitorios o cubicula,
comedor o triclinium, despacho o tablinum, etc., y en la parte posterior se ubicaba un jardín o peristilo, y un huerto.
Cuando la domus se encontraba fuera de la ciudad se denominaba villa, más adaptada a los usos agrícolas y
ganaderos.
2.3. Tipologías de edificios
Las construcciones romanas debían atender a multitud de funciones y necesidades, ya fuera en el ámbito urbano o
en el de las infraestructuras de su abastecimiento, Igualmente, los arquitectos e ingenieros construyeron diversos
tipos de edificios destinados, en el ámbito público, al funcionamiento administrativo y comercial, al ocio y
espectáculos o al culto a los dioses. Con mínimas diferencias locales el mismo modelo constructivo se aplicó a todos
los lugares del Imperio.
• Edificios administrativos y comerciales
Las basílicas eran edificios destinados a la administración de la justicia o a la realización de negocios; de planta
rectangular y rematadas en ábside, sirvieron de inspiración a los primeros cristianos, que las utilizaron como modelo
de iglesia. El ejemplo más importante es la basílica de Majencio del siglo IV d.C., en los foros imperiales romanos.
Tenía la nave central más ancha y alta, con bóveda de aristas, y las laterales con bóvedas de cañón.
La curia era un recinto donde se reunía el Senado, en Roma, o el consejo de los decuriones en las provincias.
Generalmente era de planta alargada con bancos a los lados.
Los mercados se hallaban en el foro. Los edificios se dividían en locales o tabernae, donde se vendía todo tipo de
mercancías. El mercado de Trajano, en Roma, llegó a contar con más de ciento cincuenta tiendas, dispuestas en
diferentes niveles.
• Edificios destinados al ocio
El ocio era muy importante para los romanos. Después del mediodía comenzaba el tiempo de ocio, que era
aprovechado para disfrutar, entre otras posibilidades, de las termas o de los juegos. Generalmente estas actividades
eran costeadas por los magistrados con ocasión de festividades religiosas o de algún acontecimiento militar o civil.
El teatro era heredero de la tradición griega. Sin embargo, respecto a sus modelos, son apreciables algunas
diferencias. En primer lugar, eran edificios exentos y en ellos se desarrolla mucho más la scena o escenario, que se
decora con gran profusión de arcos y estatuas. Además, el coro circular desaparece, dando lugar a un espacio
semicircular, y las gradas o cávea, ampliado y dispuesto en semicírculo, se dividía en prima, media y summa, según la
cercanía a la representación. De esta forma se aumenta el aforo, llegándose así a los veinte mil espectadores que
podía acoger el Teatro Marcelo, en Roma, o los cinco mil del teatro de Mérida. Por último, el acceso a estas gradas
se hacía desde el exterior, por un sistema de vomitorios o pasillos que permitía llegar directamente a la localidad y
desalojar el recinto rápidamente.
El anfiteatro es un edificio destinado a las luchas de fieras y de gladiadores. De planta ovalada y con mayor aforo que
un teatro, tenía su mismo sistema de acceso y salida, que era el de los vomitorios. También alcanzaba mayor altura,
gracias al sistema de superposición de arco y dintel. La zona central o arena solía tener unas estancias subterráneas
recubiertas por un entarimado, las llamadas carceres, donde se custodiaban los gladiadores y las fieras que luego
accedían ante los espectadores por medio de diferentes trucos escénicos. Su exterior se compartimentaba en pisos
con arcadas.
El ejemplo más conocido de este modelo es el Coliseo, también denominado en su origen Anfiteatro Flavio -en honor
de la dinastía Flavia de los emperadores que lo erigieron-, construido en Roma por los emperadores Tito y
Domiciano, siglo I d.C. Levantado sobre unos cimientos de hormigón y ladrillo, estaba revestido de travertino (piedra
ornamental de origen calizo), reservándose el mármol para las zonas nobles. Podía albergar a unos sesenta mil
espectadores, que aliviaban su sed gracias a un sistema de conducción de agua corriente, y podían protegerse del sol
gracias a un toldo de seda. Su exterior se encuentra dividido en cuatro pisos con arcadas y superposición de órdenes.
Otros ejemplos importantes de anfiteatros son los de Pompeya, Verona o Nimes.
El circo era el edificio destinado a las carreras de carros. De forma alargada, tenía un cuerpo central llamado espina
(spina), alrededor del cual había que completar una serie de vueltas. Eran los recintos con mayor aforo, aunque los
materiales utilizados no eran de gran calidad, generalmente ladrillo y hormigón, por lo que, en la mayoría de los
casos, tan solo se ha conservado la planta. Así ocurre con el Circo Máximo, en Roma, o el de Domiciano, espacio
ocupado en la actualidad por la Piazza Navona, en la misma ciudad.
Las termas eran los lugares de ocio más frecuentados por los romanos, porque en todas
las ciudades existían baños públicos. Su mantenimiento era sufragado por el emperador o por los magistrados de la
ciudad y hasta los ciudadanos más humildes podían acceder a ellos. Las termas se calentaban mediante un sistema
llamado hipocausto, que permitía que el vapor de agua pudiera circular por debajo del suelo. Y aunque las termas
más importantes contaban con biblioteca, palestra y natatio o piscina al aire libre, todas las demás contaban, al
menos, con las siguientes estancias: un apodyterium o vestuario, con huecos para dejar la ropa; el caldarium o
sauna, donde había baños de agua caliente; el tepidarium o habitación de temperatura intermedia y el frigidarium o
baños de agua fría. En Roma se encontraban las termas más imponentes, como las de Caracalla y Diocleciano, del
siglo III d.C.
• Edificios religiosos
Aunque el templo romano suele seguir el ejemplo griego, la principal diferencia está en que, por influencia etrusca,
se levanta sobre un podio y solo puede accederse a él mediante una escalera principal en su parte anterior. Rodeado
por cometo de columnas, se puede concluir que responde al modelo próstilo y pseudoperíptero. Los ejemplos mejor
conservados son los de la Fortuna Viril, en Roma, o el de la Maison Carrée, o casa cuadrada, que se encuentra en
Nimes (Francia).
Excepciones a esta norma son los templos circulares, siguiendo el modelo de los tholos griegos, destinados a Vesta,
en los que se custodiaba el fuego sagrado de la ciudad. Igualmente podemos destacar el Ara Pacis. Este edificio fue
mandado construir por el emperador Augusto, a finales del siglo I a.C., para conmemorar la paz en el Imperio.
