Homilía por la Paz - Diócesis de Iquique

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PALABRAS PARA LA ORACION POR LA PAZ A DIAS DEL
VEREDICTO DE LA HAYA
(Iglesia Catedral 25 enero 2014)
Quisiera partir estas palabras diciendo que Chile y Perú, somos dos países
hermanos. Que nos sentidos unidos y hermanados no sólo por la geografía que
nos vincula y nos hace países vecinos, por lo mismo nos necesitamos para crecer
y desarrollar la mutua ayuda con el único fin que es alcanzar el bien común. La
gran mayoría de todos nosotros conocemos el hermoso país del Perú, conocemos
su geografía, su cultura; y es muy probable que en más de una oportunidad
hemos podido conocer la ciudad de Tacna y sus bondades, pero más allá de la
geografía…, conocemos a su gente, a nuestros hermanos peruanos -así los
sentimos y así los reconocemos- con quienes hemos podido ir construyendo la
fraternidad; tenemos amigos en el Perú, familias con quienes hemos podido
compartir lo largo de los años de la vida, sabemos del esfuerzo de muchos de
ellos: personas honradas, trabajadoras, generosas y de buena voluntad.
De igual forma, muchos peruanos han llegado a Chile, los hemos acogido, con
ellos convivimos todos los días, compartiendo espacios comunes, hemos sabido
construir amistades, junto a ellos trabajamos, y culturalmente desde lo propio,
bueno y bello que tiene cada país nos enriquecemos mutuamente. También
muchos de ellos han formado sus propias familias en nuestro país, se han casado
con chilenos o chilenas, e incluso han tenido sus hijos en nuestro suelo, por lo
mismo esos niños y niñas son al igual que todos nosotros “chilenos” pero
también esos mismos niños tienen a sus tíos, primos y abuelitos en el Perú. Nos
podemos entonces dar cuenta que nuestras naciones son hermanas, nos
hemos unido. La fe también nos une, nuestras tierras tuvieron historias de
evangelización común, de esta forma son muchos peruanos que vienen a venerar
a la Virgen del Carmen, nuestra chinita, cada 16 de julio, a ella cantan y bailan
con amor, como de igual forma varios chilenos, devotos del Señor de Locumba o
del Señor de los Milagros todos los años, viajan al Perú para unirse desde la fe
con muchos peruanos con quienes nos une el amor a Dios que se expresa a través
de la piedad popular tan enraizada en nuestro pueblo.
Chile está presente en el Perú, y más allá de una simple relación comercial, la
cual obviamente que es muy necesaria seguir cultivando porque ayuda a
conquistar una mejor calidad de vida para ambas naciones, pero también y por
esto debemos dar gracias a Dios, las nuevas generaciones de chilenos y peruanos,
con el paso del tiempo y de forma paulatina, han aprendido a ir dejando en el
pasado y también olvidando los diversos hitos de la historia que en algún instante
nos pudieron separar puesto que generaron sufrimiento para ambas naciones. La
hermandad de ambos pueblos es el gran bien que todos hemos puesto por
delante en este momento de la historia y es un bien preciado que debemos
ayudar, todos y cada uno de nosotros, a preservar y profundizar.
Si algo hemos aprendido de la historia es que la violencia nunca engendra el
bien, sino que sólo genera muerte y dolor. Por ello es que siempre debemos
rechazar cualquier tipo de violencia. Cuando existen diferencias, el camino de
resolución de ellas es el Derecho en el marco de la paz. Esa es una gran lección
de la historia, no sólo para Perú y Chile, sino para el conjunto de las naciones.
Queridos hermanos, chilenos y peruanos, levantemos en estos momentos
desafiantes para nuestros pueblos la bandera de la fraternidad y de la unidad.
Debemos siempre mirar hacia el futuro, construyendo en el presente una cultura
en favor de la paz. No podemos dejar que nada nos separe pues tenemos un
destino común en el seno de la gran nación latinoamericana, ser un continente de
hermanos, que tiene raíces que se remontan a antes de que existieran las fronteras
geográficas consagradas por el Derecho Internacional.
Debemos todos trabajar por el respeto y el bien común. Único camino que nos
puede ayudar a construir una auténtica cultura que cree y apuesta por el valor
innegable y constructivo que es la paz, que primero es una conquista interior: del
corazón. La paz no viene desde afuera, sino desde muy dentro del individuo. No
depende de las decisiones de altos funcionarios o de una corte, sino de lo que
llevamos en el interior de nuestro corazón y de lo que afirmamos y creemos con
nuestros pensamientos.
La paz no se impone con la fuerza, ella tampoco es el resultado espontáneo de un
simple decreto. Para construir una sociedad que viva desde el valor de la paz –
que debería ser lo propio y un rasgo distintivo de la especie humana- contamos
con la inteligencia – regalo de Dios-, que nos permite comprender y reflexionar
la realidad que nos desafía desde una perspectiva global, integradora y
constructiva.
Debemos ser capaces, aunque en momentos nos pueda costar cuesta arriba,
desarrollar la capacidad de comunicarnos y de asociarnos para buscar siempre el
bien y utilizar la libertad para construir una sociedad más humanizada. Debemos
por sobre todo cuidar con nuestras actitudes de fraternidad y de sagrado respeto
el bien de todas las personas sin ningún tipo de exclusión, ya que en Dios todos
somos hermanos; debemos también desarrollar políticas educativas entre
nuestros países que nos ayuden a consolidar la conciencia de la mutua ayuda
entre nuestras naciones, nos necesitamos para potenciarnos y requerimos de la
unidad para ser mejores países y un continente americano más desarrollado. La
violencia destruye en cosa de minutos lo que el diálogo y la buena voluntad ha
podido construir en años, no lo podemos permitir.