Pero el edificio religioso más importante, y el mejor conservado de toda la herencia romana, es el llamado Panteón
deAgripa, del siglo II d.C. Su nombre (del griego panteiom, “todos los dioses’) alude a que en su interior se daba culto
a todos los dioses. Se trata de un templo que une la tradición griega con los avances técnicos de los constructores
romanos. En la entrada un pórtico con columnas y tímpano clásico precede a un interior completamente abovedado
con una gran cúpula. Esta nos muestra un espacio totalmente diáfano, gracias a unos gruesos muros de contención
que soportan una bóveda de media naranja de más de cuarenta metros de diámetro, con un óculo o abertura en la
parte superior. Lo mandó construir Agripa (general y yerno de Augusto), consagrado en 27 a. C. a todos los dioses.
Destruido por importantes incendios y reconstruido de forma completamente nueva en época del emperador
Adriano entre 118-125 d. C). Quizás diseñada por Apolodoro de Damasco, por su originalidad
•
Edificios conmemorativos
Los principales edificios conmemorativos eran los arcos de triunfo y las columnas. Los primeros resultan de la unión
de arco y dintel. Con uno o tres vanos y una parte superior o ático, recoge por medio de la epigrafía y de la escultura
el recuerdo de gestas militares. Tal es el caso de los principales ejemplos conservados: los de Tito, Septimio Severo y
Constantino, todos ellos en Roma. En otras ocasiones, simplemente, servían para marcar límites administrativos,
como en el caso del arco de Medinaceli, en Soria.
Las columnas conmemorativas desplegaban una cinta helicoidal que narraba, a modo de banda, en relieve, el
desarrollo de una campaña militar; en la parte superior se situaba una estatua del emperador. Las mejor
conservadas, en la actualidad, son las de Trajano, del siglo I d.C., y Marco Aurelio, del siglo II d.C.
Completar esto con la información del power point.
•
Edificios funerarios
Las tumbas podían seguir el modelo de torre redonda, de mayor altura que los túmulos etruscos, o templo funerario.
Algunos emperadores se hicieron construir grandes mausoleos, de planta circular y enormes dimensiones, como la
Mole Adriana, hoy castillo de Sant’Angelo.
• Obras públicas
Para el abastecimiento de agua a las ciudades, los ingenieros romanos construyeron unos canales de piedra
excavados o acueductos. A veces, para salvar un desnivel del terreno levantaban un puente, en el que superponían
dos o más arquerías. En la parte superior continuaba el transporte del agua. Aunque en Roma existían cinco
acueductos, los restos mejor conservados son los de Pont du Gard, en Francia, y el de Segovia, en España.
Para comunicar las ciudades se diseñó una amplia red de calzadas que permitía el traslado de personas y mercancías.
Trazadas por ingenieros militares, el punto cero se encontraba en Roma y su red llegó a contar con casi 80 000 kms.
En todas ellas se medían las distancias por millas (millia passum, de 1472 metros) y se colocaban indicadores o
miliarios. Para su construcción se utilizaban cuatro tipos de materiales diferentes, según niveles que iban desde la
cimentación hasta el enlosado. Este último se conoce con el nombre de pavimentum.
Para la construcción de puentes se utilizaba un complejo sistema de cimentación llamado ataguía. A partir de él se
levantaban los pilares y los arcos siguiendo el mismo sistema de cerchas y andamios que en los grandes edificios. El
ejemplo mejor conservado de puente romano en todo el Imperio es el de Alcántara, Cáceres.
•
Las residencias imperiales
Surgen tras la consolidación del Imperio. Complejidad de funciones: residencia, recreo, representativa, religiosa, etc.
Son importantes la Domus Aurea de Nerón, construida tras el incendio de 64 d. C. Palacio de Adriano en Tívoli,
construido entre 120-138 d. C., contaba con un gran número de dependencias además de jardines y estanques.
LA ESCULTURA ROMANA
La escultura romana se apoyó en ejemplos griegos y helenísticos, ya fuera por la obra de artistas formados en Grecia
o por la copia e importación de diferentes modelos. La imitación de estas obras de arte griegas estaba destinada a
satisfacer las peticiones de los grupos sociales más poderosos. Con el tiempo, también se desarrolló otra corriente
escultórica, más sobria y realista, destinada a recoger el deseo de plasmar para la posteridad gestas militares o
ascensos personales y políticos. A partir del siglo II d.C., al unirse ambas corrientes, se constituye una escultura
específicamente romana, que acabaría simplificándose en el Bajo Imperio.
Los escultores romanos trabajaron materiales muy diversos, entre los que destacaron la piedra, el mármol y el
bronce, sin descartar otros como el marfil, metales preciosos o madera. Todos ellos recibían un tratamiento externo
para ofrecer una apariencia real, con policromía, que apenas se ha conservado en la actualidad.
De igual manera, la iconografía romana es muy amplia, abarcando múltiples representaciones de divinidades,
destinadas a templos y residencias patricias. Entre ellas podemos destacar el modelo de Venus púdica -llamadas así
porque presentan una actitud de recato-, cuyo ejemplo más conocido es la llamada Venus Capitolina.
Pero la verdadera originalidad de la escultura romana se manifestó en dos campos fundamentales: el retrato y el
relieve.
3.1. El retrato
El origen del retrato romano parece estar en las imagines maiorum o retratos de los antepasados que los patricios
guardaban en el altar o lararium en el atrio de sus residencias. A partir de mascarillas funerarias de cera se
elaboraron los primeros retratos republicanos, que mostraban profundas arrugas y rasgos muy marcados. Estos, en
determinadas solemnidades, eran exhibidos en procesión púbIica, como apreciamos en el llamado Togado Barberini.
De esta manera, frente a la idealización de la escultura griega, el gusto romano prefería el realismo más veraz y el
carácter biográfico del personaje representado.
En esta primera época republicana los escultores representaban imágenes de cuerpo entero, erguidas o sedentes,
aunque el peso del modelo de las imagines maiorum era grande y predominaba el formato que apenas abarcaba
más abajo del cuello, llegándose al busto o nacimiento de los hombros en época imperial. Estos ejemplos son de
difícil catalogación hasta llegar al siglo I a.C., época en la que encontramos, entre otros muchos, los retratos de
Pompeyo, de Cicerón o de Julio César.
Con la llegada al poder de Augusto, y el inicio del Imperio, se impone la idealización en el retrato imperial, en sus
diferentes representaciones:
-Como sumo sacerdote, o pontifex maximus, con la cabeza cubierta por un manto.
-Como pretor, con rollo del edicto en una mano y vestido con toga.
-Como general que arenga a sus tropas, consul cum imperio, con coraza (thoracatus). En este modelo, quizás el más
conocido, viste con coraza y a sus pies se encuentra Eros cabalgando sobre un delfín, lo que entronca a su familia, la
Julia, directamente con Venus. Es el llamado Augusto de Prima Porta, por haberse encontrado en esa puerta de la
ciudad de Roma.
A partir de Augusto los emperadores fueron divinizados, por lo que se hizo obligatorio el culto imperial y
comenzaron a realizarse esculturas idealizadas, atribuyéndoseles a los emperadores incluso apariencia de héroes
mitológicos. Tal sería el caso del retrato del emperador Cómodo, representado como Hércules. A pesar de todo, el
rostro seguiría siendo un auténtico retrato, abandonándose en ocasiones la línea clasicista y volviéndose al realismo
de otras épocas. Ejemplos de esta corriente son las representaciones de Vespasiano o de Trajano. Desde un punto
de vista estético, y desde principios del siglo II con los Antoninos, se impuso la moda de la barba y el cabello rizado.
En un principio, como en el caso del emperador Adriano, la barba se representaba corta, con claroscuros ejecutados
mediante la técnica del trépano. Más adelante continuó esta tendencia, aumentándose el volumen de barba y
cabellera, como en los ejemplos de los emperadores Marco Aurelio y Caracalla. Precisamente de Marco Aurelio es la
excepcional escultura, realizada en bronce, que fue el único retrato ecuestre conservado de la Antigüedad romana.
El emperador filósofo aparece sin coraza y con el brazo extendido en señal de autoridad y clemencia, pues parece
que el grupo escultórico se completaba con la imagen de un bárbaro vencido, acuchillado bajo sus pies. A partir del
siglo III, coincidiendo con la crisis que sacudió todo el Imperio durante más de cincuenta años, se abandona el
realismo, se volvió al retrato con pelo corto, afeitado, y rasgos duros, esquemáticos y geométricos. El cabello y la
barba han ganado volumen, acentuándose el efecto de claroscuro mediante la técnica del trépano. Este modelo
perduraría hasta la caída de Roma.
En cuanto al retrato femenino también se aprecia una evolución formal desde las primeras representaciones de la
emperatriz Livia, esposa de Augusto, divinizada, erguida o sedente, hasta las representaciones de damas de la alta
sociedad romana. En ellas se aprecia la plasmación de diferentes tipos de peinado que permiten datar
cronológicamente las esculturas. Así, el pelo ondulado y recogido pertenecería al primer periodo del Imperio y los
peinados más elaborados, con rizos, se podrían datar en época posterior (desde el siglo II d. C.). Tal sería el caso del
retrato atribuido a Julia, hija del emperador Tito. Otro ejemplo: retrato atribuido a Julia o a Vibia Mativia, Museos
capitolinos de Roma.
3.2. Relieve histórico
El relieve histórico ya fue representado en la Grecia helenística, aunque la conmemoración se abordaba con temas
mitológicos e intervenciones divinas. Sin embargo, en Roma, partiendo de la costumbre de recordar triunfos
guerreros, se introducen algunas diferencias y singularidades estéticas en los relieves:
Se recogen hechos históricos, en los que aparecen representadas circunstancias concretas en una serie casi
documental, con retratos individuales y protagonismo del ser humano. Sin embargo, la función simbólica no está
ausente, puesto que se reafirma el papel esencial de los dirigentes romanos como artífices de la victoria. Hay un
mayor interés por el paisaje y la decoración ornamental como fondo de la composición, que se enriquece con la
introducción de varios planos de profundidad.
Los primeros relieves datan del siglo I a.C. De este periodo podemos destacar los que decoran el altar de Domicio
Aenobarbo, que representan el acto de licencia de las tropas. Sin embargo, los ejemplos más importantes se dan en
época del Alto Imperio. De este periodo sobresale, como excepción formal, el conjunto de relieves que decoraban el
Ara Pacis. Este pequeño templo fue inaugurado en el año 13 a.C. para celebrar la llamada Pax romana, o paz
consolidada en todo el Imperio. Para ello, dispuestos en dos niveles, se desplegaron temas vegetales y animales, así
como la procesión de la familia imperial, que presidió la inauguración del recinto. Características: finura del
modelado de influjo griego. Densidad de motivos, de origen romano. Efectos de perspectiva, talla a diversos planos
(en el Renacimiento se retomaría y se acentuaría aún más: schiacciato). Tratan de evitar monotonía con personajes
con diferentes actitudes. Temática: sacrificios a los dioses, desfile conmemorativo de la pax, recuerda a la procesión
de las Panateneas en el Partenón, alegorías. Ornamentación: roleos, guirnaldas.
También eran abundantes los relieves que se colocaban en el intradós (o superficie interna) de los arcos de triunfo
para completar la información escrita que se daba en la conmemoración de una victoria militar. Así, en el arco de
Tito se representa el desfile tras el saqueo y destrucción del templo de Jerusalén. De forma pormenorizada se nos
muestra el traslado del arca de la alianza, el candelabro de los siete brazos o menorah y las trompetas del templo.
En el arco de Septimio Severo se plasma la campaña del emperador contra los partos y el saqueo de su capital. Y en
el de Constantino, ya en el Bajo Imperio, se recogen restos escultóricos de otros arcos anteriores, erigidos por
Trajano, Adriano o Marco Aurelio.
Originales también del arte romano, puesto que no hay antecedentes en el arte griego, son los relieves de las
llamadas columnas conmemorativas. Estas eran levantadas en alguno de los foros romanos, apoyadas sobre un
podio, con la intención de narrar en un relieve continuo a lo largo de su fuste el desarrollo de una o vanas campañas
militares. En la columna de Trajano se recogen, en más de doscientos metros de recorrido helicoidal, las dos guerras
que el Imperio romano sostuvo contra los dacios. Las escenas muestran aspectos cotidianos, como la construcción
de puentes y campamentos, asedios o el cruce de ríos. Otra columna significativa fue la de Marco Aurelio, que
representa las campañas del emperador contra germanos y sármatas. Las figuras son algo más alargadas y el artista
ha prescindido del fondo, proyectando una sensación de espacio neutro.
UN PEQUEÑO RESUMEN QUE NO HAY QUE PERDER DE VISTA: En la escultura romana confluyen dos tendencias: una
helenística, más oficial, que gusta de representar temas idealizados, y otra popular, más realista. Ambas convergerán
en el Imperio creando un estilo romano propio. Los dos principales subgéneros de la escultura romana son el retrato
y el relieve histórico. Ambos alcanzarían gran notoriedad y originalidad respecto al arte griego.
• El retrato parte de la costumbre de representar los rostros de los difuntos más ilustres de cada familia.
• El relieve histórico recoge gestas militares y acontecimientos políticos, representados en templos, arcos de triunfo
y columnas conmemorativas.
Frente a la escultura griega la romana es más realista y biográfica, aunque nunca suele estar ausente la
intencionalidad propagandística.