Es por esta razón que a la luz del evangelio en donde aparece Jesús sanando a
una mujer, descubrimos que su mirada y su amor traspasa las fronteras de su
patria, esa mujer no era judía, era de otra cultura, de otro país, pero el Señor
Jesús traspasando las diferencias culturales y geográficas, sana a esta mujer que
sufría de heridas que sangraban. Con esta actitud de tanta misericordia nos
enseña que en Dios estamos todos invitados a abrazarnos, a encontrarnos y a
generar acciones que nos ayuden a sanar las heridas recíprocas. La paz y la
fraternidad son el mejor remedio para sanar las heridas del pasado que aún
puedan estar sangrando o las heridas que puedan emerger en nuestro presente.
Una vez que la mujer fue sanada, Jesús le dice: “Mujer vete en paz”. Eso
queremos todos, chilenos y peruanos, “avanzar por la senda de la paz”, lo cual
nos implicará el desafío de acatar con tranquilidad y serenidad, sea cual sea la
resolución que determine la Haya, para seguir avanzando por la senda de la
auténtica paz con espíritu de mutuo respeto. Nos hace mucho bien en este
momento de la historia escuchar las palabras de Cristo que nos dicen: “Vayan en
paz”1.
Con el conflicto de los límites marinos llevado a la corte de la Haya, nos hemos
podido dar cuenta que los seres humanos estamos expuesto a tener diferencias,
podemos afirmar que los conflictos son parte de la vida diaria y que a ellos no
debemos temerles. “Entre hermanos pueden surgir conflictos, pero nuestro temor
no puede ser tenerlos, sino que nuestro temor mayor debería ser el no tener la
altura de miras y la capacidad de saber enfrentarlos y solucionarlos. Por lo
mismo, es un buen camino cuando dos países interpretan de manera diferente
acuerdos y no logran un punto común, poder acudir a instancias superiores que
diriman de forma inteligente y objetiva, con el fin de evitar conflictos mayores2.
Y gracias a Dios tanto el gobierno de Chile como del Perú se han comprometido
a “respetar” sea cual sea el resultado que esta corte nos pueda señalar. Si este es
nuestro espíritu, sería un error una vez sabido el resultado de la Haya, afirmar
que unos ganaron y que otros perdieron, sería un error mirarlo de esta forma, en
esta historia no hay vencedores ni vencidos; lo que sí podremos contar a las
nuevas generaciones que tanto Perú como Chile fueron capaces en este siglo XXI
de resolver un conflicto por medio de una vía pacífica. Quien ganó fue la paz.
Esta es una enseñanza potente, sobre todo pensando en los jóvenes de chilenos y
peruanos, los cuales en un futuro próximo serán los conductores de los destinos
de nuestras naciones. A ellos deben los que hoy son autoridad, y también los que
1
2
Mc 5, 25ss
Monseñor Pablo Lizama Riquelme, Obispo, Administrador Apostólico Diócesis Iquique. Carta por la Paz,
2014.
somos simples ciudadanos, enseñarles que el diálogo y la paz no son una utopía
sino que es realmente posible construir una cultura de paz. La Iglesia en nombre
de su Señor y servidora del bien común, invita a desarrollar estas actitudes ya que
si hubiera que nombrar un triunfador deberíamos afirmar que venció la unidad, y
también venció la común voluntad de resolver las diferencias por el camino del
Derecho y el diálogo honesto y fraternal.
En esta hora significativa, quisiera subrayar una enseñanza para el futuro: la
construcción de la paz es un proceso lento que supone un cambio de mentalidad
individual y colectiva. Es importante que a partir de esta experiencia de la Haya
que estamos viviendo –chilenos y peruanos-, se pueda generar un proceso de
reflexión sobre como podemos seguir uniendo nuestros países en vías de
construir la necesaria y urgente “paz” como una prioridad de expresión de
nuestras culturas. Todos aquí debemos aportar: los gobiernos, los medios de
comunicación social, la familia, la iglesia, los empresarios, las organizaciones
sindicales, las escuelas… en fin, todos debemos trabajar por aprender e
internalizar la comprensión que el mayor desarrollo de un pueblo no está sólo en
su buena economía; debemos apostar por afirmar que el mayor valor de una
nación es la capacidad que tengan sus ciudadanos por desarrollar actitudes de
respeto y de mutua ayuda, no sólo con nuestros compatriotas, sino que también
con inmigrantes y de igual manera aportando desde la buena voluntad para que
otros pueblos puedan también alcanzar auténticos procesos humanizadores. Sólo
así podremos instalar la paz no sólo en nuestros barrios, ciudades y países, sino
que también en la común nación latinoamericana.
La paz no nos viene desde afuera, sino que surge desde muy dentro del
individuo. Si queremos trabajar por la paz tenemos que ser personas
dialogantes; respetar a los demás y aceptarlos como son; resolver pacíficamente
nuestros conflictos y no querer egoístamente imponerse por encima de los
demás.3. Así lo enseñó el querido Papa Francisco cuando al iniciar este nuevo
año 2014 nos decía: “La fraternidad es fundamento y camino para la paz”.
Bajo la protección de la Virgen del Carmen de la Tirana y del Señor de los
Milagros y de los santos peruanos: Fray Martín de Porres y Santa Rosa de Lima;
y de nuestros santos chilenos: Santa Teresita de los Andes, el Padre Alberto
Hurtado y la Beata Laurita Vicuña, ponemos en las manos de Dios este nuestro
profundo anhelo de vivir, siempre y por siempre, en la paz como países vecinos
que somos: Chile y Perú. ¡Viva la fraternidad, viva nuestra unidad, Chile y Perú
somos países hermanos. Amén.
3
Mahatma Gandhi.
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