4. La pintura y el mosaico
Los testimonios más antiguos de pintura romana datan de los siglos IV y III a.C., confundiéndose en su origen con la
pintura etrusca. Con todo, fue en el siglo siguiente cuando se inició un largo periodo caracterizado por la presencia
de decoración pictórica en los muros de villas y palacios. Para realizar las pinturas se debía preparar
convenientemente la superficie que serviría de soporte. En primer lugar había que aplicar una fina capa de yeso
sobre el mortero y la cal, que constituían la estructura del muro. Después se aplicaban siete capas más y había que
ejecutar la pintura cuando la pared aún estaba húmeda. Es lo que se conoce como técnica al fresco.
La mayoría de los ejemplos conservados se encuentran en Pompeya, sepultada tras la erupción sido I a.C. del
Vesubio en el año 79 d.C. Este hecho permitió al arqueólogo alemán August Mau (1840-1909) publicar, en 1882, una
clasificación estilística de la pintura romana en atención a su evolución cronológica:
a) Un primer estilo o de incrustaciones, desarrollado entre el siglo II a.C. y principios del siglo I a.C., imita con
escayola otros materiales como el mármol, el granito o estuco.
b) Durante la época de César, en el siglo I a.C., se desarrolló el segundo estilo o el estilo arquitectónico, que imitaba
estructuras de edificios y monumentos que producían la ilusión de una mayor amplitud espacial.
c) Tercer estilo o estilo ornamental. Bajo el mandato de Augusto y sus sucesores, hasta mediados del siglo I d.C.,
triunfaron las formas recargadas, con elementos exóticos y grandes cortinajes.
d) Finalmente, hasta el ocultamiento de la ciudad por los materiales volcánicos, se habla de un cuarto estilo. En
realidad se trata de una mezcla de los anteriores, sin aportar elementos originales.
Entre los principales ejemplos de pintura mural destacamos la Villa de los Misterios o la Casa de los Vettii, ambas en
Pompeya.
También se conservan algunas (en realidad muy pocas) pinturas sobre tabla, realizadas con la técnica al temple
(mezcla de los pigmentos con agua y un aglutinante, como yema o clara de huevo). Se trata de retratos funerarios
como los del oasis de El Fayum, en Egipto, realizados con gran realismo para cubrir el rostro de las momias que
fueron enterradas en esta necrópolis. Fueron realizados entre los siglos I a.C. y III d.C.
La realización de mosaicos se había iniciado en época micénica y su uso estaba extendido en toda la Grecia
helenística. Bajo esta influencia los romanos los utilizaban como el perfecto complemento decorativo de la pintura,
para cubrir muros y pavimentos. La técnica del mosaico consistía, esencialmente, en la composición de motivos
variados mediante la disposición de teselas o trozos de piedras cortadas de diferentes colores. Estas piezas eran
aplicadas por los maestros musivarios (de opus musivum, o mosaico) a una superficie preparada al efecto, y recibían
varias denominaciones atendiendo al tamaño de estas piezas. Así, el opus vermiculatum estaba compuesto por
piezas diminutas y permitía un mayor realismo, aunque la superficie cubierta solía ser más pequeña. El opus
tessellatum utilizaba teselas de mayor tamaño y el opus sectile estaba realizado con placas de mármoles valiosos.
Plinio El Viejo” dejó constancia en sus escritos de cómo se preparaban las superficies para recibir el mosaico: se
aplanaba el suelo y sobre él se coloca una capa compuesta por gravilla y piedras, con un grosor de l0 a 15
centímetros, que servia de preparación y como aislante de la humedad. Se aplicaba encima una capa de mortero,
compuesto por una parte de cal y tres partes de gravas y fragmentos de terracota, con un grosor de 25 centímetros.
La siguiente capa está compuesta por tres partes de arena mezcladas eco ladrillos y tejas machacadas, y una de cal.
Sobre esta se dibuja mediante incisión el mosaico y se van colocando las teselas sobre un modero muy fino de cal y
arena sin fraguar. Juan Garcia Sandoval. Musivaria: arte y técnica. Taller de mosaicos romanos. 2005.
Los temas eran muy variados, desde escenas mitológicas a costumbristas, paisajes, retratos o simple ornamentación,
pasando por la copia de pinturas. De este último caso es el mosaico de Alejandro, en la casa del Fauno, en Pompeya,
que reproduce una pintura anterior sobre la victoria macedónica en lssos, frente a los persas.
En general, su uso estaba muy difundido por todo el Imperio, y así podemos encontrar ejemplos significativos de
mosaicos en un amplio territorio que abarcaría desde Hispania (Mérida, Itálica, Ampurias, etc.) hasta Asia Menor
(Antioquía, Éfeso, etc.)
5. Arte romano en Hispania
Roma comenzó la conquista de la península ibérica en el año 218 a.C. Dos siglos después ya había culminado este
proceso, mientras procedía a la romanización de los pueblos sometidos. Esta asimilación de la cultura y formas de
vida romanas fue muy desigual: más intensa en el sur y en Levante que en la Meseta, y casi inexistente en las
regiones cantábricas. Con todo, el grado de integración fue tal, que Hispania aportó influyentes personajes en el
campo de la política y de la cultura romanas. Así, podemos citar a emperadores -como Adriano, Trajano y Teodosio-,
filósofos -como Séneca- o escritores como Marcial.
La imposición de la forma de vida romana acabó, en gran medida, con la cultura de los pueblos indígenas. A lo largo
de casi seis siglos la presencia romana en la Península se tradujo en la aplicación del modelo urbanístico de Roma. A
veces las ciudades se construían sobre el plano de las ya existentes, pero respetando la funcionalidad, la necesidad
de ocio y los gustos estéticos de la nueva sociedad romanizada. Estos núcleos urbanos, como ya había sucedido en
otros lugares, se convirtieron en focos de romanización, y para garantizar su desarrollo y supervivencia se
construyeron innumerables obras públicas. A su vez, el mundo rural también se transformó con abundantes villas,
residencias de grandes propietarios e impulsoras de nuevas técnicas de cultivo. Resultan destacables, en este
sentido, las villas de La Olmeda, en Palencia, Carranque en Toledo o Centcelles, en Constantí (Tarragona).
Las ciudades solían seguir el trazado urbanístico de cardo y decumano, con foro y recinto amurallado, como el de la
ciudad de Lugo, que tiene un perímetro de más de dos kilómetros. De los numerosos ejemplos podemos destacar
Tarraco, en la actual Tarragona, que fue la primera ciudad fundada por los romanos; Itálica, ciudad fundada para los
soldados veteranos de las milicias romanas, situada en la actual Santiponce (Sevilla); Cartago Nova o Cartagena,
completamente reconstruida a partir de su fundación cartaginesa; Emerita Augusta o Mérida, capital de la
Lusitania... Tampoco hay que olvidar ciudades del interior peninsular, como BíIbilis (Calatayud), Caesaraugusta
(Zaragoza), Segóbriga en Cuenca, Clunia en Burgos, o algunos ejemplos de otros núcleos urbanos que cumplían una
función específica como o León, que fue sede de la VII Legio Gemina, que le acabaría dando nombre.
La Villa de La Olmeda es una rica mansión romana del siglo IV; de planta cuadrangular, con una torre en cada
extremo y habitaciones dispuestas alrededor de un pasillo porticado que rodea el peristilo, contaba incluso con unas
termas privadas. En su sala de recepciones se encuentra un gran mosaico con el motivo central del descubrimiento
de Aquiles por Ulises, escenas de caza y retratos familiares.
En estas ciudades se reproducía el estilo de vida romano y, consecuentemente, los edificios que estaban destinados
a garantizar que necesidades y aficiones quedaran cubiertas. Por ello, encontramos edificios destinados a actividades
de ocio, como los teatros de Mérida (Badajoz), Sagunto, Cartagena o Clunia (Burgos). Igualmente quedan
importantes restos de anfiteatros, con capacidad para varios miles de espectadores, en Tarragona.
De los circos, destinados a las carreras de caballos, fundamentalmente, apenas queda la planta en Toledo o en
Segóbriga. En Tarraco sabemos que el circo servía para delimitar la separación entre la ciudad alta
y la ciudad baja. Posteriormente fue muy modificado y sobre él se desarrolló la vida urbana en la Edad Media.
Para garantizar el disfrute del ocio, el culto a los dioses y el desarrollo de las actividades comerciales también se
construyeron termas, foros y basílicas. Algunos de estos restos han sobrevivido gracias a su reutilización posterior,
como las termas de Alange, en Mérida. En la mayoría de las ocasiones han sido recuperados por la arqueología
importantes yacimientos que pueden visitarse a lo largo de toda la Península. De la importancia de algunos
conjuntos urbanísticos da cuenta la declaración de Mérida, de Tarragona, del Acueducto de Segovia y del faro
coruñés de la Torre de Hércules como Patrimonio de la Humanidad.
También fueron abundantes las obras públicas, en forma de vías de comunicación y redes de abastecimiento. Así, en
el siglo III d.C. había casi once mil kilómetros de calzadas romanas en la península ibérica. Entre ellas destacaban la
Vía Augusta o Hercúlea, que recorría la costa mediterránea desde Cádiz a los Pirineos, la Vía Lata o Camino de la
Plata, entre Astorga y Mérida, o todas las que unían, de forma transversal las vías principales por el interior. Alguna
de ellas continuó utilizándose posteriormente, como es el caso del Camino de Santiago, que aprovechó importantes
tramos de la primitiva calzada romana.
Las calzadas llevaban aparejadas otras obras de ingeniería, en especial las necesarias para salvar el cauce de un río, a
veces poco caudaloso, como el río Anas (en Mérida, nuesto río Guadiana), pero para el que se construyó un puente
de casi ochocientos metros. Otras veces estaba encajonado en desfiladeros imposibles, como el Tajo. Tal es el caso
del puente de Alcántara, en Cáceres, el mejor conservado de todo el Imperio. Igualmente se construyeron
importantes acueductos que, en ocasiones, debían cubrir importantes desniveles del terreno. Para ello se alzaban
sobre puentes de piedra, como en el caso de Segovia, donde se tiende un puente de unos 800 metros de longitud
para salvar treinta metros de desnivel; o en el de Los Milagros, de Mérida, en el que se combinan piedra y ladrillo en
su construcción.
UNIDAD DIDÁCTICA 7. Arte paleocristiano
La expansión del cristianismo por el Imperio romano determinó la creación de nuevas formas artísticas. Los
ritos de la nueva religión exigían otros tipos de edificios y los significados de una nueva iconografía, aunque casi
todos ellos partieran directamente de los ejemplos del arte de Roma.
La periodización del arte paleocristiano está marcada por una serie de leyes imperiales, dictadas a lo largo
del siglo IV. En ellas se garantizaba la libertad de culto, la restitución de los bienes confiscados a los cristianos
durante las persecuciones y, finalmente, la proclamación del cristianismo como religión oficial. Cabe señalar como
fecha fundamental la del Edicto de Milán, promulgado por el emperador Constantino I el Grande en el año 313
d.C., con el que se garantizó la libertad de culto y por consiguiente la tolerancia del cristianismo en el Imperio
romano. Con anterioridad a esta fecha el arte paleocristiano se limitaba a toscas expresiones plásticas en lugares
destinados al enterramiento o al culto.
En el 380 e emperador Teodosio promulgó el Edicto de Tesalónica a través del cuales el cristianismo se instituyó
como la religión oficial del Imperio. Después de los edictos de Tolerancia el incremento del poder económico de la
Iglesia se tradujo en realizaciones artísticas más ricas para una nueva clientela. Partiendo de modelos
tardorromanos, y en una época de crisis y desintegración del poder imperial, la Iglesia se convirtió en la heredera y
transmisora del legado cultural del a época clásica. Este legado es adaptado y conservado únicamente en lo que
pudiera ser útil a las nuevas estructuras, en las que el cristianismo era una pieza fundamental. Es lo que se conoce
como Antigüedad tardía, un largo periodo de transición haca el mundo medieval que se prolonga hasta los siglos VI y
V I y que coincide con la segunda fase de arte paleocristiano.
A) Arquitectura
Antes de los edictos de tolerancia, los primeros cristianos se reunían clandestinamente en casas de
particulares, adaptadas a las necesidades de culto y de la seguridad ante las persecuciones. Allí se
realizaban reuniones dominicales en estancias alargadas con bóvedas sobre pilares. Simultáneamente se
crearon los primeros cementerios inicialmente ubicados en los jardines de las casas patricias. Ante el
aumento de número de creyentes surgieron las catacumbas, que aprovechaban las necrópolis subterráneas
romanas. Estas estaban situadas en las afueras de las grandes ciudades ante la nueva costumbre de
inhumación, sobre todo a partir del siglo ll d.C. frente a la antigua costumbre de la incineración.
El cementerio o catacumba se organiza en estrechas galerías (ambulacrum) en cuyas paredes estaban
los lóculos o filas de nichos rectangulares. A veces estos lóculos se cobijan bajo un arco semicircular
(arcosolium). El lugar albergaba también un altar para celebrar la misa que era decorado con una mayor profusión.
Después de los edictos de tolerancia la Iglesia, apoyada ahora desde el poder imperial, necesitaba un
nuevo tipo de espacio, que diese respuesta a las mayores necesidades de aforo, para la comunidad de
fieles, y de desarrollo de una liturgia cada vez más compleja. Para ello se utilizará el modelo de las antiguas
basílicas romanas, desprovistas ya de sus fines de administración de justicia y comerciales, con el resultado de un
tipo de edificio con diferente funcionalidad:
• La cabecera ahora ese espacio sagrado por excelencia, el ábside, con bóveda de horno o de cuarto de esfera, en
el que se coloca el altar. En algunas basílicas aparece ya una nave transversal o crucero.
• La planta es rectangular, dividida en tres o cinco naves. La nave central es más alta y, normalmente, el doble de
ancha que las demás.
• En algunas basílicas aparece ya una nave transversa o crucero.
• El espacio de la basílica se divide en su conjunto en tres partes, claramente diferenciadas: una parte pública
formada por el atrio o patio porticado con fuente y el nártex o vestíbulo de acceso al templo -en
este último permanecían los catecúmenos o personas que aún no habían sido bautizadas-. Una segunda
zona era el espacio central de templo, con separación entre hombres y mujeres, un coro para el
clero y púlpitos. Por último, estaba el presbiterio, destinado a los diáconos o sacerdotes, espacio en
que se encontraba el altar, aislado bajo el ciborio. Bajo él, en el caso de que el templo cobijara
el cuerpo o reliquia de algún mártir o santo, se construía una confessio o tumba, para venerar esos restos.
Las basílicas más importantes se encuentran en Roma; son las de San Juan de Letrán, San Pedro, ya desaparecida,
Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros.
En la tipología de estas construcciones religiosas encontramos otros edificios de planta central como
son los baptisterios, de planta octogonal, aislados de la basílica, como el de San Juan de Letrán (Roma);
los mausoleos, destinados a servir de tumba de algún personaje significado, son abovedados por completo,
a veces tienen planta circular como en el caso del de Santa Constanza (Roma), a veces son de cruz
griega, como el de Gala Placidia (Rávena); y los martyria son iglesias-sepulcro que, sobre todo en Oriente,
funden el mausoleo y la basílica en un mismo recinto. Tal era el caso del Santo Sepulcro de Jerusalén.
B) Artes figurativas: escultura, pintura y mosaico
El arte paleocristiano utilizó temas romanos y formas que también lo eran, pero dotándolos de un nuevo
significado. Pasados los primeros tempos de la clandestinidad, en la que coexistían la interpretación cristiana
y la pagana, se procuraba ofrecer un lenguaje claro y comprensible para los fieles. De esta forma las escenas
no debían ofrecer dudas, sobre todo en una época de constantes disputas teológicas y aparición de herejías.
Por ello, en la mayoría de las ocasiones se sacrifica la perfección formal en aras de la verdad espiritual.
Esta circunstancia, unida al empobrecimiento cultural y a la pérdida de saberes técnicos durante el Bajo
Imperio romano darán lugar a un arte que se aleja definitivamente de los ideales clásicos de belleza. Se
inicia así un periodo esencialmente didáctico, con una iconografía y unos fines que se transmitirán a la Edad
Media.
Principales símbolos del arte paleocristiano:
Ancla y delfín: el ancla representa la muerte en la cruz y el delfín la resurrección.
Crismón: es el monograma de Cristo. Consiste en as letras X (ji) y P (ro), las primeras del nombre de Cristo en griego:
XP. En otras versiones la P se sustituye por la T (tau) o una pequeña cruz. A veces contiene también letras alfa y
omega, primera y última del alfabeto griego; Cristo, principio y fin de todas las cosas.
Espiga y vid: símbolos de la Eucaristía (pan y vino).
Pavo real, Ave Fénix: Resurrección de Cristo e inmortalidad del alrna.
Pelícano: Símbolo del amor de Cristo, basado en la creencia de que el pelícano alimentaba a sus polluelos con Su
propia sangre.
Pez: en griego IXHTH'VE, que contiene las iniciales de Jesucristo
Temas representados:
• Buen pastor: origen griego (Moscóforo) y también usado en Roma. Pero nuevo significado: alusión directa a
Jesús. “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas”. Evangelio según San Juan 10, 11-16
• Cristo como doctor: joven sentado y con el rollo de la ley en la mano
• Orante: figura femenina con los brazos levantados en señal de oración. Algunos historiadores del arte lo
interpretan como el alma salvada que levanta los brazos como acción de gracias
• Personajes del Antiguo Testamento: Adán y Eva, Sansón, Jonás, Jacob, Daniel, Moisés
• Primeros mártires y santos: San Lorenzo, San Esteban
• Tetramorfos: símbolos de los cuatro evangelistas. Águila de San Juan, León de San Marcos, Ángel u hombre
de San Mateo y Buey de San Lucas
• Bautismo
• Eros y psique: representación de Cristo y las almas.
Hércules: Jesucristo como liberador y salvador.
La pintura y el mosaico se convertirán en los ejes principales de las artes figurativas, quedando relegada a un
segundo plano la escultura, generalmente limitada a los relieves sepulcrales. Pintura y mosaicos fueron utilizados
por el arte paleocristiano para representar en los muros los temas religiosos compartiendo, aquella y estos, temas y
características. La pintura al fresco fue realizada, en la mayoría de los casos, en las catacumbas, hasta el siglo IV. A
partir de ese siglo, los mosaicos pasaron a decorar pavimentos, pero también paredes, ábsides y cúpulas de la nueva
arquitectura. Esta, favorecida e impulsada desde el poder, ofrecerá ejemplos plásticos de una mayor riqueza y
complicación técnica.
En la escultura, los temas fueron tomados, en gran medida, del paganismo, si bien a partir del siglo IV se
adoptaron plenamente motivos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Los ejemplos de a escultura exenta son
escasos y se centran en la representación de Jesucristo como Buen Pastor o como maestro, en este caso sedente
y con el rollo de los Evangelios en la mano. Este modelo se convirtió así en el antecedente del pantocrátor medieval.
Más abundante, sin embargo, fue la producción de relieves en sarcófagos, continuándose así el trabajo de
los escultores romanos. Entre la abundancia de tipos y ejemplos se pueden diferenciar aquellos que presentan un
friso continuo, que ocupa todo e frente, de aquellos
otros que tienen escenas separadas por columnas -o por árboles, cuyas copas se unen para formar una
especie de nicho u hornacina- son los sarcófagos de columnas, rematados con frontones (Sarcófago de Junio Basso).
Por último están los
sarcófagos más sencillos que utilizan el tema de los estrígilos (ornamento en forma de ondas sinuosas) en casi
todo su frente y un clípeo o medallón central con el retrato de difunto (sepulcro).
UNIDAD DIDÁCTICA 8. ARTE BIZANTINO.
Desde finales del siglo IV, el Imperio romano se había dividido en dos partes. Cuando se produjo la caída del último
emperador de Roma, la tradición de la cultura clásica se refugió en la zona oriental conocida a partir de entonces
como Imperio bizantino. Allí, durante más de mil años, los emperadores trataron de mantener el esplendor romano,
pero tomando como referencia la Antigüedad tardía. Por eso, los emperadores se convirtieron en defensores de la
cristiandad y valedores del arte que la de Santa de ensalzaba. En 1453 la capital, Constantinopla, fue conquistada por
una nueva fuerza dominadora en Oriente Medio: el Imperio turco.
En el año 395 el emperador Teodosio el Grande (347—395) decidió dividir el Imperio romano en dos mitades: la
parte occidental seria para su hijo Honorio (384-423) mientras que la oriental estaría en manos de su hijo mayor,
Arcadio (377 0 378408). A lo largo del siglo siguiente, las provincias occidentales se fueron separando de poder de
Roma, mientras que en ellas se iban constituyendo os reinos bárbaros. En la parte oriental el antiguo esplendor
romano se trasladó a su capital, Constantinopla. Esta ciudad había sido refundada por el emperador Constantino
sobre la antigua colonia griega de Bizancio (la actual Estambul), en el año 324, que pasó a llamarse Constantinópolis,
la ciudad de Constantino, o “Nueva Roma", con siete colinas y catorce regiones. Durante más de mil años el nuevo
imperio tomará el nombre de su capital, Constantinopla, y se considerará heredero del mundo romano hasta que
finalmente fuera vencido por los turcos en el año 1453.
1.1. Concepto y etapas
El arte bizantino será una síntesis de la herencia clásica, tanto del helenismo como de Roma, especialmente del
periodo paleocristiano y las influencias del arte oriental. Hay que tener en cuenta que, aunque el emperador de
Bizancio se proclamaba "rey de romanos", lo hacía en lengua griega: basileus romaion y era el defensor de la
cristiandad.
Enmarcado por un periodo que transcurre desde el siglo VI y XV, podemos diferenciar varias fases en su desarrollo.
Así, en una clasificación más tradicional se habla de tres edades de oro:
a) Primera Edad de Oro. Sus inicios se corresponderían con el reinado del emperador Justiniano (527-565) y se
prolonga hasta el siglo VIII. A partir de entonces, el empuje musulmán y las luchas iconoclastas provocaron el inicio
de la crisis del Imperio.
b) Segunda Edad de Oro. Desde la segunda mitad del siglo IX hasta la toma de Constantinopla por los cruzados, en
1204, se desarrolla, en lo político y en lo cultural, la etapa más completa y más definidora de lo que entendemos por
Bizancio.
c) Tercera Edad de Oro. Abarca, fundamentalmente, el sigo XIV. En esta época, con la dinastía de los Paleólogos, se
recompone en parte el poder imperial, aunque ya era demasiado tarde para evitar el final de Bizancio, que se
produce tras la toma de Constantinopla, por los turcos, en 1453.
Otras formas de clasificación, más recientes, intentan superar esta rígida división, insistiendo en la importancia del
periodo iconoclasta (726-843), que se convierte en el hito que divide el arte bizantino en dos etapas. La anterior a
esta crisis cultural y religiosa, marcada por un continuismo respecto al arte tardorromano, y otra posterior, que será
auténticamente original y definitoria de este estilo artístico.
En cualquier caso, aun en un marco cronológico tan extenso, se pueden apuntar determinadas características
generales del arte de Bizancio.
•
Así, la arquitectura se inicia con una idea de continuidad, en cuanto a técnicas y materiales, respecto a su
antecesora romana.
•
Los edificios principales serán los religiosos, con plantas basilicales y poligonales, aunque con el tiempo se
acabaron imponiendo las cruciformes o de cruz griega, con sus cuatro brazos.
•
Continúa e predominio de las cubiertas abovedadas, con utilización abundante de cúpulas sobre pechinas.
•
La escultura continuó su pérdida de relevancia, ya iniciada en el arte paleocristiano, en favor de la pintura y
del mosaico. En la pintura los temas, esencia mente religiosos, se plasmaban sobre libros y sobre tabas. Estas
últimas, conocidas como iconos, se convirtieron, prácticamente hasta el siglo XIX en la Europa Oriental, en la
representación religiosa más difundida. A partir del siglo X se fijó una iconografía casi inamovible, que huía
del naturalismo, con la representación de personajes simbólicos sobre fondos planos, generalmente
dorados, que influyeron en el arte románico occidental. Así, la figura de Cristo resucitado y todopoderoso o
pantocrátor, con melena partida y barba (modelo sirio); o la Virgen kiriotissa, como trono de la Sabiduría,
con el Niño Jesús en su regazo, ambos hieráticos y en rigurosa frontalidad.
•
Igualmente, como herederos del arte paleocristiano, los bizantinos utilizaron con profusión el mosaico mural
porque les ofrecía unos recursos decorativos muy amplios por sus posibilidades cromático-luminosas. Las
teselas se enriquecieron con nácar, mármol, óxidos y hasta piedras preciosas. En ocasiones se llegaron a
aplicar finas láminas de oro y plata a la superficie, que resaltaba así en las partes más significativas de las
iglesias. Gran parte de los ejemplos conservados, especialmente de la primera etapa, se encuentran en la
península itálica, puesto que la mayoría de los que se realizaron en la ciudad de Constantinopla fueron
destruidos por os invasores turcos.
1.2. El arte durante el reinado de Justiniano
En el año 527 Justiniano (483—565) subía al trono de Bizancio sucediendo a su tío Justino l. Se iniciaba así un largo
reinado, de casi cuarenta años (527—565), que supuso a supremacía de Imperio bizantino en todo el Mediterráneo y
el intento de la reconstrucción del poder de la antigua Roma. Si la consecución de esta idea se materializó en lo
militar y en lo político, también lo hizo en otros aspectos, como en el mundo del derecho, con la compilación de toda
a obra jurídica clásica, o la literatura. Pero fue en el arte donde la idea imperial de restauración romana,
defendiendo la ortodoxia cristiana frente a la herejía, alcanzó su máximo esplendor.
Así, en la arquitectura de los constructores bizantinos se heredaron las formas de arte paleocristiano, pero
introduciendo una nueva percepción del espacio. El espacio, respetando la organización de los modelos basilicales,
se mostraba más diáfano y abierto en las cubiertas, entre las que abundan bóvedas de cañón y aristas, así como
alguna cúpula sobre pechinas en el crucero. Poco a poco los materiales de los elementos sustentados fueron más
ligeros y los edificios evolucionarían hacia plantas de cruz con cúpula, como unidad básica.
Con tales elementos, los arquitectos bizantinos exportaron este modelo a las construcciones de las provincias del
Imperio, tanto en edificios civiles como en templos. Así lo encontraremos, por ejemplo, en la iglesia de San Juan de la
isla de Éfeso, en la iglesia de la Natividad de Belén o, especialmente, en Rávena, Italia. Aquí destacan San Apolinar in
Classe, basílica de extraordinaria luminosidad, que conserva el modelo de arquitectura paleocristiana, con su
decoración de mosaicos y sus amplios y numerosos ventana es que le otorgan gran luminosidad, o la iglesia de San
Vital, reformada por deseo expreso de Justiniano, de planta octogonal y mosaicos, sin duda el mejor ejemplo de las
artes figurativas bizantinas, como luego veremos.
Pero los esfuerzos constructivos de este periodo justinianeo se concentraron en la edificación de la iglesia de Santa
Sofía de Constantinopla. La primitiva basílica paleocristiana había ardido en el año 532, durante una revuelta popular
que a punto estuvo de costar el trono al emperador. El nuevo edificio tiene una planta de cruz griega integrada en
otra basílica cupulada; con las naves laterales muy estrechas y la central muy ancha, produce la impresión de tener
una planta centralizada y el templo articulado alrededor de una gran cúpula central. Este elemento arquitectónico es
sin duda el más significativo: con sus 32 metros de diámetro, es más pequeña que la del Panteón de Roma, pero,
asentada sobre un tambor con más de cuarenta ventanas, transmite una sensación única de ligereza. Los empujes de
la gran cúpula descansan sobre bóvedas de cañón, bóvedas de cuarto de esfera, estribos, nervaduras y gruesos
contrafuertes.
El interior sorprendía por la diafanidad de su espacio, la utilización de ricos materiales como el mármol, y por la
decoración con brillantes mosaicos que reproducían, entre otros temas, un gran pantocrátor. La mayoría de ellos,
salvo los cuatro ángeles de las pechinas, fueron destruidos o cubiertos con pinturas tras la dominación turca.
La cúpula de Santa Sofía con sus 32 metros de diámetro, se levanta a 55 metros de altura. Sus constructores, Isidoro
de Mileto, Antemio de Tralles y Herón de Alejandría, utilizaron recursos muy audaces. Puesto que solo los ocho
pilares principales son de grandes sillares. Los muros, por el contrario, están formados por ladrillos delgados,
puestos de canto, e hiladas de piedra caliza. Y es que este prodigio arquitectónico se sostiene gracias al sistema de
contrarrestos exteriores (bóvedas. tirantes. nervaduras) y a la utilización de materiales cerámicos, más ligeros en su
parte superior. Esta prodigiosa obra no estuvo exenta de riesgos y problemas. La primera cúpula más baja que la
actual, se vino abajo a los veinte años de su construcción, en el año 558. Cinco años más tarde se levantó la actual,
que volvió a sufrir daños en el siglo X, hasta que se hundió su parte oriental en 1346, y fue nuevamente restaurada.
En esta época también alcanzó gran difusión la pintura de cuadros religiosos sobre tabla o iconos. En ellos se recogió
la iconografia más utilizada por la Iglesia: la Virgen con el Niño y representaciones de Cristo. La querella iconoclasta
de los siglos VIII y IX frenaría su expansión.
Ya se ha indicado que la decoración de mosaicos, en el Interior de las iglesias, se hizo norma común en este periodo.
Desaparecidos en su práctica totalidad los mosaicos que cubrían Santa Sofía, los más conocidos y famosos se hallan
en Rávena. Se trata, entre otros, de los conservados en las iglesias de San Apolinar el Nuevo y de San Apolinar in
Classe.
El Exarcado de Rávena (conquistada en el año 540) era el centro del poder bizantino en Occidente
Durante la Primera Edad de Oro se construyeron tres importantes iglesias:
• San Apolinar Nuevo, iglesia arriana reconvertida
• San Apolinar in Classe, de tradición paleocristiana
• San Vital, concebida como una capilla palatina
En ellas, tienen una enorme importancia los grandes conjuntos de mosaicos
• Los artistas bizantinos recogieron la tradición romana y la perfeccionaron
• Muy costosos, teselas con pan de oro y pan de plata, piezas de nácar, piezas de mármoles de diferentes
colores
• Abstractización de los personajes, arquitecturas, elementos muebles y paisajes, no preocupación excesiva
por la perspectiva, lo importante es su valor simbólico y narrativo, no que presente un efecto real
• Planitud, frontalidad
• Personajes hieráticos, sin expresión
• Solemnidad, son espacios sagrados y, en el caso de San Vital, aúlicos
En la nave principal de San Apolinar el Nuevo se nos representan dos procesiones: a de los santos, con San Martín a
la cabeza; y la de las santas, que va precedida por los Reyes Magos, todavía representados a la manera oriental -con
ropajes orientales y gorro frigio-. Igualmente destacable como ejemplo musivario es el templo de San Apolinar in
Classe, en cuya bóveda central aparece el pueblo de Dios guiado por el santo titular. Fue consagrada en 547 por el
primer arzobispo Maximiano y se dedicó a San Apolinar, primer obispo de Rávena.
Mosaicos de época de Justiniano en el ábside.
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En la parte superior hay una cruz con piedras preciosas y la faz de Cristo. Sobre la cruz está la mano de Dios
Padre, que surge de las nubes. Cruz flanqueada por Elías y Moisés. En el plano terrenal hay tres corderos que
representan a los apóstoles Pedro, Santiago y Juan. Se trata de una representación de la Transfiguración de
Cristo en el Monte Tabor.
En la parte inferior se extiende un paisaje con arbustos, plantas y aves. En el centro se encuentra San
Apolinar, primer obispo de Rávena, con los brazos abiertos en actitud orante: de hecho está representado en
el momento de elevar su plegaria a Dios para que conceda la gracia a los fieles que están a su cargo,
representados por doce ovejas blancas.
Sobre todos ellos hay que resaltar los representados en el presbiterio de la iglesia de San Vital en Rávena, antes
mencionada. Aquí aparecen, a un lado, el emperador Justiniano y su séquito con algunos personajes individualizados
en retrato, como el obispo Maximiano, el general Belisario o Juliano Argentario, banquero de origen griego que
corrió con los gastos de construcción de la iglesia. Al otro lado, se encuentra a emperatriz Teodora y su corte. En
ambos se insiste en la exactitud minuciosa de vestuario de los personajes y para ello se recurre a los metales
preciosos: oro, pata, cristales y piedras preciosas. Esta decoración hace pensar en las riquezas del Gran Palacio, en el
Paraíso, y era una manera de hacer comprensible a la imaginación de los fieles lo que se proponía: establecer las
semejanzas entre la corte celestial y la terrenal, encarnada en el emperador de Bizancio.
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